En mis ya lejanos tiempos de estudiante de
pedagogía en la Complutense, recuerdo que una de las figuras de la historia de
la educación que más me impactó fue la italiana María Montessori. No tanto
porque sus ideas fueran revolucionarias ni porque le diera un vuelco a los
paradigmas educativos, me impresionó por la sencillez y, al mismo tiempo,
funcionalidad y eficiencia de su metodología. Y especialmente porque con
recursos muy de andar por casa conseguía unos resultados espléndidos,
sobremanera en el campo de la educación infantil y la educación especial.
¡Quién hubiera dicho que unos modestos tapetes, manteles y bandejas pudieran
dar tanto juego! En mis primeros años de docencia, trabajé con niños pequeños y
tuve oportunidad de emplear, entre otros recursos montessorianos la caja de
arena, otro de sus artilugios tan simple como didáctico.
Viene esto a cuenta porque en este tórrido
verano tengo el papel de acompañante suplente en el cotidiano cometido de
llevar los nietos a la playa. Rol de suplente porque es tarea habitual de la
generación intermedia entre los críos y yo. Solo cuando aquella falla me toca a
mí. Y he podido observar como juegan los pequeños en la playa. Reparten su
tiempo, half and half, entre el baño
y el juego en la arena. Y es precisamente en esta última donde mejor demuestran
sus capacidades y limitaciones. Y hasta me atrevería a decir que su carácter
más innato.
Dado que no me baño, solo me remojo, y que
no soy lector de playa, ocupo mi tiempo libre en observar a los críos. Están
los que hacen sus construcciones con el mimo de un arquitecto en ciernes. Los que
se limitan a cavar un hoyo y como mucho lo llenan de agua. Los que se divierten
destrozando las edificaciones de los demás. Los que dirigen la construcción y
los que se conforman con el secundario papel de acarrear más arena. Y hasta los
que solo corretean por la playa detrás de una pelota. Para un observador atento
se pueden sacar muchas conclusiones, quizá equivocadas quizá certeras, viendo
jugar a los críos en la playa.
Si tienes hijos, nietos o sobrinos obsérvales cómo se comportan en la arena y sacarás unas conclusiones que pueden sorprenderte. Haz la prueba.