"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 29 de marzo de 2016

Capítulo 3. Unos jubilados que quieren ser algo más 13. ¿Por qué no robaron el tesoro durante el viaje?


   Los inspectores encargados de la investigación del Caso Inca siguen analizando datos y posibles hipótesis sobre el mismo. Blanchard no quiere volver a incurrir otra vez en falta de tacto, pero hay una cuestión que le bulle en mente desde hace varios días y como sus colegas no hacen ninguna mención a ella, al final decide plantearla. Si se molestan será su problema.
- Supongo que uno de los interrogantes que os habréis planteado es porqué el robo se llevó a cabo donde se hizo y no en otra parte. ¿Tenéis alguna teoría o explicación al respecto?
   Bernal y Atienza se miran. El miembro de la Brigada de Patrimonio se encoge de hombros y con la barbilla señala a su compañero. Bernal recoge el guante.
- Naturalmente, y es uno de los aspectos que nos tiene más desconcertados. El tesoro ha podido ser robado en el Museo parisino du Quai Branly donde estuvo expuesto, o en cualquiera de los mil doscientos setenta kilómetros que hay entre París y Madrid. ¿Por qué no ha sido así? Las hipótesis que hemos manejado son muchas y variadas, pero ninguna nos convence. Lo primero, como debes saber, es que robar en un museo es posible pero altamente improbable. Las medidas de seguridad tanto tecnológicas como humanas son elevadas y los ladrones correrían muchos riesgos.
- De acuerdo, de acuerdo, pero ¿y qué pasa con el recorrido entre ambas capitales, por qué no lo hicieron en un trayecto tan largo? – vuelve a preguntar Blanchard.
- No tenemos respuesta concreta a ese interrogante – responde Bernal.
- Por lo que atañe a la parte francesa os diré que la empresa contratada para el traslado cuenta con amplia experiencia en esa clase de transportes especiales y tiene fama de seriedad, rigor y solvencia. Nuestros servicios la han investigado a fondo y no han encontrado nada sospechoso – explica Blanchard.
- Por otra parte – ahora quien habla es Atienza -, los traslados de materiales tan valiosos suelen seguir dos pautas: o con una fuerte escolta policial o rodeándolos de un sigilo tan hermético que nadie fuera del personal autorizado, siempre contados individuos y de probada lealtad, sepa fechas, rutas y demás pormenores del viaje. La experiencia ha demostrado, al contrario de lo que cree mucha gente, que el último procedimiento es más seguro que el primero y que, por tanto, es el que utilizó la empresa francesa.
   El inspector parisino piensa que lo del sigilo hermético no se lo enseño su madre. Está claro que estos colegas, se dice, usan un vocabulario muy diferente al que se gastaba la señora Prieto, que en paz descanse, pero van apañados si creen que les voy a preguntar, para eso están los diccionarios. La pregunta que formula es más incisiva:
- Lo que habéis dicho, es tal cual, pero la pregunta sigue siendo la misma, ¿por qué el robo se cometió ante el museo y no en otra parte?
- Creemos – vuelve a intervenir Atienza - que el hecho de que el delito se perpetrara delante del museo es algo que, pronto o tarde, nos va a ser de gran ayuda en la investigación. ¿Por qué? De momento, no tenemos una respuesta concreta, pero si varias hipótesis que se han traducido en diferentes líneas de investigación. Supuesto A, porque era alguien del personal del museo quien les facilitó la fecha de la llegada del furgón. B, no sabían la fecha de llegada, pero sí que el tesoro sería devuelto a su lugar de origen, solo tenían que esperar. C, porque no pudieron hacerlo en el trayecto, que quizá desconocían, pero si el punto de arribo. D, porque robar durante el viaje era problemático puesto que el furgón llevaba un GPS que enviaba su señal a la gendarmería, en territorio francés, y a la Guardia Civil, en España… En fin, no sigo, pero como verás la mayor parte de esas hipótesis se centran, de una u otra forma, en el museo y, por consiguiente en su personal. Ahí es donde se focalizan nuestras investigaciones.
   El francés no puede reprimirse y vuelve a poner el dedo en la llaga:
- Investigaciones que, por ahora, no han cristalizado en nada concreto.
   Atienza, no contesta, vuelve a encogerse de hombros en un gesto que le caracteriza. Bernal mira al gabacho con ganas de darle una patada en salva sea la parte, pero por aquello de la cooperación entre países vecinos y amigos se contiene.
   Curiosamente, una disquisición parecida a la que mantienen los inspectores encargados del caso es el motivo de la charla que sostienen los cuatro jubilados que, debido a la no querida participación de uno de ellos en el robo, siguen con suma atención todo lo que se publica sobre el caso y hasta se plantean supuestos que no recogen los medios.
- Jacinto, ¿se han planteado tu compañeros porqué el robo se realiza delante del museo y no en cualquier punto del largo recorrido desde París a aquí? – pregunta Ponte que a falta de otras virtudes es uno de los que más se estruja el caletre del grupo.
- Lo han hecho, claro. Es una de las primeras incógnitas que pusieron encima de la mesa, pero sigue siendo eso, una incógnita – responde Grandal.
- Desde luego es raro. Si nos fijamos en las películas, cuando algún cargamento valioso es llevado de una parte a otra la mayoría de los atracos se producen precisamente a lo largo del recorrido. Se cruza un coche delante, otro tapona la salida por atrás, salen los ladrones armados, abren la puerta del furgón con un explosivo plástico y tararí si te vi. Robo efectuado – afirma Ballarín que suele presumir de cinéfilo.
- En la vida real no es así, Amadeo – contraviene Grandal -. Los asaltos a un vehículo en plena ruta no suelen ser tan fáciles como los pintan en el cine, ni mucho menos. Hay que planear el golpe muy bien, contar con gente preparada y hasta tener una pizca de suerte porque los imprevistos que se pueden presentar son innumerables.
- Pues en las pelis… - pretende rebatir Ballarín, pero no puede terminar su argumentación porque Grandal le corta.
- Perdona, Amadeo, pero ya he dicho que una cosa es el cine y otra muy distinta la realidad. En las pelis se abusa de los atracos en la carretera o en una calle porque son escenas de gran plasticidad que dan muy bien en las pantallas. Ten en cuenta que en las películas lo que prima es todo aquello que sea muy cinematográfico, que entre por los ojos, aunque la verdad o la realidad se resientan por ello.
- Lo que dices, Jacinto, es posible que sea tal y como lo explicas, pero no me negarás que sigue siendo un misterio porqué el robo se lleva a cabo aquí, delante de donde paseo a mi nieto, y no en se realizó en París o en cualquier punto del montón de kilómetros que hay entre la capital francesa y este Madrid de nuestros pecados – insiste Ponte.
- De eso no cabe duda, Manolo. El que el atraco se efectuara donde se hizo es una pista cojonuda y daría la paga de jubilata de una semana si tuviera una respuesta, por mínima que fuera, que esclareciera ese misterio.
- Yo tengo algo que decir al respecto – interviene Álvarez que hasta el momento ha estado más callado que un muerto -. Veréis, lo descubrí hace un par de días, pero hasta este momento no había tenido ocasión de contarlo. Como sabéis, me gusta navegar por la red, pues bien hace dos, mejor dicho tres días, entré en una web de prensa sudamericana y me topé con la sorpresa de que, al menos, tres periódicos colombianos, exactamente de Bogotá, hablaban del robo del Tesoro Quimbaya. Por lo que he podido ver, se trata de tres importantes rotativos de aquel país: El Tiempo, La República y El Espectador.
- Bueno, no es tan sorpresivo, al fin y al cabo el tesoro es colombiano o, al menos, se encontró en aquellas tierras – puntualiza Grandal.
- Sí, pero la sorpresa saltó cuando leí el contenido – insiste Álvarez -. Alguno de los medios afirmaba que quienes hubiesen robado el tesoro habían cometido un acto de justicia poética. Acusaban a nuestro país de usurpación de unos bienes culturales que no nos pertenecen. Y que el tesoro hubiera sido robado delante del Museo de América hacía más evidente el hecho de que ese centro no era el lugar idóneo para la conservación del tesoro, que donde debía estar era en el Museo del Oro de Bogotá.
- ¿Entonces…? – pregunta Ballarín, dejando la pregunta al aire.
- Entonces, es posible que mis colegas tengan una nueva línea que investigar y que les va a dar muchos quebraderos de cabeza: Colombia, y no precisamente por su prensa o su Gobierno, sino por los colombianos más poderosos y peligrosos, los narcos – sentencia Grandal.

viernes, 25 de marzo de 2016

12. Hipótesis, líneas de investigación, pero…



   El inspector francés parece darse por satisfecho con las explicaciones de sus colegas hispanos sobre las últimas acciones llevadas a cabo por la justicia colombiana relativas al Tesoro Quimbaya y cree llegado el momento de tocar otros puntos relevantes del Caso Inca.
- Hay una cuestión que hemos de tratar y creo que este es un buen momento, el fallecimiento del vigilante del museo. ¿Cuál es vuestra opinión sobre ello, fue algo premeditado o más bien un hecho accidental?
- Estamos convencidos que lo segundo – es Bernal quien contesta –. Creemos que ese suceso no figuraba en los planes de los asaltantes. El robo del furgón tiene toda la pinta de haber sido concebido por profesionales y estos saben que cometer un asesinato supone una condena mucho más dura que la de un mero atraco. Otro dato que apunta a que no desearon causar más bajas es que, pudiendo, no atacaron a nadie más. Por tanto, la muerte del uvese la calificamos como un accidente e irrelevante en cuanto atañe a la solución de caso.
- Perdón, ¿qué significa uvese? - pregunta el gabacho.
- Es la contracción de vigilante de seguridad – le explica Atienza.
- Alors, en vuestro informe preliminar sobre el fallecimiento del uvese – El galo se muestra rápido a la hora de aprender la jerga de sus colegas – indicáis que el único testimonio que tenéis sobre el hecho es el del vieillard del que me hablasteis, del tal Ponte. ¿No es así? – sin esperar respuesta prosigue -. ¿Consideráis fiable su testimonio al cien por cien?
- Hombre – es Bernal quien sigue respondiendo -, cierto que es un hombre de avanzada edad, que estaba muerto de miedo y que su única preocupación era salir vivo de allí y salvaguardar a su nieto, pese a todo damos a su testimonio un alto grado de fiabilidad.
- Bien. Más adelante me gustaría poder interrogarle, pero por el momento no es lo prioritario. Lo que ahora si me interesa porque supongo que tendréis más de una hipótesis es… - Blanchard no acaba de completar la frase.
- Hipótesis, ¿sobre qué? – inquiere Bernal.
- Sobre la identidad de los autores del robo.
- ¿Contestas tú o yo? – pregunta Bernal.
- Hazlo tú, bastante paliza os he dado hablando de los indios – se excusa Atienza.
- Tenemos al menos tres hipótesis sobre la identidad de los atracadores – explica Bernal -. La primera está relacionada con tres datos relativos al suceso: el origen del tesoro, la reclamación del mismo y el hecho de que, hasta donde hemos podido constatar, las dos únicas frases que pronunciaron los asaltantes fueron hechas en correcto español. Esos datos apuntan a que podría tratarse de una banda colombiana. Todos sabemos que en Colombia hay narcotraficantes cuya capacidad económica es increíblemente poderosa y que se mueven con asombrosa facilidad allí donde se consume coca, lo que supone casi todo el mundo. Esta hipótesis contempla la posibilidad de que un grupo de dicha nacionalidad, patrocinado por alguno de los cárteles vinculados al narcotráfico, haya sido el autor del robo.
- ¿Para devolver el tesoro a su país? – pregunta el francés, en cuyo rostro se pinta un gesto de incredulidad.
- Tu pregunta no tiene respuesta. Al menos, por ahora – aclara Atienza, al que sin duda alguna le gusta el parloteo -. Es evidente, que el gobierno colombiano no podría aceptar la devolución del tesoro recuperado por medios ilícitos. Ello no es óbice para que algún capo de la droga mantuviera las piezas robadas en lugar oculto para su particular contemplación. Algunos de los grandes señores del tráfico de coca han llegado a poseer bienes y tesoros artísticos que se disputarían los mejores museos del mundo. En todo caso, como ha dicho Bernal, es la hipótesis a la que damos menos valor. Por cierto, si no la has leído te voy a dejar una novela del Nobel colombiano Gabriel García Márquez titulada “Noticia de un secuestro”. Es una crónica basada en hechos reales, que gira alrededor de unos secuestros ordenados por el capo Pablo Escobar y que es una pintura formidable del poder que los narcos llegaron a tener en la Colombia de los años noventa. Negociaban con el gobierno de igual a igual.
- Bien, continúo – Bernal retoma la palabra -. La segunda hipótesis es que se tratara de una banda española. Tampoco tenemos mucha fe en esta teoría. En líneas generales, la delincuencia nativa no suele estar preparada para golpes de esta naturaleza. Cierto es que en nuestro país no escasea el robo de objetos artísticos, pero se centran básicamente en el asalto a centros de culto cuya seguridad deja mucho que desear o es inexistente. Iglesias de pequeños pueblos, ermitas, apartados conventos, etcétera, son algunos de los lugares en los que todos los años hay rapiñas de bienes artísticos, algunos de gran valor. Pero de esos robos, a llevarse una colección única en el mundo, como el Tesoro Quimbaya, hay todo un abismo. Pese a todo, es una línea que mantenemos abierta por el momento puesto que hay algunos elementos que así lo aconsejan.
- ¿Cuáles son? – se interesa el galo.
- Uno, que el atraco se ha cometido aquí, lo que induce a creer que si no son españoles, al menos algún componente de la banda es muy factible que lo sea. Dos, que el hecho de que las cámaras de vigilancia no funcionaran ese día abona la sospecha de que los asaltantes tienen un cómplice entre el personal del museo. Naturalmente, no es determinante ser español para conseguir un secuaz, pero en este caso serlo lo facilita. Y tres, como dije antes al hablar de los colombianos, está el dato de que los atracadores que hablaron lo hicieran en nuestro lengua.
- ¿Y la tercera hipótesis? – inquiere el galo.
- Es la que creemos más sólida. Que se trate de una banda internacional especializada en robos de objetos artísticos de gran valor. Sabemos de la existencia de esos grupos en buena parte de Europa. Nos hemos puesto en contacto con Interpol para que nos facilite cuantos datos tenga en sus archivos sobre esa clase de bandas. Ya nos han remitido una primera relación, pero que no pasa de ser una simple enumeración. Seguirán profundizando en esa línea y nos enviarán más información a medida que vayan recopilándola.
- Hay una cuestión básica, pero que no he visto en vuestro primer informe. ¿Estáis de acuerdo en que se trata de un vol sur comande? – el francés usa su idioma al no saber cómo se denomina un suceso así en la jerga policial española.
- ¿Un robo de encargo? – traduce Atienza -. Por supuesto. Así lo hemos contemplado desde el minuto uno. Este robo fue encargado y financiado por persona o personas concretas o si no fue así sería porque los atracadores conocían de antemano quien les iba a comprar la mercancía. Nos inclinamos por la primera opción, ¿por qué? Porque todas las piezas del tesoro están perfectamente catalogadas y son más que conocidas en los circuitos artísticos y museísticos de todo el mundo. Este no es un robo cuyo contenido pueda venderse al primer chamarilero
- ¿Chamarilero, qué significa? – pregunta el Blanchard.
- En principio, una persona que se dedica a comprar y vender objetos de lance y trastos viejos, pero algunos de ellos se especializan en adquirir objetos robados, lo que se conoce como receptación – contesta Atienza -. Como decía, no creemos que exista un chamarilero que se atreviese a comprar una sola pieza del tesoro, supondría correr un alto riesgo. ¡Ojalá lo hubiera!, nos facilitaría enormemente la solución. Por eso, y como apuntas, hemos creído desde el principio que persona o personas, por el momento desconocidas, han encargado a una banda especializada realizar el robo. En esa línea de investigación trabajamos básicamente.
- Hipótesis, líneas de investigación…, pero pistas fiables, indicios concretos, ¿tenéis algunos? – el gabacho es duro, sigue apretando las tuercas a sus colegas.

martes, 22 de marzo de 2016

11. Una donación controvertida



   Tras la copiosa comida con la que los policías españoles han agasajado a su colega francés para que tenga un buen recuerdo de su primer día de trabajo, se impone una pequeña siesta. El inspector galo contempla un tanto atónito como Bernal, reclinando el sillón en la pared del despacho en el que trabajan, cierra los ojos y en unos minutos sus ronquidos llenan la habitación. Atienza ha desaparecido y no sabe dónde ha podido meterse. Blanchard termina por copiar a Bernal, entrecierra los ojos y, ante su propia sorpresa, acaba echando una cabezadita. No sabe cuánto tiempo ha podido dormir hasta que oye la voz de Atienza llamándoles al orden.
- Colegas hay que volver a abrir la barraca que todavía nos queda mucho tajo por delante.
   Como se maliciaba Blanchard, después del espléndido y bien regado almuerzo en Casa Nicomedes, el trabajo que realizaron por la tarde fue de todo menos fructífero. Al día siguiente retomaron el análisis de los temas que habían quedado pendientes. Uno de ellos e importante era hablar del contenido del furgón blindado. Otra vez, es Atienza quien toma la palabra.
- Bien, pues hablemos del Tesoro de los Quimbayas. Se trata de un conjunto arqueológico de ciento veintidós piezas compuesto, fundamentalmente, por estatuillas y otros objetos de oro. Su valor lo da no solo su rareza y su excepcional belleza sino que está fechado hacia el siglo cuarto de nuestra era, aunque sobre la datación hay controversia. La colección fue desenterrada por unos guaqueros o ladrones de tumbas en la región de Quindío en mil ochocientos noventa y uno. Y todavía no se sabe muy bien por qué, pero el tesoro no se repartió entre los buscadores que lo encontraron, como era lo usual, ni tampoco se fundió. Esto último es otra rareza sin par. Prácticamente, todas las piezas auríferas que se descubrían en América, hasta principios del siglo XX, se fundían para acuñar moneda o convertirlas en lingotes, pero en este caso no sucedió así.
- Dices que fue encontrado en mil ochocientos noventa y uno, pero en esa fecha Colombia ya era una nación independiente, entonces ¿cómo llegó ese tesoro a España?, ¿acaso fue robado por los españoles? – La precisión histórica que hace el francés muestra que algo sabe de la historia sobre las guerras de independencia de las antiguas colonias españolas en Sudamérica.
   Atienza opta por no entrar al trapo de la provocación de su colega al hablar otra vez de robo, en su lugar explica cómo llegó el tesoro a España:
- Es que no fue un robo, se trató de una donación. Para entenderla hay que conocer los problemas fronterizos entre Colombia y Venezuela. Comparten una frontera muy artificial pues no está determinada, en la mayoría de tramos, por accidentes geográficos, sino por líneas establecidas mediantes cálculos de longitud y latitud. Esto que sirve en otras muchas zonas del mundo no es tan útil en una región selvática a lo que se suma la línea de demarcación trazada sobre unos ríos que alteran su curso constantemente. Otro factor que la convierte en una línea fronteriza compleja y problemática es la división del pueblo guajiro, habitante de la zona, que se desplaza indistintamente hacia cualquiera de los dos países  en busca de recursos para su subsistencia. A ello hay que añadir los problemas que generan las frecuentes incursiones de grupos armados, el asunto del contrabando y de la emigración ilegal.
- Sigues sin explicarme como llegó el tesoro a vuestro país – apremia Blanchard que se está cansando de tanta erudición.
- Lo resumo. En uno de esos múltiples conflictos fronterizos, Colombia pidió la mediación de la reina regente María Cristina de Habsburgo. Como agradecimiento a la feliz intervención de la soberana española, el Gobierno colombiano donó la colección a España adónde llegó el tesoro en mil ochocientos noventa y dos. En principio, las piezas fueron expuestas en Sevilla con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. Posteriormente, y dada su valía, fueron guardadas en las cámaras acorazadas del Banco de España. Hoy forman parte de los fondos del Museo de América en el que quizá constituyen la muestra más valiosa de las culturas precolombinas. Finalmente, otro dato a tener en cuenta del tesoro es que la citada donación ha generado y sigue generando en nuestros días un conflicto diplomático, aunque dicho conflicto es tratado con sordina y no se hable del mismo.
- Un conflicto diplomático, ¿entre quiénes y por qué? – inquiere presto el francés.
- ¿Entre quienes?, entre los que regalaron el tesoro y los que lo aceptaron. Es decir, entre los colombianos y nosotros – aclara Atienza, que prosigue -. ¿Y por qué? Verás, la donación del tesoro a España, realizada por el gobierno colombiano del presidente Carlos Holguín en mil ochocientos noventa y dos, ha sido cuestionada en Colombia tanto por ilustres personajes del país como por prestigiosos centros académicos y culturales como la Facultad de Artes de la Universidad Nacional o la Academia de Historia de Colombia. Por otra parte, la transferencia de bienes culturales ha sido puesta en tela de juicio igualmente por reconocidos antropólogos, historiadores, arqueólogos y  gente del ámbito cultural de todo el mundo.
- ¿Ha habido acciones concretas para el retorno del tesoro a Colombia? – pregunta el inspector galo.
- Sí. En dos mil siete fue promovida una acción legal por un grupo de gentes de la cultura colombiana, solicitando de la justicia de su país la anulación de lo que ellos llaman la transferencia del tesoro, en base a violaciones graves de la Constitución colombiana de aquella época y que mantiene vigentes su actual carta magna. Argumentan que el gobierno donante no pidió la autorización del congreso para donar bienes nacionales adquiridos con fondos públicos. Otrosí – El francés almacena el palabro para averiguar posteriormente su exacto significado -, en el supuesto de haberse producido tal autorización por el congreso, el gobierno de entonces tendría que haber promovido la celebración de un tratado para ser suscrito entre la República de Colombia y el Reino de España. Dicho tratado tampoco existió, lo cual confirma, a juicio de los demandantes, que la actuación del presidente Carlos Holguín fue una decisión unilateral y sin base jurídica.
- Y esa demanda, ¿qué recorrido ha tenido? – quiere saber Blanchard.
- Un juez colombiano falló declarando la ilegalidad de la donación del Tesoro Quimbaya a España. Ese fallo lleva ocho años en la Corte Constitucional de Colombia que podría impulsar el proceso o, en su caso, dejar abiertos los plazos para la solicitud y trámite de la restitución del tesoro. La colección Quimbaya ha pasado a engrosar la relación internacional de casos relevantes de restitución de bienes culturales de estado a estado, de la que hay múltiples ejemplos que por conocidos me abstengo de enumerar.
- Y la Corte Constitucional colombiana, ocho años después, ¿no ha movido pieza? – se extraña el francés.
- No, que yo sepa. Un funcionario de Asuntos Exteriores amigo mío me dio una explicación sobre el retraso que parece razonable. En las últimas décadas, Colombia ha luchado para quitarse el remoquete de ser un país en el que los clanes de narcotraficantes tienen tanto poder o más que los gobiernos legítimos. Por otra parte, está el pugnaz enfrentamiento con la guerrilla de las FARC, el grupo guerrillero más antiguo de América. Es decir, que los gobiernos colombianos tienen muchos y graves problemas internos y no les interesa en absoluto abrir un conflicto diplomático con un país como España, que le sirve de puente ante la Unión Europea y con el que mantienen unas excelentes relaciones diplomáticas y comerciales. De ahí que los gobiernos colombianos no tengan, al menos por el momento, ningún interés en que su Corte Constitucional active el caso.
- Parece una explicación razonable y es muy posible que por ahí vayan los tiros – admite el francés.
- Dile lo de la embajada – apunta Bernal dirigiéndose a Atienza.
- Ah, sí, se me olvidaba. La embajada colombiana ha hecho una discreta gestión ante nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, lo que ha provocado que ese departamento sea uno más entre los organismos que nos está metiendo presión para que solucionemos el “Caso Inca” cuanto antes.
- Si se meten los colombianos en el affaire el asunto puede complicarse mucho más – comenta como para sí el galo.
- ¿Nos lo dices o nos lo cuentas? – es la castiza réplica de Bernal.