"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de enero de 2019

88. Una cajera lenguaraz


   Grandal, que continúa en el apartamento del hijo de Álvarez, sigue poniendo al día a Ballarín sobre el misterio de la muerte de Salazar. Cuando están a punto de marcharse aparecen Álvarez y Ponte. Si les hubiera tocado la lotería no se les vería tan contentos. El primero va directamente al frigorífico y saca varios botellines de cerveza.
-Amigos, camaradas de armas, somos más grandes que el que inventó los calzoncillos largos.
-Vamos a tomarnos unas cervezas que nos las hemos ganado –secunda Ponte pese a que no es muy proclive a esa clase de manifestaciones.
-Bueno, nos tomamos las birras y mientras nos contáis a que viene tanto jolgorio –pide Grandal.
   La exultante alegría de la pareja Álvarez-Ponte proviene de que su viaje al supermercado de Mercadona, próximo al hotel en el que estuvo hospedado Carlos Espinosa, ha sido como descubrir un filón aurífero. En el súper han tenido que hacer muchas preguntas porque solo tenían dos referencias a las que agarrarse: una compra que hizo un cliente que tenía acento andaluz y que la hizo la festividad de la Asunción. Cuando estaban a punto de tirar la toalla, se han tropezado con una cajera amiga de darle a la sin hueso que estuvo de servicio en dicha fecha y que no ha olvidado tres cosas que le pasaron en un día tan señalado y que es festivo en media Europa: una, que estaba de muy mala leche porque en una fecha tan señalada el súper debería estar cerrado y allí estaba ella y otros compañeros dando el callo; otra, que ese día, como no podía ser de otro modo, hubo contados compradores con lo que el público demostraba tener más sentido común que la empresa; la tercera, que recuerda a un cliente más elegante que un tipo de los que anuncian modelos de marca, al que nunca había visto, y que hablaba al modo de los pijos andaluces. Y lo recuerda porque hizo una compra de lo más extravagante: se llevó una botella de coñac francés, no recordaba la marca, unos paquetes de Kleenex y, ¡pásmense!, un raticida. ¿Para qué podría querer el matarratas un figurín como aquel? fue el último comentario de la lenguaraz cajera.
-¡Bingo! –grita Grandal-. A esa cajera la vamos a proponer como policía honoraria. Su pregunta no puede ser más aguda: ¿para qué podía querer un raticida un tipo como Carlos Espinosa?
-¿Estáis seguro de que se trataba de Espinosa? –pregunta Ballarín ya metido de lleno en el caso.
-Seguro al cien por cien, no –aclara Grandal-, pero apostaría la paga extra de Navidad que era él. Los datos que aporta la cajera le retratan: bien vestido, andaluz y comprando en el súper más cercano al Hotel del Golf en el que sabemos que se hospedó Espinosa. Y seguramente la botella de coñac francés que adquirió debió ser con casi seguridad el coñac que el malagueño le dio a beber a Curro.
-Si os soy sincero, a mí lo del matarratas me ha dejado de piedra –confiesa Álvarez- . ¿A quién querría envenenar ese fulano, porque a los ratones seguro que no?
-A Salazar –afirma Grandal con contundencia-. Ese se quería cargar a Salazar. Posiblemente lo intentó. Hay un análisis toxicológico pendiente de resultado que podrá aportar pruebas de si en el cuerpo de Salazar hay restos de raticida. Si es así tenemos al malagueño cogido de los huevos. Como diría un economista hablando de la crisis: comenzamos a ver luz al final del túnel.
   Mientras los jubilados festejan sus descubrimientos, la instrucción del caso Pradera sigue el proceso habitual. Por las declaraciones de la terna del maletín la Juez Instructora sabe que, además de dichos testigos, otras personas estuvieron en la habitación 16 el día de autos, uno de ellos es Carlos Espinosa Valgrande. Asimismo, de la deposición de otros testigos iniciales, especialmente de las del hijo y de la exnovia de Salazar, se sabe que conocían y habían visitado varias veces a Salazar, Alfonso Pacheco Ruiz y Jaime Sierra Ortigosa. Todos ellos, una vez localizados sus respectivos domicilios por las Fuerzas de Seguridad del Estado, han recibido la citación del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia Provincial de Castellón para comparecer ante el mismo con el fin de declarar como testigos sobre el supuesto fallecimiento violento de Francisco Salazar Jiménez. Las citaciones oficiales contienen la expresión de la jueza ante la que deberán acudir, el número del procedimiento y la fecha y clase de resolución en la que se acuerda la citación, el motivo de la misma que consistirá en la necesidad de declarar en calidad de testigos sobre el caso precitado, el lugar, día y hora en que tendrán que concurrir al juzgado y, finalmente, la advertencia de que tienen obligación de comparecer y la prevención de las sanciones que se pudiesen derivar en el supuesto de no acudir. 
   Puesto que el matrimonio Pacheco-Hernández estaba convencido de que nadie les había visto entrar ni salir de la habitación de Salazar la fatídica tarde del 15 de agosto, la citación para declarar les ha sentado como un mazazo. Pasado el susto inicial han respirado cuando se han dado cuenta de que la citación solo es para Alfonso y no menciona para nada a Macarena. Después de darle mil vueltas, la pareja toma tres determinaciones. Una, no mencionar en ningún momento su visita a Salazar el quince de agosto; dos, ocultar que Macarena acompañó a su marido; y tres, pedir ayuda al padre de ella para que el bufete que lleva el asesoramiento jurídico de sus negocios ayude a Alfonso a preparar su declaración; eso sí, ocultándole también lo que realmente sucedió. Se mantendrán en la historia de que el ingeniero fue a ver a su paisano varias veces a raíz de que le salvara el día que un desconocido le agredió.
   Cuando el matrimonio casi tiene su plan ultimado les sorprende una llamada de Jaime Sierra, el antiguo director de la Agencia IDEA necesita hablar con ambos a la mayor brevedad. Desde que se fueron de la Costa de Azahar no se han vuelto a ver, ni siquiera han hablado por teléfono. Lo que quiere informarles Sierra es que también ha sido citado para declarar como testigo ante el Juzgado de Instrucción de Castellón que lleva el caso Pradera.
-¿Cómo se habrán enterado de que estuvimos en un lugar cómo aquel que ni siquiera aparese en la mayoría de mapas? –pregunta Macarena.
-Elemental, querida –Sierra enmascara todo lo posible la antipatía que siente hacia la mujer-, debieron ser muchas las personas que nos vieron visitando a Curro y, aunque no supieran nuestros nombres, en cuanto la policía ha comenzado a tirar del hilo les ha debido resultar fácil localizarnos. Pero ahora esa no es la cuestión, ya estamos citados y hay que comparecer.
-Y si no compareséis, ¿qué pasa, os pondrán una multa o algo así?
-No digas sandeces, Macarena –como le parece que está siendo demasiado desconsiderado con la mujer, Sierra hace una concesión-, aunque en parte llevas razón. En efecto, si no compareces a declarar sin causa justificada te pueden multar de 200 a 5.000 euros en el primer llamamiento, pero si tampoco lo haces en la segunda citación el Juez Instructor puede mandar a la fuerza pública detenerte y ser conducido ante él. Es más, puede abrirte una causa penal por delito de desobediencia a la autoridad. Y no querrás que a tu señor marido y al que suscribe los conduzcan a Castellón entre dos guardias civiles.
-Entonces, Jaime, ¿qué hacemos? Como estudiaste derecho algo se te habrá ocurrido –sugiere Pacheco.
-Antes que nada una pregunta, Alfonso: ¿tienes idea de por qué no ha sido citada Macarena dado que estuvo contigo en el viaje a Castellón?
-Pues no, pero en cierto modo me parece lógico. Macarena en ningún momento estuvo en contacto con Curro –Pacheco también le oculta a su colega la participación de su esposa.
-Bien. Ahora deberíamos de ponernos de acuerdo sobre las declaraciones que vayamos a realizar. Lo peor que nos puede pasar es que nuestras informaciones se contradigan. Y antes, otra pregunta: el día 15 quedamos por teléfono en hablar conjuntamente con Curro esa tarde. Yo os estuve esperando delante del hostal, pero no aparecisteis. ¿Llegasteis a visitar a Curro?
-No, ni siquiera fuimos a Torrenostra –miente Pacheco-. Ya sabes que a Macarena nuestro amigo Curro le caía como a un Santocristo un par de pistolas y cuando le dije que debíamos verle se puso como una fiera. Tuvimos tal bronca que al final desistí de ir. La verdad es que la pelotera me puso de tan mala leche que se me olvidó llamarte para contarte que no iba a ir. Y como ese mismo día por la noche me llamo mi director instándome a que tenía que volver a Sevilla sin demora, nos volvimos y se me fue de la cabeza todo lo referente a Curro.
   Sierra, que no es ningún badulaque, no se cree la historia que acaba de contarle Pacheco, pero decide pasar a lo que ahora urge: ponerse de acuerdo para que sus respectivas declaraciones no se contradigan. El paralelismo entre lo que van a contar a la instructora lo alcanzan con bastante rapidez, pero hay un punto en el que difieren: el motivo por el que se encontraban en la provincia de Castellón. Pacheco tiene una buena justificación de porqué estaba en la provincia: estudiar el plan de prevención de incendios forestales en el Maestrazgo. Sierra, en cambio, no tiene coartada alguna en la que apoyar su estancia en tierras de La Plana. Alfonso, en un arranque de generosidad auspiciado por su mala conciencia, le ofrece que pueden declarar que pensaban pasar unos días juntos él y su mujer con Jaime y su pareja, aunque en el último momento la pareja de Jaime no pudo ir. Por eso estaban en sendos hoteles de la misma localidad, Orpesa del Mar. En eso quedan. Antes de dar por terminado el encuentro, Pacheco le hace una pregunta a Sierra que le está quemando la lengua desde el principio de la charla:
-Oye, Jaime, ¿y tú la tarde del 15 si viste a Curro?
   “Vas listo si pretendes sacarme la verdad, te voy a dar tu misma medicina: mentiras a tutiplén” se dice Sierra.

PD.- Hasta el próximo viernes

viernes, 18 de enero de 2019

Capítulo 21. Comienza el baile judicial.- 87. Vuelve el cuarto hombre


   Jacinto Grandal piensa que como no acelere las investigaciones se va a terminar agosto sin que haya podido descubrir si hubo una o varias personas que participaron de algún modo en la muerte de Curro Salazar. Por eso opta por olvidarse de los límites que la normativa impone a la policía en la investigación de un supuesto hecho delictivo y decide jugar por libre. Al fin y al cabo él causó baja en el Cuerpo Nacional de Policía hace ya unos años. Habla con el sargento Bellido y le pide que le facilite los nombres de los nuevos testigos que van a declarar ante la instructora del caso Pradera. Aunque fue él quien solicitó su ayuda el suboficial se resiste, tiene miedo de que si trasciende que está pasando información del caso a un civil las consecuencias puedan ser nefastas para su carrera.
-Pero vamos a ver, Bellido, has de ser consecuente, si estoy investigando la muerte de Salazar es porque tú me lo pediste. ¿Quieres o no quieres descubrir si alguien intervino en ella? Dicho de otro modo, ¿quieres o no quieres ascender? Pues tú mismo.
   Con cierta renuencia, el sargento le facilita los nombres y la fecha en que declararán los tres testigos andaluces relacionados con las postreras horas de vida de Salazar. Son tres porque en el último momento la Juez Instructora también ha citado a declarar a Jaime Sierra, otro de los nombres facilitados por el hijo del fallecido. Una vez en su poder los datos de dichos declarantes, vista su edad y demás circunstancias, Grandal formula una hipótesis y un plan. La hipótesis es que dada la edad de los testigos es probable, aunque no seguro, que viajen desde Andalucía a Castellón en sus propios coches. En cuanto al plan consiste en fotografiarles sin que se aperciban para luego mostrar sus rostros a los empleados del hostal a ver si los reconocen. Lo primero que hace es llamar a un antiguo subordinado y buen amigo suyo destinado en la Jefatura Superior de Policía de la Comunidad Autónoma de Andalucía y le pide que le facilite las matrículas de los vehículos que están a nombre de Carlos Espinosa, Alfonso Pacheco y Jaime Sierra. No le dice para que lo quiere, le cuenta de modo vago que le está haciendo un favor a otro amigo de Madrid. El que fuera subordinado se hace de rogar, pero termina accediendo. Espinosa tiene hasta tres vehículos a su nombre, Grandal desecha automáticamente dos de ellos porque se tratan de un Mini y de un Bugui arenero. Se queda con el tercero: un BMV Serie 4 Cabrio. Pacheco cuenta con dos coches, solo marca uno de ellos con un asterisco, un Volvo V40 Cv Kinetic. En cuanto a Sierra únicamente posee un Opel Cabrio. Una vez en posesión de las matrículas de los vehículos se las da a Álvarez y a Ponte para que en su día y a través de ellos puedan localizar y luego fotografiar a los testigos. En esas están cuando alguien llama al timbre del apartamento del hijo de Álvarez donde están reunidos. Ante la sorpresa y la alegría del trío el visitante resulta ser Amadeo Ballarín, el cuarto hombre de las partidas en el Centro de Mayores de Moncloa.
-Amadeo, ¿pero no ibas a quedarte en Lérida hasta el final del verano? –pregunta Álvarez sorprendido al ver a Ballarín.
-Qué alegría, Amadeo, felices los ojos –se congratula Ponte.
-Amigo mío, llegas como caído del cielo. Vas a volver a hacer de fotógrafo espía como cuando el robo del Tesoro Quimbaya (*) –le anuncia Grandal.
   Ballarín les explica que su mujer se ha cansado de las continuas broncas entre él y su yerno y le ha dicho que por ella puede irse a pasar con sus amigos los últimos días que restan de agosto. El exferretero no se lo ha pensado, ha cogido su vetusto Renault y se ha plantado en Torrenostra.
-¡Ballarín ha vuelto, el cuarteto está al completo! –exclama alborozado Ponte al terminar su amigo el relato.
-Ya somos otra vez los cuatro de siempre. ¡Las partidas volverán a ser lo que eran! –se congratula Álvarez.
-Algo tendremos que hacer con Ramo, no es cuestión de dejarle a un lado –objeta Ponte y le cuenta a Ballarín quién es Pedro Ramo y como se ha unido a la cuadrilla.
-Tiene razón Manolo –secunda Grandal-. No podemos prescindir de Pedro, le necesitamos para que nos cuente todo lo que se rumorea en el pueblo sobre la muerte del pobre Salazar. Lo solucionaremos como hacíamos antes. Los cuatro que saquen la ficha más alta juegan ese día y el que haya sacado la más baja no juega al día siguiente. Y vamos rotando –propone Grandal.
   Álvarez no pone muy buena cara, pero los demás están de acuerdo por lo que no le queda más remedio que apechugar. A todo eso, llega al apartamento Ramo a quien presentan a Ballarín. Una vez completo el flamante equipo de ayudantes, Grandal comienza a repartir tareas. A Luis y a Manolo les pide que vayan al súper de Mercadona más cercano al hotel de El Grao donde se hospedó Carlos Espinosa. El objetivo es averiguar qué compró el día del fallecimiento de Salazar. Es un tiro a ciegas, pero no quiere dejar ningún fleco sin investigar. A Amadeo le deja en reserva hasta que le ponga al día del caso Pradera. A Pedro le encarga que hable con los taxistas del pueblo para que le informen sobre los servicios que realizaron el 15 de agosto y adónde llevaron a los pasajeros o de dónde los recogieron.
-Ah, Pedro –añade-. Quiero que también investigues como anda el noviazgo de Anca y Vicentín. Me da la impresión de que la muchacha no me ha contado todo lo que ocurrió durante el episodio del maletín y quizá la relación de la pareja sea una carta a jugar.
-Eso está hecho. Preguntaré a mi fuente más fiable, la Espardenyera. Por cierto, ahora que cito a la hija de la Maicalles tengo que contarte la última media noticia medio bulo que corre por el pueblo y que es, como decía un viejo amigo, como para mear y no echar gota. Lo que parece noticia, pues son varias las fuentes que coinciden en los mismos detalles, es que días antes de que muriera Salazar se vio a su hijo paseando con una Harley. Moto que, según cuentan, se la prestó un tipo de Castellón o, al menos, que procedía de allí. Las distintas versiones coinciden en que se vio hablando al fulano de la moto y al hijo de Salazar varias veces en el Hotel Miramar del pueblo. La parte del bulo es mucho más imaginativa: se cuenta que ambos, el hijo del muerto y el tipo de la Harley, son los que mataron a Salazar dándole de beber una especie de pócima que contenía un veneno de los que no dejan ningún rastro, y que fue el forastero el que le dio al chico el tóxico. Cómo verás, a imaginación es difícil ganarles a mis paisanos.
-En todas partes cuecen habas, Pedro. ¿Hay algún dato que verifique la parte noticiable de lo que acabas de contar? –quiere saber el excomisario.
-Lo de la Harley y lo de que se vieron más de una vez en el Hotel Miramar parece ser cierto. En cuanto al bulo ya puedes imaginar que no hay el más mínimo dato que lo confirme.
-¿Se sabe quién era el tipo de Castellón?
-No, pero si he oído decir que posiblemente el fulano no sea natural de la capital de la provincia porque los que le oyeron hablar dicen que hablaba un castellano propio de la gente del sur.
-¿Por qué no te acercas a ese hotel y tratas de averiguar algo más sobre el fulano de la Harley? Supongo que siendo del pueblo conocerás allí a gente.
-Conocía mucho a su antiguo propietario, el hombre que lo construyó, que era conocido por su apodo familiar, Randero. Ahora creo que lo lleva un hijo suyo a quien no conozco, pero de todas formas iré a ver que saco.
   Mientras Álvarez, Ponte y Ramo parten hacia los distintos cometidos que el jefe Grandal, así le llaman a sus espaldas, les ha encargado, este se queda poniendo al día a Ballarín de los entresijos del fallecimiento de Curro Salazar y la petición de ayuda que le ha hecho el comandante del puesto local de la Guardia Civil. Al  saber de qué va el caso, Ballarín le hace mil y una preguntas con tal entusiasmo que el excomisario tiene que calmar su fogosidad.
-Amadeo, tranquilo, no está demasiado claro si estamos ante una muerte natural o violenta, las dudas están sobre el tapete mientras no se realice la segunda autopsia que ha pedido la juez que lleva el caso y el análisis toxicológico esté terminado. Eso sí, nosotros tenemos un problema, el tiempo. Si no lo solucionamos antes del uno de septiembre podemos darnos por jodidos.
   Han discurrido algo más de dos horas cuando aparece Pedro Ramo más contento que un quinceañero con zapatillas nuevas. Sus averiguaciones en el Hotel Miramar no han descubierto nada nuevo, solo el dato de que el fulano de la Harley iba siempre hecho un brazo de mar y la constatación de que era andaluz, de alguna provincia costera posiblemente. Su contento viene de que su charla con los taxistas del pueblo sí ha sido provechosa. Uno de los conductores el día 15 hizo dos servicios en los que no hubo nada destacable. El otro conductor solo hizo un viaje con destino a Alcossebre, pero lo relevante es lo que contó a continuación: llevó a un pasajero hasta los Apartamentos Jeremías, que hablaba un andaluz cerrado, que tenía pinta de haber sido boxeador o luchador de lucha libre y que le dio la impresión de que estaba bastante alterado.
-Ah, el servicio lo realizó hacia las seis de la tarde –concluye ufano Ramo.
-Fenomenal, Pedro. Eres un excelente detective –le felicita Grandal.
-No es mérito mío, es del taxista que ha demostrado ser un fino observador.
-¿Y por casualidad, no sabrás cómo enterarnos de quién era ese tipo y qué hizo mientras estuvo en Alcossebre?, ¿conoces a alguien que trabaje en esos apartamentos?
-Por supuesto, el que construyó esos apartamentos fue un antiguo albañil llamado Jeremías que trabajó muchos años en Torreblanca y sigue habiendo gente del pueblo que curra allí. Como los que trabajan en la hostelería terminan tarde, dame unas horas para que hable con una sobrina mía que está allí de camarera y le preguntaré.
-De acuerdo. Si te enteras de algo relevante, llámame sea la hora que sea.

PD.- Hasta el próximo viernes. 
(*) “El robo del Tesoro Quimbaya” es una novela publicada en este blog.

viernes, 11 de enero de 2019

86. Festes patronals de Torreblanca del 21 al 31 d´agost, 2016


   Grandal, con la ayuda de Anca, ha tramado un encuentro que parezca fortuito entre él y la pareja. Tras un principio incierto por su falta de tacto, con la colaboración de la joven consigue encauzar la conversación hacia dónde le interesa: la participación del joven torreblanquí en lo que aconteció en la habitación de Curro Salazar. Superados unos iniciales titubeos, Vicentín se siente encantado de que una persona tan cualificada como el excomisario preste tanta atención a su relato:
-… y justamente ese día estaba muy cabreado porque la preciosidad que tengo al lado, y que es la novia más guapa de la provincia incluidas las Islas Columbretes –el joven se ríe de su gracieta-, me había dicho que debíamos romper. Me sentó tan mal y tenía tal disgusto que estaba como una hiena y no sabía qué hacer. A primera hora de la tarde, cuando creí que ya habría terminado la recogida del comedor y Anca ya no estaría tan atareada, me acerqué al hostal para hablar con ella y arreglar el malentendido. Hasta eso de las siete no pude encontrarla. Iba con Rocío y andaban muy apuradas. Fue cuando la andaluza me propuso que las acompañara a la habitación de Mar…, digo de Salazar. Acepté cuando también me lo pidió Anca…
-Imagino que debió de ser impactante ver a…, por cierto, ¿cómo estaba Salazar? –Grandal recurre a sus viejos trucos de interrogador para que las respuestas vayan por el camino que le interesa.
-¿Qué cómo estaba? Recuerdo que dije que el tipo estaba como para diñarla y que se debería llamar urgentemente a un doctor. Yo no sé de medicina, pero no era necesario ser un matasanos para ver que aquel fulano estaba más cerca de palmarla que otra cosa.
-En ese momento es cuando Rocío –interviene Anca- dijo que de llamar al médico y a una ambulancia ya se había encargado Espinosa. Lo digo porque lo de que no llegase el doctor no se nos puede culpar a nosotras –se disculpa la rumana.
-Entonces entramos –prosigue Fabregat- y fue cuando vimos al guiri…
-¿No te extrañó la presencia de un extranjero? –pregunta Grandal.
-Pues no sé qué decirle. Como en el puente de la Virgen de Agosto hay tanto forastero… Lo cierto es que en ese momento no me chocó que estuviera allí un guiri.
-Y cuando el extranjero se fue, ¿qué hicisteis?
   Vicentín cuenta como Rocío le pidió que les ayudara a abrir un maletín metálico de los que tienen cerradura numérica. Creían que dentro estarían los papeles de la Seguridad Social de Martínez por si hubiera necesidad de ingresarlo en un hospital. Algo que confirmó la propia Anca al explicar que habían registrado el resto del equipaje y que lo único que les faltaba por mirar era er jodío maletín, como repetía Rocío cada dos por tres, que estaba cerrado y que no sabían dónde estaban las llaves.
-Por cierto, que entonces no quise hacer ningún comentario, pero me parece, cariño –dice dirigiéndose a su novia-, que pecasteis de paletas. Un maletín con cerradura numérica no necesita llaves, solo hay que saber la clave –aclara el joven con aires de superioridad.
-¿Y qué hiciste a continuación? –Grandal le anima a seguir.
-Ayudarlas en lo del maletín. Las explicaciones que dieron me parecieron tan lógicas que no lo dudé ni un momento. Y el resto creo que ya lo sabe.
   Grandal sale defraudado de la conversación. El joven nini no le ha contado nada que no supiera. Su esperanza de que aportara alguna pista nueva se ha esfumado. Se consuela cuando recuerda que una de las armas más poderosas de la policía para desentrañar un crimen es la paciencia. No le queda otra que encomendarse al santo Job, patrono de los pacientes. Su contenido malhumor desaparece como por encanto en cuanto recibe la llamada de sus dos enviados a los campos de golf.
-¡Jacinto, premio! Hemos encontrado rastros de Espinosa en los dos campos que hemos visitado –explica Álvarez-. Estuvo jugando, primero en el Club de Golf Costa de Azahar que es el que está en El Grao, y días más tarde en el Club de Campo del Mediterráneo que está en un pueblo llamado Borriol y que es donde se hizo golfista Sergio García.
-Estupendo. ¿Algún dato interesante? –quiere saber Grandal.
-Pues que parecía una persona muy correcta, que es un buen aficionado, tiene hándicap cuatro, y que no contrató un cadi sino que alquiló un carrito de golf. Ah, presentó una tarjeta de socio del Marbella Golf Country Club y como domicilio dio el del hotel del Golf Playa del Grao de Castellón. No hemos sacado gran cosa porque aparte de los de administración parece que no habló con nadie más.
-Cómo os viene en cierto modo de paso, ¿por qué no os acercáis al hotel en el que estuvo a ver si podéis enteraros de algo más?
-¿Quiénes decime como nos presentamos para preguntar por Espinosa?
-No se me ocurre nada, lo dejo en vuestras manos.
-Oye, pregunta Manolo que si al Campo de Golf de Panorámica, el que está en el pueblo de San Jorge, ¿tenemos que ir?
-No creo que visitara un campo que está a casi noventa kilómetros de Castellón. Centraos en el hotel del Grao. Ah, y lo estáis haciendo tan bien como esperaba. Esta tarde nos vemos.
   Grandal se zampa en un santiamén la comida dietética que le ha dado por preparar a su novia Chelo, que aprovecha las vacaciones veraniegas para mejorar la línea algo que es necesario para su exigente trabajo de hostess de lujo, y se marcha a Torrenostra para jugar la cotidiana partida e intercambiar impresiones sobre el caso Pradera con sus amigos y ayudantes. Antes ha vuelto a llamar al sargento Bellido, pero su móvil sigue apagado o fuera de cobertura. Cuando llega a la terraza de los Prados ya le están esperando los otros tres jugadores. Están hojeando un folleto del que Ramo les está explicando su contenido.
-¿De qué va la explicación? –pregunta curioso Grandal.
-Pedro, que nos ha traído el programa de las fiestas del pueblo que han empezado hoy –le informa Álvarez.
-Alguien me dijo que comenzaban el 22 –comenta Grandal.
-Es la fecha en la que comienzan siempre, pero este año, no sé por qué, las han adelantado –y Ramo le tiende el programa al excomisario.
   Grandal echa una ojeada a la portada en la que sobre un fondo en el que hay una iglesia y una ermita emerge el pitón de un toro, todo ello coronado por estallidos de fuegos artificiales. En un lateral aparece el rótulo: Festes D´agost. Torreblanca del 21 al 31 D´agost. 2016. Abre la primera página y debajo del escudo del pueblo se lee: L´Ajuntament desitja a tots el veïns y visitants unes Bones Festes. No sigue leyendo.
-¿Y creen esos lumbreras del Ayuntamiento que los visitantes que no hablamos valenciano vamos a leer este panfleto? –pregunta con más ironía que enojo.
-Lo que son las programaciones diarias de las fiestas también están en español –explica Ramo.
-Bueno. Dejémonos de fiestas y vamos a lo nuestro. Volver a contarme el viaje golfístico de esta mañana y, sobre todo, si habéis sacado algo en limpio del hotel en el que estuvo Espinosa –inquiere Grandal dirigiéndose a Ponte y Álvarez.
   Ponte resume el viaje a los clubes de golf de Borriol y del Grao y en cuanto al hotel del Golf Playa del Grao en el que se alojó Espinosa no han sacado mucha información, al menos que sea relevante.
-Más o menos nos han dicho lo mismo que en los campos: que era una persona correcta, dejaba las propinas adecuadas y pese a lo poco que habló uno de los recepcionistas nos contó que debía de ser del oficio por un par de detalles que tuvo y que no llegó a explicarnos porque llegó un cliente reclamando algo y ya no tuvo tiempo de decirnos más –cuenta Ponte.
-Manolo, te olvidas de lo del supermercado –recuerda Álvarez.
-Ah, sí. El recepcionista que habló con nosotros nos dijo que el día de la fiesta de la Asunción Espinosa preguntó dónde había un supermercado de la cadena Mercadona que estuviera cerca del hotel. Salió y un rato más tarde le vio entrar portando una bolsa con el logotipo de esa cadena, pero no nos contó nada más.
-¿Y un tipo como Espinosa para qué querría ir a un supermercado y además de una determinada cadena? –pregunta Grandal sin dirigirse a nadie en concreto.
-Hombre, a los súper se va a comprar –precisa Álvarez que inmediatamente se da cuenta de la obviedad que acaba de decir por lo que se apresura a matizar-. Me refiero que lo interesante sería saber qué compró.
-Interesante deducción –le anima Grandal-. ¿Y sabéis a que súper de Mercadona fue?
-Ahí nos has pillado –comenta Ponte con una media sonrisa-. Eso no lo preguntamos.
-Pero para eso está internet –apunta Álvarez-. Ahora mismo lo sabremos –Y dicho y hecho, saca el móvil y pulsa el icono de Cortana. Aparece un círculo con la pregunta: ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar, Luis? y en la parte inferior: Escribe aquí para buscar. Álvarez teclea: mercadona cercano a hotel golf playa del grao, y espera. La demora es breve, en unos segundos Cortana contesta: Mercadona de Avenida de Ferrandis Salvador, s/n, El Grao.
-Estupendo, Luis. Ahí es donde tendréis que hacer la próxima visita. A ver si sois capaces de averiguar qué compró en ese súper el llamado Espinosa.
-No querrás que vayamos ahora –se queja Álvarez.
-No seas quejica, Luis. Por descontado que no. Es una tarea que podéis hacer mañana en vez de haraganear tomando cañas.
-Jacinto –interviene Ramo truncando la conversación sobre el súper-, he pensado que, aunque ahora todo el mundo está motorizado, quizá alguien de los que haya podido venir a ver a Salazar lo haya hecho en taxi. Y al irse es posible que haya utilizado algún taxi del pueblo. Lo digo porque aquí solo hay dos taxistas y da la casualidad que conozco a ambos. Bueno, para ser más preciso, personalmente solo conozco a uno, al otro conozco a su padre. Digo esto porque si te parece bien les podía preguntar o presentártelos para que los interrogues tú sobre los servicios que realizaron el día de la Asunción.
-Muy buena idea, Pedro. No había pensado en esa posibilidad. ¿Qué haría yo sin vosotros? –pregunta retóricamente Grandal dando coba a sus flamantes ayudantes.

PD.- Hasta el próximo viernes