Entre tanto Ramo explica a Ponte y Álvarez como
se realiza la construcción de la artesanal plaza de toros del pueblo y cómo son
las corridas que en la misma se celebran, Grandal y Ballarín están ya en
Castellón. Su objetivo: enterarse de cuando llegan a la ciudad Pacheco y Sierra.
Grandal le pide al exferretero que se quede en el coche en tanto él pregunta en
la recepción por los andaluces. Ha estado pensando en que igual ha de recurrir
a la falsa placa de comisario que en un momento complicado de su carrera
encargó que le hicieran. Es algo que le desagrada, pero si el personal del
hotel se empecina en no dar información alegando lo de la privacidad de sus
clientes no tendrá más remedio que recurrir a ella, con los riesgos potenciales
que comporta.
-Hola. Estoy
citado con los señores Alfonso Pacheco y Jaime Sierra, por favor dígales que
Javier
Montellano les está esperando en el bar –Se ha inventado un nombre, ocultando
el suyo.
El recepcionista teclea en el ordenador.
-Lo siento,
señor Montellano, pero los señores Pacheco y Sierra todavía no han llegado,
tienen hecha una reserva para pasado mañana.
-Igual he
confundido la fecha. A ver… -Grandal hace el paripé de mirar el calendario de
su móvil-. En efecto, me confundí, la cita es para el 27.
-¿Quiere
dejarles algún mensaje? –pregunta solícito el recepcionista.
-No,
gracias, les pondré un whatsapp. Buenos días.
Apenas se ha metido Grandal en el coche y
Ballarín ya le está le preguntando:
-¿Están en
el hotel?
-Llegan
pasado mañana. Cada vez tengo menos margen de maniobra. A este paso me va a
coger el toro del final del veraneo y me cogeré un cabreo de órdago como no
logre desentrañar este caso.
-¿Qué
hacemos ahora, te dejo en alguna parte? –pregunta el exferretero pues van en su
coche.
-Déjame en
Marina d´Or. ¿Qué día de la semana es?
-Es jueves y
estamos a 25.
-Pues si es
jueves le voy a dar una alegría a Chelo. Es el día que comemos fuera, el jueves
pasado no pudo ser y se cogió un pequeño berrinche. Hoy la voy a compensar.
Ballarín deja en la urbanización orpesina a
Grandal y sigue hacia Torreblanca. Toma la 340 porque la entrada de la AP-7 la
ha dejado atrás. La nacional está tan transitada como de costumbre. Se para en
una gasolinera que le queda a mano para llenar el depósito y desde allí llama a
Álvarez.
-Luis,
¿dónde estáis?
-En el
pueblo, Pedro nos ha estado enseñando como construyen la plaza de toros ¿Cómo
os ha ido?
-Viaje
inútil. Los sevillanos no llegan hasta pasado mañana. He dejado a Jacinto en
Marina d´Or y voy hacia ahí. ¿Hoy cocino o comemos fuera?
-Hemos
pensado que ya que estamos aquí comeremos en un restorán del pueblo que conoce
Pedro, dice que no se come mal y es barato. Se llama Mesón San Jaime y está en
el número 83 de la calle del mismo nombre, es la que va de la Plaza de la
Iglesia a la salida norte del pueblo. La mejor manera de llegar es que cojas la
340 y la sigas hasta la entrada norte del pueblo, poco antes de la estación de
servicio La Torre. Te metes en el pueblo y deja el coche donde encuentres un
hueco. Te esperamos allí.
En el mesón, Ramo, entre plato y plato, les
cuenta anécdotas de su juventud ocurridas en la entrà i la eixida de los toros que eran los únicos eventos de las
fiestas en los que participaba plenamente. Ante una pregunta de Ponte les
explica que en la jornada de hoy los principales actos de la mañana, además del
montaje de la plaza, son una misa por los difuntos de la parroquia, una fiesta
infantil y la inauguración de las carpas de la fiesta en la Avenida del Mar. Por
la tarde hay concentración de collas que después desfilan por la calles del
pueblo, tras lo cual comienzan los toros con la correspondiente eixida. Al anochecer se celebra la Nit de la xulla torreblanquina, algo así
como la noche de la chuleta, seguida de un
concurso de alioli. Rematando la jornada la consabida verbena popular
seguida de un disco-móvil.
Después del almuerzo y tras una horita corta
para la consabida siesta, los viejales se reúnen como siempre en el hostal para
echar la acostumbrada partida de dominó. Allí es donde Grandal, que cuando
puede no falta, recibe una llamada del sargento Bellido.
-Comisario,
tengo novedades que contarle. ¿Nos podemos ver esta tarde?
-Por
supuesto, pero tengo un problema. Estoy jugando al dominó con mis amigos en
Torrenostra y no pienso volver a Marina d´Or hasta la hora de la cena –Grandal
ya se ha cansado de las exageradas precauciones que toma el sargento para
entrevistarse con él obligándole a reunirse fuera del pueblo, por lo que
aprovecha la ocasión para revertir esa situación-. Me pregunto si no habrá por
aquí o en el pueblo un sitio lo suficientemente discreto para que conversemos.
Si no es así tendremos que dejarlo para mañana.
-Le vuelvo a
llamar –es toda la respuesta del suboficial.
A los pocos minutos vuelve a sonar el móvil
de Grandal, es otra vez Bellido.
-Comisario,
¿conoce la barbacoa El Chiringo? Está en la carretera de Torrenostra, como a
unos quinientos metros y a la derecha subiendo hacia el pueblo. ¿Cuándo termina
la partida?
-Sobre las
seis, aproximadamente.
-A las seis
y cuarto le espero en El Chiringo, si no tiene inconveniente, claro.
-De acuerdo,
Bellido, allí estaré.
Cuando acaba la partida, Grandal se despide
de su panda y se va a la cita que tiene con el guardia civil. Cuando llega al
restorán, que a esa hora está cerrado para los clientes, allí le está esperando
el sargento.
-¿Qué quiere
tomar, comisario?
-Una cerveza
estaría bien. No había estado nunca aquí, es un sitio curioso con los olivos
formando parte integral de la decoración.
-Si quiere tomar
buena carne a la brasa este es el sitio. Que sean dos cervezas –pide el
sargento al chico que ha aparecido como si les esperara-. Comisario, tengo
noticias y creo que son buenas. La juez del Valle ha citado para declarar al
Chato de Cazalla. Este alegó que no tenía medios para viajar a Castellón y
menos para alojarse allí. Su señoría lo ha resuelto en un periquete con los
fondos del juzgado para esas contingencias y el Chato ya se ha puesto de viaje.
Declara pasado mañana, no sé si antes o después que Carlos Espinosa, y al día
siguiente están citados Pacheco y Sierra.
El expolicía se queda pasmado al oír lo que
le cuenta Bellido. Este hombre es la contradicción personificada, piensa, ayer
me montó un expolio jurando que no me podía informar de cuando declaraban los sevillanos
porque le podían expulsar del Cuerpo y hoy, de buenas a primeras, me lo cuenta
como si nada. O no tiene memoria o carece de criterio. Grandal, que no dice lo
que piensa, se limita a felicitar al sargento y a sugerirle algo que hasta ahora
no lo han puesto en valor.
-Esas son
buenas noticias, Bellido. Otra cuestión, he estado pensando que hay un aspecto
de la investigación sobre el caso Pradera que hasta el momento hemos pasado por
alto, nosotros y también la señora jueza. Se trata de que los presuntos
sospechosos de la muerte de Salazar, quizá con la salvedad del hijo y de la
exnovia, en mi opinión actuaban como unos meros emisarios, unos simples mandados,
detrás de ellos han de estar los que podríamos denominar los autores
intelectuales de la muerte del gaditano; es decir, aquellos que han sido los
padres de la idea de cargarse al exsindicalista, pero que no han sido ellos
quienes la han llevado a la práctica, sino otros.
-Pues tiene
toda la razón.
-Quien tiene
la coartada más sólida de que su estancia en la Costa de Azahar es producto de
su actividad profesional es Pacheco, pero lo que han declarado los demás sobre
las causas de que estuviesen por estas tierras son motivaciones muy endebles,
cuando no increíbles.
-Eso es lo
que desde el primer momento han estado investigando los compañeros de la UCO.
No se lo había dicho antes porque me he enterado esta misma mañana. Coinciden
con usted en que a excepción de Pacheco, ni Espinosa, ni Sierra, ni el Chato
tienen motivos justificados y creíbles para estar aquí en pleno agosto.
-Hombre, veo
que la gente de la UCO no ha perdido olfato, me alegro. ¿Y han llegado a alguna
conclusión?
-Hechos
probados ninguno, pero rumores han recogido un montón con la ayuda de los
servicios informativos de los compañeros de Sevilla. Las fuentes, tanto las del
Cuerpo como de la Policía Nacional, apuntan a que hay varios grupos de
empresarios, políticos y funcionarios, todos ellos relacionados de alguna
manera con el caso ERE, que son los que están detrás de los que estuvieron
visitando a Salazar.
-O sea, que
una vez más los autores intelectuales, los que han tramado esta suerte de
conspiración contra el pobre Salazar se van a ir de rositas. Este país no tiene
remedio, Bellido.
Eso de que
el que la hace la paga debe de ser verdad en Dinamarca o en Finlandia, pero en
esta España de nuestros pecados no cuela. Aquí detenemos, y no siempre, al que
ha tirado la piedra, pero al que la ha puesto en la mano y ha señalado contra
quien tirarla, ese se libra. Es uno de los motivos por los que si tuviera un
hijo le diría que fuese lo que quisiese menos policía o juez. Bueno, a lo que
íbamos, haz un nuevo informe para la del Valle subrayando que es un hecho
probado que Espinosa compró un raticida en un súper de El Grao el mismo día de
autos –A lo que ha dicho, Grandal va a añadir la información de que fue el
Chato de Cazalla quien le pegó la paliza a Salazar, pero se lo piensa mejor y opta
por guardarse la noticia, quizá posteriormente pueda sacarle más réditos. Lo
que hace es una petición-. Y esperemos que su señoría apriete bien los
tornillos tanto a Espinosa como al Chato y si no contestan o salen por los
cerros de Úbeda no va a tener más remedio que pasarlos de testigos a imputados.
-¿Eso último
también lo pongo en mi informe?
-No, hombre.
No le puedes decir a la jueza lo que tiene que hacer, se volvería contra ti. Debes
informar sobre tus investigaciones de modo que su señoría lea entre líneas y
deduzca lo que debería preguntar a los testigos, ¿entendido?
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré el episodio 106. Dear