A
Sergio el apartamento elegido por Lorena no le parece gran cosa. Piensa que es
un piso como muchos otros y con una decoración realmente hortera, pero se cuida
muy mucho de expresar su opinión en voz alta. Va conociendo el genio y las
salidas de tono de su pareja y está dispuesto a tragar carros y carretas con
tal de no enojarla. Ni siquiera se ha atrevido a comentar un par de aspectos
negativos que ha detectado en la vivienda a tenor de su situación en plano. Los
problemas surgen cuando entran en el capítulo económico. Al chico, que algo
sabe de números, le parece una pasada que por aquel pisito tan guay y tan
molón, como lo califica su chica, pidan treinta y seis millones de pesetas.
Opina que es una locura pagar aquel dineral por un inmueble de poco más de
setenta metros cuadrados, incluida la terraza, y ubicado en la primera planta
con lo que las vistas al mar van a ser problemáticas, aunque la vendedora jura
y perjura que la visión del Mediterráneo está garantizada en el contrato.
Todas
las objeciones del chico se derriten, como un copo de nieve en agosto, cuando
Lorena le pone morritos y le recuerda que le había prometido que lo comprarían.
- Lo que tú quieras, mi vida, lo compramos y
no se hable más. Lo que todavía no sé es cómo lo vamos a pagar.
- Mire, caballero – la vendedora no está
dispuesta a que se le escape aquella venta -. Tenemos un contrato tipo, que es
el que habitualmente manejamos, pero somos flexibles y procuramos adaptarnos a
las necesidades y circunstancias de los clientes. En el caso de una pareja
joven como ustedes a los que, permítame decirlo, se les ve tan enamorados,
estamos dispuestos a facilitarles el acceso a esta vivienda aún a costa de
olvidarnos de algunas de nuestras condiciones. Y le pongo dos ejemplos: uno es
que la cantidad de la entrada no es imprescindible que sea la que figura en los
papeles, la podemos negociar. El otro es el asunto de la hipoteca. Las
cláusulas que figuran en el contrato tipo también podrían adaptarse a sus
posibilidades de pago. Si necesita otras condiciones distintas, antes de cerrar
la compra tendría que hablar con los del departamento de créditos de
Cajaeuropa, que es la entidad que financia la promoción. Pese a la mala fama de
los banqueros le aseguro que son gente encantadora y comprensiva y estoy segura
de que sabrán encontrar una solución a los problemas financieros que pueda
plantearles la adquisición. Eso sí, le ruego que haga la gestión lo más rápido
posible porque los apartamentos que restan, entre ellos el que le gusta a su
encantadora esposa, están muy solicitados y solo puedo prometerles que lo
retendré cuarenta y ocho horas. Si tardan más, mucho me temo que cuando vuelvan
ya esté vendido.
A
Lorena solo le faltaba oír eso. Insta a Sergio que al día siguiente pida unas
horas libres, toda la mañana si hiciera falta, pero que por la tarde, cuando
ella salga del restaurante donde ahora trabaja, han de venir sin falta a cerrar
el trato del apartamento, no sea que por una de aquellas se queden sin el piso
de sus sueños, dónde van a pasar el resto de sus vidas y criar a sus hijos.
Como cada vez que le menciona lo de la prole, al chico se le encienden todas
las señales de alarma, le promete, poniéndose muy formal, que al día siguiente
solucionará sin tardanza el asuntillo de la hipoteca.
La
sucursal de Cajaeuropa en Senillar no tiene nada que ver con la que había
cuando se instaló en el pueblo. Para empezar, la sede ha cambiado y ahora ocupa
un céntrico y amplio bajo en el que trabajan el triple de empleados que antaño.
Hasta tiene un apoderado, que se ocupa exclusivamente de los asuntos
hipotecarios, y que recibe el pomposo nombre de jefe del departamento de
créditos. Es quien atiende a Sergio, y que no resulta ser tan comprensivo como
había asegurado la vendedora.
- Así que quieres comprar un piso en Los
Arrayanes. ¿No eres muy joven para eso? – Da la impresión de que al bancario la
juventud de Sergio le da mala espina. No le ve como alguien capaz de hacer
frente a un crédito.
- Lo de que sea joven no tiene nada que ver
con la petición de la hipoteca – contesta Sergio un tanto mosqueado por la
falta de tacto que muestra el empleado.
- Bueno, bueno. La cuestión es si podrás
afrontar los plazos. Veamos, ¿qué avales vas a presentar?
- Mi salario – responde Sergio tajantemente enseñando
al apoderado el documento de su última nómina.
- Bien. Ganas un sueldo sustancioso, pero
necesitamos algo más. ¿Tienes propiedades? – Ante el gesto negativo del joven,
añade – Si fuera preciso tendrás alguien que te avale, ¿no?
- No tengo avalistas.
El
empleado duda, mira a Sergio y vuelve a pensar que es demasiado joven para
concederle un crédito sin ninguna garantía.
- Me lo pones muy difícil. Tendremos que
estudiar tu caso detenidamente.
- No puedo posponerlo. Necesito saberlo ya
mismo.
- Las prisas no son buenas consejeras,
jovencito, y más en cuestiones financieras. Como acabo de decirte, un caso como
el tuyo no es fácil y tendría que consultarlo con la central. Esa gestión
llevará algunos días.
- Ya le dije que no dispongo de mucho
tiempo. La vendedora solo se ha comprometido a retener el apartamento cuarenta
y ocho horas y eso fue ayer. Y, por favor, no me llame jovencito.
- En ese caso, lo siento. No estoy
autorizado para efectuar operaciones que entrañan el riesgo que supone conceder
una hipoteca sin ninguna clase de garantías y… - el empleado vacila antes de
continuar – a alguien tan joven como tú. Y conste que no hay nada personal en
ello. Son las normas de la caja.
Cuando Sergio cuenta a Lorena el negativo resultado de su gestión, la
joven vuelve a repetir sus lamentos y quejas. Parece que el mundo se ha
confabulado contra ellos para que no puedan disfrutar del apartamento en el que
tantas ilusiones han puesto. Sergio trata de consolarla. Todavía guarda un as
en la manga. Hablará con el señor Francisco, trabaja con la caja y a buen
seguro que conocerá a alguien que le pueda echar un cable.
- Pues claro que sí que lo conozco – es lo
primero que dice su patrón - . Habérmelo dicho antes de hablar con uno de esos
chupatintas que han traído de la capital. La mayoría de las operaciones las
hago con la caja y, por la cuenta que les trae, te prometo que esta vez te
atenderán con más respeto. Vas a volver a Cajaeuropa y no hablarás con el
membrillo del departamento de créditos sino directamente con Agustín Badenes,
es el director. Ahora mismo voy a llamarle para que te atienda personalmente. Y
te aseguro que o dejo de llamarme Francisco o en un visto y no visto vas a
tener firmados los papeles de la hipoteca. Faltaría más. Otra cuestión, por la
vendedora de Los Arrayanes no te preocupes, voy a llamar al promotor y
le pediré que te guarden el piso el tiempo que haga falta.