Ajenos naturalmente a todas las
maquinaciones que se están desarrollando en Sevilla respecto al recién
descubierto paradero de su nuevo compañero de dominó, Luis Álvarez y sus
invitados están de enhorabuena porque al fin ha llegado el que completa el
cuarteto de jubilados, Amadeo Ballarín. El exferretero les está contando que le
ha sido complicado salir de Huesca dejando allí a su mujer, hija y nietas. Solo
se alegra de haber perdido de vista al plasta de su yerno de quien echa pestes
y venablos.
-Cada día me
resulta más cargante y disimulo peor lo que me cuesta soportarle. Siempre ha
sido un gilipollas insufrible y por si faltaba poco ahora se ha convertido en un
independentista furibundo, de los del Espanya
ens roba y Catalonia is not Spain.
Hasta ha puesto una estelada en el balcón. Era lo que me faltaba.
-¿Qué es una
estelada? –pregunta Álvarez, Dios
sabe con qué finalidad, porque conoce perfectamente que la estelada, la estrellada en castellano y que plagia a la bandera
cubana, es la enseña que enarbolan los secesionistas catalanes, en
contraposición con la senyera o
bandera de Cataluña que es la tradicional de los Reyes de la Corona de Aragón a
la que pertenecía el Condado de Barcelona.
-No
preguntes cosas que ya sabes, Luis –le replica tajante Ballarín que le tiene
tomada la medida a su amigo.
-Pero sí creo
recordar que tu yerno no tiene apellidos de raíz catalana y ni siquiera nació
en Cataluña –puntualiza Ponte.
-Así es, se
apellida García López y nació en Úbeda, provincia de Jaén, pero se ha hecho más
catalanista que el mismísimo presidente del Barça. Es un claro ejemplo del
inmigrante que se convierte en catalán para que no le digan que en el fondo no
es más que un charnego andaluz reconvertido al catalanismo. Maldito sea el
momento en que se casó mi hija con ese pazguato.
-Bueno, Amadeo,
olvídate del soplapollas de tu yerno –le consuela Álvarez-. Ahora vas a estar
un par de semanas sin tener que aguantarle.
-Triste consuelo
–y cambiando de tema comenta-. Supongo que me habréis echado en falta, al menos
para el dominó.
-Claro que te
hemos echado de menos, pero no para el dominó. Salvo el día que llegamos hemos
jugado todas las tardes. Nos hemos agenciado un cuarto que ya te presentaremos.
-¿Alguien
del pueblo?
-¡Qué va! Es
un forastero que está veraneando aquí y que parece buena gente –le explica
Álvarez-. Y no juega nada mal.
-Buena gente
lo parece, pero no le gusta que le hagan muchas preguntas –agrega Ponte.
-Puedo
añadir que lo de buena gente habrá que verlo –matiza Grandal-. A mí me da en la
nariz que no es trigo limpio, no sé por qué, pero esa impresión me produce. Ah,
y se tima con una de las camareras del hostal donde se aloja. No sé si es un
simple flirteo veraniego o son juegos de los que terminan en la cama.
-Eso quiere
decir que todavía está en edad de echar alguna cana al aire.
-Sí, aún no debe
necesitar Viagra. Rondará entre los cuarenta y los cincuenta tacos.
-Bueno,
dejémonos de cháchara y démosle tiempo a Amadeo para que se dé una ducha, se
cambie y luego salimos a tomarnos unas copichuelas –sugiere Álvarez.
Esperaban ver a Curro en la cafetería del
hostal para presentarle a Ballarín, pero no lo encuentran. Desconocen que está
muy ocupado en consolar a Anca. A primera hora de la mañana, cuando la joven
rumana le hizo la habitación vio que tenía los ojos enrojecidos y algo
abotargados, señales evidentes de que había llorado y mucho. Le preguntó que le
pasaba y la muchacha contestó que se lo contaría más tarde cuando hiciera un
receso en el trabajo. Por eso Curro no ha aparecido, está en plan de galán
experimentado intentando consolar a la joven camarera.
-Pero,
bueno, ¿qué te ha pasado, reina, por qué esos ojazos están cómo están? Dime
quien ha sido el culpable del disgusto que se va a enterar de lo que vale un
peine.
-¡Quién va a
ser!, el cabrito de mi novio. No sé cómo, ha descubierto que le mentí el día
que estuvimos en Can Roig y no veas la que me ha montado. Me ha llamado de todo
menos bonita. Hasta ha habido un momento en que creí que me pegaba. ¡Qué
berrinche me he llevado! –se lamenta la muchacha que vuelve a lloriquear.
-No llores,
princesa, que se me parte el corazón. Yo, de ti, lo mandaría a hacer puñetas.
Una preciosidad como tú se merece alguien mucho mejor que el soplagaitas del
Vicentín de los cojones.
-No creas,
lo he pensado más de una vez, pero mientras viva aquí me da no sé qué romper
con él. Además de que a mis padres les daría un disgusto enorme si rompiéramos también
está lo de que es uno de los mejores partidos del pueblo. Sus padres tienen
fincas que valen una millonada y Vicentín es el hereu, todo será para él. Y si nos casamos podré vivir como una
señorona y darme todos los gustos que quiera.
-Si es por
dinero aquí estoy yo para lo que quieras. No te voy a mentir, yo no tengo
fincas, pero lo que los ingleses dicen cash, es decir billetes uno encima del
otro seguro que tengo muchos más que el chiquilicuatro de tu novio. Conozco
bien a la especie a la que pertenece tu Vicentín. Son los clásicos ricos de
pueblo que tienen muchas fincas, muchos solares, la tira de bienes raíces, pero
que a la hora de la verdad el saldo de su cuenta bancaria es una puta mierda. Y
tú lo que necesitas es un hombre hecho y derecho con billetes de quinientos
como para asar a una vaca –y dicho eso le enseña un rollo de billetes de ese
valor-. Lo que tienes que hacer es dejar de una vez al mierda de tu novio y
venirte conmigo y entonces sí que vivirás
como una reina –termina Salazar sin pensar mucho en lo que está diciendo.
-No digas lo
que no sientes, Curro. Apenas si nos conocemos y además tengo la impresión de que
eres un ave de paso. Las mujeres buscamos seguridad y sé que Vicentín me la
dará, aunque eso suponga que tendré que aguantar sus ataques de celos, pero el
que algo quiere algo le cuesta. Lo que si voy a hacer va a ser castigarle donde
más le duele. Dentro de un rato voy a decirle a la jefa que me siento mal
porque me ha venido la regla y me voy a largar. Por eso se me ocurre que si
quieres puedes invitarme a comer, solo a comer eh.
-Eso está
hecho, bocadito de nata, ¿dónde quieres que te lleve?
-Hay otro
restaurante al que el agarrao de Vicentín me ha prometido mil veces que me
llevaría y que todavía estoy esperando que lo cumpla.
-Pues suelta
por esa boquita que me trae loco que te llevo donde tú quieras.
-Tendrás que
reservar mesa porque siempre suele estar lleno.
-Dime como
se llama y hago la reserva ahora mismo.
-Se llama El
Pinar y está en Alcossebre, en lo alto de un monte de la Sierra d´Irta. Tiene
unas vistas increíbles, me han dicho que en los días muy claros se puede ver
hasta Ibiza. También tiene fama de buena cocina, creo que está hasta en la Guía
Michelín. La única pega es que es un poco caro, pienso que por eso no me ha
llevado el rácano de Vicentín.
-Rácano,
celoso, broncas, menudo novio te has buscado. ¿Crees de verdad que un tipo así
te hará feliz?
-Para serte
sincera, a veces tengo mis dudas, pero es lo que dice mi madre: no hay nada que
endulce más una relación que un buen fajo de billetes. Y Vicentín es o será de
los que va a tener el riñón forrado, aunque como es tan ahorrativo no se le da
nada bien lo de manejar los dineros, pero cuando nos casemos le voy a enseñar
cómo darles aire.
Curro está tentado por momentos en poner a
la joven frente a sus contradicciones: nunca habla de que esté enamorada de su
novio, ni siquiera de que le gusta, solo cuenta que algún día será muy rico y que
sí se casan lo que piensa hacer con tanto dinero. Por otra parte, le pide que
la invite a comer pero remarcando que solo a comer, aunque Curro tiene la
sospecha de que si le pone la mano encima la joven es lo suficientemente fogosa
como para que terminen la jornada metidos en la cama. “¡Mujeres!, ¿quién acaba
de entenderlas?”. En vez de ese fútil razonamiento, dice algo más pragmático:
-Voy a
buscar el teléfono del restaurante y ahora mismo llamo para reservar.
-No hace
falta, aquí tengo el número, anota –Al parecer, Anca lo tenía todo pensado.
-Bien, ¿quieres
que encargue algún plato en especial?
-Me han
comentado que preparan un arroz con bogavante y un arroz del señoret riquísimos y también que tienen
unos entrantes estupendos.
-Pues eso
está hecho, princesa. A mediodía vas a comer en El Pinar lo que te apetezca.
Todo me parece poco para la boquita más dulce que he probado en mi vida.
Faltaría más. Y después, si quieres, nos acercamos a la zona del puerto que me
quisiste enseñar el otro día y del que guardo un recuerdo inolvidable.
La muchacha hace un mohín picaresco como
recordando el apasionado encuentro que tuvieron, primero en una ladera de la
Sierra de Irta y luego en un parador de carretera, pero en esta ocasión quiere
dejar las cosas claras y reitera:
-Pero que
conste, solo iremos a comer, eh. No te hagas otras ilusiones –repite Anca dando
a entender que lo que pasó el día de Can Roig no volverá a suceder.
-Lo que tú
digas, carita de ángel, lo que tú digas –replica Curro, aunque lo que está
pensando es” ¿Me la llevaré al huerto esta vez o se va a hacer la estrecha?”.
PD.- Hasta
el próximo viernes.