"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 27 de mayo de 2016

Capítulo 6. Los jubilados en acción.- 30. Siga a ese coche



   El primer día de diciembre de 2015 depara una noticia que pone al Dúo Sacapuntas ante una nueva variante de su investigación que no esperaban. Uno de los agentes de la Brigada de Patrimonio, que forma parte de la unidad de apoyo para el Caso Inca, rastreando por internet ha encontrado una información que ofrece una nueva perspectiva al tan traído Tesoro de los Quimbayas. Encuentra un artículo en el que una prestigiosa especialista en arte precolombino y antigua subdirectora del Museo de América relata que hace tiempo, dado el alto valor económico y artístico de la colección, todas las piezas fueron reproducidas en oro y cobre. De esta manera, mientras las piezas originales han permanecido guardadas en las cámaras acorazadas del Banco de España, las que se han podido ver en algunas exposiciones o en el propio museo son copias de la colección original. El artículo aporta otro dato más: cuando las piezas auténticas salen del Banco de España son siempre custodiadas por la Guardia Civil.
   Puesto que los objetos de la colección cedidos para su exposición al Museo du Quai Branly de París no fueron protegidos por la Benemérita, cabe plantearse si los que se enviaron y posteriormente fueron robados del furgón blindado ¿eran copias o eran las piezas auténticas? Como Bernal y Atienza conocen sobradamente los entresijos de la administración pública española saben que si preguntan directamente a la dirección de Museo de América es posible que no les contesten, que les den largas o incluso que les oculten la verdad. Lo más eficaz, y al tiempo reglamentario, será acudir a la jueza instructora del caso para que sea ella la que adopte las medidas que estime pertinentes para dilucidar si las piezas robadas eran las originales o meras copias. Otro misterio más a sumar al ya de por sí embrollado asunto del robo del Tesoro Quimbaya.
   Ajenos al nuevo dato sobre el tesoro, Grandal y Ponte tienen ese miércoles una tarea específica: averiguar el domicilio de uno de los empleados de la empresa encargada de la seguridad del museo, que es uno de los que ha podido manipular las cámaras de vigilancia, y que hoy ha estado trabajando en el museo adónde ha llegado en su coche. Han quedado en la intersección de Hilarión Eslava con Cea Bermúdez a las dos y media. Ponte tendrá que almorzar un poco antes de lo que suele hacerlo, no sea que ahora que está a punto de ver convertida en realidad la recurrente frase que suena en toda película de acción que se precie: siga a ese coche, no la disfrute plenamente por si le sobreviene la somnolencia que le suele invadir tras el almuerzo. A la hora convenida aparece el comisario a bordo de un Seat León dos puertas, de color rojo y que a juzgar por su matrícula cuenta con una pila de años.
   Ponte se ha metido en internet y ha buscado información sobre cómo acechar a un coche sin que su conductor se aperciba de que es seguido. Ha leído una web titulada: las 10 reglas que debe saber para perseguir un vehículo sin delatarse. Una de ellas es que el color del vehículo perseguidor debe de ser poco llamativo.
- Jacinto, ¿no deberías haber cogido un coche de otro color menos chillón que el rojo?
- Quizá sí, pero este es el único que me quedaba en el garaje. El Maserati de color champagne se lo ha llevado el mayordomo y el BMW gris metalizado lo tiene el ama de llaves – contesta con guasa Grandal -. Manolo, ¿cuántos coches crees que tengo?
- Lo decía para que el objetivo no nos detecte fácilmente – se disculpa Ponte.                               
- Vamos a ver, Manolo, piensa. Un empleado que ha estado currando y que saldrá a las tres con más hambre que un gitano, con unas ganas locas de llegar a su chozo para sentarse a la mesa, ¿crees que tendrá en la chola que un par de viejales como nosotros le vayamos siguiendo por la caótica circulación madrileña del mediodía? Es lo último que podría pensar.
   Viendo que el excomisario no parece estar del mejor humor, Ponte cambia de tema.
- ¿Dónde le vamos a esperar, en el parking del museo?
- No, ahí seríamos demasiado visibles. Como el museo no tiene más que una salida hacia la Avenida de los Reyes Católicos y desde ahí solo se puede continuar hacia el Arco de la Victoria, nos apostaremos en la Plaza del Cardenal Cisneros, que es la primera rotonda en la que puede cambiar de sentido, bien para seguir por la Avenida de la Complutense, por la de Puerta de Hierro que desemboca en la carretera de A Coruña, o para torcer por la Avenida Juan de Herrera que le puede llevar, entre otros destinos, a la M-30. A partir de la rotonda de Cisneros es donde nos vamos a pegar a su trasero y precisamente será en ese trecho donde estaremos más al descubierto. Luego, en cuanto entre en una vía de mayor tráfico seguirlo sin que se aperciba será pan comido. Además, como te he dicho, dudo mucho que el tipo pueda sospechar que le van siguiendo. En cualquier caso, voy a procurar que entre ese fulano y nosotros haya, al menos, otro vehículo.
- ¡Caray, Jacinto, cómo se nota que eres un profesional! A mí no se me habría ocurrido pensar en todo eso – comenta Ponte con un dejo de admiración que tiene la virtud de disipar el mal humor de Grandal.
   A los doce minutos de espera aparece un Renault Clio, con motor diésel, de un azul metalizado que conduce el empleado objeto del seguimiento. Como había previsto Grandal, en la rotonda de Cardenal Cisneros el objetivo gira en dirección a la Avenida Juan de Herrera. El excomisario se le pega detrás. Al final de Juan de Herrera toma la calle a su izquierda, la de Martín Fierro, que desemboca en la Avenida de Séneca, en ella los perseguidores ya llevan otro vehículo entre el suyo y el de la presa. Al final de Séneca, el perseguido coge la M-500 para acceder inmediatamente a la M-30. A la altura del Parque Zoológico sale de la autovía para adentrarse en la Avenida de Portugal, al término de la cual entra en la siempre congestionada Autovía de Extremadura. Grandal no deja que otro vehículo se interponga entre su objetivo y ellos. La densidad de tráfico de la A-5 es enorme y además tiene muchas salidas, por eso le sigue como un galgo a una liebre, pegado a su culo.
- ¿No vamos demasiado cerca? – pregunta Ponte mirando con recelo las luces traseras del Clio.
- En esta carretera lo que hay que hacer es tener los cinco sentidos fijos en la conducción, no si te siguen o dejan de seguir. ¿Es que no sabes que es una de las entradas; bueno, en este caso, salidas más peligrosas y congestionadas de Madrid?
   En ese mismo momento, el Clio enciende el intermitente indicativo de giro a la derecha. Los paneles informativos indican que la próxima salida es la número 11, hacia San José de Valderas/Centro Comercial/San Martín de Valdeiglesias. El empleado se mantiene a su izquierda en la bifurcación en dirección a San José para tomar la Avenida de los Castillos, ya en el municipio de Alcorcón. En la segunda rotonda gira a la derecha para coger la calle Padrón, pasa otra rotonda tras la que accede a la calle Ribadeo en la que disminuye notablemente su velocidad que hasta el momento ha mantenido regularmente.
- Hemos de tener cuidado, está buscando donde aparcar – explica Grandal que ahora le ha dado un amplio margen de distancia al Clio.
   Casi en la esquina de Ribadeo con Carballino, el objetivo encuentra un hueco bastante estrecho, pero en el que con varias maniobras consigue aparcar. Mientras, Grandal ha estacionado su coche a la entrada de lo que parece la puerta de un garaje con un rótulo de prohibido aparcar y, por si hubiera duda, le acompaña un letrero que pone: avisamos grúa. Desde allí ven como el empleado se acerca en su dirección andando sin prisa, da toda la impresión de que sigue sin percibir que es objeto de seguimiento.
- Que viene, que viene – dice Ponte que por momentos se está poniendo nervioso.
- Tranquilo, Manolo. Si llega a nuestra altura, simularemos que estamos charlando, pero pon la mano apoyada en la sien, de forma que te tape media cara.
- Pero igual puede reconocernos.
- Manolo, no digas simplezas. A mí no me ha visto nunca, ¿cómo va a reconocerme? Y en cuanto a ti, ¿tú crees que va a recordar a un señor mayor que a veces tomaba café donde él suele hacerlo? Además, con las luces interiores apagadas y la escasa luz que tiene esta calle desde fuera apenas si verá más que dos personas que están manteniendo una amistosa charla.
   Los temores de Ponte no se materializan, antes de llegar hasta ellos, a la altura de la calle Cambados, el objetivo entra en un portal. La misión que podría denominarse de siga a ese coche ha terminado por el momento.