"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de septiembre de 2015

CAPÍTULO VIII. LA GOTA FRIA.- 8.1. Inaudito, maquis en Senillar



   Nadie lo hubiese imaginado: ¡han aparecido maquis en Senillar! Era lo último que  podía esperarse. Los guerrilleros antifranquistas, conocidos popularmente por el galicismo maquis y denominados bandoleros en la terminología oficial, habían proliferado en zonas especialmente boscosas y en comarcas de orografía agreste. En una de ellas, el Maestrazgo, se habían instalado algunas partidas que pertenecían a lo que la guerrilla denominaba Agrupación Guerrillera de Levante-Aragón y que tenía como amplio marco de operaciones las provincias de Cuenca, Teruel y el interior de Castellón. Eran comandos, en general poco numerosos, formados por grupos de excombatientes republicanos que tenían sus bases de aprovisionamiento en suelo francés y que, tras atravesar clandestinamente los Pirineos, se introducían en España con la misión de desestabilizar al Régimen franquista.
   Los primeros objetivos de la guerrilla fueron la interrupción de las comunicaciones y suministros y la realización de operaciones especiales como la frustrada toma del valle de Arán junto a la frontera francesa. Dada la diferencia del número de efectivos entre la guerrilla y las fuerzas del orden y hasta del ejército, se fue generando un enorme desgaste no solo entre los guerrilleros sino también en aquella parte de la población civil que ideológicamente podía sentir la tentación de ayudarles. La falta de recursos de todo tipo llevó a los maquis al robo para poder mantenerse, lo que supuso el despoblamiento de muchas de las zonas donde actuaban y acabó privando a la guerrilla de las fuentes para su sustento y de la información necesaria para ejecutar sus operaciones. Por todas esas razones era bastante inusual que sus miembros llegasen a actuar en las llanuras y zonas costeras, parajes en los que esconderse resultaba más complicado. Debido a todo ello nadie podía imaginar que en un chalé ubicado en las afueras del pueblo, camino de la estación, se escondían maquis. Gracias a un chivatazo la Guardia Civil tuvo conocimiento de la existencia de los guerrilleros. Las fuerzas del orden cercaron el chalé, pero el único maquis que había en su interior consiguió escapar, nadie se explicaba cómo. Franqueó una valla de más de dos metros de altura y en medio de la balacera de los guardias consiguió perderse entre los huertos de naranjos circundantes, pese a ser herido en la refriega. El suceso ha sido tema obligado de conversación en todas las tertulias y corrillos del pueblo. En el café del Pito no se habla de otro asunto.
- ¿Y qué coño hacían los maquis en el chalé de los Serratelles? – pregunta uno sin dirigirse a nadie en concreto.
- Realmente, el único que había no estaba en el chalé sino en la casita de los guardeses.
- Da lo mismo – insiste el que ha preguntado -. ¿Qué hacía allí?
- Esa no es la cuestión – contesta otro -. La pregunta es ¿qué puñetas buscaban los maquis en Senillar?
- Pues igual querían cargarse a alguien del Ayuntamiento o secuestrar a algún ricacho
- Me han contado – se explaya un enterado -, y no puedo deciros quién, que se trataba de unos maquis que venían huidos desde la provincia de Teruel y que estaban aguardando a coger un tren para acercarse a la frontera y pasar a Francia.
- ¿Y cómo se pudo escapar un tío con el chalé rodeado de guardias?
- Porque los civiles no estaban dispuestos a jugarse la piel como se la jugó el maquis.
   Martín Esteller llega a la tertulia casi congestionado. Tiene una importante primicia y quiere ser el primero en difundirla.
-¿Sabéis la noticia? – Sin esperar a que nadie pregunte prosigue –. Se ha producido otro enfrentamiento entre los maquis y la Guardia Civil.
- ¡Coño, lo que faltaba! ¿Dónde ha sido?
- Al parecer un grupo de maquis estaba escondido en una masía de la partida del Torreón, cerca del mar. Los civiles y la policía los han cercado y les han exigido que se rindieran. En vez de rendirse han intentado huir disparando a todo bicho viviente y lanzando bombas de mano. Y se ha montado una ensalada de tiros cosa fina.
- ¿Ha muerto alguno?
- Por lo que dicen cuatro maquis y el comandante de la Guardia Civil que mandaba las fuerzas.
   Durante muchos días no hay otro tema de conversación en el pueblo que no sea el de los guerrilleros. Como suele ocurrir, los rumores y los bulos se disparan lo que añade una preocupación más para José Vicente Gimeno. La Guardia Civil le ha informado discretamente que, entre los documentos incautados a los bandoleros, han encontrado una relación de políticos y autoridades de la comarca como posibles blancos de atentados. Uno de los nombres es el suyo, otro el del alcalde del pueblo. Parece que el peligro ya pasó, puesto que la célula que actuaba en la zona ha sido desarticulada, pero el miedo es libre y a Gimeno pensar que aparece como posible diana para las pistolas de los guerrilleros le produce la natural inquietud y le sirve para descubrir que no tiene madera de héroe. Cuando se lo cuenta a Lola, ésta trata de tranquilizarle:
- No te preocupes, cariño, el peligro ya pasó. Por lo que cuentan el grupito de los maquis que merodeaba por aquí ha sido desmantelado por completo y a buen seguro que la Guardia Civil va a terminar con el resto en poquito tiempo.
- Ya lo sé, Lola. Y sí estoy preocupado, no por mí sino por ti.
- Pues tampoco debes de estarlo. Yo, desde luego, no lo estoy.
- Que tu nombre figure en un listado de posibles víctimas no es ninguna tontería. Prueba de ello es que en la jefatura provincial nos han dicho que van a darnos permiso de arma corta a todos los mandos locales que lo solicitemos y Germán, en privado, me ha comentado que están estudiando la posibilidad de que a los camaradas que se sientan más amenazados les facilitarán irse a otra parte del país durante una temporada, hasta que las fuerzas de seguridad acaben de una vez con esta lacra del bandolerismo.
- Que se tomen medidas de precaución y cautela me parece bien. Más vale prevenir.
- De todos modos, ¿crees qué sería conveniente que nos fuésemos del pueblo una temporada hasta que todo esto hubiese terminado?
- ¡Por Dios, marido, no creo que sea necesario! De nuestra casa no nos va a sacar nadie. Además, está tu trabajo en la cooperativa, no puedes dejarlo así como así. Y por otra parte, piensa que tendría que cerrar la tienda. Lo dicho, de aquí no nos saca ni los maquis ni el Papa de Roma.
   Gimeno tiene que desempeñar con Fernando Marín el mismo papel que su mujer ha jugado con él. El alcalde es otro de los que figuraban en la lista de posibles víctimas y está francamente asustado; encima, cuando el edil le ha contado lo que pasa a su mujer, ésta en lugar de quitarle hierro a la posible amenaza ha incrementado más su temor. Así se lo transmite el alcalde a José Vicente:
- María Eugenia quiere que nos vayamos.
- Fernando, no es para tanto. Esa partida de facinerosos ha sido abatida y el servicio de información de la Guardia Civil no tiene noticias de que exista otro grupo por la zona. Por consiguiente, no hay ninguna clase de peligro.
- Sí, pero ya sabes como es mi mujer. Insiste en que lo mejor para nosotros es que pongamos tierra de por medio y que nos volvamos a Valencia, que en una gran ciudad estaremos más seguros.
- Mira, Fernando, comprendo la intranquilidad de María Eugenia, también Lola lo está, pero de ahí a huir como un conejo asustado media un abismo. ¿Qué iba a pensar la gente de los que tenemos responsabilidades políticas sí al menor asomo de peligro salimos huyendo cómo almas en pena? Pues no se iban a reír de nosotros ni nada. ¿Quieres que hable con María Eugenia?
- Dudo mucho de que te vaya a hacer caso.
- Se me ocurre algo mejor, le diré a Lola que tenga una charla con tu esposa. Ya verás como ella será capaz de convencerla.
   Tal y como había previsto Gimeno, su mujer tras una extensa charla con la esposa del alcalde la convence de que el peligro ya ha pasado y que lo más sensato es continuar en el pueblo. Pese a todos sus argumentos de que los maquis no volverán a aparecer, Lola, en su fuero interno, no está tan convencida de que ello vaya a ser así. Da toda la impresión de que el Régimen franquista está más fuerte que nunca, pero en el interior de Lola anida un interrogante que no deja de preocuparle: ¿Volverán los maquis algún día?