Nadie lo hubiese imaginado: ¡han aparecido maquis en Senillar! Era lo
último que podía esperarse. Los
guerrilleros antifranquistas, conocidos popularmente por el galicismo maquis y denominados
bandoleros en la terminología oficial, habían proliferado en zonas
especialmente boscosas y en comarcas de orografía agreste. En una de ellas, el
Maestrazgo, se habían instalado algunas partidas que pertenecían a lo que la
guerrilla denominaba Agrupación Guerrillera de Levante-Aragón y que tenía como amplio
marco de operaciones las provincias de Cuenca, Teruel y el interior de Castellón.
Eran comandos, en general poco numerosos, formados por grupos de excombatientes
republicanos que tenían sus bases de aprovisionamiento en suelo francés y que,
tras atravesar clandestinamente los Pirineos, se introducían en España con la
misión de desestabilizar al Régimen franquista.
Los
primeros objetivos de la guerrilla fueron la interrupción de las comunicaciones
y suministros y la realización de operaciones especiales como la frustrada toma
del valle de Arán junto a la frontera francesa. Dada la diferencia del número
de efectivos entre la guerrilla y las fuerzas del orden y hasta del ejército, se
fue generando un enorme desgaste no solo entre los guerrilleros sino también en
aquella parte de la población civil que ideológicamente podía sentir la
tentación de ayudarles. La falta de recursos de todo tipo llevó a los maquis al
robo para poder mantenerse, lo que supuso el despoblamiento de muchas de las
zonas donde actuaban y acabó privando a la guerrilla de las fuentes para su
sustento y de la información necesaria para ejecutar sus operaciones. Por todas
esas razones era bastante inusual que sus miembros llegasen a actuar en las llanuras
y zonas costeras, parajes en los que esconderse resultaba más complicado.
Debido a todo ello nadie podía imaginar que en un chalé ubicado en las afueras
del pueblo, camino de la estación, se escondían maquis. Gracias a un chivatazo
la Guardia Civil tuvo conocimiento de la existencia de los guerrilleros. Las
fuerzas del orden cercaron el chalé, pero el único maquis que había en su
interior consiguió escapar, nadie se explicaba cómo. Franqueó una valla de más
de dos metros de altura y en medio de la balacera de los guardias consiguió
perderse entre los huertos de naranjos circundantes, pese a ser herido en la
refriega. El suceso ha sido tema obligado de conversación en todas las
tertulias y corrillos del pueblo. En el café del Pito no se habla de otro
asunto.
- ¿Y qué coño hacían los maquis en el chalé
de los Serratelles? – pregunta uno sin dirigirse a nadie en concreto.
- Realmente, el único que había no estaba en
el chalé sino en la casita de los guardeses.
- Da lo mismo – insiste el que ha preguntado
-. ¿Qué hacía allí?
- Esa no es la cuestión – contesta otro -. La
pregunta es ¿qué puñetas buscaban los maquis en Senillar?
- Pues igual querían cargarse a alguien del
Ayuntamiento o secuestrar a algún ricacho
- Me han contado – se explaya un enterado -,
y no puedo deciros quién, que se trataba de unos maquis que venían huidos desde
la provincia de Teruel y que estaban aguardando a coger un tren para acercarse
a la frontera y pasar a Francia.
- ¿Y cómo se pudo
escapar un tío con el chalé rodeado de guardias?
- Porque los civiles
no estaban dispuestos a jugarse la piel como se la jugó el maquis.
Martín Esteller llega a la tertulia casi
congestionado. Tiene una importante primicia y quiere ser el primero en
difundirla.
-¿Sabéis la noticia?
– Sin esperar a que nadie pregunte prosigue –. Se ha producido otro
enfrentamiento entre los maquis y la Guardia Civil.
- ¡Coño, lo que
faltaba! ¿Dónde ha sido?
- Al parecer un grupo
de maquis estaba escondido en una masía de la partida del Torreón, cerca del
mar. Los civiles y la policía los han cercado y les han exigido que se
rindieran. En vez de rendirse han intentado huir disparando a todo bicho
viviente y lanzando bombas de mano. Y se ha montado una ensalada de tiros cosa
fina.
- ¿Ha muerto alguno?
- Por lo que dicen
cuatro maquis y el comandante de la Guardia Civil que mandaba las fuerzas.
Durante muchos días no hay otro tema de
conversación en el pueblo que no sea el de los guerrilleros. Como suele
ocurrir, los rumores y los bulos se disparan lo que añade una preocupación más
para José Vicente Gimeno. La Guardia Civil le ha informado discretamente que,
entre los documentos incautados a los bandoleros, han encontrado una relación
de políticos y autoridades de la comarca como posibles blancos de atentados.
Uno de los nombres es el suyo, otro el del alcalde del pueblo. Parece que el
peligro ya pasó, puesto que la célula que actuaba en la zona ha sido
desarticulada, pero el miedo es libre y a Gimeno pensar que aparece como
posible diana para las pistolas de los guerrilleros le produce la natural
inquietud y le sirve para descubrir que no tiene madera de héroe. Cuando se lo
cuenta a Lola, ésta trata de tranquilizarle:
- No te preocupes,
cariño, el peligro ya pasó. Por lo que cuentan el grupito de los maquis que
merodeaba por aquí ha sido desmantelado por completo y a buen seguro que la
Guardia Civil va a terminar con el resto en poquito tiempo.
- Ya lo sé, Lola. Y
sí estoy preocupado, no por mí sino por ti.
- Pues tampoco debes
de estarlo. Yo, desde luego, no lo estoy.
- Que tu nombre
figure en un listado de posibles víctimas no es ninguna tontería. Prueba de
ello es que en la jefatura provincial nos han dicho que van a darnos permiso de
arma corta a todos los mandos locales que lo solicitemos y Germán, en privado,
me ha comentado que están estudiando la posibilidad de que a los camaradas que
se sientan más amenazados les facilitarán irse a otra parte del país durante
una temporada, hasta que las fuerzas de seguridad acaben de una vez con esta
lacra del bandolerismo.
- Que se tomen
medidas de precaución y cautela me parece bien. Más vale prevenir.
- De todos modos,
¿crees qué sería conveniente que nos fuésemos del pueblo una temporada hasta
que todo esto hubiese terminado?
- ¡Por Dios, marido,
no creo que sea necesario! De nuestra casa no nos va a sacar nadie. Además,
está tu trabajo en la cooperativa, no puedes dejarlo así como así. Y por otra
parte, piensa que tendría que cerrar la tienda. Lo dicho, de aquí no nos saca
ni los maquis ni el Papa de Roma.
Gimeno tiene que desempeñar con Fernando
Marín el mismo papel que su mujer ha jugado con él. El alcalde es otro de los
que figuraban en la lista de posibles víctimas y está francamente asustado;
encima, cuando el edil le ha contado lo que pasa a su mujer, ésta en lugar de
quitarle hierro a la posible amenaza ha incrementado más su temor. Así se lo
transmite el alcalde a José Vicente:
- María Eugenia
quiere que nos vayamos.
- Fernando, no es
para tanto. Esa partida de facinerosos ha sido abatida y el servicio de
información de la Guardia Civil no tiene noticias de que exista otro grupo por
la zona. Por consiguiente, no hay ninguna clase de peligro.
- Sí, pero ya sabes
como es mi mujer. Insiste en que lo mejor para nosotros es que pongamos tierra de
por medio y que nos volvamos a Valencia, que en una gran ciudad estaremos más
seguros.
- Mira, Fernando,
comprendo la intranquilidad de María Eugenia, también Lola lo está, pero de ahí
a huir como un conejo asustado media un abismo. ¿Qué iba a pensar la gente de
los que tenemos responsabilidades políticas sí al menor asomo de peligro
salimos huyendo cómo almas en pena? Pues no se iban a reír de nosotros ni nada.
¿Quieres que hable con María Eugenia?
- Dudo mucho de que
te vaya a hacer caso.
- Se
me ocurre algo mejor, le diré a Lola que tenga una charla con tu esposa. Ya
verás como ella será capaz de convencerla.
Tal
y como había previsto Gimeno, su mujer tras una extensa charla con la esposa
del alcalde la convence de que el peligro ya ha pasado y que lo más sensato es
continuar en el pueblo. Pese a todos sus argumentos de que los maquis no
volverán a aparecer, Lola, en su fuero interno, no está tan convencida de que
ello vaya a ser así. Da toda la impresión de que el Régimen franquista está más
fuerte que nunca, pero en el interior de Lola anida un interrogante que no deja
de preocuparle: ¿Volverán los maquis algún día?