Dos
de los estudiantes habituales del coche de línea Senillar-Valencia son los
hermanos Villangómez. La mayor, Beatriz, prepara oposiciones al Cuerpo del
Magisterio Nacional de Enseñanza Primaria. El pequeño, Carlitos, estudia
bachillerato. Sus padres, don Fulgencio y doña Concha, los lunes se levantan
algo más temprano que de costumbre. Habitualmente se ponen en pie sobre las
ocho, lo que les da tiempo suficiente para arreglarse y desayunar antes de
dirigirse al grupo escolar José Antonio, dónde ejercen de maestros. Si madrugan
más los lunes es porque sus dos retoños viajan a Valencia y han de coger el
autobús.
El
benjamín de la familia, Carlitos, suele levantarse con el tiempo justo. Se le
pegan las sábanas con facilidad. Esta mañana está observándose en el espejo a
ver como progresa su bigote. Al paso que va pronto podrá afeitarse. La idea
hace que su cara, de rasgos nobles y agraciados, se pueble con una sonrisa de
las que resultan contagiosas. ¿Le gustaré a Amparín con bigote? Que pregunta
más tonta, se contesta, le gusto de todas las maneras. Todavía no son novios
formales, son demasiado jóvenes, pero ya tienen decidido que en cuanto empiece
una carrera, que ya tendrá dieciocho años, hablará con el padre de ella. Cuando
lo piensa se desazona pues quién puede ser su futuro suegro tiene fama de tener
mucho genio y de no ser fácil de contentar. En el pueblo goza de prestigio, no
en vano es el alcalde, aunque también hay gente que le pone a caer de un burro.
A todo ello hay que añadir un aspecto de la familia Vives que nunca había
tenido en cuenta hasta que el cuentaduros de Pepín Mañes se lo hizo notar.
- Me han dicho que estás saliendo con la hija
del alcalde. Zagal, no te consideraba tan listo. Vaya sorpresa que me he
llevado contigo.
-
No veo que haya nada de sorprendente. Salvo que te refieras a que Amparín es la
chica más encantadora y preciosa del pueblo y, si me apuras, del mundo.
- No me vengas con chorradas, majete. El
romanticismo está bien en las novelas, pero en la realidad no sirve para nada. Lo
que cuenta es que quien se haga con la Vives, se llevará el mayor chollo del
pueblo.
- ¿Y por qué un chollo? Tal y como lo dices
parece como si Amparín fuese una especie de saldo.
- No digas bobadas, capullo. ¡Qué coño va a
ser un saldo! Todo lo contrario, es como si te tocara el premio gordo de la
lotería. Paco Vives no se dejaría ahorcar por menos de cincuenta quilos. Aunque
está por ver que el señor alcalde te acepte como futuro yerno.
Lo
que le faltaba, que alguien pueda pensar que va con Amparín por su dinero, pero
no se inquieta excesivamente por ello. Si alguien lo piensa es su problema.
Está enamorado de ella porque…, porque sí. Te quiero porque te quiero, como
dice la copla. Se preocupa más cuando oye hablar a sus padres de solicitar en
el concurso de traslados del magisterio. Están empeñados en acercarse a una
ciudad que tenga universidad, así podría cursar estudios superiores. Su padre
quiere que sea médico. Ni soñarlo, con lo que le horroriza la sangre, a él lo
que le gustaría es estudiar derecho. Pero... si se van del pueblo ¿qué va a
pasar con Amparín? Tendrá que encontrar la manera de compaginar lo de seguir
con ella e ir a la universidad. Que tonto soy, se corrige, parezco la moza del
cuento de la lechera. Porque en cuanto a ser universitario, papá me lo ha
dejado claro: mientras vivamos en Senillar voy a tener que conformarme con
estudiar magisterio, como hizo Bea. De todas formas... El monólogo se trunca
porque vuelven a llamarle.
- Carlitos, apresúrate, faltan menos de diez
minutos para las ocho.
Amparín Vives, la hija del alcalde, mote por
el que es más conocida, siente debilidad por los hermanos Villangómez. De
Carlitos está locamente enamorada, ha sido el primer y único hombre que ha
hecho latir desbocadamente su corazón. Desde que era niña no ha tenido ojos más
que para él. Y tiene la inmensa fortuna de ser correspondida. Por Beatriz
siente especial adoración, no solo por ser la hermana de quien es, sino porque
Bea es algo así como su guía y confesora Con frecuencia le consulta sus problemas,
incluso los sentimentales. Lo que desconoce es que Beatriz, a su vez, también
tiene una especie de guía espiritual: Lolita Sales, por quien siente un enorme cariño
y admiración. En las tardes que Bea pasa en la trastienda de la Moda de París
absorbe, como si fuera una esponja, muchas de las opiniones y criterios que
mantiene Lolita y luego los reproduce como si fueran propios.
Es a
través de Beatriz como Amparín ha llegado a conocer a Lolita, de quien se
comenta en el pueblo que es una de las personas que más influye en Gimeno, el
cual está enfrentado con su padre. Por eso, la primera vez que Bea le invitó a
ir con ella a la trastienda de la Moda de París tuvo que hacer un acto de
valentía para aceptar, porque su primera intención fue decir que no.
Naturalmente, conocía a Lolita, de hecho había comprado más de una vez en la
tienda, pero desde que supo que su padre estaba enemistado con Gimeno no había
vuelto a pasarse por el establecimiento. La acogida que le hizo Lolita la
desconcertó, más cariñosa, amable y simpática no pudo estar, pero lo que más le
impactó fue encontrarse con una mujer que hablaba de temas que solo eran
tratados por los hombres y no por todos. En la trastienda no se solía hablar demasiado
de moda, de cine o de los últimos cotilleos locales sobre fulano o mengana. Recuerda
que en aquella primera ocasión Lolita les habló de la novela que acababa de
leer, escrita por una mujer, y que había obtenido el premio Nadal.
- Eso es lo que tendríamos que hacer las
mujeres, ser capaces de hacer cosas para que se nos trate como personas que
también saben pensar. Como ha hecho Carmen Laforet al escribir Nada. Ya está
bien de que solo se nos valore por nuestra cara o por nuestro cuerpo.
- ¿Y eso cómo se logra? – pregunta Beatriz.
- Demostrando con hechos que somos algo más
que floreros decorativos. Teniendo el arrojo y la energía para tomar nuestras
propias decisiones. No hay que dejar que otros decidan por nuestra cuenta, sean
los padres, los hermanos, los novios o los maridos.
Es
oír esto y a Amparín, que sospecha que su padre le va a montar un cirio cuando
se entere de que sale con Carlitos, la réplica le sale espontáneamente:
- Eso se dice muy fácil, pero seguro que en
el mundo real no se consigue así como así.
- ¿Y por qué no se va a conseguir? – inquiere
Lolita.
- Te voy a poner un ejemplo. Una amiga mía –
Amparín no se atreve a sincerarse – está saliendo con un chico majísimo en
todos los sentidos. Todavía no les ha dicho a sus padres que sale con él porque
teme que se opongan. Si llegado el momento ocurre eso, según tú ¿qué debería
hacer mi amiga?
Lolita, que ha escuchado atentamente la intervención de la jovencita,
está al corriente por Beatriz de la relación entre Carlitos y Amparín y piensa
que, posiblemente, la amiga a la que se refiere la muchacha no es más que ella
misma.
- Esa amiga, ¿está enamorada del chico con el
que sale o solo es para pasar el tiempo?
- Más que enamorada, está loquita por él – es
la tajante respuesta de la jovencita.
- ¿Y el chico le corresponde?
- Completamente.
- Entonces, aconseja a tu amiga que pelee con
todas sus fuerzas para mantener esa relación. El amor auténtico no se encuentra
tan fácilmente y cuando se tiene la inmensa fortuna de hallarlo hay que hacer
lo posible y lo imposible para conservarlo. Que se enfrente a sus padres y al
mundo si es necesario, pero que no ceda. El amor no se mantiene sin más, hay
que luchar para que siga vivo.