Grandal, sigue dándole vueltas a cómo romper
con Chelo, pero no encuentra el modo de hacerlo sin herir a la mujer, algo que
de ninguna manera pretende. Son muchos años juntos y aún le sigue teniendo
cariño. Por eso el lunes no lleva a los Sacapuntas las conclusiones obtenidas
en la reunión con sus jubilados amigos sobre las seis certezas y una duda. Los
lunes sigue dedicándolos a Chelo, de momento. Es el martes cuando se acerca a
la Brigada de Patrimonio para entregárselas a sus jóvenes colegas.
- Hemos
estado reunidos unos días – Grandal prefiere no precisar el tiempo - en un
exhaustivo debate y aquí tenéis los resultados. No he traído copias para
los tres, pero eso ya es cosa vuestra.
- Gracias, una vez más, comisario. Tu colaboración y la de tus viejales
es siempre bienvenida – Que el agradecimiento lo exprese Bernal es signo de
cuánto han cambiado las relaciones entre el trío de policías y el cuarteto de
colaboradores externos.
- Quiero que sepas, Jacinto, que fue Michel quien sugirió que te
llamáramos para ver si salíamos del enésimo impasse en el que nos habíamos
metido – explica Atienza -. Y ahora, si tienes tiempo, me gustaría que te
quedases para que, tras la lectura de vuestras conclusiones, puedas aclararnos
las posibles dudas que pudiesen surgir.
- Primero, quiero dar las gracias a vuestro colega galo por haberse
acordado de un policía que ya no ejerce. Luego, recordaros que si algo tenemos
en abundancia los jubilados es tiempo.
- Bien – dice Atienza -. Si os parece, voy a leer en voz alta las conclusiones
de Jacinto y sus amigos y luego ya haremos copias para cada uno. Cuando queráis
intervenir no tengáis reparos en interrumpirme. ¿De acuerdo? - Atienza imposta
la voz y comienza la lectura del documento que les ha entregado Grandal:
1. Algún/algunos miembros de la banda
estaban en Madrid, al menos hasta el asesinato de Romero y su cuñado. Pregunta:
¿seguirán estándolo?
2. Una organización que tiene su sede en Panamá y que parece disponer
de grandes recursos no parece lógico que sea la que ha robado las piezas del
tesoro para venderlas. Pregunta: ¿entonces para qué las robaron?
3. La pista de Panamá, el atracador que conminó a Ponte y el
desconocido que captó a Martínez como cómplice sugieren que los organizadores
pueden ser de nacionalidad/origen colombiano. Algo a comprobar.
4. El hecho de que se haya dado a entender que las piezas robadas eran
copias, cuando parece que no es así, puede suponer alguna clase de acuerdo
entre el gobierno francés y la administración española. Pregunta: ¿Qué clase de
acuerdo y por qué?
5. Es muy probable que la banda tuviera algún cómplice en la dirección
de uno o ambos museos para conocer la fecha del envío. Lo que refuerza la idea
de su poderío económico. No descartar que el o los sobornados fueran mandos
policiales.
6. El poco interés que muestran las autoridades galas y españolas en
la solución del caso da a entender que saben datos, desconocidos por los
investigadores policiales, que inducen a ambas administraciones a una cierta
apatía. Pregunta: ¿Qué saben los gobiernos y por qué lo ocultan a su policía?
Si supiéramos lo que sabe el gobierno, el caso estaría resuelto.
7. Es dudoso que la conexión entre gitanos, chinos y colombianos del
incidente del polígono de Fuenlabrada afecte a la trama del robo, aunque no lo
descartamos al cien por cien.
El inspector de Patrimonio termina la
lectura que ha sido seguida por sus oyentes con suma atención. Nadie le ha
interrumpido, por lo que Atienza pide:
-
Independientemente de que hagamos un análisis más reposado, a bote pronto ¿qué
os ha llamado más la atención de estas conclusiones?
-
Personalmente, lo que más interesante me parece son las preguntas – comenta
Blanchard -. ¿Seguirán estando los atracadores en Madrid? Opino que no, ni en
Madrid ni en España. No sería lógico. Los dos cómplices que dejaron aquí han
sido amortizados. Más sugestiva parece la segunda pregunta: ¿entonces para qué
las robaron? Acepto la teoría de que el robo no tuvo un móvil económico y ese
¿para qué? sigue siendo todo un enigma. Si supiéramos la respuesta, resolver el
caso sería pan comido. Lo mismo digo de la pregunta: ¿qué clase de acuerdo y
por qué? Estamos otra vez ante un posible pacto entre mi gobierno y el vuestro
que complica extraordinariamente la investigación. ¿Y por qué y para qué ese
hipotético pacto? ¿Qué nos ocultan ambos gobiernos? Si encontráramos ese hilo
de Ariadna podríamos llegar hasta el ovillo de la trama. Y la última pregunta,
más de lo mismo: ¿qué datos saben los gobiernos y por qué lo ocultan a sus
policías?
- Eso
último, que los gobiernos sepan algo y que nos lo oculten es lo que más me toca
los cojones – Bernal, como siempre, aludiendo a sus partes viriles -. Porque no
sé vosotros, pero yo estoy convencido de que es así. Entonces, ¿a qué estamos
jugando? No sé, comisario – y se dirige a Grandal – si alguna vez tuviste que
lidiar a un morlaco como éste que cuando sale al ruedo ya está más toreado que
un novillo de los que echan en las capeas.
Grandal, al verse aludido, se siente en la
obligación de responder.
- No creas, Eusebio, que lo
que os está pasando sea una novedad. Es tan antiguo como el chocolate a la
taza. En cuanto los políticos, sean rojos, azules o morados, meten sus narices
en un asunto estrictamente policial embarullan las pistas, ocultan hechos, ponen
palos en las ruedas y terminan jodiéndolo todo. Y es algo contra lo que es
difícil luchar porque al fin y al cabo son los que mandan. También yo me he visto
ante investigaciones así, me he llevado muchos berrinches y me he roto muchos
cuernos sin sacar nada de provecho.
- Ya sé que mal de muchos,
consuelo de tontos – Blanchard apela al socorrido refranero -, pero si os sirve
de algo, en mi país ocurre lo mismo. Cuando los muchachos de la École nationale d'administration, que son los que
cortan el bacalao en mi patria, meten sus delicadas pituitarias en un
caso puedes darlo por perdido o en el supuesto de que lo saques adelante te
costará sangre, sudor y lágrimas.
- O sea, que por enésima vez
estamos ante lo mismo – resume Atienza -, que tenemos más preguntas que
respuestas.
- Es posible – admite Grandal
-, pero estas preguntas se acercan cada vez más a lo que podemos llamar el
núcleo duro del caso. Y ante esa convicción, creo que solo os queda un camino
que recorrer.
- ¿Un camino, qué camino? –
inquiere Bernal muy interesado.
- El más español de todos, el
de coger el toro por los cuernos – Es la críptica respuesta de Grandal.
- Como frase queda tan rotunda
como castiza – afirma Blanchard -, pero si jugamos a la Sibila nos van a dar
las campanadas de la nochevieja del 2020 y seguiremos como estamos.
- Te lo cuento con bolas de
colores, como decía un viejo amigo, - Grandal se pone en plan didáctico -. El
toro es el Gobierno y los cuernos son todas esas preguntas que antes has
glosado.
- ¿Y tú crees, comisario, que
nos va a recibir alguien del Gobierno? No nos van a dejar ni acercarnos. ¡Si
hemos pedido que nos reciba nuestro Director General y nos han echado un
broncazo de tres pares de cojones! – explica un cabreado Bernal -. ¿Sabes que
nos contestaron? Pues que teníamos que seguir los procedimientos establecidos. Así,
ya me dirás tú a que toro le vamos a coger los cuernos, a ninguno.
- Bueno, a grandes males,
grandes remedios. Hace unos días, uno de mis amigos dijo algo a lo que quizá,
solo quizá, tendríais que recurrir. Habló de que en última instancia una jugada
efectiva sería la de hacer llegar al Gobierno el aviso de que la prensa está en
un tris de publicar una serie de reportajes contando las oscuras tramas que se
mueven detrás del robo. Sería algo así como sacudir el nogal a ver cuántas
nueces caen.
- Me parece una gran idea,
comisario, si no fuera porque veo algunos peros – replica Atienza -. ¿Quién le
hace llegar al Gobierno ese aviso? Quien lo hiciera sería triturado en un
santiamén. ¿Qué medios iban a publicar esos reportajes? Porque sería lo primero
que preguntarían. ¿Qué oscuras tramas iba a contar la prensa? Y no sigo, pero
seguro que hay más peros.
- El que quiera peces que se
moje el culo – responde Grandal echando otra vez mano del inabarcable refranero
español.
- Eso mismo decía mi santa
madre – recuerda Banchard – cuando me aconsejaba que para lograr determinadas
metas hay que tomar riesgos y aventurarse.
- Sí pero esos riesgos pueden costarnos
la carrera o algo peor si vienen mal dadas – recuerda Atienza.
- Juan Carlos, el que algo quiere,
algo le cuesta – sentencia Grandal.