"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 14 de septiembre de 2018

69. Veamos que cuentan esos pichones

 
   A pesar de la puntada de Grandal al joven Salazar ironizando sobre lo preguntón que es, el chico todavía tiene una última pregunta que hacerle.
-Perdone, esta es la úrtima: ha hablao usté de la polisía judisiá, ¿qué es lo que hase esa polisía?
-La última respuesta que te doy, chico. La policía judicial tiene por objeto averiguar los delitos que se cometan en su demarcación, practicar las diligencias necesarias para comprobarlos, descubrir a los delincuentes, y recoger todos los efectos, instrumentos o pruebas del delito cuya desaparición corriera peligro, poniéndolos a disposición de la autoridad judicial. Dicho más breve: es la que realiza las actuaciones tendentes a esclarecer los hechos delictivos e informar de todo ello al juez que instruya el caso. Y ahora, muchacho, creo que es hora de recogerse porque mi reloj marca la una y treinta. Buenas noches.
   A todo esto, el médico forense de la comisión judicial ha extendido el certificado médico de defunción por lo que la jueza ordena el levantamiento del cadáver de Francisco Salazar Jiménez. Hecho esto encarga al sargento de la Guardia Civil del pueblo que la unidad que manda actúe de policía judicial en el caso y que si considera que el asunto les sobrepasa pedirá a la Comandancia del Cuerpo en Castellón que les envíe algún o algunos guardias de apoyo y añade:
-No es necesario que le recuerde, sargento, que la obtención de pruebas constituye el principal objetivo de la policía judicial.
   Al suboficial maldita la gracia que le ha hecho la puntualización de la juez pues un mensaje así parece poner en duda su profesionalidad y experiencia, pero con la disciplina propia del Cuerpo se limita a decir:
-Por supuesto, señoría. Y en principio no necesitamos que venga nadie de fuera.
   Nada más hablar la jueza se ha dado cuenta de su falta de tacto y de que posiblemente el suboficial haya podido molestarse por lo que rápidamente rectifica.
-Lo que acabo de decir no es porque dude ni por un momento de su capacidad, en mi corta experiencia he podido comprobar de primera mano lo excelentemente preparados que están los agentes del Cuerpo –y para enmendar su metedura de pata añade-. ¿Ha hecho algunas actuaciones referentes al caso?
   El sargento le detalla lo realizado hasta el momento: ha interrogado al hijo del fallecido y dos de sus números están tomando declaración a los empleados del hostal, así como a todos los huéspedes y demás comensales que estaban cenando. Además, ha ordenado la búsqueda de una camarera que trabaja en la casa y que justamente era la que tenía asignada la habitación que ocupaba el fallecido y que, desde que se ausentó a media tarde del hostal, nadie ha vuelto a verla.
-¿Cree que tiene algo que ver con el caso?
-Sin tomarle declaración no creo nada, señoría. Los apriorismos no son una buena receta en las investigaciones de presuntos hechos delictivos –el suboficial sangra por la herida que le ha ocasionado la falta de tacto de una jueza inexperta y le devuelve la pulla.
  El médico del SAMUR carraspea para hacerse notar antes de dirigirse a la jueza.
-Señoría, si ya no me necesitan debería volverme a Castellón, el turno de mi equipo acabó a las veinticuatro horas y son casi las dos la madrugada; además, todavía nos resta llevar el cadáver al Instituto de Medicina Legal para que realicen la autopsia si el doctor Farnós no decide otra cosa.
-Doctor Farnós –dice la juez dirigiéndose al forense-, ¿necesita algo más de su colega? –ante el gesto negativo del patólogo, la jueza indica al médico de urgencias que pueden irse cuando quieran.
-Emilio –dice la jueza al secretario judicial-, si has terminado el acta creo que podemos volvernos a Castellón –y volviéndose al guardia civil le indica-. Sargento, cualquier cosa que necesite no tiene más que comunicármelo y por favor téngame al corriente de su investigación. Y a propósito, en el supuesto de que el resultado de la autopsia establezca que estamos ante una muerte criminal, ¿qué nombre le va a poner al caso?
-Caso Pradera, señoría -el sargento no lo ha dudado, como si ya lo hubiera pensado.
   La juez hace un gesto de asentimiento, pero no puede más que pensar que el suboficial no se ha estrujado demasiado las meninges para encontrar un nombre para el caso. Los Prados…, la pradera, todo viene trillado. 
   En cuanto parten la ambulancia del SAMUR y la comisión judicial, al sargento todavía le queda un fleco por resolver: la ausencia de fondos de Francisco José para continuar en el hotel del pueblo en el que está hospedado. Busca a la patrona, le cuenta el problema que tiene el chico y le pide que si puede ayudarle. Ante la petición la señora Eulalia se enfrenta a un dilema: por un lado, el fallecimiento de su huésped le deja una habitación disponible para la segunda quincena de agosto, podrá volver a alquilarla en cuestión de horas, y además Martínez, sigue llamándole así, le pagó por adelantado todo el mes con lo que la renta que le puede sacar al cuarto será doble; por otro, sabe que no es honrado quedarse con un dinero tramposamente ganado, pero lo que más pesa en su determinación final es el hecho de que en su negocio tener de cara a la Guardia Civil le puede reportar más beneficios que el dinero que va a obtener realquilando la 16. Por ello su respuesta es la que es:
-Sargento, le voy a ser sincera, a ese chico no le debo nada, ni lo sucedido es mi problema, pero… basta con que usted me lo pida para ponerme a su disposición. El hijo puede quedarse en la habitación de su padre los días que sean precisos, al menos hasta fin de mes.
-Gracias, señora Eulalia, es usted una buena persona –se lo agradece el suboficial.
   Quien no lo agradece nada al contárselo es Francisco José.
-¿Qué me quede en la habitasión de mi papa?, ¿dormir en la cama en la que la ha parmao?, ni soñarlo. ¡Ojú, pues no trae eso mar fario ni na!
   La patrona le insiste, pero el joven se niega en redondo, no se quedará en la habitación 16. Al final, la señora Eulalia encuentra una solución: meterá en esa habitación a un matrimonio con un bebé de pocos meses que han contratado la segunda quincena de agosto y que como llegan mañana supone que no sabrán nada del suceso. A Francisco José lo acomoda en el cuarto destinado en principio para la pareja en cuestión.
   Resuelto el problema del joven Salazar, el sargento se reúne con sus dos subordinados que han estado tomando declaración al personal de servicio, así como a los clientes que han estado cenando o tomando una copa en la cafetería del hostal.
-¿Algún dato relevante en las declaraciones? –pregunta el suboficial.
-Nada destacado, mi sargento, aunque tendré que releer con más detenimiento las declaraciones, pero lo dicho: en principio ningún comensal ha visto nada raro –informa el número que ha interrogado a los que han estado cenando.
-Respecto a los empleados, mi sargento, -informa el otro guardia- sí que hay algunas revelaciones interesantes: el chico que atiende la barra ha visto subir a la primera planta a un par de tipos que asegura que no son clientes del hostal, declaración que ha sido corroborada por otra de las empleadas. Ah, y casi todos afirman que Anca Dumitrescu estuvo en la casa como hasta mediada la tarde y hay dos declarantes que aseguran que la vieron salir del hostal en compañía de su novio, un tal Vicente Fabregat, y de una mujer desconocida. Y añaden que el novio llevaba un bulto del tamaño de una maleta pequeña envuelto en una toalla.
-Bien…-el sargento mira su reloj- ¡Coño, las tres de la madrugada! Es hora de recogerse. Todo eso lo analizaremos mañana a primera hora. A las ocho reunión en mi despacho. Vámonos.
   Cuando los tres guardias civiles llegan a la casa-cuartel de Torreblanca la intención que tenía el suboficial de recogerse se esfuma. Al recibir el parte de novedades la primera información es que han encontrado a Anca Dumitrescu, residente en el pueblo, que estaba acompañada por quien dice ser su novio, Vicente Fabregat, natural y vecino de Torreblanca, y por una mujer que ha sido identificada como Rocío Molina, natural de Trebujena, provincia de Cádiz, avecindada en Sevilla y que actualmente se aloja en un hotel de Alcossebre. Tienen al trío en el cuarto de interrogatorios a la espera de lo que decida el comandante del puesto. El suboficial suspira: le acaban de chafar el resto de la noche. Pasa un momento por su casa en el propio cuartel para ver si su mujer le espera levantada, afortunadamente está dormida, y da un beso a sus dos pequeños que también están en el mejor de los sueños. Se echa agua a la cara para despejarse y se dirige a las oficinas del cuartelillo. Antes de interrogar a los tres retenidos pregunta al agente que los ha localizado.
-Cuéntame, Braulio.
-Primero fui al domicilio de la llamada Anca Dumitrescu que vive en la calle del Progrés, 98, 2º, B. Preguntados sus padres declaran que su hija debería estar en el hostal Los Prados donde trabaja y al ser informados de que no está allí dicen desconocer dónde puede encontrarse, aunque la madre agrega que quizá pueda estar en casa de su novio, Vicente Fabregat, y que a veces también suelen estar en un almacén que tiene la familia del precitado en la calle Llaurador, 81. Personado en el domicilio de Fabregat, sus padres afirman no haber visto a su hijo desde mediodía ni tampoco a la …, han usado un palabra malsonante para denominar a la tal Anca. En el almacén citado, después de repetidos golpes en la puerta y haberme identificado como guardia civil, Fabregat ha abierto y allí estaba Anca Dumitrescu, acompañada de Rocío Molina. Estaban intentando taladrar un maletín metálico que la llamada Molina afirma ser propiedad de su novio, el difunto Salazar. Puesto que no he podido comunicarme contigo, mi sargento, he pedido a los tres sujetos que me acompañaran al cuartel y que trajeran el maletín mencionado. Fin del informe, mi sargento.
- Veamos que cuentan esos pichones.

PD.- Hasta el próximo viernes