"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 14 de octubre de 2022

Libro III. Episodio 166. Un abogado de Llerena

 

   La petición de dinero a Galiana para comprar el Ford modelo T no sale como Julio esperaba.

   -Carreño, te podría prestarlo, pero me lo pides en el peor momento. ¿Te acuerdas de mi hijo Fernando?, el qué es algo mayor que tu Álvaro. Pues no sé si sabes que quería ser ingeniero de Caminos. Lo envié a Madrid y se tiró dos años preparando el ingreso, cosa que no logró. Luego me dijo que sería mejor entrar en la Escuela de Ingenieros Industriales, donde al parecer el ingreso es más fácil, pero tampoco lo consiguió. Total, que se ha tirado tres años y pico en la capital y se ha vuelto con el rabo entre las piernas. Ahora tendrá que conformarse con ser comerciante como su padre. Y el dinero que tengo lo voy a necesitar para ponerle al chico una tienda, cuando sepa qué clase de comercio quiere. Si no fuera por eso, te lo prestaría.

   Julio termina donde acaban todos los que necesitan dinero y no encuentran quien les fíe. Se va a ver al tío Bronchales, el prestamista para el que trabajó su madre llevándole la contabilidad. Sabe que los intereses le crujirán, pero no ve otra salida. Indaga donde localizarle y resulta que el usurero falleció hace algunos años, pero que ahora el negocio lo lleva una hija suya llamada Adelina. Bueno, se dice, vamos a ver si Adelina no es tan exigente como lo fue su padre.

   En el ínterin, Julio ha terminado comprando la radio para contentar a su esposa, y el aparato ha venido a poner una nota de animación en el hogar de los Carreño, sobre todo para Paca y los niños más chicos, que son los que están todo el día en casa. La mucama ha aprendido en un pispás a manejar el aparato y localizar en que número del dial están sus emisoras favoritas. Lo que más escucha son los programas de flamenco, coplas y zarzuelas. Cuando ponen los informativos cambia enseguida de emisora, le aburren; en cambio, los noticiarios son los programas que más oye Julia. Así es como se entera que, debido a la popularidad que le ha dado a Primo de Rivera el éxito de la campaña de África, le induce a dar un paso adelante en la continuidad del régimen: devolver el ejército a los cuarteles y emprender una fase civil; dicha fase pronto es conocida como Directorio civil, y tiene el propósito de estabilizar el régimen. En diciembre, el dictador constituye su primer gobierno civil, en el que, sin embargo. los puestos clave –Presidencia, Vicepresidencia y Gobernación- se reservan a militares.

   Mientras, Julio continúa con sus gestiones para recabar el préstamo destinado a la compra de su deseado Ford. Se pone en contacto con la hija del difunto Bronchales y se presenta como hijo de Pilar Lahoz.

   -Sí, sé quién fue su madre. Mi padre la tenía en gran estima –recuerda la mujer.

   -Y ella siempre le estuvo muy agradecida. He venido a verla, Adelina, porque necesito un préstamo. Verá… -y Julio le explica para qué necesita el empréstito, la cifra a la que ascendería y el plazo para saldarlo. Adelina le indica el interés que aplica y el resto de condiciones. El rédito que exige la usurera es bastante más alto del que Julio presumía. Intenta que se lo reduzca pero, por mucho que vuelve a recordar los servicios que su madre prestó a su padre, Adelina no rebaja el interés ni un céntimo. Julio está en un tris de echarse atrás pero, en última instancia, piensa que si quiere el Ford no tiene otra opción que cerrar el trato con la usurera. Como sabe que a su mujer lo del empréstito con la prestamista no le gustará ni pizca, decide contarle que es su colega Galiana el que le ha dejado el dinero. ¡Y, por fin!, tras muchos años, puede cumplir un viejo sueño: ser propietario de un Ford modelo T.

   Entre tanto, en Madrid, Pilar ha puesto notas en los tablones de anuncios de varias facultades y escuelas técnicas de que busca una chica para compartir piso. Empieza a recibir respuestas que va rechazando porque las peticionarias no se ajustan al perfil que busca, hasta que se topa con una muchacha que acaba de llegar a Madrid a cursar los estudios de perito agrícola, carrera bastante insólita para una mujer, se dice. La candidata a compañera de piso, que responde al nombre de Fuensanta, parece ser lo bastante seria, estudiosa y retraída para que no incordie. Casi se podría decir que es el envés de Pilar, que la admite como compañera cuando la jovencita acepta sus condiciones: Pilar será la que guisará, pues cada vez le gusta más la cocina, pero del resto de tareas domésticas se encargará Fuensanta, que además no deberá llevar a casa ni a condiscípulos ni amigos ni conocidos.

   -Y Fuensanta, ¿qué clase de nombre es?, nunca lo había oído.

   -Soy murciana y en Murcia es un nombre muy frecuente porque la Virgen de la Fuensanta es la patrona de la ciudad. Su fiesta se celebra el domingo siguiente al 8 de septiembre, fecha en que se peregrina a su santuario que preside toda la vega del Segura.

   -¿Y un perito agrícola a qué se dedica?

   -Entre otras muchas cosas, a la dirección, gestión y asesoramiento de explotaciones pecuarias y agropecuarias, así como al mantenimiento y uso de maquinaria agrícola, planificación y gestión de cultivos, etcétera.

   -¿Y eso tiene futuro?

   -En mi caso sí, porque mi familia es propietaria de muchas fincas.

   Desde San Fernando, Álvaro sigue mandando sus cartas semanales en las que cuenta su vida en la Escuela Naval Militar. En la última les relata algunas de las novatadas que, aunque oficialmente están prohibidas, los guardiamarinas gastan a los aspirantes de primer curso. La que gastaron este año no fue muy original: pasear desnudos por el dormitorio, sin alertar al brigadier de guardia, llevando encima de la cabeza el Reglamento de la Escuela y tarareando el himno de la Marina. A uno que se resistió le mandaron subir a la cofa del mástil que se yergue en medio de la explanada delantera de la ENM.

   A Julio, tras la compra del Ford, las cuentas no acaban de cuadrarle, por lo que no cesa de darle vueltas a la idea de cómo obtener más ingresos puesto que, entre los gastos comunes de la casa más los que exigen los estudios de los chicos, el dinero que dan ambas tiendas, más los que aportan los viajes por la región, comienza a no ser suficiente. Y encontrar una nueva fuente de ingresos no es fácil hasta que, un buen día, una conversación que oye al albur a don Mauricio, el abogado de la tertulia del casino, le da la pista de un posible y rentable negocio del que no sabía nada, la minería. Al parecer, Extremadura encierra en su subsuelo más yacimientos minerales de los que imaginaba. Destaca especialmente el pueblo de Azuaga, cuyo pasado minero se remonta a la época romana, aunque fue a finales del siglo XIX cuando la localidad vivió su máximo periodo de esplendor por la gran cantidad de yacimientos existentes, especialmente los dedicados al mineral de plomo. Además, la región cuenta con abundantes yacimientos de wolframio y hay minas de plata, cobre, zinc, litio y una buena muestra de las llamadas tierras raras.

   Julio se interesa por la minería porque su olfato de comerciante le indica que ahí puede haber un suculento negocio, solo falta que alguien tenga el arresto y el capital necesario para explotarlo. Pregunta a los compañeros de tertulia más ilustrados sobre el tema minero, pero ni el doctor Lavilla ni el comandante Liaño ni don Romualdo saben del asunto. Termina preguntando a don Mauricio, a quien no se ha dirigido pues no le merece demasiada confianza, si sabe quién le puede informar sobre la riqueza minera de la región.

   -Tengo un compañero de facultad que está colegiado en Badajoz y representa a compañías mineras. Se llama José María del Castillo, Josemari para los íntimos. ¿Le necesita para algo? Si es un asunto de Derecho me tiene a su disposición.

   -Gracias, don Mauricio, pero no. Lo que me interesa conocer es el estado de la minería extremeña.

   -Pues para hablar con él tendrá que ir a Llerena, que es donde tiene el bufete. Lo que voy a hacer es darle mi tarjeta para que le sirva de carta de presentación. Es hombre muy ocupado –y sacando una de sus tarjetas escribe en el dorso: El dador, Julio Carreño, es buen amigo y un respetable comerciante placentino.

   Julio, pese a sus muchos viajes, no ha estado nunca en Llerena, a pesar de que es la capital de  la comarca de la Campiña Sur. Decidido a saber más sobre la minería de la región y sus posibilidades de explotación, se desplaza hasta Llerena y pregunta por el bufete de don José María del Castillo. El primer paisano que aborda le da la dirección.

   -Se refiere a don Josemari, ¿verdad?, vive en la calle Zapatería, al lado del Palacio Prioral. No tiene pérdida, es la casona más grande.

   El domicilio de don Josemari, como le ha llamado el paisano, es un viejo caserón que necesita algo más que una mano de pintura para parecer una vivienda habitable. Las grietas, los desconchones, las paredes cuarteadas aquí y allá…, todo da impresión de decadencia. Julio llama a la pesada aldaba de hierro de la claveteada puerta y tiene que volver a repetir la llamada porque tardan en abrir. Al fin, aparece una jovencita, casi una chiquilla que, con malos modos, le espeta:

   -Si es vendedor, no queremos na.

   -Vengo a ver a don José María por cuestión de negocios. Tengo una tarjeta para él.

   -Entonses, sígame –y la muchacha conduce a Julio por unos oscuros pasillos solo iluminados cuando pasan junto a una ventana. Tras recorrer algunos tramos, llegan a una saleta en la que solo hay un pequeño diván que conoció mejores tiempos-. Aguarde aquí, voy a avisar al señorito.

   El señorito no tarda mucho. José María del Castillo es hombre menudo y delgado, luce un abundante cabello negro, con alguna que otra cana, y tiene una cara en la que destacan los ojos que, pese a su pequeñez, son vivos y de mirada despierta. Viste un elegante terno pasado de moda.

   -Soy José María del Castillo, letrado del muy ilustre Colegio de Abogados de Badajoz, ¿con quién tengo el gusto de hablar?

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 167. La Bergwerk  Spanisch