"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 11 de agosto de 2015

Capítulo VII. El baile de los estudiantes 7.1. Un barbero muy redicho



   Alfonso Grau se aburre. Su trabajo de veterinario le lleva poco tiempo y en Senillar las diversiones son escasas; lo mismo ocurre con la vida social, por eso ha aceptado encantado la invitación a cenar del matrimonio Gimeno-Sales. Desconoce que la pareja agasaja periódicamente a todos los que en la villa son alguien, es una forma de engrasar las relaciones con los puntales de la comunidad. La cena, para las posibilidades que hay en el pueblo, ha sido exquisita. Se nota la buena mano de la anfitriona, a la que Grau apenas conocía, pero que le ha cautivado tanto por su encanto personal como por la agudeza de su conversación. Tras la cena, y mientras José Vicente y Alfonso saborean un excelente café y paladean una copa de auténtico coñac Barbadillo Gran Reserva, Lola se dedica a tirar de la lengua al joven veterinario. Siempre es útil conocer las opiniones de quienes en el pueblo influyen en algún sector.
- ¿Qué tal te lo pasas, te aburres mucho? La verdad es que el pueblo no ofrece demasiadas posibilidades de esparcimiento a personas de tu clase – comenta Lola.
- A fuer de sincero, admito que algo sí, aunque como los fines de semana me voy a Valencia, eso hace más llevadero el resto de la semana.
- Pues te voy a desvelar un secreto: la mayoría de las jovencitas locales darían lo que fuera para que no te marcharas, pues eso supondría que tendrían alguna posibilidad de entablar amistad contigo Porque supongo que sabrás que eres el soltero más cotizado del pueblo – afirma una sonriente Lola.
- Soltero, sí, pero cotizado no tanto, aunque reconozco que alguna que otra invitación he recibido. La última, para asistir a una especie de baile de gala.
- Ah, debe ser el baile de los estudiantes – precisa Gimeno.
- ¿Estudiantes? ¿Hay muchos en el pueblo?
- Muchos no, solo hay un grupito de chavales que estudian en Albalat o en Valencia y tres o cuatro que son universitarios. Todos ellos forman, por así decirlo, la crema de la sociedad local, al menos por formación y expectativas – explica Gimeno.
- Supongo que esos chicos deben ser de las familias más pudientes – No queda claro si es una pregunta o una afirmación lo que hace Grau.
- No necesariamente – contesta Gimeno, que amplía su respuesta -. Que los muchachos estudien no está ligado únicamente a la situación económica de sus familias, también inciden en ello otros motivos como la propia formación de los padres o la posibilidad de legar un puesto de trabajo a los hijos. Es lo que ocurre con la mayoría de los agricultores que suelen tener una educación muy elemental, cuando no son analfabetos, pero que en su día tendrán la oportunidad de transmitir sus propiedades a los hijos y con ellas una forma de subsistir. ¿Para qué estudiar?, se preguntan. La respuesta casi siempre es la misma: nuestros padres no lo hicieron y bien que se ganaron la vida. En el otro extremo está el caso de los empleados y funcionarios que, generalmente, suelen tener una mayor formación que los labradores, pero que poco van a legar a sus herederos y difícilmente un puesto de trabajo. En ese caso, una buena solución pasa por dar a sus retoños la mejor educación posible y, si es posible, mejor coronarla con un título académico. Referido a los varones, naturalmente.
- ¿Las chicas no cuentan? – vuelve a preguntar Grau.
   Ahora quien contesta es Lola:
- Hasta ahora no contaban, afortunadamente eso empieza a cambiar. Aquí, salvo algún caso aislado, las jóvenes solo asisten a la escuela primaria; se las prepara para ser amas de casa. Aunque algunas de las familias más ricas envían a sus hijas a los colegios de monjas a estudiar cultura general. Los estudios que conducen a la obtención de un título quedan relegados a los chicos. Aunque, como dije, ya hay alguna salvedad como la de Beatriz Villangómez, una muchacha realmente encantadora, que ha estudiado magisterio, claro que en ello ha influido decisivamente el que sus padres también sean maestros.
- Y volviendo al baile de marras, ¿en qué consiste ese baile del que hablabas antes, José Vicente? – inquiere Alfonso.
   Gimeno describe, a grandes rasgos, el contenido del festejo y se permite darle un consejo: - … y ha terminado convirtiéndose en uno de los hitos sociales más importantes. Asistir al baile constituye la piedra de toque del quién es quién. Como dice Lapuerta, que le gusta presumir de su inglés, es el escenario del who is who pueblerino. Si te acercas al mismo, de una sola tacada conocerás los retoños de las mejores familias del pueblo o que, si no lo son, pretenden serlo.
- Gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta, pero dudo que vaya a ir. Y creo que ya es hora de que me retire. Antes permitirme deciros que sois unos anfitriones inmejorables, la cena ha sido deliciosa. Si lo llego a sospechar tendría que haber traído algo más que una bandeja de pasteles. Si hay una siguiente vez, Lola, te prometo que seré más rumboso.
   Lola agradece los cumplidos con una sonrisa y le planta un beso en ambas mejillas, acción que hace exclamar a Alfonso:
- José Vicente, tienes una mujer encantadora, eres un hombre con suerte – y añade dirigiéndose a Lola -, pero si llego a saber que despides a tus invitados de esa manera me hubiese afeitado mejor.
   Lola ríe complacida. José Vicente recoge el último comentario que ha hecho Alfonso y pregunta:
- Ah, pero ¿con el tiempo que llevas en el pueblo sigues afeitándote tú? Hombre, no debes dejarnos mal a los de carrera. Aquí, nos permitimos el lujo de que el barbero venga diariamente a afeitarnos a domicilio. Mira, vas a ir a la barbería de Martín Esteller, que es quien me arregla, y le dices de mi parte que a partir de mañana se pase diariamente por la fonda a la hora que te venga bien.
- ¿Vendrá a afeitarme a casa? ¿No lo considerará una imposición?
- Al contrario, le harás un favor. El barbero que tiene como cliente a profesionales con título aumenta su prestigio personal. Ah, y no te extrañes de su léxico, es de lo más pintoresco que habrás oído en tu vida. El bueno de Martín sabe leer y escribir malamente, pero es muy redicho y le encanta quedarse con las palabras que a veces nos oye y que desconoce. Luego las pronuncia como Dios le da a entender y las utiliza como le da la gana. El resultado es que le da cada patada al diccionario que tiembla el misterio. 
   El descubrimiento del fígaro ha supuesto todo un hallazgo para Grau. Diariamente, con una puntualidad que parece británica, Esteller se presenta en la fonda para afeitarle. Parece ser una de las personas mejor informadas del pueblo, algo así como una especie de agencia local informativa. Alfonso ha descubierto que el fígaro es de los que les gusta dar palique a los parroquianos, y a un tío con una navaja barbera en la mano hay que darle gusto, por eso a veces pregunta lo primero que se le ocurre para darle tema de conversación.
- Martín, usted que conoce tan bien el pueblo, cuénteme quién es quién.
- No le entiendo, don Alfonso.
- Sí, hombre quiénes forman el cogollo de la sociedad local.
- Ah, eso tiene una respuesta muy simple: en el pueblo es alguien quien tiene alguna clase de poder. Verá usted. El cogoyo lo forman tres grupos. El primero, y que tiene más peso, es el de los ricos de toda la vida, poco más de una docena de familias, por ejemplo entre otros están los Arbós, los Betoret, los Vives, los “Peruanos”...
- Espere, espere, ha dicho los peruanos, ¿eso es un apellido o es que son de Perú? – pregunta un tanto sorprendido Grau.
- No señor, no es un apellido, es un apodo. Los llaman así porque un abuelo suyo emigró al Perú y volvió rico. Al abuelo le llamaban el Indiano, pero a sus descendientes empezaron a llamarles los “Peruanos” y con ese remoquete se quedaron. Se cuenta que el Indiano puso una tienda de ultramarinos, abarrotes creo que les llaman allí, en Potosí y vendiendo alimentos a los mineros de la plata se hizo de oro.
- Pero Martín, Potosí está en Bolivia, no en Perú.
- Usté sabe lo mal que suena lo de bolivianano, pues al Indiano le pusieron peruano y con ese remoquete se quedaron sus familiares.
   El rapabarbas retoma su explicación:
- Como le iba diciendo el segundo grupo está formado por los que mandan, como Vives o Gimeno, ahí incluyo al párroco y al cabo de la Guardia Civil. El tercero está formado por los contados endividuos que merecen el respeto del personal por lo que son, por ejemplo don Manuel Lapuerta o usted mismo, es decir la gente de carrera.
- O sea que, si le he entendido bien, hay tres poderes: el económico, el digamos político-jerárquico y el social. Los integrantes de esos grupos son las personas verdaderamente importantes.
- Yo no lo hubiera resumido mejor. Como se nota que es hombre de estudios.
- Supongo que esa clasificación se refiere a los adultos. Ahora le voy a poner en un brete: y referente a la juventud ¿el quién es quién tiene la misma composición?
   El barbero dilata su contestación, no sabe que significa brete, pero desecha preguntarlo y cuando da su repuesta es sorprendentemente equívoca.
- No es lo mismo, la respuesta sería mucho más amb..., no me sale la palabra.
- Quizá quiere decir ambigua
- Equilicuá, eso es.
- ¿Y por qué?
- Se lo tendré que explicar mañana, don Alfonso. Hoy he terminado.