Alfonso Grau se aburre. Su trabajo de veterinario le lleva poco tiempo y
en Senillar las diversiones son escasas; lo mismo ocurre con la vida social,
por eso ha aceptado encantado la invitación a cenar del matrimonio
Gimeno-Sales. Desconoce que la pareja agasaja periódicamente a todos los que en
la villa son alguien, es una forma de engrasar las relaciones con los puntales
de la comunidad. La cena, para las posibilidades que hay en el pueblo, ha sido
exquisita. Se nota la buena mano de la anfitriona, a la que Grau apenas
conocía, pero que le ha cautivado tanto por su encanto personal como por la
agudeza de su conversación. Tras la cena, y mientras José Vicente y Alfonso
saborean un excelente café y paladean una copa de auténtico coñac Barbadillo
Gran Reserva, Lola se dedica a tirar de la lengua al joven veterinario. Siempre
es útil conocer las opiniones de quienes en el pueblo influyen en algún sector.
- ¿Qué tal te lo pasas, te aburres mucho? La
verdad es que el pueblo no ofrece demasiadas posibilidades de esparcimiento a
personas de tu clase – comenta Lola.
- A fuer de sincero, admito que algo sí, aunque
como los fines de semana me voy a Valencia, eso hace más llevadero el resto de
la semana.
- Pues te voy a desvelar un secreto: la
mayoría de las jovencitas locales darían lo que fuera para que no te marcharas,
pues eso supondría que tendrían alguna posibilidad de entablar amistad contigo
Porque supongo que sabrás que eres el soltero más cotizado del pueblo – afirma
una sonriente Lola.
- Soltero, sí, pero cotizado no tanto, aunque
reconozco que alguna que otra invitación he recibido. La última, para asistir a
una especie de baile de gala.
- Ah, debe ser el baile de los estudiantes –
precisa Gimeno.
- ¿Estudiantes? ¿Hay muchos en el pueblo?
- Muchos no, solo hay un grupito de chavales
que estudian en Albalat o en Valencia y tres o cuatro que son universitarios.
Todos ellos forman, por así decirlo, la crema de la sociedad local, al menos
por formación y expectativas – explica Gimeno.
- Supongo que esos chicos deben ser de las
familias más pudientes – No queda claro si es una pregunta o una afirmación lo
que hace Grau.
- No necesariamente – contesta Gimeno, que
amplía su respuesta -. Que los muchachos estudien no está ligado únicamente a
la situación económica de sus familias, también inciden en ello otros motivos
como la propia formación de los padres o la posibilidad de legar un puesto de
trabajo a los hijos. Es lo que ocurre con la mayoría de los agricultores que
suelen tener una educación muy elemental, cuando no son analfabetos, pero que
en su día tendrán la oportunidad de transmitir sus propiedades a los hijos y
con ellas una forma de subsistir. ¿Para qué estudiar?, se preguntan. La
respuesta casi siempre es la misma: nuestros padres no lo hicieron y bien que
se ganaron la vida. En el otro extremo está el caso de los empleados y funcionarios
que, generalmente, suelen tener una mayor formación que los labradores, pero
que poco van a legar a sus herederos y difícilmente un puesto de trabajo. En
ese caso, una buena solución pasa por dar a sus retoños la mejor educación
posible y, si es posible, mejor coronarla con un título académico. Referido a
los varones, naturalmente.
- ¿Las chicas no cuentan? – vuelve a
preguntar Grau.
Ahora quien contesta es Lola:
- Hasta ahora no contaban, afortunadamente
eso empieza a cambiar. Aquí, salvo algún caso aislado, las jóvenes solo asisten
a la escuela primaria; se las prepara para ser amas de casa. Aunque algunas de
las familias más ricas envían a sus hijas a los colegios de monjas a estudiar
cultura general. Los estudios que conducen a la obtención de un título quedan
relegados a los chicos. Aunque, como dije, ya hay alguna salvedad como la de
Beatriz Villangómez, una muchacha realmente encantadora, que ha estudiado
magisterio, claro que en ello ha influido decisivamente el que sus padres
también sean maestros.
- Y volviendo al baile de marras, ¿en qué
consiste ese baile del que hablabas antes, José Vicente? – inquiere Alfonso.
Gimeno describe, a grandes rasgos, el contenido del festejo y se permite
darle un consejo: - … y ha terminado convirtiéndose en uno de los hitos sociales
más importantes. Asistir al baile constituye la piedra de toque del quién es
quién. Como dice Lapuerta, que le gusta presumir de su inglés, es el escenario
del who is who pueblerino. Si te
acercas al mismo, de una sola tacada conocerás los retoños de las mejores
familias del pueblo o que, si no lo son, pretenden serlo.
- Gracias por el consejo. Lo tendré en
cuenta, pero dudo que vaya a ir. Y creo que ya es hora de que me retire. Antes
permitirme deciros que sois unos anfitriones inmejorables, la cena ha sido
deliciosa. Si lo llego a sospechar tendría que haber traído algo más que una
bandeja de pasteles. Si hay una siguiente vez, Lola, te prometo que seré más
rumboso.
Lola
agradece los cumplidos con una sonrisa y le planta un beso en ambas mejillas,
acción que hace exclamar a Alfonso:
- José Vicente, tienes una mujer encantadora,
eres un hombre con suerte – y añade dirigiéndose a Lola -, pero si llego a
saber que despides a tus invitados de esa manera me hubiese afeitado mejor.
Lola
ríe complacida. José Vicente recoge el último comentario que ha hecho Alfonso y
pregunta:
- Ah, pero ¿con el tiempo que llevas en el
pueblo sigues afeitándote tú? Hombre, no debes dejarnos mal a los de carrera.
Aquí, nos permitimos el lujo de que el barbero venga diariamente a afeitarnos a
domicilio. Mira, vas a ir a la barbería de Martín Esteller, que es quien me
arregla, y le dices de mi parte que a partir de mañana se pase diariamente por
la fonda a la hora que te venga bien.
- ¿Vendrá a afeitarme a casa? ¿No lo considerará
una imposición?
- Al contrario, le harás un favor. El barbero
que tiene como cliente a profesionales con título aumenta su prestigio personal.
Ah, y no te extrañes de su léxico, es de lo más pintoresco que habrás oído en
tu vida. El bueno de Martín sabe leer y escribir malamente, pero es muy redicho
y le encanta quedarse con las palabras que a veces nos oye y que desconoce.
Luego las pronuncia como Dios le da a entender y las utiliza como le da la
gana. El resultado es que le da cada patada al diccionario que tiembla el
misterio.
El descubrimiento del fígaro ha supuesto todo
un hallazgo para Grau. Diariamente, con una puntualidad que parece británica,
Esteller se presenta en la fonda para afeitarle. Parece ser una de las personas
mejor informadas del pueblo, algo así como una especie de agencia local
informativa. Alfonso ha descubierto que el fígaro es de los que les gusta dar
palique a los parroquianos, y a un tío con una navaja barbera en la mano hay
que darle gusto, por eso a veces pregunta lo primero que se le ocurre para
darle tema de conversación.
- Martín, usted que conoce tan bien el
pueblo, cuénteme quién es quién.
- No le entiendo, don Alfonso.
- Sí, hombre quiénes forman el cogollo de la
sociedad local.
- Ah, eso tiene una respuesta muy simple: en
el pueblo es alguien quien tiene alguna clase de poder. Verá usted. El cogoyo
lo forman tres grupos. El primero, y que tiene más peso, es el de los ricos de
toda la vida, poco más de una docena de familias, por ejemplo entre otros están
los Arbós, los Betoret, los Vives, los “Peruanos”...
- Espere, espere, ha dicho los peruanos, ¿eso
es un apellido o es que son de Perú? – pregunta un tanto sorprendido Grau.
- No señor, no es un apellido, es un apodo.
Los llaman así porque un abuelo suyo emigró al Perú y volvió rico. Al abuelo le
llamaban el Indiano, pero a sus descendientes empezaron a llamarles los “Peruanos”
y con ese remoquete se quedaron. Se cuenta que el Indiano puso una tienda de
ultramarinos, abarrotes creo que les llaman allí, en Potosí y vendiendo alimentos
a los mineros de la plata se hizo de oro.
- Pero Martín, Potosí está en Bolivia, no en
Perú.
- Usté sabe lo mal que suena lo de bolivianano,
pues al Indiano le pusieron peruano y con ese remoquete se quedaron sus
familiares.
El rapabarbas retoma su explicación:
- Como le iba diciendo el segundo grupo está
formado por los que mandan, como Vives o Gimeno, ahí incluyo al párroco y al
cabo de la Guardia Civil. El tercero está formado por los contados endividuos
que merecen el respeto del personal por lo que son, por ejemplo don Manuel Lapuerta
o usted mismo, es decir la gente de carrera.
- O sea que, si le he entendido bien, hay
tres poderes: el económico, el digamos político-jerárquico y el social. Los
integrantes de esos grupos son las personas verdaderamente importantes.
- Yo no lo hubiera resumido mejor. Como se
nota que es hombre de estudios.
- Supongo que esa clasificación se refiere a
los adultos. Ahora le voy a poner en un brete: y referente a la juventud ¿el
quién es quién tiene la misma composición?
El
barbero dilata su contestación, no sabe que significa brete, pero desecha
preguntarlo y cuando da su repuesta es sorprendentemente equívoca.
- No es lo mismo, la respuesta sería mucho
más amb..., no me sale la palabra.
- Quizá quiere decir ambigua
- Equilicuá, eso es.
- ¿Y por qué?
- Se lo tendré que explicar mañana, don
Alfonso. Hoy he terminado.