"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de junio de 2018

55. Paquito el Chocolatero


   La patrona del hostal se para un momento para coger aire, está sofocada. Entre la calorina que hace en este día agosteño y el ir y venir de los clientes que abarrotan el establecimiento no tiene un segundo para descansar. Para consolarse piensa en el buen dinero que va a ingresar con el puente, pero le puede más el cansancio y se dice que ojalá pudiera hacer realidad aquello de perdono el huevo por el coscorrón. Tras el desahogo sonríe burlándose de sí misma y retoma la tarea de revisar el servicio. Se sorprende al encontrar a Anca, que debería estar preparando las mesas para la cena, inmóvil y con la mirada perdida en Dios sabe dónde. Le extraña porque la joven rumana es diligente y no le hace ascos al trabajo.
-Anca, ¿se puede saber qué te pasa?
   La camarera da un respingo como si despertara en ese momento.
-Nada, estaba pensando.
-Pues no te pago por pensar. Y esas mesas no se van a componer por sí solas. ¿Tienes la regla? –A la dueña le cae bien la joven, es trabajadora y su rotunda arquitectura alegra la vista a los clientes lo que siempre es bueno para el negocio.
-No… -La chica opta por sincerarse, sabe lo cotilla que es su jefa-. Es que tengo problemas con mi novio.
-Tranquila, eso pasa en todos los noviazgos, hay ratos buenos y otros que lo son menos. Al final, ya verás como todo acaba solucionándose. Y ahora, concéntrate en lo que haces. Hoy y mañana tenemos mucho tajo por delante, el martes podrás descansar.
   La joven retoma su tarea con diligencia, pero en cuanto la señora Eulalia desaparece de su vista sigue haciendo el trabajo pero mecánicamente, su cabeza está en otra parte. Hace días que no piensa en otra cosa: su relación con Vicentín. La historia viene de lejos, pero en los últimos tiempos el problema se ha acentuado de manera alarmante. Su novio siempre fue celoso y posesivo, pero lo de este verano supera todas las marcas, tanto que se ha vuelto insoportable. Últimamente está obsesionado con el pobre señor Martínez, precisamente ahora que el dolorido andaluz no está en condiciones de desnudarla como si hizo antes. Sea por su obsesión con Martínez o porque lo de que le puedan poner los cuernos es algo que le vuelve loco, está literalmente insufrible y ha hecho del noviazgo una bronca cotidiana, un continuo torrente de reproches y hasta de vejaciones. El tormento de los celos ha convertido a Vicentín en otra persona: la espía, la controla, la zahiere y en un par de ocasiones hasta le ha levantado la mano. La situación ha llegado a tal extremo que se ha planteado si no sería mejor dejarlo porque es un sinvivir. Hace unos días se lo insinuó a su madre. El resultado es que ahora los reproches se han duplicado: los de su novio y de su progenitora. Ésta no quiere oír hablar de que rompa con uno de los mejores partidos del pueblo. Le ha insistido hasta la saciedad que si quiere ser alguien en Torreblanca, si quiere que la traten como a una verdadera señora el único camino es casarse con el hereu de los Fabregat. Por lo que el último consejo materno ha sido rotundo:
-Hija, capea el temporal como puedas y espera tiempos mejores que seguro que llegarán.
   Pese a la postura de su madre, Anca sigue llena de dudas. Es más, piensa que si tuviera dinero ya lo habría dejado y posiblemente hasta se habría ido de allí porque está del pueblo y de los cotilleos de las chafarderas hasta la coronilla.  
   El otro polo de la pareja está apostado, como suele hacer los días festivos, en la terraza del hostal donde pasa las horas muertas dándole al coñac o a lo que se tercie y de vez en cuando jugándose los cuartos al guiñote, el guiñot en valenciano, un juego de cartas similar al tute y emparentado con otros como la brisca o el arrastrado. Cuando no ve a su novia sirviendo en el comedor o en la terraza, en su cabeza solo anida un pensamiento: “¿Qué estará haciendo esa mala puta? Seguro que está riéndole las gracias al mamón del andaluz. Como me ponga los cuernos, lo juro por…, por mis muertos que le parto la cara a hostias. Y al chulo ese me lo cargo. Vaya si me lo cargo, como me llamo Vicente”. Como todos los fanfarrones trata de armarse de un valor que es dudoso que posea. En esas está cuando alguien le posa una mano en el hombro.
-Vaya, Vicentín, que casualidad, tú por aquí –si el joven no estuviera tan ensimismado en sus obsesiones podría haberse dado cuenta del tonillo irónico de Pedro Ramo-. ¿Cómo están tus padres?
-Hola, Pedro. Bien, mi madre quejándose como siempre, pero bien.
-Ya sabes lo que se dice: mujer enferma, mujer eterna. Al final tu madre nos enterrará a todos. ¿Hoy no tienes partida de guiñot?
-Estoy esperando a mi amigo José Luis.
   El diálogo lo corta Ramo cuando ve llegar a sus amigos del dominó que ya le están llamando.
-Ahí están mis compañeros. Te dejo. Saluda a tus padres de mi parte.
   La partida de los jubilados transcurre como la mayor parte de los días, con las burlas de los ganadores y los mutuos reproches entre la pareja perdedora. La charla postpartida acaba centrándose en la gran cantidad de forasteros que hay en la playa en este puente de la Asunción.
-Pasa igual todos los veranos –comenta Álvarez-, al menos desde que recuerdo. Cómo el día de la Asunción caiga en lunes, martes, jueves o viernes se convierte en el puente con más millones de desplazamientos del año.
-O sea, que solo el miércoles libra que no haya puente –apunta Grandal.
-Y aun así. Ten en cuenta que agosto es el mes de vacaciones por excelencia y una fiesta que se celebra justo en su mitad es un señuelo irresistible para que el personal salga de las ciudades –precisa Álvarez.
-Y qué mejor lugar que irse unos días al mar –añade Ponte.
-Al quince aquí le llaman la Mare de Déu de Agost y era uno de los contados días en que la gente del pueblo bajábamos a bañarnos –rememora Ramo.
-¡No fastidies! ¿Tus paisanos no venían al mar los fines de semana teniéndolo tan cerquita? –pregunta sorprendido Grandal.
-¡Qué va! Cuando yo era un crío, estoy hablando de hace setenta años –recuerda Ramo- bajábamos solo a la playa en días contados: en San Juan, San Jaime, San Pedro, la Virgen del Carmen y la Virgen de Agosto. Lo cierto es que en el pueblo vivíamos de espalda al mar. Lo de veranear y bañarse era considerada una costumbre de señoritos y de gente de la ciudad.
-Oye, Pedro, ¿y este año también saldrá la fanfarria esa de otros años y los que tiran cohetes y petardos? –pregunta Álvarez.
-Supongo que sí. Lo del correfoc es una costumbre muy arraigada. Ya sabéis que a los valencianos lo de la pólvora nos gusta más que a un tonto un lápiz.
-Explícanos que es eso del correfoc -quiere saber Ponte.
-El correfoc, correfuegos en castellano, es una manifestación popular propia de los pueblos del arco mediterráneo en la que un grupo de personas disfrazadas de demonios, o sin disfrazar, desfilan por las calles corriendo, bailando y disparando fuegos artificiales. Hay años que también llevan el toro de fuego que es un armazón metálico, que imita la forma de un toro, sobre el cual se coloca un bastidor con cohetes y petardos. Es transportado por una persona que corre persiguiendo a la gente asustándola con las chispas y buscapiés que va soltando. A ello se une una charanga que alegra el festejo tocando pasodobles y canciones populares.
-Supongo que en el repertorio de la charanga no faltará Paquito el Chocolatero –apunta Álvarez.
   Para Grandal al que, como decían de Napoleón, la música le parece el menos molesto de los ruidos, lo de Paquito el Chocolatero le suena a broma, por eso pregunta:
-¿Qué coño es eso de Paquito el Chocolatero?
   Ramo ve ocasión de lucir su conocimiento de la cultura popular de su tierra y le explica que Paquito el Chocolatero es un pasodoble compuesto en 1937 en Cocentaina, un pueblo alicantino famoso por sus fiestas de Moros y Cristianos, por un músico local llamado Gustavo Pascual. Desde entonces no hay fiesta popular valenciana en que la composición no se toque. Y se ha popularizado de tal forma que según un informe de la Sociedad General de Autores fue la pieza musical más interpretada en vivo durante el año 2007 y la composición española más tocada en el mundo. Todo un fenómeno.
-Y a todo eso, ¿quién coño era el tal Paquito el Chocolatero? –quiere saber Grandal.
-Un cuñado del autor llamado Francisco y de profesión chocolatero al que el músico dedicó su pasodoble.
-O sea, que es más que posible que nadie recuerde quien fue el autor de la música, pero todos saben que existió un tal Paquito chocolatero. Así se escribe la historia -remacha Grandal.
-Eso ha pasado más veces –pontifica Ponte que a veces se pone en plan erudito-. Hay personajes que en su día fueron unos verdaderos quídams, personas absolutamente desconocidas y de poco valer, pero que por el hecho de ser referente de una obra de arte hoy todo el mundo las conoce. Por poner un ejemplo: posiblemente cuando Lisa Gherardini vivió fue conocida por muy poca gente, pero al pintarla Leonardo de Vinci como la Mona Lisa hoy es universalmente conocida.
-Oye, ¿y por qué el correfoc y las charangas no montan su juerga mañana que es el día de la fiesta? –pregunta Grandal.
-Porque en esta tierra decimos que de la festa la vespra –explica Ramo-. Literalmente: de la fiesta, la víspera. Porque es en la víspera cuando se puede celebrar que al día siguiente no hay que trabajar y en cambio habrá alegría, jolgorio y, como dice la gente joven, buen rollo.

PD.- Hasta el próximo viernes
Enlace para quien quiera oír Paquito el Chocolatero. Duración: 3,06 m.
https://www.youtube.com/watch?v=f7JzWQiBx5I