"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 23 de diciembre de 2014

2.4. Si no tienes padrinos no te bautizan



   En el pueblo la iniciativa sobre la creación del coto arrocero levanta expectativas y opiniones para todos los gustos, desde los que consideran que es una locura y que la zona pantanosa solo sirve para criar mosquitos, cazar patos y que algunas ganaderías de reses semibravas pasten en sus cenagosos campos, hasta los que piensan que se trata de una oportunidad que no hay que desperdiciar. En los corrillos de las comadres y en las tertulias de cafés y tabernas el asunto es tema de obligada discusión, tan es así que hasta en la trastienda de la Moda de París se habla del mismo.
- En el pueblo no se habla de otra cosa – comenta Fina -. Incluso en alguna familia ha habido sus más y sus menos, en la mía por ejemplo. Herminio se había encariñado en comprar un campo, pero su padre, después de mucho discutirlo, se lo quitó de la cabeza.
- Pues en mi casa más de lo mismo, tenemos lo del arroz a todas horas – confirma Consuelo, otra de las amigas de Lolita -. Mi padre ha comprado una parcela y está como un crío con zapatos nuevos – y dirigiéndose a Lolita pregunta -. Al final, ¿qué hicisteis vosotras, comprasteis o no?
- A Dios gracias, no. Pude convencer a mi madre de que no nos traería más que problemas – y añade - ¿Sabéis a qué me recuerda lo del coto arrocero? A la gripe, que en cuanto llega contagia a medio mundo. Lo digo porque ayer encontré a la madre de Rafa y tenía un enfado monumental. Me contó que el señor Antonio también ha comprado una finca en la Marina. La señora Maruja no hacía más que repetir: ¿y qué sabe un jefe de estación de arroz y por qué se mete en esos berenjenales? Estaba que se subía por las paredes.
- Ya que hablas de tus futuros suegros, ¿qué novedades nos cuentas de Rafa?
   Es oír la pregunta de Consuelo y a Lolita se le cambia la cara.

   En el café del Porvenir los de las partidas de cartas y del dominó han acabado de jugar y el objeto de los comentarios no podía ser otro que el del nuevo cultivo. Hay opiniones de lo más variado, cuando Martín Esteller, el barbero, plantea un interrogante inédito:
- ¿Sabéis lo que me choca? Que ninguno de los ricachos del pueblo haya adquirido ni una sola parcela, ¿por qué será?
   Sanchís es el primero en recoger el guante que acaba de lanzar el fígaro:
- Puede haber muchos motivos, pero yo los sintetizaría en dos. Como lo del arroz ha sido una iniciativa de Vives y los Arbós no es que se lleven demasiado bien con él, pues ya sabéis lo que ocurre en estos casos: si tu blanco, yo negro. En segundo lugar está el desconocimiento que se tiene sobre ese cultivo y ahí habría que aplicar lo que escribió un poeta: uno de los rasgos más típico del español es que desprecia cuanto ignora.  
- Perdone don José, no quisiera faltarle al respeto – se disculpa Julio Bosch, uno de los que ha comprado una finca grande y que ya siente lo del arroz como algo propio -, pero creo que hay otro motivo tan importante o más que los que cita. El experto que vino no nos ocultó que es un cultivo caro en mano de obra. Si los arroceros vamos a tener que pagar más a los peones porque van a trabajar metidos en el charco, en el resto de cultivos los jornales también subirán y a los que contratan braceros les resultarán más costosos. También por eso los que tienen muchas fincas no se han metido en ese jardín.

   Impensadamente, el desarrollo del coto arrocero se atasca. Cuando todo parecía marchar viento en popa, los enfrentamientos de la política local llevan el proyecto al borde del desastre. Otra vez, la pugna entre el alcalde y el jefe local es la causa del problema. En esta ocasión el motivo parece baladí, casi casi como si de una broma se tratara, pero cualquier excusa es buena en la lucha por el poder, porque en definitiva de eso se trata. Entre las instalaciones necesarias para poner en marcha el nuevo cultivo está la construcción de una red de canales para conducir el agua a los campos y el corazón de esa red es un potente motor que bombeará y distribuirá el líquido por toda la retícula de acequias y canalillos. El motor necesitará un encargado que lo maneje y se encargue de su mantenimiento. Aunque el empleo no es gran cosa, dada la escasez de puestos de trabajo que no sean de braceros son muchos los que aspiran a convertirse en el motorista del arroz y, como ha ocurrido anteriormente en relación con otros puestos, los aspirantes buscan recomendaciones.
   Lo del padrinazgo es una añeja costumbre en el pueblo, tan es así que la gente afirma convencida que el que no tiene padrinos no lo bautizan. Los candidatos a motorista se preocupan de ser respaldados por alguno de los que tienen capacidad para decidir que, debido a la falta de interés por el asunto de los demás poderes fácticos, terminan reducidos a Vives y Gimeno. Al finalizar el proceso de solicitudes, en el que por muy variadas circunstancias van cayendo casi todos los aspirantes iniciales, solo quedan dos candidatos: Arturo Rambla y Eladio Barberá. El primero apadrinado por el jefe local y el segundo por el alcalde. La colisión está servida. En esta ocasión ambos contendientes convierten el enfrentamiento en una cuestión personal, ninguno de los dos quiere dar su brazo a torcer y por mucho que intervienen otras autoridades locales ninguno cede. Llega un momento en que el proyecto se paraliza por algo, aparentemente, tan nimio como no saber quién será el encargado del motor.
   Desde los primeros días del enfrentamiento, Gimeno ha tenido varias veces la tentación de ir a contar a la Jefatura Provincial su pugna con Vives. Pero hay dos circunstancias que lo frenan: una, que hay un nuevo Jefe Provincial, Francisco Javier Municio, y del que según dicen es más político que el anterior; éste no es militar sino abogado del estado. La otra se basa en que es consciente de que no puede hablarle sin tener argumentos, no tanto contra el candidato de Paco sino contra el propio alcalde; el problema es que no se le ocurre ningún alegato que tenga una mínima consistencia. Vives, por su parte, piensa que ha llegado el momento de cargarse a Gimeno, porque considera que con el cambio de Gobernador sale ganando, por eso no está dispuesto a dar su brazo a torcer y lleva el enfrentamiento a sus últimas consecuencias.

   La pugna entre ambas autoridades pronto es la comidilla de los corrillos de las chafarderas. Como en otras ocasiones, el tema también es tocado en la tertulia que Lolita tiene con sus amigas en la trastienda.
- ¿Y qué os parece lo del motorista del arroz? Otra vez se han trabado de cuernos el alcalde y el de la cooperativa – es Consuelo la que ha sacado el tema a colación.
- A mí me parece una ridiculez. Da hasta vergüenza ajena ver hasta dónde puede llegar el orgullo y la testarudez de algunos hombres – opina Fina.
- Yo he oído a mi padre decir que si dos hombres hechos y derechos se enfrentan por ver cuál de sus patrocinados se queda con el puesto, como ahora ocurre, es una prueba más de que en política importa más aplastar al adversario que otra cosa – comenta Beatriz, hija de don Fulgencio Villangómez uno de los maestros del pueblo, que acude a la trastienda los fines de semana para que Lolita le dé clases de francés.
- Tu padre, Bea, tiene más razón que un santo. De Gimeno no me extraña nada, por lo poco que le he tratado ya sabía que es un chisgarabís, pero de Vives no me lo esperaba, le creía con más entidad y sensatez – opina Lolita.
- Y al final, ¿en qué quedará todo? – inquiere Consuelo. 
- Ya puedes imaginarlo: el que mejores padrinos tenga se quedará con el santo y la limosna – concluye sentenciosamente Fina.