"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de agosto de 2017

12. En tránsito hacia la ciudad que fue El semáforo de Europa


   Tal y como habían quedado, el uno de agosto Luis Álvarez recoge a Manolo Ponte en la esquina de Hilarión Eslava con Joaquín María López.
-¿Listo para el viaje? –pregunta Álvarez.
-Listo. ¿Por dónde vas a ir para coger la nacional tres? –quiere saber Ponte.
-Manolo, hace mucho que dejó de ser la nacional tres, ahora se llama la A-3, Autovía del Este o del Mediterráneo –precisa Álvarez antes de contestar a la pregunta formulada-. Había pensado en ir por la M-30, pero mi hijo Nacho me ha recomendado que es mejor tomar los túneles del Manzanares que nos dejarán en el comienzo de la autovía.
-Nunca he sabido porqué a la carretera de Valencia, como antes se le llamaba, pasó a ser la A-3 –comenta Ponte.
-Hombre, Manolo, parece mentira que un tío tan leído como tú no sepas eso. Las antiguas carreteras nacionales radiales que partían de Madrid hacia las ciudades costeras son las que hace años se desdoblaron y se convirtieron en autovías. La primera es la A-1 o Autovía del Norte que enlaza Madrid con San Sebastián, luego la A-2 o Autovía del Nordeste que conecta Madrid con Barcelona, después la A-3 ya citada que une la capital con Valencia, después viene la A-4, Autovía del Sur o de Andalucía que enlaza Madrid con Sevilla, luego la A-5, Autovía del Suroeste o de Extremadura que va de Madrid a Badajoz y finalmente la A-6, Autovía del Noroeste que conecta la capital con La Coruña.
-Que ahora la llaman A Coruña –puntualiza Ponte apabullado por la erudición viaria de su compañero.
-Sí, se empeñaron los nacionalistas gallegos y lo consiguieron, y en efecto ahora se dice A Coruña, pero como yo no soy ni nacionalista ni gallego para mí será siempre La Coruña tal y como nos enseñaron en la escuela –afirma Álvarez.
   A todo eso, ya se han metido en los túneles de la M-30, lo que aprovecha Ponte para dar pie a que su amigo exhiba otra vez sus amplios conocimientos viarios.
-Luis, cuéntame la historia de estos túneles.
-Pues verás, los túneles de la M-30, que es la carretera que constituye el primer anillo vial que circunvala Madrid, son un conjunto de cuatro túneles carreteros en doble tubo. Su longitud total es de algo más de cuarenta y tres kilómetros y forman la mayor red de túneles urbanos de Europa. Comenzaron las obras en 2004 y concluyeron en poco más de tres años. Y no te explico más porque podría contarte mil y una anécdotas de la construcción de esta obra que ha facilitado enormemente la circulación en la capital.
-¿Y cómo sabes tanto de los dichosos túneles?
-Ten en cuenta que para los que trabajábamos en el Canal, una obra de esas proporciones nos ocasionó múltiples quebraderos de cabeza. No puedes ni imaginarte la de cortes de agua, desvíos y nuevas canalizaciones que hubo que hacer. El día que se inauguraron los dichosos túneles respiramos.
   Cuando salen del último tramo del túnel, cogen una desviación que indica A-3 e inmediatamente desembocan en la autovía que muere en Valencia. El tráfico es denso y a la altura de Rivas-Vaciamadrid sufren la primera retención que continúa al llegar a Arganda del Rey y Perales de Tajuña y que solo se aminora a la altura de Villarejo de Salvanés, para finalmente casi diluirse tras pasar Fuentidueña de Tajo último pueblo de la Comunidad de Madrid. Después entran en la provincia de Cuenca en la que muchos de sus pueblos tienen nombres altisonantes en contraste con su exigua población: Villares del Saz, Cervera del Llano, Castillo de Garcimuñoz, Torrubia del Castillo o Atalaya del Cañavate, punto en el que la A-3 enlaza con la Autovía de Alicante.
-¿Dónde prefieres que paremos a almorzar? –pregunta Álvarez.
-Donde quieras, esta ruta la conoces mejor que yo.
-¿Te apetece que comamos en el Parador de Alarcón?    
-La verdad es que no lo conozco y los paradores tienen fama de que se come bien.
-Doy por afirmativa tu ambigua respuesta y vamos a Alarcón. Hay que desviarse unos pocos kilómetros de la autovía, pero vale la pena.
   A la altura de Honrubia toman la salida 166 y se adentran en la estrecha carretera que conduce al pueblo de Alarcón. Álvarez le cuenta a su amigo la historia del parador: el castillo de Alarcón en su origen fue una fortaleza medieval musulmana construida en el siglo VIII y que fue conquistada por el rey castellano Alfonso VIII a fines del siglo XII. El castillo se asienta sobre un promontorio rocoso que mira a  un meandro del río Júcar, cuyas aguas se represan en un cercano paraje formando el embalse de Alarcón. Desde sus almenas se divisa un vasto territorio hasta la linde con la provincia de Valencia. Tras siglos de abandono, en la década de los sesenta el castillo fue restaurado cuidadosamente y convertido en parador de turismo.
-Verás cómo te gustará –concluye Álvarez-. Es un lugar que te traslada a la Edad Media a través de su monumentalidad, de su torre del homenaje y hasta del peñasco en que está enclavado, el Pico de los Hidalgos. Y el propio pueblo de Alarcón, emplazado junto al parador, es un lugar que vale la pena visitarlo, prueba de ello es que ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico por su belleza y armonía.
  A Ponte le gusta el Parador de Alarcón, pero todavía más su cocina. Ambos amigos optan por pedir los platos más típicos de la comarca e intercambiar raciones. Y así prueban el morteruelo conquense, el lomo de orza, la perdiz en escabeche y los duelos y quebrantos. Con este último plato ya no puede Ponte que se excusa:
-Esto de los duelos y quebrantos está muy rico, pero es para estómagos más jóvenes. ¿De qué están hechos?
-Es uno de los platos tradicionales de la cocina manchega. Sus principales ingredientes son huevo revuelto, chorizo y tocino de cerdo entreverado.
-¡Cómo se van a poner mis lípidos! –exclama jocosamente Ponte.
-¿No vas a probar los postres? Lo digo porque tienen un surtido de pastelillos de origen árabe que son la releche.
-No me tientes, Luis. No me cabe nada más.
   Tras el sabroso almuerzo, se toman un par de cafés en el bar del parador para estar más despejados y prosiguen el viaje pasando junto a las Hoces del Río Cabriel, afluente del Júcar, y de las que Álvarez le explica a su copiloto que dicha zona, por su dificultad orográfica y por la existencia de cierto tipo de fauna, retrasó considerablemente la construcción de la autovía. Al poco llegan al embalse de Contreras que represa las aguas de los ríos Cabriel y Guadazón y que constituye la frontera entre la Comunidad de Castilla-La Mancha y la Valenciana.
-¿Cuál es el primer pueblo de la Comunidad Valenciana que cruzaremos? –quiere saber Ponte.
-Utiel y luego viene Requena. Es la comarca vitivinícola más importante de Valencia. Por cierto que desde hace unos años elaboran un cava que es tan bueno como el catalán y bastante más barato.
-Recuerdo que en Iberdrola había un tío que era de un pueblecito al lado de Requena y que, curiosamente, no sabía ni papa de valenciano –rememora Ponte.
-Es natural. Desde Siete Aguas hasta el límite con Cuenca todos los pueblos de la zona son castellanohablantes.
   A medida que se acercan a la ciudad del Turia, el tráfico vuelve a crecer y los vehículos ralentizan su marcha, lo que le permite a Ponte recrearse en el paisaje y fijarse en detalles que a otra velocidad pasarían inadvertidos.
-¿Qué es esa megaconstrucción de la izquierda? –pregunta Ponte.
-Es la antigua Universidad Laboral de Cheste ahora reconvertida en centro educativo creo que de formación profesional –explica Álvarez-. Y cerca está el circuito de carreras en el que se celebra una de las pruebas puntuables para el Campeonato del Mundo de Motociclismo. Y en unos minutos, también a nuestra izquierda, estaremos junto al Aeropuerto de Valencia-Manises, pero que desde la autovía no se ve.
-¿Por dónde entraremos a Valencia?
-No entraremos. Antes de llegar a la ciudad cogeremos la autovía de circunvalación que pasa por encima del nuevo cauce del Turia y que tiene una triple desembocadura: la carretera nacional 340, la Autovía de La Plana y la Autopista del Mediterráneo o AP-7 que vale la pena cogerla, aunque sea de pago, por ser más segura. Mi hijo Nacho coge siempre la Autovía de La Plana y todo por ahorrarse unos euros pues es gratuita. Por cierto, ¿conoces la historia de la circunvalación de Valencia?, ¿no? Verás…
   Y Álvarez le cuenta a su amigo que durante muchos años se podía ir sin pararse en un semáforo desde Berlín a Valencia a través de la red de autopistas y autovías europeas, pero que al llegar a la ciudad levantina se terminaba esa red porque no estaba construida la circunvalación valenciana y para seguir camino hacia el sur había que adentrarse en la ciudad. Por eso irónicamente se le llamaba a Valencia El semáforo de Europa. Ello acabó cuando se construyó lo que se conoció como el by-pass o autovía de circunvalación.
-… y el anglicismo sigue usándose. Mira, ahí cogemos la A-7. En poco más de una horita estaremos en Torreblanca. La playa nos espera.

PD.- Hasta el próximo viernes