En tanto los Sacapuntas vuelven a la Comisaría General
para seguir desgranando los pormenores del “Caso Inca” a su colega francés, el
único testigo del mismo está entregado a su divertimento favorito: jugar al
dominó en compañía de sus amigos. Tras las obligadas tomaduras de pelo a los
perdedores echan su ratito de tertulia en la que se habla de todo un poco. Hoy
se centran en lo que es la noticia de hace muchos días, más bien de muchas
semanas: Cataluña y los devaneos secesionistas de una parte de su nuevo parlament.
- ¿Creéis que serán capaces de conseguirlo? Me refiero a si lograrán ser
independientes – pregunta Álvarez.
- Por mí pueden irse a tomar viento. Me la suda que sean independientes o
que se conviertan en un protectorado de Kazajistán – Grandal no se para en
barras.
- Yo creo que es una barbaridad lo que están haciendo
los de Junts x Sí y la CUP. Cataluña ha sido siempre parte de España y así debe
seguir. En un mundo global, y donde la tendencia es ir a constituir grandes
núcleos sociales, económicos y políticos, es una locura pretender volver a la
Edad Media – opina Ballarín.
- Yo estoy con Amadeo. Si se independizan a las bravas, ¿dónde van a ir los
catalanes fuera de todos los organismos internacionales, incluida la Unión
Europea?, ¿qué van hacer cuándo quieran exportar sus productos y tengan que
pasar por el aro de las aduanas europeas o, en su caso, españolas?, ¿a quién le
venderían sus productos?, ¿sabéis que Cataluña exporta más a Aragón que a
Francia, por poner un solo ejemplo? Lo que se proponen es una insensatez –
concluye Álvarez.
- No solo una insensatez – abunda Ballarín -, también es un ataque directo
a la democracia. Por eso ya hay gente que no les llama independentistas sino
golpistas. Porque lo que pretenden es dar un golpe de estado. El otro día
escuché una entrevista a un expresidente del Tribunal Constitucional que así lo
afirmaba. Y añadía que, por mucho que los secesionistas hablen de democracia,
desde el momento en que no respetan el ordenamiento jurídico dejan de ser
demócratas. Porque el pilar básico de toda democracia es el respeto a la ley.
- Lo que había que hacer era mandarles a la División Acorazada Brunete y
todo se acabaría en un abrir y cerrar de ojos – opina Álvarez.
- No desbarres, Luis, la Brunete ya no existe – replica Grandal.
- Bueno, pues se manda a la Legión – contrarresta Álvarez.
- Hoy has venido de lo más belicoso, eh – comenta con sorna Grandal.
Quien no ha opinado nada hasta el
momento sobre el controvertido asunto es Ponte, por eso Ballarín le anima a
hablar:
- ¿Y tú qué opinas, Manolo?
Ponte se quita las gafas, las
limpia con una gamuza que lleva en la funda y se repantiga en la silla como
para estar más cómodo. Se nota que le encanta que le pregunten sobre la
cuestión del nacionalismo catalán.
- En este caso concreto, la verdad es que no tengo una opinión cerrada.
Creo que la unión de un país debe ser como la de un matrimonio, si las cosas
entre la pareja se ponen mal y están todo el día regañando mejor es que se
separen. El problema es otro cuando solo un cónyuge es el que quiere separarse.
Que es lo que ocurre aquí. Una parte quiere irse sin tener en cuenta los deseos
de la otra, algo que es muy propio del sentir nacionalista. Hay que
tener en cuenta que los nacionalismos, por su propia razón de ser, son siempre
excluyentes. Un nacionalista, de donde sea, es un hombre cuya obsesión es
construir fronteras, marcar límites, poner aduanas, todo para que los demás no
les contaminen. Se entiende que no físicamente, sino en sus sentimientos y
creencias.
- ¿Y eso cómo se compadece con que en Cataluña haya una buena parte de
nacionalistas que se califican de izquierdas? – inquiere Álvarez.
- No hay nacionalismos de izquierda – contesta
rotundo Ponte -. Para la ideología izquierdista; es decir, para los comunistas,
para los socialistas su nación es el mundo. Recordar algunas estrofas de la
Internacional: arriba parias de la
tierra…, el género humano es la
internacional…, agrupémonos todos en
la lucha final, etcétera. Toda la letra del himno trasciende cualquier tipo
de frontera, algo que tanto encandila a los nacionalistas sean de donde fueren.
- Vamos a ver, Manolo, y perdona, pero no estoy
de acuerdo con tus tesis – rebate Álvarez -. ¿Quieres decir que la ideología de
un partido que se llama Izquierda Republicana no es la de un nacionalismo de
izquierdas? Y no digamos los de la CUP que son más rojos que lo era la Pasionaria. Si
esos dos partidos, que son los que sostienen al president Mas, no son de izquierdas yo soy un monje capuchino.
- Pues lo siento, Luis, pero mi respuesta sigue
siendo que no. Todos esos que se autodenominan izquierdistas son, antes que
nada, nacionalistas duros y puros, todos los demás adjetivos que puedan ponerse
son cortinas de humo. No niego que puedan tener veleidades izquierdistas, pero
en ellos prima el sentir nacionalista mucho antes que el ideario socialista o comunista.
Ya expliqué antes porque sostengo que, desde un punto de vista conceptual, la
idea de nacionalismo excluye la de socialismo o la de comunismo. Para un
progresista el mundo se divide entre explotados y explotadores, entre
proletarios y patronos. Para un nacionalista la división es entre ellos y los
demás. Todos los que no sean de los de ellos los excluyen, sean obreros o
capitalistas.
- Vaya, ahora resulta que tenemos en el grupo a todo un filósofo de la
historia – proclama Grandal con su conocida ironía -. Lo que nos faltaba.
Ballarín, que parece muy interesado en las ideas que
expone Ponte, le anima a proseguir:
- A ver, Manolo explícanos tu concepto del nacionalismo con más detalle y
me refiero al nacionalismo en general.
- Que pesaditos estáis con lo de nacionalismo. Si eso es más antiguo que
las gaseosas de bolita y además ese asunto ya aburre hasta las ovejas – se
lamenta Grandal que pasa de todo lo que huela a política.
- No seas plasta, Jacinto, a ti es que no te importa casi nada, pero a Luis
y a mí sí que nos interesa conocer la opinión de Manolo que parece que sabe la
tira sobre el tema – arguye Ballarin.
Ponte, hinchado como un pavo real pues
no es habitual que pidan su opinión, retoma su exposición:
- Nacionalistas son los que sacralizan su tierra, su raza, su lengua,
su historia, su cultura... En fin, aquello que según ellos los hace distintos
de los demás. Su doctrina se basa en que se consideran diferentes y, en el
fondo, mejores que los demás que son todos los que no comulgan con su credo,
casi sería mejor decir que no comulgan con sus sentimientos, porque el
nacionalismo es más un sentimiento que un cuerpo doctrinal. Se parece más a la
religión que a una concepción política. Tiene más que ver con los emociones que
con las razones. Eso es lo que lo hace tan atractivo y al tiempo tan peligroso.
Pretender convencer a un nacionalista con razones, con la lógica, con el
sentido común es empresa tan imposible como intentar que abjuré de su fe un
creyente sincero. Es un tema endiabladamente complicado. Ahora bien, he
leído mucha historia y estoy absolutamente convencido de que el nacionalismo es
una de las mayores lacras de la humanidad. Y no me refiero al nacionalismo
catalán o al español, sino al nacionalismo sin adjetivos, al nacionalismo de
todos los tiempos y latitudes.
- Oye, Manolo – inquiere Álvarez -, ¿y los catalanes que quieren ser
independientes que cosa sacralizan?
- Pues una mezcla de todo: su tierra, en la que incluyen lo que llaman la
Cataluña del Norte en Francia, la Franja de Poniente aragonesa y los llamados Països Catalans, sus tradiciones… , pero
si tuviera que centrarme en un solo elemento…, el becerro de oro de
sacralización de los secesionistas sería la lengua. Han hecho de ella una
especie de fetiche, algo que está por encima de todo. De ahí su obsesión en
blindarla y para preservarla eliminar toda huella posible del castellano.
- Bueno, señores, hasta aquí ha llegado mi paciencia. Sois más
cargantes que las últimas películas de Almodóvar. Me recordáis a esos vejetes
de pueblo que matan las tardes en el casino arreglando los problemas políticos
del mundo mundial. Cuidaros – y dicho esto, Grandal toma las de Villadiego.