"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 23 de julio de 2013

1.19. País de pícaros

   Sergio está desesperado, ya no sabe qué hacer para encontrar trabajo. Ha probado suerte en todos los anuncios que ha visto de se busca, ha preguntado en un montón de comercios, almacenes, bares, restaurantes… y la respuesta ha sido siempre la misma: no hay trabajo o, en el mejor de los casos, vuelva otro día.

   Uno de sus antiguos compañeros de tajo, Felipe, que es hombre tan ingenioso como quimérico le sugiere una de las actividades a la que podría aplicarse para ganar unos euros:
- El otro día oí una conversación que te podría interesar. Un tío, que por lo que decía deduje que era corredor de seguros, contaba que en su compañía están hasta las narices de la gente que pretende estafarles. Y que una de las estafas más corriente es la de quemar la casa para cobrar la correspondiente indemnización. Te lo cuento porque se me ocurre que podrías hacer lo mismo, le prendes fuego a la covacha en la que vives y, hala, a cobrar del seguro. No es que sea muy legal, pero tengo entendido que una aseguradora es como un banco, una cueva de ladrones y, ya sabes, el que roba a un ladrón…
- Me parece muy buena idea, Felipe, sólo hay una pega: ¿de dónde saco la pasta para pagar la prima del seguro?

   En otra ocasión, la sugerencia de Felipe es algo más cruenta, pero no precisa de ninguna clase de inversión.
- Me han dicho que puedes ganar una pequeña fortuna vendiendo un riñón. Como te queda otro puedes seguir viviendo sin ningún problema.
- ¿Estás seguro?
- Lo que te digo. ¿Te acuerdas de Santillana, un delantero centro muy bueno que tuvo el Madrid? Pues bien, descubrieron que sólo tenía un riñón, los médicos recomendaron que se retirara, se quedó en el equipo y saltaba más que ninguno. De hecho los remates de cabeza eran su especialidad. Y todavía hoy sigue jugando en los encuentros de veteranos como si fuera un chaval.
- Bueno, pues será cuestión de pensárselo.
   Cuando le cuenta a Lorena la proposición de Felipe, ésta se revuelve como una pantera en celo.
- Ni hablar. No sé quién está más chiflado, sí Felipe por proponerte majaderías como esa o tú por hacerle caso. La próxima vez que te vuelva a decir lo del riñón le contestas que por qué no se lo quitan a él. ¡No te amola el gilí!

   Otro día la propuesta de Felipe también entraña riesgo, pero puede ser económicamente provechosa.
- A un tío que conozco le atropellaron la suegra. El seguro le dio una buena indemnización. Eso le dio qué pensar. Un día se decidió y en un paso de cebra, cuando el semáforo estaba en naranja, se echó encima de un coche. Le rompieron una pierna, pero se llevó un montón de pasta.
- ¿Así de fácil? ¿El seguro le pagó a pesar de que fue él quien provocó el accidente? No sé si creérmelo, Felipe.
- Lo que yo te diga. Al principio, el seguro se negó a indemnizarle, pero se buscó un abogado y ganó el pleito. Y se llevó sus buenos euros.
- ¿Y si estaba tan pelado como para recurrir a ese método, de dónde sacó el dinero para pagar al abogado?
- Parece que hay picapleitos que sólo te cobran si ganan el caso. Entonces te facturan un porcentaje bastante alto de lo que ha pagado el seguro o el causante del accidente, pero con todo te queda un dinero curioso.
   Lorena se vuelve a pillar un rebote de cuidado cuando se lo cuenta.
- Sergio, no sé qué se ha hecho de tu sentido común. Antes todo lo razonabas, pero desde hace una temporada parece que piensas con el culo. Un coche no sólo te puede partir una pierna o un brazo, también te puede partir la crisma o dejarte inválido para los restos. El día que me eche en cara al gilipollas del Felipe le voy a cantar las cuarenta. Quita, quita.

   Sergio llega a la triste conclusión de que para los pobres no resulta tan fácil lo de ganar dinero sin doblar el espinazo. Tendrá que continuar buscando curro. Paradójicamente es Lorena quien ahora le propone una manera comodona de hacerse con algún dinerillo.
- Hoy me ha soplado Verónica una forma facilona de ganar algo de pasta. Vas a la Cruz Roja a que te saquen sangre. Te dan un bocadillo y diez euros. Y también me ha asegurado que hay una empresa catalana que por un litro de plasma llega a darte más de cincuenta.
- Oye, pues es algo que no se me había ocurrido.
- Y hay más, algo que tú puedes hacer y yo no, dar semen. Creo que pagan mejor que lo de la sangre.
- Eso me da repelús. Tú sabes el mal cuerpo que se te puede poner cada vez que pienses que un hijo tuyo va por ese mundo sin saber que tú eres su padre. Es como si yo te propusiera que hicieras de vientre de alquiler que eso sí que parece que lo pagan a precio de oro.
   La contrapropuesta de Sergio ha dejado a Lorena pensativa.
- Churri, ya que hablas de madres de alquiler pienso que se me está pasando el arroz, ¿por qué no tenemos un crío?
- Reina mora, eres la campeona del oportunismo. No quisiste tenerlo cuando todo nos iba de cara y ahora que estamos sin trabajo, sin casa, sin dinero y con un futuro más negro que el capacho de un carbonero sales con esas.

   Cuando Sergio les cuenta a sus amigos Francisco y Lisardo las diversas ocurrencias que le ha ido sugiriendo su amigo Felipe, ambos jubilados le aconsejan lo mismo que su pareja: que no se meta en esa clase de asuntos puesto que tiene más posibilidades de que le salga el tiro por la culata que de sacar provecho alguno. Al acabar la explicación de la sarta de salidas más o menos ingeniosas como medio de allegar algunos dineros, Francisco retrata la situación con una de sus proverbiales sentencias:
- ¡País de pícaros!