Gimeno ha encontrado en Lolita la persona a la que puede contar sus
dudas y a quien pedir opinión sobre casi todo, incluidas las cuestiones
políticas. Ya metido de lleno en el camino de las confesiones, se sincera con
la joven y ante su pregunta de ¿qué quieres hacer con tu vida? le da cumplida
respuesta: le ha cogido gusto a la política, quiere ser el número uno del
pueblo, quiere ser quién decida también en el Ayuntamiento, para ello ha de ser
alcalde y al mismo tiempo necesita desprenderse de la tutela de los Arbós. Todo
eso para empezar y luego, ¿quién sabe?, dar el salto a un puesto de más
responsabilidad y mayor futuro en el ámbito provincial y al mismo tiempo
mejorar profesionalmente.
- ... y eso es lo que quiero. Otra cosa es
que pueda conseguirlo.
Lolita
no se sorprende demasiado sobre lo que está oyendo. Intuía las ambiciones
políticas de su amigo, pero no creía que tuviera proyectos de futuro tan firmes.
A sus ojos, Gimeno crece, es más maduro y luchador de lo que suponía, por eso
su respuesta es la que es:
- Si pones voluntad y corazón estoy
convencida de que lo conseguirás.
- No digo que no, pero ahora que te he
abierto mi almario, ¿qué opinas? Sobre el problema concreto del proyecto del
desvío.
- En principio, lo del desvío creo que sería
positivo para el pueblo, por tanto opino que no deberías de oponerte. Dicho eso
añadiré que tengo la impresión de que hay muchas más probabilidades de que la
administración rechace la propuesta. El gobierno no tiene un duro, las pocas
divisas que ingresa las tiene que gastar en carburantes y en productos de
primera necesidad. Dudo mucho de que tenga capacidad para invertir en proyectos
que no son prioritarios, como puede ser construir un desvío para un pequeño
pueblo como éste.
- Opino lo mismo, pero en cualquier caso
aunque digan que no, Vives se apuntará el tanto político de que ha sido quien
ha cursado la petición.
- Es cierto y eso habría que contrarrestarlo.
Y antes de que me preguntes cómo, te diré que no lo sé. Es cuestión de
pensarlo. Posiblemente se te ocurrirá la solución antes que a mí.
Deciden continuar la charla al día siguiente, a ver si mientras tanto
encuentran alguna solución a los dilemas políticos que suscita el proyecto del
desvío. Lolita se marcha a su casa excitada. La conversación le ha hecho sentir
sensaciones que creía muertas o, en el mejor de los casos, dormidas. Se siente
más viva, con más ganas de pelea, con hambre de comerse el mundo. La inmersión
que acaba de tener en el escenario de la política real, aunque sea en un
contexto tan modesto como el municipal, le ha sentado maravillosamente. Hasta
siente un cierto cosquilleo en sus partes íntimas como hacía tiempo que no
sentía y lo que le resulta más embarazoso es que nota una ligera humedad en las
mismas. ¡Dios mío, se dice, si ahora va a resultar que vuelvo a la
adolescencia! Debe de ser eso que algunos llaman la erótica del poder, piensa.
Hacía mucho que no se lo pasaba tan bien, desde los añorados días de sus
primeros años con Rafael. El recuerdo le cambia el semblante y su cara adopta,
casi como si fuera un acto reflejo, la máscara de hosquedad y acritud que ha
sido la constante en los últimos tiempos.
Gimeno se queda en el despacho pensando por enésima vez que las mujeres
en general y Lolita en particular son como esos arcones que te encuentras en
los desvanes de la casa de los abuelos llenos de misterios y sorpresas, nunca
sabes que vas a encontrar en ellos. Te puedes topar con una tonta de pomelo
como la niña del tío Braulio, con una tímida discreta y amable como Merceditas
la Estanquera o con una leona, toda energía y astucia, como ha demostrado ser
Lolita. Tener al lado una mujer con ese empuje sería tanto como contar con una
bandera de la Legión o una brigada de panzers:
el éxito al alcance de la mano. ¡Qué lástima que le caiga tan mal como hombre!
Porque es verdad que se han hecho muy amigos, pero nada más. Debe de tener
razón Guillermo, se dice, puede que siga encoñada con el guaperas de Rafael
Blanquer, que será un figurín pero también es tonto de baba, porque ya me dirás
el trueque que ha hecho el fulano: cambiar a una tigresa como Lolita por una
caniche como Pepita, por muchas fincas que vaya a heredar.
Al
día siguiente vuelven a encontrarse. Gimeno es el primero en confesar:
- Te soy sincero, no se me ha ocurrido nada
que sea medianamente potable.
- Algo parecido me ha pasado. Solo un par de
simplezas.
- A ver, cuéntamelas.
- Pues verás. Antes que nada, me reafirmo en
que el desvío es algo bueno para el pueblo, por tanto no deberíamos torpedear
el proyecto allí donde reside la capacidad para llevarlo a cabo; es decir, en
Madrid o, en su caso, en Valencia. Algo distinto es que, tanto si se realiza
como no, podemos utilizar su efecto propagandístico para llevar el agua a
nuestro molino – y ya lanzada en su exposición política, Lolita sigue
argumentando -. ¿Qué habría qué hacer? Si aprueban el proyecto, algo poco
probable, habría que lanzar el rumor de que la construcción del desvío traerá
al pueblo más inconvenientes que soluciones. Problemas del tipo de indemnizaciones
por las expropiaciones, que estarán muy por debajo del valor real de las
fincas, perderán los comercios del centro que ahora se benefician con el
tráfico, etcétera. Y, lo más importante, los rumores a la contra: los únicos
beneficiados serán los de siempre, Vives y sus amigos. Ahí funciona lo que te
dije ayer, lo de los tuertos y los ciegos; es decir, algo tan español como la
envidia.
- Oye, pues para ser una simpleza es de lo
más retorcido y astuto que he escuchado. Si hubieras leído a Maquiavelo no lo
habrías hecho mejor.
- Lo leí.
- Lolita, eres..., eres la caraba, aunque te
tratara mil años seguirías sorprendiéndome. Anoche pensaba en ti; bueno, en lo
que habíamos hablado, y te comparaba mentalmente con un arcón de esos de los
abuelos en los que te encuentras lo que menos podías imaginar. Y en tu caso
todas las sorpresas que deparas son a cual mejor. Si estuvieras de premio en
una tómbola – dice con una amplia sonrisa para paliar la seriedad de su
parrafada anterior – ten por cierto que sería el que me pediría.
- Bueno, ya solo me faltaba eso, que me rifen
en una tómbola – también contesta humorísticamente, pero evidentemente halagada
al detectar que los elogios de su amigo rezuman sinceridad a quintales.
- Bien. Has pensado una sugerencia soberbia
sobre qué hacer si aprueban el proyecto. Ahora, por favor, cajita de las
sorpresas, cuéntame la otra que se le ocurrió a esa cabecita tan
maravillosamente amueblada que tienes.
- Eres incorregible, José Vicente, que forma
de tomarle el pelo a una pobre muchacha como yo, pero te perdono. Pues he
pensado otra simpleza, porque no merece otro calificativo. Si deniegan el
proyecto tendríamos – Sin darse cuenta ya utiliza el plural de primera persona
– que dejar correr el rumor de que la petición ha molestado no solo a los del
Ministerio, sino también a Gobierno Civil, motivo por el cual han situado a
Senillar en la cola de las localidades solicitantes, no solo para futuros
desvíos sino para toda clase de obras públicas. Con lo que Vives y compañía,
quizá sin pretenderlo, han podido hacer un daño irreparable al pueblo.
Gimeno
no puede evitar que se le escape un silbido admirativo.
- Lolita, no tengo palabras, de verdad que no
sé cómo calificarte. Decirte que eres maquiavélica, en su mejor sentido, se
queda corto. El día que decidas meterte en política vas a acabar con todos. No
me importa confesar que, a tu lado, el aficionado soy yo.
- Al final has conseguido que me ponga
colorada – Y sorprendentemente lo está -. Lo de maquiavélica no me pega ni con
cola. Sigo insistiendo que lo más probable es que denieguen la petición. Quizá
te preguntes que de donde saco esa impresión. De la simple lectura de la prensa
diaria y sobre todo de escuchar Radio París.
- Ah, pero ¿sabes francés? Yo lo estudié en
el bachillerato, pero ni lo hablo ni lo entiendo, siempre fui malo para las
lenguas. Y hablando de formación, muchas veces tuve la tentación de
preguntártelo, pero nunca me atreví, creo que, además de la escuela del pueblo,
solo estuviste un par de años en un colegio de monjas cursando cultura general.
Tan pocos estudios no se corresponden con la culturaza que tienes. Yo estudié
más años y no tengo ni la mitad de tus conocimientos. ¿Cómo es posible que
sepas tanto?
- No seas modesto, José Vicente. Sabes mucho
más que yo. Además, no sé tanto como dices, mi bagaje cultural tiene más agujeros
que un queso suizo. Lo que pasa es que he sido, y sigo siendo, una lectora
voraz, leo cuanto cae en mis manos y durante los últimos años he tenido mucho
tiempo libre. Encima tengo buena memoria. Si a todo eso añades que uno de mis
maestros me inculcó una curiosidad enciclopédica y me enseñó a utilizar los
instrumentos para buscar toda suerte de conocimientos, el puzle se completa.
- Lo que cuentas explica las muchas cosas que
sabes, pero no por qué eres tan maquiavélica.