"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de agosto de 2021

Libro II. Episodio 105. La merienda


   El sábado, Julia tiene por la tarde una visita inhabitual. Entra en la tienda una joven de porte distinguido a quien atiende Lupe, pues ella está con otra cliente.

   -Por favor, quiero que me atienda la señorita Manzano –pide la recién llegada.

   -Es que está atendiendo otra clienta –le indica Lupe.

   -No tengo prisa, esperaré.

   En cuanto Julia se acerca a la joven que le está esperando, recuerda su cara como cliente de la sección Pour la femme.

   -¿Podríamos hablar en privado?

   -Por supuesto, sígueme –y la lleva a la trastienda.

   -Ante todo, buenas tardes y perdona que te hable en privado, pero no quiero dar tres cuartos al pregonero. Soy María Isabel Quirós, Maribel para los amigos. Estaba en el grupo del baile del Círculo al que te presentó Juanluis Sotomayor –Julia hace un gesto negativo-. No me extraña que no me recuerdes pues apenas si cruzamos unas palabras. Estoy aquí por encargo de mi hermano Juan José, aunque todos le llaman Juanjo. Creo que bailó contigo varias veces. No sé si le recuerdas, es bastante más alto que yo, pelo castaño, patillas largas y tiene un bigotillo ridículo. Ah y es demasiado charlatán, pero muy simpático.

   La descripción de Maribel genera que Julia haga memoria.

   -Sí, le recuerdo y, en efecto, tienes un hermano que no deja de hablar. Como que estuvo haciéndome un montón de preguntas, más bien parecía un policía o un juez.

   -Es lo que pretende ser algún día, juez. De momento estudia Derecho en Madrid.

   -Bien, ¿y en qué puedo ayudarte María Isabel?

   -Maribel, por favor. Como te he dicho, Juanjo estudia en Madrid y en unos días se le acaban las vacaciones y tendrá que volverse a la capital. Y se ha empeñado en que no quiere irse sin tener la oportunidad de volver a charlar contigo; parece que le impresionaste. El domingo celebramos en casa una merienda y luego tendremos algo de música para bailar. Y vengo a invitarte. Algunos de los asistentes los recordarás cuando les veas porque también estuvieron en el cotillón.

   Julia, aunque no se esperaba la invitación, tiene clara la respuesta: no. El mundo de la gente del Círculo no es el suyo. Y como si le hubiese leído la mente, Maribel se le adelanta.

   -Si no te apetece no vengas, pero me vas a permitir que te pida un favor personal: di que sí porque, si vuelvo a casa con un no por respuesta, Juanjo me va a matar y recaerá sobre tu conciencia la muerte de una inocente. Y hablando en serio, no puedes imaginarte la perra que ha cogido. Te prometo que mi hermano y yo nos ocuparemos personalmente que nadie se ponga impertinente y que te encuentres cómoda. Palabra de honor. Te suplico que aceptes, me harás un gran favor. A los Quirós se nos achacan muchos defectos, algunos quizá sean ciertos, pero una virtud si tenemos: jamás olvidamos un favor.

   El tiempo que lleva tras el mostrador le ha enseñado a Julia a distinguir cuando alguien dice la verdad y cuando miente, y Maribel es de las primeras. Por eso, y aunque la idea de volver a mezclarse con la patulea de los burgueses y aristócratas del Círculo sigue sin hacerle ninguna gracia, accede.

   -Si una clienta como tú me pide algo y encima por favor no puedo negarme. Dile a tu hermano que asistiré. Un par de preguntas: dime a que hora, y si tengo que ponerme como un pincel o vale la ropa de los domingos.

   -Gracias, Julia. Te debo una. Sobre la hora no te preocupes, Juanjo, y uno de sus amigos, irán a tu casa a recogerte, si no te parece mal, para que vayas acompañada. En cuanto a la vestimenta, no te emperifolles demasiado, vale la ropa de los domingos, así es como iremos las demás.

   -¿Sabes dónde vivo?

   -Sí, en casa de doña Pilar Lahoz, la maestra. Bien, hasta el domingo y otra vez gracias.

   En cuanto la joven sale, Lupe pregunta:

   -Esa es una Quirós, ¿verdad? No sé si sabes que su familia es una de las más ricas de la ciudad. Tienen cuartos y orgullo pa dar y tomar. ¿Y qué quería decirte esa estirá que los demás no podamos oír?

   Julia no responde, está pensando que la invitación que acaba de hacerle Maribel tiene su aquél, y a decir verdad le ha sorprendido. No creía que su paso por el baile del Círculo hubiera dejado alguna huella, pero parece que sí. Evoca a Juanjo, pero no recuerda que dijese o hiciese algo que fuese especial. Sí recuerda, como ha comentado su hermana, que se mostró muy parlanchín y dicharachero y que bailaba francamente bien, pero poco más. Bueno, se dice, iré a la merienda, supongo que bailaré algunas piezas y colorín colorao este cuento se ha acabao, porque como Juanjo se vuelve a los Madriles no me va a dar más lata. Y se olvida del caso. En su lugar, dedica su atención a Julio al que no ha vuelto a ver desde aquella declaración tan sorprendente como atípica. Y salvo la nota que le envió posteriormente pidiéndole disculpas por lo del plazo, no ha vuelto a saber nada de él. ¿Qué hago, cómo le trato?, ¿cómo si no hubiese pasado nada y todo fuera como antes de declararse?, se pregunta. Y él, ¿qué hará, se pondrá en plan de pretendiente despechado, de enamorado apasionado o me tratará como siempre ha hecho? Como no tiene respuesta para ninguno de los interrogantes, decide lo que siempre le aconseja Pilar: esperar y ver, o paciencia y barajar, que es otro de los dichos que usa la maestra.

   El domingo, sobre poco antes de las doce, aparece Julio en casa de su madre. Lleva un ramo de flores para Pilar y un rosa blanca para Julia.

   -Buenos días, ¿cómo están las dos mujeres más encantadoras de la ciudad? –Les entrega las flores al tiempo que deposita un leve beso en la mejilla de cada una-. Vengo a acompañaros a misa y luego espero que aceptéis mi invitación para comer en el restorán de cocina francesa que tanto le gusta a Julia.

   Durante el almuerzo, Julio se comporta como si entre la joven y él nada hubiese pasado, conducta que la muchacha recibe complacida. Es mucho mejor así, menos violento, se dice ella. Como el mañego les ha estado contando su paso por Madrid y Barcelona y su estancia en Mallorca, la sobremesa se alarga hasta casi las cinco, hora en que vuelven a casa. Al poco llega Etelvina y, en cuanto aparece, Pilar saca el tablero y los cubiletes del parchís puesto que ya son cuatro.

   -Lo siento, Pilar, pero no cuenten conmigo, he quedado –les avisa Julia.

   -También yo tengo una reunión con unos amigos –la secunda Julio, aunque tal reunión no existe.

   En esas, suena la aldaba de la entrada y Julio se adelanta para ver quién llama. Ante su sorpresa, los que están ante el dintel son dos jóvenes bien trajeados.

   -Buenas tardes, soy Juanjo Quirós y me acompaña Manolo del Pino. Hemos venido a recoger a la señorita Julia Manzano. Por favor, dígale que la esperamos.

   -Pasar y esperar aquí, ahora se lo digo a Julia –El mañego está molesto porque los recién llegados le hablen de usted. Tampoco nos debemos llevar tantos años, se dice.

   -Julia, dos caballeretes preguntan por ti.

   Oír eso y ponerse del color de la escarlata es lo mismo.

   -Julio, por favor, diles que en un minuto estoy con ellos –tras lo cual la joven se sube a su habitación. Cuando pasados unos minutos baja, Pilar y Etelvina se dan cuenta de que se ha cambiado de vestido, se ha puesto unos zapatos de tacón, se ha empolvado la cara y se ha retocado los labios.

   -Pilar, voy a casa de los Quirós que me han invitado a merendar. No me espere para cenar, pero a las diez como muy tarde volveré. Hasta la noche.

   Tras la marcha de la joven, Julio no puede contenerse y pregunta:

   -¿Y estos son los nuevos amigos de Julia?, ¿es que ahora se codea con la flor y nata de la sociedad placentina? –Julio sabe que tanto los Quirós como los del Pino son dos de las familias de mayor abolengo de la ciudad.

   -No me había dicho nada –se lamenta Pilar-. ¿Tú conoces a esos chicos? –pregunta a su hijo.

   -Es la primera vez que hablo con ellos, son gente del Círculo y sabes, madre, que en el ambiente de las familias que son parte de la crema ciudadana; es decir, de los ricos de toda la vida no me muevo. El chico Quirós me suena que estudia fuera, en cuanto a del Pino no sé nada de él, solo que es de una familia de terratenientes, gente forrada.

   -Bueno –interviene Etelvina-, si el dicho que afirma que el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija es cierto, Julina ha tenido buen ojo al escoger.

   A Julio el comentario de la comadrona le ha sabido a cuerno quemado y salta como un muelle.

   -¿Julia ha escogido a ese par de lechuguinos?, ¿para merendar, y luego qué? ¿O pensáis que gente de esa casta se va a mezclar con una pueblerina que trabaja de dependienta?

   -Hijo, Julia tiene todo el derecho del mundo a escoger como amigos a quienes le apetezcan. Y según la ley, la de Dios y la de los hombres, todos somos iguales.

   -Sí, pero unos más que otros –y Julio, sin decir adiós, se marcha dando un portazo. Los celos son pésimos compañeros.

   Durante el paseo hasta casa de los Quirós, Juanjo no ha dejado de hablar contándole a Julia anécdotas de la vida estudiantil; en cambio, del Pino no ha despegado la boca. Cuando llegan, el resto de invitados saluda a Julia como si fuera uno de los suyos, pero la chinata cree notar en la mirada de alguna que otra de las chicas que continúan percibiéndola como lo que es, una empleada. No por eso se arruga a lo que le ayudan los hermanos Quirós, que no la dejan de su mano en los primeros instantes, ayudados por el tal Manolo que, aunque continúa sin hablar mucho, no se aparta de ella y está siempre al quite cuando alguien dice o hace algo que pueda molestarla.

   Tras la merienda, Maribel se pone al piano y el callado Manolo desenfunda un violín y, con más voluntad que arte, la música se esparce por el salón. Quien primero invita a bailar a Julia es el anfitrión que, después de la primera pieza, galantemente cede la vez al resto de invitados varones. La chinata baila con todo el que se lo pide y procura mostrarse amable con todos, aunque con unos le cuesta menos que con otros. La tarde discurre sin ninguna incidencia digna de reseñar hasta que…

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 106. ¿Estará de guasa o hablará en serio?