"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 29 de marzo de 2016

Capítulo 3. Unos jubilados que quieren ser algo más 13. ¿Por qué no robaron el tesoro durante el viaje?


   Los inspectores encargados de la investigación del Caso Inca siguen analizando datos y posibles hipótesis sobre el mismo. Blanchard no quiere volver a incurrir otra vez en falta de tacto, pero hay una cuestión que le bulle en mente desde hace varios días y como sus colegas no hacen ninguna mención a ella, al final decide plantearla. Si se molestan será su problema.
- Supongo que uno de los interrogantes que os habréis planteado es porqué el robo se llevó a cabo donde se hizo y no en otra parte. ¿Tenéis alguna teoría o explicación al respecto?
   Bernal y Atienza se miran. El miembro de la Brigada de Patrimonio se encoge de hombros y con la barbilla señala a su compañero. Bernal recoge el guante.
- Naturalmente, y es uno de los aspectos que nos tiene más desconcertados. El tesoro ha podido ser robado en el Museo parisino du Quai Branly donde estuvo expuesto, o en cualquiera de los mil doscientos setenta kilómetros que hay entre París y Madrid. ¿Por qué no ha sido así? Las hipótesis que hemos manejado son muchas y variadas, pero ninguna nos convence. Lo primero, como debes saber, es que robar en un museo es posible pero altamente improbable. Las medidas de seguridad tanto tecnológicas como humanas son elevadas y los ladrones correrían muchos riesgos.
- De acuerdo, de acuerdo, pero ¿y qué pasa con el recorrido entre ambas capitales, por qué no lo hicieron en un trayecto tan largo? – vuelve a preguntar Blanchard.
- No tenemos respuesta concreta a ese interrogante – responde Bernal.
- Por lo que atañe a la parte francesa os diré que la empresa contratada para el traslado cuenta con amplia experiencia en esa clase de transportes especiales y tiene fama de seriedad, rigor y solvencia. Nuestros servicios la han investigado a fondo y no han encontrado nada sospechoso – explica Blanchard.
- Por otra parte – ahora quien habla es Atienza -, los traslados de materiales tan valiosos suelen seguir dos pautas: o con una fuerte escolta policial o rodeándolos de un sigilo tan hermético que nadie fuera del personal autorizado, siempre contados individuos y de probada lealtad, sepa fechas, rutas y demás pormenores del viaje. La experiencia ha demostrado, al contrario de lo que cree mucha gente, que el último procedimiento es más seguro que el primero y que, por tanto, es el que utilizó la empresa francesa.
   El inspector parisino piensa que lo del sigilo hermético no se lo enseño su madre. Está claro que estos colegas, se dice, usan un vocabulario muy diferente al que se gastaba la señora Prieto, que en paz descanse, pero van apañados si creen que les voy a preguntar, para eso están los diccionarios. La pregunta que formula es más incisiva:
- Lo que habéis dicho, es tal cual, pero la pregunta sigue siendo la misma, ¿por qué el robo se cometió ante el museo y no en otra parte?
- Creemos – vuelve a intervenir Atienza - que el hecho de que el delito se perpetrara delante del museo es algo que, pronto o tarde, nos va a ser de gran ayuda en la investigación. ¿Por qué? De momento, no tenemos una respuesta concreta, pero si varias hipótesis que se han traducido en diferentes líneas de investigación. Supuesto A, porque era alguien del personal del museo quien les facilitó la fecha de la llegada del furgón. B, no sabían la fecha de llegada, pero sí que el tesoro sería devuelto a su lugar de origen, solo tenían que esperar. C, porque no pudieron hacerlo en el trayecto, que quizá desconocían, pero si el punto de arribo. D, porque robar durante el viaje era problemático puesto que el furgón llevaba un GPS que enviaba su señal a la gendarmería, en territorio francés, y a la Guardia Civil, en España… En fin, no sigo, pero como verás la mayor parte de esas hipótesis se centran, de una u otra forma, en el museo y, por consiguiente en su personal. Ahí es donde se focalizan nuestras investigaciones.
   El francés no puede reprimirse y vuelve a poner el dedo en la llaga:
- Investigaciones que, por ahora, no han cristalizado en nada concreto.
   Atienza, no contesta, vuelve a encogerse de hombros en un gesto que le caracteriza. Bernal mira al gabacho con ganas de darle una patada en salva sea la parte, pero por aquello de la cooperación entre países vecinos y amigos se contiene.
   Curiosamente, una disquisición parecida a la que mantienen los inspectores encargados del caso es el motivo de la charla que sostienen los cuatro jubilados que, debido a la no querida participación de uno de ellos en el robo, siguen con suma atención todo lo que se publica sobre el caso y hasta se plantean supuestos que no recogen los medios.
- Jacinto, ¿se han planteado tu compañeros porqué el robo se realiza delante del museo y no en cualquier punto del largo recorrido desde París a aquí? – pregunta Ponte que a falta de otras virtudes es uno de los que más se estruja el caletre del grupo.
- Lo han hecho, claro. Es una de las primeras incógnitas que pusieron encima de la mesa, pero sigue siendo eso, una incógnita – responde Grandal.
- Desde luego es raro. Si nos fijamos en las películas, cuando algún cargamento valioso es llevado de una parte a otra la mayoría de los atracos se producen precisamente a lo largo del recorrido. Se cruza un coche delante, otro tapona la salida por atrás, salen los ladrones armados, abren la puerta del furgón con un explosivo plástico y tararí si te vi. Robo efectuado – afirma Ballarín que suele presumir de cinéfilo.
- En la vida real no es así, Amadeo – contraviene Grandal -. Los asaltos a un vehículo en plena ruta no suelen ser tan fáciles como los pintan en el cine, ni mucho menos. Hay que planear el golpe muy bien, contar con gente preparada y hasta tener una pizca de suerte porque los imprevistos que se pueden presentar son innumerables.
- Pues en las pelis… - pretende rebatir Ballarín, pero no puede terminar su argumentación porque Grandal le corta.
- Perdona, Amadeo, pero ya he dicho que una cosa es el cine y otra muy distinta la realidad. En las pelis se abusa de los atracos en la carretera o en una calle porque son escenas de gran plasticidad que dan muy bien en las pantallas. Ten en cuenta que en las películas lo que prima es todo aquello que sea muy cinematográfico, que entre por los ojos, aunque la verdad o la realidad se resientan por ello.
- Lo que dices, Jacinto, es posible que sea tal y como lo explicas, pero no me negarás que sigue siendo un misterio porqué el robo se lleva a cabo aquí, delante de donde paseo a mi nieto, y no en se realizó en París o en cualquier punto del montón de kilómetros que hay entre la capital francesa y este Madrid de nuestros pecados – insiste Ponte.
- De eso no cabe duda, Manolo. El que el atraco se efectuara donde se hizo es una pista cojonuda y daría la paga de jubilata de una semana si tuviera una respuesta, por mínima que fuera, que esclareciera ese misterio.
- Yo tengo algo que decir al respecto – interviene Álvarez que hasta el momento ha estado más callado que un muerto -. Veréis, lo descubrí hace un par de días, pero hasta este momento no había tenido ocasión de contarlo. Como sabéis, me gusta navegar por la red, pues bien hace dos, mejor dicho tres días, entré en una web de prensa sudamericana y me topé con la sorpresa de que, al menos, tres periódicos colombianos, exactamente de Bogotá, hablaban del robo del Tesoro Quimbaya. Por lo que he podido ver, se trata de tres importantes rotativos de aquel país: El Tiempo, La República y El Espectador.
- Bueno, no es tan sorpresivo, al fin y al cabo el tesoro es colombiano o, al menos, se encontró en aquellas tierras – puntualiza Grandal.
- Sí, pero la sorpresa saltó cuando leí el contenido – insiste Álvarez -. Alguno de los medios afirmaba que quienes hubiesen robado el tesoro habían cometido un acto de justicia poética. Acusaban a nuestro país de usurpación de unos bienes culturales que no nos pertenecen. Y que el tesoro hubiera sido robado delante del Museo de América hacía más evidente el hecho de que ese centro no era el lugar idóneo para la conservación del tesoro, que donde debía estar era en el Museo del Oro de Bogotá.
- ¿Entonces…? – pregunta Ballarín, dejando la pregunta al aire.
- Entonces, es posible que mis colegas tengan una nueva línea que investigar y que les va a dar muchos quebraderos de cabeza: Colombia, y no precisamente por su prensa o su Gobierno, sino por los colombianos más poderosos y peligrosos, los narcos – sentencia Grandal.