"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 7 de agosto de 2020

Libro II. Episodio 52. Lo que no deja se deja

 

   En la sobremesa de la posada de la villa de Jerte, al preguntar uno de los vendedores trashumantes porque el pueblo tiene tantos edificios nuevos, el posadero lo explica:

   -Las casas nuevas se las debemos a los gabachos de cuando la Guerra de la Independencia. Como los jerteños de entonces se negaron a suministrar bastimentos a las tropas napoleónicas y además las atacaban, en mil ochocientos nueve, y como represalia, los soldados franchutes quemaron el pueblo. Luego hubo que reconstruir las casas de la localidad.

   A la mañana del séptimo día, Julio se pone en camino de vuelta. Ha sido una semana en la que ha aprendido mucho sobre la venta ambulante y sobre el negocio de los productos de droguería, fármacos y artículos de toda índole que acarrea. En cuanto llega a Plasencia lo primero que hace es pasarse por la tienda para informar al Bisojo, darle la recaudación y decirle que tras dejar a la Pelona en su cuadra volverá para pasar cuentas e intercambiar impresiones.

   -No tengas prisa, chico, que no me voy a ir a ningún lao. Lo que debes hacer en cuanto dejes el carro y la mula es irte a tu casa, darle un beso a tu señora madre, asearte, ponerte ropa limpia, comer algo caliente y mañana, sin prisas, te pasas por aquí.

   Siguiendo el consejo del patrón, llegado a casa Julio se mete, tal y como vino al mundo, en el pilón que hay en el patiecillo, se quita el polvo y la mugre de siete días de viaje, se pone ropa limpia y se sienta a tomar un vaso de pitarra. Todavía le queda un culo del caldo cuando llega su madre.

   -¡Hijo, que alegría, ya de vuelta! Cuéntame, ¿qué tal ha ido este segundo viaje?

   -Mejor de lo que esperaba, pero ahora solo pienso en comer, tengo un hambre de lobo. En la vuelta no he comido más que unos cachos de pan seco, unas rodajas de embutido y un puñado de cerezas, de las que te he traído un cestillo.

   -¡Las cerezas del Jerte que algún día serán famosas en toda España! Siéntate y descansa mientras preparo la cena y me sigues contando el viaje.

   Julio hace un detallado relato de su periplo a través de ambas orillas del Jerte. Cuando el joven termina, llega el turno de las preguntas de su madre.

   -Globalmente, ¿cómo calificarías el viaje?

   -De positivo, con reparos. Las ventas, con alguna excepción, no han ido mal gracias a que he ido cuando se cobra la cosecha de la cereza y el dinero circula con fluidez. En cuanto a la gente con la que me he cruzado me ha tratado si no amable, sí correctamente –Es decir eso y acordarse de la vecina de Rebollar que no le dejó su pajar para dormir-,… aunque con salvedades. En cuanto a los aspectos negativos, básicamente son dos. Uno que el señor Elías puso en el plan de viaje a pueblos con cortos vecindarios. Al haber poca gente, los clientes también son pocos y por consiguiente son pocas las ventas. El otro es que he traspasado el Jerte un montón de veces para ir a pueblos con unos pocos centenares de vecinos, y en ocasiones he debido desandar lo que ya había andado y eso te hace perder un montón de tiempo.

   -Otra pregunta, ¿qué piensas decirle mañana a tu patrón?

  -Le voy a decir que pienso continuar con el trabajo, que empieza a gustarme, pero que tengo que ganar más. Con el sueldo que me paga ahora más la comisión no voy a ninguna parte, necesitaría una pila de años para ahorrar unos pocos miles de pesetas. Para que siga es imprescindible que o me aumente el sueldo o me suba la comisión. Y mejor, ambas cosas.

   -¿Le vas a proponer cifras concretas? –se interesa la madre.

   -Del sueldo no lo tengo decidido, pero de la comisión sí, tendría que ser al menos el diez por ciento y mejor si fuera el quince.

   -No te lo va a dar –asegura de manera tajante Pilar-. El señor Elías es buena gente, pero también muy tacaño. Además, no tiene experiencia como patrón, tú eres el primer empleado que contrata. Lo que ahora haces tú, antes lo hacía él y cada punto de porcentaje de más que le pidas le va a parecer que se lo robas.

   -Pues lo voy a sentir, pero se quedará sin empleado –afirma Julio muy convencido.

   -No rompas la baraja, hijico. No la rompas, al menos hasta que tengas un as en la manga.

   -O sea, que me pides una vez más que me aguante –exclama, irritado, el joven.

   -No, lo que te aconsejo es que no plantees la propuesta como un trágala, sino de manera que si no acepta tu petición dejes margen para que pueda hacerte una contraoferta. En definitiva, que negocies con él, no que le digas o blanco o negro; el gris es el color que más abunda.

   Al día siguiente del viaje por el Jerte, el Bisojo recibe a Julio con su mejor sonrisa.

   -Chico, no sabes cuánto me alegro de que las ventas hayan ido bien. Ya te dije que después de la cosecha de las cerezas el dinero corre en el valle que da gusto. Cuéntame los detalles.

    Julio le hace un pormenorizado relato de su viaje. Asimismo, le explica que en su opinión habría que hacer algunos cambios en la ruta para próximos viajes. El Bisojo le escucha atentamente, y cuando el mañego termina la exposición le da su opinión.

   -Eso de eliminar los pueblos con poco vecindario me parece bien hasta cierto punto. Quiero decir que borrarlos del to de nuestra lista no es de recibo, pero lo que si podríamos hacer es visitarlos con menos frecuencia. Habría que hacer un calendario marcando las fechas que en esos pueblines corre más el dinero, además de cuando la recogía de las cerezas, cuando las matanzas de los guarros, la época de la venta de los lechales y añojos y cuando celebren la feria anual. ¿Qué te parece?

   -Creo que es un planteamiento muy acertado –Julio está por contentar al Bisojo para que acoja mejor las peticiones que tiene en cartera.

   -¿Algo más que contarme?

  Julio carraspea para aclararse la voz, quiere que suene alta y clara para lo que va a pedir a su patrón.

   -Pues verá, señor Elías, si echa cuentas se habrá percatado de que, sumando el sueldo más la comisión del cinco por ciento, lo que voy a ganar, después de un viaje de siete días por caminos que en muchos casos solo son trochas, es poca cosa…  

   -Lo de poca cosa no es del todo cierto –le ataja el Bisojo-, te vas a llevar un buen dinero teniendo en cuenta que es tu primer trabajo honrao –Lo de honrado lo ha dejado caer con cierta sorna-, y que pa un mozo como tú, soltero y sin compromiso, que vive en casa de su madre y que tiene pocos gastos, no está nada mal. Y lo has ganao sin mancharte las manos ni doblar el espinazo. ¡Cuántos quisieran estar en tu lugar!

   Este cabrón, piensa Julio, que duro es de pelar; no le queda otra que contraargumentar.

   -Tiene usted razón, señor Elías, al menos en parte. Es cierto que es mi primer trabajo desde que volví de la mili, también lo es que vivo con mi madre. Lo de no mancharme las manos no lo es tanto porque en más de una ocasión el carro se quedó atascado en un riachuelo y tuve que remangarme y tirar de azada para poder salir del atolladero. En cuanto a lo de que sigo soltero eso es probable que cambie pronto. Conocí a una chica en Cabezuela –Julio está improvisando sobre la marcha pues lo que va a contar se lo está inventando- que me ha hecho reconsiderar mi soltería. No puede imaginarse lo maja y lo bien plantá que es la moza. Le tiré los tejos y no me hizo ascos. Por lo que he resuelto que voy a empezar a ahorrar porque algún día, posiblemente no muy lejano, pienso casarme. Y con el sueldo más la comisión actual he calculado que voy a tener que trabajar al menos cinco o seis años para tener ahorrado lo suficiente para la boda.

   -Me parece muy bien que sientes la cabeza, ya tienes edad pa ello, pero lo que cuentas no son más que proyectos. Cuando vengas con las amonestaciones hechas por el cura de tu parroquia, entonces hablaremos de subida. Y a lo mejor no te subo solo la comisión, sino también el sueldo. Mientras tanto, dejemos las cosas como están.

   Por mucho que el mañego insiste, el Bisojo no se apea del burro. Julio vuelve a casa con la moral por los suelos. No solo porque su patrón ha rechazado sus peticiones, sino también porque en el último momento no ha tenido el valor suficiente para poner pie en pared y decirle al Bisojo que se busque otro empleado. En cuanto llega a casa su madre le consuela.

   -Creo que has hecho bien en callarte, hijo. Ya te dije que un ultimátum, y más con gente como el señor Elías, no suele dar buen resultado. Ahora bien, lo que debes hacer es no desanimarte, al contrario, que este traspié te sirva como acicate para espolear tu imaginación. Deberías de concentrarte en pensar por qué medios, siempre honestos, puedes incrementar tus ingresos al margen de las limitaciones que te impone el patrón.

   -Eres como mi amigo Chimo, siempre ves la botella medio llena.

   -Ya que citas a tu amigo valenciano, ¿él no se dedica a los negocios?, pues te sugiero que le escribas y le cuentes lo que te ocurre. Si es tan espabilado como lo pintas, quizá tenga algún consejo que darte.

   Julio se olvida por el momento de sus diferencias con el Bisojo y se apresta a preparar su próximo viaje que será por la comarca de La Vera. En la planificación de este viaje es cuando comienza a proyectar planes que no siguen al pie de la letra las órdenes de su patrón. Uno es que no piensa parar en los pueblos más pequeños, por lo que borra de su ruta localidades como Arroyomolinos de la Vera y Pasarón de la Vera, y se queda con las de mayor vecindario. Su madre le ha explicado que los municipios que integran La Vera son muy dependientes de la agricultura, siendo los principales cultivos de la zona el tabaco y el pimiento, sobradamente conocidos en muchas partes del país, y termina afirmando:

   -Dentro del marco de pobreza que caracteriza a Extremadura, La Vera es una comarca bastante rica, gracias especialmente al monopolio del tabaco.

   Julio, aunque no es fumador, sabe que la comercialización del tabaco está regulada por el estado, pero no conoce a fondo en qué consiste lo del monopolio; aunque no es el tabaco la idea que da vueltas por su mente sino lo poco que gana, y vuelve a plantearse la idea de que lo que no deja se deja.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 53. Igual acabo haciendo carrera