"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 10 de diciembre de 2021

Libo III. Episodio 122. La mujer honrada, en casa y…

 

   Ante la confesión de Julia de que tiene que contarle algo que solo sabe su marido, doña Pilar se le adelanta.

   -¿Me dejas que lo adivine?…, vuelves a estar encinta.

   -¿Cómo has lo has adivinado?

   -Porque lo llevas escrito en la frente, ¿no sabías que a la mayoría de mujeres se nos cambia la cara cuándo estamos esperando? ¡Enhorabuena! ¿Para cuándo?

   -Para abril del año que viene, justo poco después de que Pili cumpla dos años.

   -Tres hijos, ¿no son demasiado seguidos?

   -Posiblemente, pero es que tu hijo es muy fogoso.

   -Ya, pero… algo habrás ayudado tú, ¿no? –Es la clásica puya de suegra a nuera. Julia no contesta, pero sorprendentemente se ha ruborizado.

   En eso que aparece gateando Pili y tras ella, con una toalla en la mano, Paca.

   -Se niega que la seque, quiere que lo haga su madre.

   -Ven aquí, mi amor, que mamá te va a secar.

   -Nadie diría que son hermanos –comenta Pilar-, no pueden ser más diferentes.

   -¿Me lo dices o me lo cuentas? A veces le digo en broma a tu hijo que esta niña es como si la hubiésemos encontrado debajo de un puente, es la rebeldía personificada y todavía no ha cumplido los dos años. No quiero ni pensar cómo será cuando se haga mayor.

   -En un mundo de hombres en el que va a vivir, tendrá que pelear mucho para abrirse paso y eso se consigue mejor siendo rebelde que sumisa –sentencia Pilar. De sus dos nietos, quizá porque lleva su nombre o porque es tan rebelde como siempre lo fue ella, la niña es su predilecta y no lo esconde.

   -Ese es uno de los consejos que primero me metiste en la cabeza –recuerda Julia.

   En la barbería de Vicente el Cojo, Julio ojea una revista atrasada -como todas las que hay en el establecimiento- mientras espera su turno. Podría ir a otra donde quizá no tendría que esperar, pero las manos de seda de Vicente manejando la navaja barbera han hecho de él un cliente fijo. Se entretiene leyendo un reportaje sobre la primera llegada al Polo Norte. Los estadounidenses Robert Peary y Matthew Henson organizaron una expedición que partió de Nueva York en marzo de 1908 y un año después Peary y cinco de sus hombres llegaron al Polo. Relee el artículo para quedarse con el mayor número posible de datos porque piensa contarlo a sus compañeros de tertulia cuando esta noche vaya al casino. Para su desilusión, sus contertulios parecen estar mucho más interesados en una noticia, menos impactante pero de ámbito nacional, que trae el Nuevo Diario de Badajoz y que uno de ellos lee en voz alta.

   -En un pueblo de Valencia, Paterna, se ha llevado a cabo el primer vuelo en España de un biplano. El avión recorrió en el aire unos cuarenta metros a la velocidad de sesenta kilómetros hora.

   -¡Qué barbaridad, cuarenta metros y sin apoyarse en nada!

   -Y qué me dices de la velocidad, sesenta kilómetros, eso más o menos es lo que corre tu camioneta, Carreño.

   -Al hombre solo le faltaba eso, poder volar. ¡A dónde hemos llegado! –sentencia otro.

   Poco después de entrar la primavera de 1910, Julia da felizmente a luz al tercero de sus hijos, otro varón, al que en la pila bautismal cristianan con el nombre de Julián, en recuerdo de un primo lejano de Julio.

   -Bueno, ya habéis cumplido, tres críos es un buen número –comenta la abuela materna que ha venido desde Malpartida para el bautizo.

   -Suegra, no hay que poner coto a los designios del Señor –afirma el padre del neófito, no se sabe muy bien si en serio o en broma. Estos van a por la media docena, piensa la otra abuela, que se compadece de su nuera.

   El tercer crío no ha supuesto grandes cambios en el día a día de la familia Carreño-Manzano, aunque sí han debido hacer algunas adaptaciones. Una ha sido que definitivamente Paca se dedique exclusivamente a los niños, pues tres críos de tan corta edad dan mucha guerra. Otra cuestión es que el cabeza de familia debe redoblar sus viajes pues necesita bastantes más ingresos para mantener una familia cada vez más numerosa. Al tener Julio que viajar más a menudo, a Julia no le ha quedado más remedio que ponerse al frente de la tienda casi de forma exclusiva, algo que le resulta agridulce pues se siente como pez en el agua en la droguería, pero le entristece el poco tiempo que puede estar con sus hijos. Cuando sale por la mañana los críos todavía están durmiendo y cuando llega por la tarde están a punto de acostarse.

   Los dos mayores, Álvaro y Pili –lo de Pilarín resultaba demasiado largo-, a pesar de su corta edad, cuatro y dos años, comienzan a dar muestras de su carácter y no se parecen en nada. Álvaro es un niño tranquilo, obediente y cariñoso. Pili es un rabo de lagartija, rebelde y desapegada. El mayor es el predilecto de su padre, la niña la preferida por su madre y su abuela materna. El tercero, Julián, como solo es un bebé, todavía no ha conseguido el favor de ningún adulto, con excepción del de Paca.

   Como Álvaro ya cumplió los cuatro años, y por sugerencia de su abuela materna, los padres han decidido escolarizarlo. Se inclinan por enviarlo a un modesto kindergarten de las

Hermanas Josefinas Trinitarias y al que en el pueblo llaman la escuela de los cagones, en la que los críos no aprenden casi nada, salvo algún que otro rezo y algunas cancioncillas. Le han hecho un babero con rayas azules y el niño acepta con semblante serio lo que para él será estar unas horas -solo hay clase por la mañana- fuera del seno familiar. La que se coge un berrinche de cuidado es su hermanita porque ella también quiere irse con su tato. Es necesario que Julia y Paca desplieguen todo su tacto y paciencia para calmar a la pequeña.

   -Señora –dice Paca-, o mucho me equivoco o esta nos va a salir con el mismo genio que su suegra.

   Tras una serie de reducciones de las condenas de convictos, llevadas a cabo por los sucesivos e inestables gobiernos que caracterizan el reinado de Alfonso XIII, sale de la cárcel de Cáceres el tío Lorenzo el Hurón. Una de sus primeras visitas es para Julio. El droguero no puede ocultar el impacto que le produce ver al antiguo contrabandista con el que llegó a tener un par de negocios al alimón: los alijos de medicinas y tabaco a Portugal. El Hurón ha envejecido malamente, está en los huesos, le faltan la mitad de los dientes y ya no tiene el talante bravucón y zorruno que le caracterizaba.

   -Hombre, tío Lorenzo, un abrazo y que sepa la gran alegría que me produce verle por fin libre. Ya era hora.

   -Gracias, Julino. Sé que lo dices de corazón. Estoy de paso a Valverde y no he querio pasar por Plasencia sin saludarte. Pero, ya ves, estoy hecho una ruina y en la ruina. ¿Podrías prestarme unos cuantos duros, como veinte o treinta? Tengo unos nietecillos a los que no conozco y quería comprarles alguna chuchería pa que tengan buen recuerdo de su abuelo.

   -Cuente con ellos, Lorenzo y si en algo más puedo ayudarle, no tiene más que decirlo.

   -Me contaron en el talego que no has vuelto a pisar la Raya, que te has convertio en un industrial honrao…, y que ties una camioneta, una de las contás de la provincia. ¿Te interesaría hacer algún porte hasta Valverde?

   -Pero, tío Lorenzo, ¡¿va a volver a los alijos?! ¿No ha tenido bastante con los años que ha estado encerrado?

   -¿Y qué voy a hacer si no? Ya soy perro viejo y no tengó edá pa cambiar de oficio. Si no paso la Raya, ¿con qué me voy a ganar el pan? Lo dicho, ¿te interesa hacer algún porte? Me cuentan que en la Raya ahora se ganan más duros que nunca. Y también me han dicho que ya tienes tres criaturas, pa alimentar tres bocas hacen falta muchos cuartos.

   -No, tío Lorenzo, no. La mujer con la que me casé me hizo prometer, poniendo la mano sobre el Evangelio, que jamás volvería a alijar. Y si incumpliera la promesa, y con el genio que se gasta, sería muy capaz de arramblar con los críos y dejarme más solo que el Cristo del Viernes Santo. Lo de la Raya se acabó para mí –Y está a punto de añadir: y debería acabarse para usted, pero se muerde la lengua, no quiere importunar al Hurón.

   Cuando el tío Lorenzo se marcha, Julio le ve partir con una mezcla de lástima y sosiego, va cerrando capítulos de su pasado, algunos de los cuales, como el que representa el Hurón, mejor es olvidarlos. Esa misma tarde, los Carreño tienen otra novedad en la tienda: Lupe, a la que contrataron cuando cerró el Bisojo, cuenta a sus patrones que se va a casar. Casi se había hecho a la idea de quedarse soltera, pero un viudo sin hijos le ha propuesto matrimonio. Se trata de un dependiente de la mercería más antigua de la ciudad, conocida como Casa Boliches. Si en Plasencia necesitas productos de costura, de punto, manualidades, etcétera, tienes que ir donde Boliches.

   -Lupe, no sabes cuánto me alegro. Te deseo lo mejor. ¿Y para cuándo la boda? –quiere saber Julia.

   -En un par de meses. Va a ser una boda discretita con pocos invitados, pero entre los que espero veros. Como Gervasio es viudo, nos casaremos a primera hora, a ver si así nos ahorramos la cencerrada como es costumbre hacérsela a los viudos.

   -Entonces, ¿tendremos que decirte adiós? –pregunta Julio, de quien Lupe nunca fue santo de su devoción.

   -No, no. La primera condición que le puse a Gervasio es que quiero continuar trabajando y me dijo que por él lo que yo quiera.

   -¡Qué suerte tienes, Lupe, te ha tocado un hombre cabal y no el merluzo que tengo por marido! –se lamenta Antonina que no ha perdido ripio de la declaración de su compañera.

   -Pero el Lucilio me prometió que no iba a darte más la lata con lo de que deberías dejar de trabajar. Así quedamos cuando hablé con él –mete baza Julio.

   -Sí, jefe, eso es lo que te dijo, pero desde que estoy embarazada me da la murga la mitad de los días de que, en una familia como Dios manda, el dinero lo debe traer el marido y la mujer donde debe estar es en casa.

   -¿Si quieres que le dé otro toque…? –se ofrece Julio.

   -Gracias, jefe, pero no hace falta. Te dirá que faltaría más, pero en cuanto te des media vuelta volverá con la matraca de siempre.

   -Que anticuado es este país: la mujer honrada, en casa y con la pierna quebrada –sentencia Julia, que añade-. Así nos va.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 123. Hijos, los que Dios quiera darnos