"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de septiembre de 2023

Libro IV. Episodio 15. El último tren

 


En cuanto cuelga el teléfono, Álvaro va a marcharse cuando piensa en un detalle: para ir al ministerio ¿voy de paisano o me pongo uniforme? Si voy de civil maldito el caso que me van a hacer…

   -Paca, ¿alguno de los uniformes que traje de Ferrol está lavado y planchado?

   -Lo están todos.

   -Pues sácame un uniforme de diario que me voy al Ministerio de Marina a ver qué órdenes hay para los oficiales en situación de permiso reglamentario.

Duda entre si coger el metro o ir andando, pero como desde Gran Vía hasta el principio del Paseo del Prado, donde está ubicado el ministerio, debe de haber poco más de una milla, resuelve hacer el trayecto a pie. Antes de llegar a la confluencia de Gran Vía con la calle Alcalá ha comprobado que ha tomado la decisión equivocada, buena parte de los viandantes le miran con mala cara y unos jovenzuelos le han gritado:

   -¿Dónde vas, facha, a juntarte con los fascistas rebeldes?

Al transitar por el centro de la ciudad puede observar la efervescencia que hay en las calles, todo son corrillos de gente hablando de lo mismo: lo que parece ser una sublevación militar. Se ven balcones engalanados con la bandera republicana y hay individuos que llevan un brazal del partido o sindicato al que pertenecen. Y no le pasa inadvertido un detalle: todos los brazaletes son de partidos de izquierdas y de sindicatos, nadie alardea de ser de una formación de derechas. Qué mal me huele esto, piensa.

El Ministerio de Marina es la viva imagen de la confusión. En la puerta de entrada no hay nadie que controle el acceso al edificio y por los pasillos la gente, la mayoría marineros y oficiales aunque también se ven algunos civiles, van y vienen sin que parezca que sepan el rumbo a seguir. En la Sección de Personal le cuesta encontrar alguien que le atienda y cuando, por fin, un nervioso teniente de navío le presta atención su respuesta es deprimente.

   -No tengo ni repajolera idea.

Vuelve a intentarlo entre el ir y venir de oficiales y los incesantes timbrazos de los teléfonos. Se apercibe, pues nadie presta atención a quien tiene al lado, de que muchas de las conversaciones telefónicas son con la estación de radio que la Marina dispone en la Ciudad Lineal. Hasta que en uno de los pasillos se topa con Jaime Torrecilla, a quien conoce de la Escuela Naval, aunque era de unas promociones anteriores a la suya. Álvaro le cuenta a qué ha venido.

   -Mira, chico –le dice Torrecilla-, en estos momentos nadie parece ser capaz de dar una orden. Lo que si te adelanto, por si puede servirte, es que esta madrugada el ministro José Giral ha ordenado que todos los buques de la flota se dirijan hacia la zona del Estrecho para cañonear las posiciones de los sublevados en Marruecos e impedir el paso de cualquier transporte de tropas que intente llegar a la península. Ah, espera, si alguien es capaz de darte una orden será el comandante Corbella. Ve a la segunda planta y pregunta por él, yo no puedo acompañarte. Y que tengas buena mar porque el viento viene racheado.

En la segunda planta, un capitán de corbeta, visiblemente desbordado, le atiende.

   -A sus órdenes, mi comandante, soy el alférez de navío, Álvaro Carreño, destinado en el destructor Velasco, en estos momentos fondeado en Ferrol. Estoy de permiso reglamentario y quiero saber qué debo hacer dadas las actuales circunstancias.

   -Incorporarse inmediatamente a su destino –es la tajante orden del comandante.

A la vuelta, Álvaro se mete en el metro de la estación de Banco de España, pero vuelve a toparse con rostros que le miran y no amistosamente, aunque ahora nadie se mete con él. Se baja en Callao y, al pasar delante de la perfumería donde trabaja Eloísa, entra para despedirse de su hermana. En cuanto llega a casa cuenta a la familia lo que acaban de ordenarle. En un primer momento, su padre trata de disuadirle, pues hay noticias de que en muchas regiones el golpe no ha triunfado.

   -Hijo, no sabes qué te vas a encontrar en Galicia, ¿no sería mejor que esperases unos días a ver si mientras tanto se aclara la situación?

   -Padre, un superior jerárquico me acaba de dar una orden y las Ordenanzas de la Marina disponen que todo oficial ajustará su comportamiento a las características de disciplina, jerarquía y unidad, y con estricto respeto al orden jerárquico militar. Es una orden y solo me cabe una cosa: cumplirla.

Al conocer la noticia de que el tato retorna a su destino, la familia se junta en casa para despedirle. Están todos, excepto Julián y Jesús que están de viaje por los pueblos de la provincia vendiendo medicamentos con una camioneta de alquiler. Pilar se ha quedado en la farmacia, pero ha dicho que en cuanto alguien la releve subirá a despedirse.

   -Alvarito, qué traje vas a llevar en el viaje, ¿de paisano o de marino? –pregunta Paca que, en ausencia de Julia, es quien dirige las tareas hogareñas.

Álvaro, que recuerda las inamistosas miradas que ha sufrido en su camino hasta el ministerio, no lo duda.

   -De civil, Paca.

   -Te voy a poner en la maleta solo la ropa de verano.

   -No, Paca, mejor me pones también la de invierno que no sé cuándo podré volver. Un profesor que tuve en la Escuela solía decir que una batalla se sabe cuándo empieza, pero no cuándo acaba. Y me da en la nariz que esto va a ser algo más que una batalla.

   -¡Virgen del Amor Hermoso, Dios no lo quiera! Voy a prepararte unos bocadillos para el viaje.

En esas que aparece Pilar que ha podido dejar la farmacia.

   -Hermanito, ten mucho cuidado y no tomes iniciativas por tu cuenta que acaba de contarme un cliente que lo del golpe comienza a ponerse feo.

Todos quieren ir a acompañarle a la Estación del Norte de donde sale el correo Madrid-La Coruña, pero, como no caben en el taxi, solamente el padre y Pilar acompañan a Álvaro. Julio estrecha la mano de su padre con emoción contenida y su hermana le abraza pugnando para que no se le escapen las lágrimas, tras lo que sube al correo. En ese momento nadie sospecha que ese será el último tren que enlazará Madrid con Galicia en los tres años siguientes.

El correo surca la meseta castellana dejando tras sí el negro y pestilente humo de la locomotora. El viaje discurre sin incidencias atravesando estaciones en las que se ve poca gente en ese sábado estival. Los pasajeros del vagón de segunda clase, en el que va Álvaro, pasado un rato desde la salida de Madrid comienzan a pelar la pava. La conversación gira sobre un solo tema: la rebelión del ejército en el Protectorado. El joven se da cuenta de que sus compañeros de viaje hablan sobre lo que está sucediendo, pero con cierta cautela, sin posicionarse ni opinar acerca de lo que ocurre. Uno de los paisanos le pregunta si va a Galicia de veraneo, a lo que contesta afirmativamente, sin dar más explicaciones. Y en ese momento recuerda que, con las prisas, se ha  olvidado de llamar a su amigo Andrade.

De pronto, el convoy comienza a perder velocidad y finalmente se detiene.

   -¿Dónde estamos? –pregunta alguien.

Un pasajero baja la ventanilla y lee el nombre de la pequeña estación en la que se han detenido.

   -En Villafranca de Duero.

   -Pero aquí no le corresponde parar. Esto es todavía provincia de Valladolid.

La respuesta a la parada no prescrita la da la aparición de unos guardias civiles, acompañados por unos cuantos paisanos que llevan camisa azul y que van armados.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 16. Nuevamente en el destructor Velasco