"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de mayo de 2021

Libro II. Episodio 94. Una declaración atípica

   Julia, como le indicaba el mañego en su nota, entra por la puerta de atrás de la droguería por la que se accede directamente a la trastienda y donde Julio la está esperando. La joven se da cuenta de que el hombre parece tenso, aunque la recibe con una sonrisa.

   -Gracias por venir, Julia. Siéntate, por favor, tenemos que hablar.

   -Supongo que quieres comentarme algo sobre la campaña de Reyes. La verdad es que en la del año pasado las ventas no fueron gran cosa. ¿Se te ocurrió una nueva idea?

   -No se trata del negocio, Julia, lo que quiero hablar contigo es un asunto estrictamente personal –Por el momento Julio se encuentra asombrosamente tranquilo-. Te ruego que escuches lo que voy a decirte sin interrumpirme. Necesito decírtelo de un tirón, porque si me cortas, igual no sé cómo continuar.

   -Por Dios, Julio, que melodramático te pones. Cualquiera diría que vas a confesarme que fuiste tú quien mató a Cánovas –La joven emplea un tono levemente irónico para distender a Julio a quien ve estresado.

   -Sin bromas, por favor. Estoy hablando muy en serio. ¿Me prometes que no me interrumpirás?

   -Prometido –La curiosidad de Julia crece por momentos, ¿qué diablos me va a contar con un preámbulo tan misterioso?

   -No sé cómo empezar… Comenzaré haciendo algo de historia de nuestra relación. La primera vez que hablé contigo fue cuando apareciste en casa de mi madre al empezar el bachillerato, lo recuerdo como si fuese ahora, llevabas trenzas con unos lazos azules y encima del vestido una especie de delantal. A pesar de que eras una cría, tenías un encanto innegable, al menos a mí me lo pareció. La segunda vez fue un día que estabas regando las macetas de mi madre y yo te reñí porque en un descuido me salpicaste. Nunca te pregunté la opinión que te formaste de mí después de unos inicios tan poco amables por mi parte. También recuerdo el día que aprobaste el examen final del primer ciclo del bachillerato y la pequeña fiesta que montó mi madre para celebrarlo, estabas radiante como una estrella en un cielo de verano. Poco tiempo después, cuando te explicaba algunos rudimentos de contabilidad, tuvimos ocasión de charlar más a menudo, pero entonces para mí solo eras una alumna que me había encasquetado mi madre sin siquiera preguntarme si se me apetecía darte clases. Como ves, soy sincero hasta en lo que no me favorece. Hasta entonces a mí me parecías que solo eras una mocosa convertida en la alumna predilecta de mi madre, pero poco más. No comencé a considerarte una persona con entidad propia hasta que te fuiste a trabajar con el Bisojo. Tu contratación al principio me pareció una idea peregrina del que fue mi patrón, pero cuando comenzaste a remontar el negocio empecé a tomarte en cuenta. Y no te lo oculto, te cogí manía, y encima tenía que soportarte porque vivías en casa de mi madre… Perdona, se me ha secado la boca, tengo que beber, ¿quieres tomar algo?

   -No, gracias, estoy bien –Cuando Julio va por agua, la joven se pregunta: ¿y adónde querrá llegar este hombre con el preámbulo que me está endosando? Julia está todavía más intrigada y no es capaz de intuir por donde le puede salir el mañego.

   -Me había quedado seco. Continúo. Como te decía, en esa etapa te llegué a coger verdadera ojeriza que creció cuando convertiste la tienda del Bisojo en una competidora a tener en cuenta. Cada uno de tus éxitos comerciales para mí era como un navajazo en mi orgullo profesional. En ese período, a lo que creía saber de ti tuve que añadir que eras muy capaz y eficiente, pero también que podías ser borde, introvertida y hasta antipática. Esos calificativos tuve que borrarlos en cuanto comenzamos a dialogar más a menudo. Aprendí que, pese a tu insultante juventud, además de ser amable, extrovertida y simpática podías ser de una sensatez y mesura difíciles de encontrar en una jovencita de dieciocho años. Los mejores recuerdos que tengo de aquella época son las comidas en casa de mi madre, en las que muchas veces participaba Etelvina, y las largas charlas sobre cualquier tema que manteníamos a menudo. Para mí te habías convertido en una persona con la que mantener agradables diálogos sobre no importa qué, pero en mi mente seguías siendo la niña de las trenzas y el delantal poco favorecedor. Hasta que un día te invité al merendero del Rincón, ¿te acuerdas?, y esa tarde descubrí que de niña nada, que te habías convertido en una preciosa mujer con mayúsculas sin que hasta ese momento me hubiese dado cuenta. Bueno, y para no alargarme demasiado, que ya lo estoy haciendo, luego vino la época fascinante, al menos para mí, de nuestro acuerdo sobre el negocio y de lo inteligentemente que fuiste capaz de vendérselo al Bisojo. Recuerdo aquellas tardes inolvidables de las partidas de parchís y de cómo gritabas cuando matabas la ficha de un rival… -Julio hace una pausa pues ha de volver a beber; mientras Julia comienza a sospechar que el discurso puede acabar teniendo tintes personales, algo que no había previsto.

   -¿Por dónde iba? Ah, sí, de cuando aquellas sobremesas inolvidables… Luego me dio la ventolera de cortejar a Amparo Lavilla porque llegó un momento en que me pesaba demasiado la soltería. Aquella tontería de relación, y el tonto fui yo no ella, terminó en unos meses en cuanto Amparo descubrió que yo era un tipo demasiado cobarde para dar el paso definitivo. A todo eso ya sabía que tenías cualidades que ni siquiera imaginaba que tuvieses, sabía que eras tan inteligente como competente, enormemente eficaz y dotada de gran capacidad para pensar por tu cuenta. Hasta que un malhadado día, en aquel infortunado viaje a Cáceres, tuve la fatal ocurrencia de intentar propasarme. Tu rechazo fue tan agresivo, directo y contundente que no me dejaste lugar a dudas. Si quería conservar a la persona, que ya se había convertido en mi más eficaz colaboradora, debía de separar estrictamente lo que era el plano, llamémosle profesional, del personal. Seguirías siendo mi amiga y hasta mi colaboradora en los negocios, pero no querías saber nada de mí como hombre. Me lo dejaste muy claro. Te he de confesar que aquello me dejó tocado pues tuve que reconocer que me había portado como un patán al que una mujer tan humana y generosa como tú, a la que cualquier hombre estaría orgulloso de llevar a su lado, me había dado una lección imposible de olvidar…

  El semblante de la joven se ha ido endureciendo a medida que Julio ha ido desgranando su discurso, pero como le ha prometido no ha dicho una palabra. Escucha atentamente unas manifestaciones que le producen enorme estupor. ¿Pero por dónde va a salir este hombre y a qué viene todo esto?, se sigue preguntando.

   -No he terminado. Digamos que esto ha sido el prólogo… El sentimiento que te voy a confesar lo descubrí no hace mucho. Aquella persona, tan sencilla y compleja a la vez, que podía pasar, casi sin solución de continuidad, de ser un encanto de criatura a tornarse al instante en arisca y cargante… me había robado el corazón… Descubrí… que me había enamorado de ti…

   -¡¡No, no puede ser!! –Ante la rotunda negación de la joven, Julio le suplica.

   -Por favor, Julia, déjame continuar. Cuando termine será tu turno, pero no me cortes, te lo suplico. Seguramente ésta es la declaración de amor más atípica y torpe del mundo, pero no sé hacerlo mejor. Voy a serte más sincero todavía. Acabo de decirte que estoy enamorado de ti, aunque no estoy seguro al cien por cien de que sea así. No sé si lo que siento por ti es amor, admiración, respeto o, por decirlo, lisa y llanamente, que te deseo como no deseé jamás a ninguna mujer. Seguramente sea una mezcla de todo ello. Lo que sí tengo meridianamente claro es que los momentos más felices que pasé en los últimos tiempos son aquellos en los que estuve junto a ti. Hablaba antes de una declaración de amor, es mucho más. También es una petición mucho más profunda, aunque reconozco que muy atípica, pues no pretendo que seas un flirteo ocasional ni es mi intención hacerte perder el tiempo. Quiero pedirte…, te pido que seas mi mujer, que seas la compañera de mi vida, la amiga a quién confiar mis deseos y temores, la camarada en quien apoyarme cuando lleguen los días difíciles, la amante que sepa darme cariño y fuerza, la madre de nuestros hijos… Si lo piensas, coincidirás conmigo en que tenemos muchos puntos en común: ambos somos libres, tenemos edad, sobre todo yo, como para estar casados, aficiones similares, inquietudes compartidas, y en los últimos meses hemos descubierto que nos entendemos francamente bien y formamos un conjuntado y eficiente equipo. Lo que te puedo ofrecer ya lo sabes: dueño de una droguería que no es la mejor del mundo y poco más, pero con muchas ansias de progresar en todos los terrenos y más si te tuviera a mi lado. Me queda por decir lo más duro para mí, pero estoy decidido a no dejarme nada en el tintero. Una pareja es cosa de dos, los afectos también han de ser compartidos… y sé perfectamente que no compartes mis sentimientos… -Ante el conato de protesta de la joven vuelve a rogarle-: Te lo vuelvo a pedir, Julia, por favor, déjame continuar… Lo diré más claro: sé que no estás enamorada de mí. No sé si lo estás de otro, pero eso tampoco me importa demasiado. Rectifico, sí que me importa, ¿cómo no va a importarme? Lo que pretendo decir, y me estoy armando un lío, es que no tengo ningún temor de casarme contigo aún a sabiendas de que no me amas. Me conformaré con que me respetes como marido, me comprendas como compañero y me ayudes como amigo. No te voy a pedir más. En alguna parte leí que un matrimonio de amigos acaba siendo más firme que un matrimonio de amantes. Yo quiero ser tu amigo, tu marido y… algún día me gustaría ser tu amante… -Julio ha de hacer otra pausa porque tiene la boca absolutamente seca, los labios casi se le pegan al vocalizar y ha de beber otro sorbo de agua para poder continuar.

   Al oír una declaración tan atípica como impensable la expresión de estupor pintada en el semblante de Julia es más elocuente que mil palabras.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 95. ¿Estás enamorada de otro?

 

viernes, 21 de mayo de 2021

Libro II. Episodio 93. De perdidos, al río


   Desde que, de forma tan inesperada como súbita, Julio descubrió sus ignorados sentimientos, no es capaz de pensar en otra cosa que en lo que siente por Julia. Solamente con mencionar su nombre el pulso se le acelera y el corazón le late como si tuviese arritmia. Ha sido como una revelación, ¿cómo es posible que una mozuela, que conoce desde que era una cría y a la que ha tenido al lado los últimos años, se haya convertido de pronto en el amor de su vida? Siente que está mucho más enamorado de lo que lo estuvo de Consuelo. ¿Será mi sino acabar con una Manzano?, se pregunta medio en serio, medio en broma. Pero por encima de las hipotéticas similitudes, lo que siente por Julia se ha convertido en una especie de círculo vicioso: cuanto más piensa en ella más convencido está de que es la mujer de su vida, cuanto más se reafirma en sus sentimientos más insoportable le resulta vivir como si no los tuviese. Duerme mal, está inapetente y cumple penosamente con su trabajo. Cada vez que ve a Julia su existencia se convierte en un sinvivir, pues la relación con la joven se ha convertido en una especie de suplicio de Tántalo, tener al alcance de la mano lo que más desea y no poder conseguirlo. Y se siente más solo que nunca, no tiene a nadie con quien desahogarse, alguien a quien contar sus sentimientos, sus angustias… Está tentado de hablarlo con su madre pero se contiene, como sabe que quiere a Julia como a una hija no está seguro de que sea imparcial. Hasta que un buen día termina sincerándose con su amigo Pascual López. 

   - … y eso es lo que me pasa con Julia. Te juro que estoy desconcertado porque no sé qué hacer. Creo que por primera vez en mi vida no sé qué camino tomar.

   -Ahora me explico tu conducta de los últimos tiempos. Me daba en la nariz que algo te pasaba, pero nunca pude imaginar que fuese algo así. Lo que no acabo de entender es la actitud tan negativa que tienes, tu comportamiento no es propio de alguien como tú que filtra todas las acciones a través de la razón. No lo entiendo, la verdad.

   -Ahí reside el principal problema, que no estoy hablando de razones sino de sentimientos. Si experimentaras lo que siento, me comprenderías mejor. Y si conocieses a Julia tan bien como yo entenderías perfectamente el porqué de mi amargura. Me acepta como compañero, me acepta como amigo, pero no quiere saber nada de mí como hombre.

   -Vamos a ver, Julio, hay algo que no me cuadra. Dices que no quiere saber nada de ti, pero estáis juntos a menudo y pasas con ella todos los domingos. ¿Cómo se compadece eso con lo de que no quiere saber nada de ti?

   -La explicación es bastante simple, Pascual. Todo lo que acabas de decir es cierto, pasamos juntos muchos ratos y hasta colabora conmigo en el negocio. La cuestión es que he descubierto que quiero algo más de ella y ahí es donde reside el problema. No tiene inconveniente alguno en que seamos amigos, pero no quiere oír hablar de que demos un paso más allá de la amistad.

   -¿Y cómo puedes estar seguro de ello, acaso se lo has preguntado? El encontronazo que tuvisteis ocurrió hace tiempo y, además, opino que no fue para tanto. ¿Has vuelto a comprobar si su reacción sigue siendo la misma que entonces? –pregunta Pascual en alusión a aquel desdichado viaje a Cáceres en el que Julio intentó propasarse con la muchacha.

   -No hace falta. Hay cosas que se ven palmariamente.

   -Perdona, pero sigo sin estar de acuerdo –discrepa Pascual-. La gente cambia. ¿Quién puede asegurarte que Julia no haya cambiado? En realidad lo ha hecho, me acabas de contar como al principio de vuestra relación te trataba con una indiferencia absoluta, en cambio ahora estáis a partir un piñón. Sí cambió de comportamiento y cambió su manera de tratarte, ¿por qué no han podido cambiar también sus sentimientos?

   -Lo dudo mucho. Y además, ¿cómo voy a saberlo?

   -¡Coño, pues preguntándoselo!

   Tras haber roto con Amparo, el primer domingo que Julio recoge a Pilar y Julia para ir a misa de doce e invitarlas luego a almorzar, les cuenta lo que ha ocurrido con la chica de los Lavilla, dándoles una versión edulcorada de lo que ha pasado: que ambos han comprendido que no acaban de decantarse sus sentimientos y que, por tanto, es un error continuar la relación. Que han quedado como buenos amigos, pero nada más.

   -Siento mucho lo que cuentas, hijo. Amparo es una muchacha encantadora, pero si no acababais de entenderos, habéis hecho bien en dejarlo. Es mejor no continuar antes de llegar a situaciones que puedan ser irreversibles –Pilar se muestra comprensiva con su hijo, aunque le duele la ruptura. Se había hecho a la idea de que por fin Julio había encontrado la mujer con la que sentar la cabeza.

   -Yo también lo siento –musita Julia, aunque no le extraña la ruptura. Desde el primer momento intuyó que aquella relación no tendría mucho recorrido, pues la veía demasiado cerebral y carente de sentimientos, al menos por parte de Julio.

   El mañego le agradece a Julia sus palabras, pero no cesa de lamentarse que, teniéndola tan cerca como ahora, esté tan lejos en lo que atañe a lo que siente por ella. De vez en cuando la mira furtivamente por si la pilla mirándole, pero la muchacha le sigue tratando con la misma amable indiferencia con la que lo hace habitualmente. Pese a ello, la obsesión de Julio por la joven continúa in crescendo. Su estado le lleva a recordar un poema de Santa Teresa de Jesús del que solo recuerda el primer verso: vivo sin vivir en mí…, pero que define perfectamente su situación. Acongojado, no cesa de repetirse lo que su amigo Pascual le aconsejó cuando le contó lo que le pasaba, pregúntaselo. La simiente de la duda crece con fuerza en la mente de Julio. ¿Será posible que Pascual tenga razón?, ¿qué puedo perder si le hablo?, ¿qué me rechace, qué se burle de mí?, ¿y qué importa? Más hundido de lo que estoy, imposible. Le da mil vueltas, lo analiza desde todos los ángulos posibles, sopesa pros y contras… Llega un momento en que siente que ha tocado fondo, no puede continuar así. Es un verdadero dislate, no lo que le está pasando, sino su manera de afrontarlo. ¡Él, que siempre presumió de racional!

   Tras muchas vueltas, se dice que de perdidos, al río, le va a contar cuáles son sus sentimientos. Una vez tomada la resolución, va tranquilizándose paulatinamente. Se lo va a decir, ¿cómo que decir?, ¡se va a declarar! La precisión que se hace vuelve a provocarle un montón de dudas, si le dice que la quiere eso significará una declaración de amor. ¿Cómo tendría que hacerla para tener más probabilidades de que salga bien?, ¿ponerse en plan romántico o soltárselo sin andarse por las ramas?, ¿qué va a decirle?, ¿qué está loco por ella, qué la adora, qué se ha dado cuenta de que es la mujer de su vida o le dice simplemente que la quiere y qué desea casarse con ella? Tras un interminable análisis desecha la versión romántica, no es un adolescente ni la relación que mantienen le invita a ponerse excesivamente empalagoso. También descarta una declaración a palo seco, probablemente eso heriría la sensibilidad de su amada… ¿su amada? Es la primera vez que se refiere a Julia con esa palabra, y no sabe por qué, pero se encuentra cómodo con ella. Tendrá que comenzar a usar más a menudo esa clase de vocabulario. Ya está, empleará el lenguaje que utiliza habitualmente con la joven, será él mismo. Ni romanticismo cursi ni lenguaje excesivamente aséptico. Le hablará como le dicte el corazón, aunque dado que no se fía excesivamente de su autodominio termina preparando su declaración cuidando hasta el último detalle. Y uno de los factores que sopesa es el lugar en el que se declarará. Va eliminando sitios hasta que se queda con un lugar en el que se siente cómodo pues le resulta familiar: la trastienda de su droguería. No lo piensa más y envía una nota a la muchacha. Julia: tengo que decirte algo muy importante. Por favor, después de que cierres esta tarde te espero en mi trastienda. Entra por detrás. Gracias y hasta luego.

   A Julia le extraña la nota, es la primera de tal cariz que recibe. Le sorprende la aparente urgencia y el lugar de la cita, pero lo que más suscita su curiosidad es el posible motivo: ¿qué querrá contarle Julio, por qué ha elegido la trastienda, y qué significa que le pida que entre por la puerta trasera? Ha notado que lleva unas semanas raro, al menos en lo que se refiere a su actitud con ella, tan pronto parece ausente como le invaden unas extrañas ganas de agasajarla y bailarle el agua. ¿Qué le pasará a este hombre?, se pregunta la muchacha, y no creo que sea nada del negocio, si lo fuera no me habría citado con tanta urgencia, se dice, pero para asegurarse pregunta a su compañera de la tienda.

   -Lupe, ¿tenemos algo pendiente con la tienda de Carreño? –En la droguería suele llamar a Julio por su apellido para dar impresión de distancia.

   -¿A mí qué me preguntas? Esos asuntos los llevas tú.

   -Lo sé, pero es por si se me hubiese pasado algo.

   -Que yo sepa, no.

   Bueno, se dice Julia, no se trata de algo del negocio, por tanto lo más práctico será dejarse de elucubraciones y coger el toro por los cuernos como diría un aficionado a la tauromaquia. Pero como le sigue pareciendo rara la cita y la única persona que quizá puede darle alguna pista es doña Pilar, decide salir antes del cierre y acercarse a su casa.

   -Lupe, acabo de recordar que tengo que hacer una gestión de última hora. Voy a salir. Cierra tú la tienda, por favor, y hasta mañana.

   Resulta que la maestra no está en casa y no sabe dónde encontrarla. Bueno, se dice, a ver qué me cuenta Julio. Ya de camino a la droguería nueva, como se la conoce en la ciudad, de pronto le viene a la mente que quizá otra persona que pueda darle algún indicio de lo que Julio pueda estar tramando sea Etelvina. Sin pensarlo dos veces se dirige al piso de la comadrona, pero tampoco está en casa. Julia suelta una carcajada, está riéndose de ella misma. Soy una tontaina, ¿a estas alturas voy a preocuparme por lo que me pueda decir Julio?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 94. Una declaración atípica

viernes, 14 de mayo de 2021

Libro II. Episodio 92. ¡Y duele, vaya si duele!

   La relación de Julio y Amparo parece consolidarse sin mayores contratiempos. La chica de los Lavilla acepta de buena gana los medidos galanteos del droguero, y su familia parece sentirse predispuesta a admitirle en su seno cuando la relación se oficialice. Julio todavía no se ha planteado la formalización, que será la petición de mano de la joven, pues considera que es más prudente ir paso a paso. Se dice que si ha tardado treinta y tres años en animarse a abandonar la soltería, no es cuestión de cambiar de estado de prisa y corriendo.

   Amparo ha aceptado de buen grado la situación y no le mete prisas. El mañego pronto descubre que la joven, además de culta y distinguida, tiene otras muchas virtudes: es discreta, atenta y simpática. Cuando interviene en la conversación, que suelen acaparar sus hermanas, sus opiniones y explicaciones están trufados de mesura y sentido común, dando la impresión de ser mucho más madura de lo que se podría esperar a sus años. Cuando ambos participan en alguno de los juegos de mesa a los que los Lavilla son muy dados, Julio descubre otras facetas del carácter de la joven: no le agrada perder, aunque cuando ello ocurre no es de las que se pone grosera o antipática, pero algo si se enfurruña al igual que podría hacerlo una niña; en cambio, cuando gana lo celebra y ríe como una adolescente. Julio piensa que, al igual que le pasó con Julia, se encuentra ante una mujer con una personalidad de muchas facetas: puede ser una adulta cuando opina, una niña cuando pierde y una adolescente cuando gana. Tres en uno. ¡Qué complicadas son las mujeres!, piensa, aunque viviera un millón de años jamás llegaría a entenderlas.

   En una ciudad pequeña nada pasa desapercibido y pronto salta al palenque del cotilleo local la noticia de que Julio Carreño, el de la droguería nueva, ronda a una de las hijas del doctor Lavilla. En la trastienda del Bisojo, como no podía ser de otro modo, también se chismorrea sobre la inesperada relación de su competidor. Y dado que Julia vive con la madre del soltero de oro, son muchas las preguntas que le formulan.

   -Me jugaría el ajuar de mi abuela que el Carreño no va a casa de los Lavilla solamente por la cara bonita de Amparo. Me ha dicho gente bien informá que el doctor está forrao. Seguro que, con lo interesao que es el mañego, va buscando los cuartos –asegura Lupe.

   -Que los Lavilla tienen dinero no lo sabía, pero no creo que Julio vaya por su fortuna. Si fuese un cazadotes habría buscado a una heredera de alguna de las casas fuertes de la ciudad, que hay muchas y conocidas –replica Julia.

   -Yo repito lo que se cuenta por ahí. Y también se dice que ha dejao todas sus aventuras con mujeres casás –sigue contando Lupe-. Oye, y tú que vives con su madre, ¿qué dice doña Pilar?

   -Está encantada de que su hijo siente cabeza. Y lo veo natural, le he oído decir más de una vez que no querría morirse sin tener un nieto en brazos.

   -Entonces, ¿el cortejo va en serio?, ¿crees que cuajará?

   Julia se piensa la respuesta. Ha meditado mucho sobre el paso adelante que ha dado Julio, pero su intuición le dice que hay algo forzado en esa relación, como poco natural, como demasiado repensada. Y por eso su respuesta es la que es.

   -No lo creo, y no precisamente por ella. Amparo, por lo poco que sé de ella, da la impresión de ser una chica maja de verdad y supongo que tiene virtudes más que suficientes para hacer feliz a cualquier hombre, pero no sé si a un tipo tan complicado y con más conchas que un galápago como Julio, que además en el terreno sentimental no sabe lo que quiere. Y, como dice mi maestra, cuando uno no sabe dónde va termina donde no quiere. Por eso, en cuestión de mujeres Julio va dando palos de ciego.

   Como si Julia fuera la Sibila, el paso de los meses parece irle dando la razón. Julio piensa que Amparo es estupenda, una mujer encantadora y que algún día será una magnífica esposa y seguramente una madre ejemplar. Entonces, ¿por qué no acaba de decidirse a dar el último paso, a comprometerse de verdad? ¿Por qué no es capaz de enamorarse de una joven que tiene tan buenas cualidades como Amparo? No solo es bonita y simpática, también es discreta y con gran sentido común. No se atreve a dar el paso de hablar con don Enrique para formalizar la situación y no sabe qué hacer. La joven le agrada, pero algo falla en la relación. No es culpa de ella, es él quien patina. Sus dudas, sus vacilaciones, su no saber qué hacer, un atardecer de diciembre se las resuelve de un plumazo la propia Amparo al quedarse solos tras despedirse de María Fernanda que hoy les ha hecho de carabina.

   -Creo, Julio, que no deberías volver a buscarme.

   -¿Y eso por qué? –pregunta un estupefacto Julio.

   -Me parece que no pasaremos de ser buenos amigos.

   -Las parejas necesitan tiempo para conocerse y para saber si pueden llegar a ser algo más que amigos –Julio está desconcertado de que sea la joven quien plantee la cuestión que él es incapaz de resolver.

   -Es posible, pero llevamos hablando unos meses y creo que ya nos conocemos lo suficiente. Me pareces muy majo y una gran persona, pero ni creo que yo sea la mujer que te conviene ni tú eres el hombre de mis sueños. Perdona que sea tan cruda, pero las cosas es mejor hablarlas sinceramente, ¿no te parece?

   -Por supuesto. Aunque tengo que confesarte que tus palabras me causan una gran sorpresa. No me las esperaba –A Julio que sea la joven quien ha tomado la decisión de cortar su incipiente romance no deja de incomodarle, su amor propio está tocado.

   -No quisiera que te molestaras. Tienes un montón de cualidades y seguro que serás capaz de hacer feliz a cualquier mujer, pero las cosas del cariño ya sabes como son.

   -Tú me gustas, Amparo.

   -Y tú a mí también, Julio, pero para casarse creo que eso no es suficiente. Hace falta mucho más y ni tú ni yo parece que estemos dispuestos a ello. Yo, te lo digo de corazón, no me veo capaz. Por eso creo que lo mejor es que quedemos como buenos amigos, pero nada más.

   Lo que Amparo no ha dicho a Julio es que días atrás mantuvo una charla con sus padres. Sus progenitores le preguntaron sobre sus sentimientos y cuando ella les contó las dudas que tenía sobre el cortejo, le aconsejaron que no era bueno seguir con una relación que no parecía conducir a ninguna parte. Llevan hablando varios meses y la gente ya murmura. Lo mejor es que lo dejen y cada uno por su lado. No van a faltarle buenos partidos.

   Desde que Amparo rompió la relación, Julio se siente tocado. No porque fuese la joven la que tomó la iniciativa, aunque su orgullo de macho se resintió, sino porque vuelve a sentirse muy solo. Sabe que si la hija de los Lavilla no lo hubiese hecho, al final habría sido él quien hubiese pegado la espantada. Le gustaba la muchacha, pero no le llenaba. Ahora es cuando entiende la expresión coloquial de dar palos de ciego, hasta el momento ha estado llevando a cabo acciones sin saber muy bien a donde le llevaban, titubeando, dudando, y sin un rumbo fijo. Y el resultado acaba siendo como lo ocurrido con Amparo, el fracaso sentimental.

   ¿Y dónde encontrar una mujer que le llene? ¿Y si la culpa no es de las mujeres sino suya? ¿Y si resulta que es tan raro o exigente o egoísta que no hay ninguna mujer capaz de colmar el vacío que siente dentro de sí? Interrogantes como esos se los plantea muy a menudo, y alguna que otra noche le han dado las mil y una sin poder pegar ojo a causa de tantas preguntas y tan pocas respuestas. Lo que sí sabe es la clase de mujer que le haría feliz. Hace algunos años hubiese comenzado la enumeración de cualidades deseando que fuera joven, guapa, que tuviera buen tipo, de esos que le alegran a uno las pajarillas al contemplarlo... A partir de su vigesimosexto cumpleaños matizó las prioridades. Ahora le gustaría encontrar una mujer que fuese simpática, ocurrente, que tuviese una cierta cultura, capaz de mantener una conversación más allá del último chismorreo, que le comprendiese, que estuviese preparada para poder ayudarle en el trabajo, que tuviese sentido del humor, que...

   De pronto, un fogonazo de luz cegadora estalla en su mente. Conoce a una mujer así, y con más cualidades todavía. ¿Cómo ha sido tan ciego? ¿Es posible que a estas alturas no haya caído en ello? ¿Por qué seré tan estúpido? Tras dirigirse una retahíla de insultos se calma. Vuelve a pensar en ella. Es la mejor, perfecta, la mujer ideal... Y siente en sus entrañas como la eclosión de un germen que ya estaba allí y que de repente se despliega con una fuerza arrolladora llenándole por completo. De pronto descubre que si todavía no está enamorado debe de faltarle un suspiro, porque lo que es gustarle le gusta a rabiar. Y no solo eso, si hay una mujer por la que sienta un respeto y una admiración rayanos en la idolatría es ella. Es ella, repite una y otra vez... Hay una pega y muy grande: sabe que no le traga como hombre. Desconoce los motivos, pero se lo dejó hace tiempo muy claro: podrán ser compañeros, colaboradores y hasta amigos, últimamente lo son y de los buenos, pero como hombre no cuenta para ella. Seguramente sería con el último con el que se casaría. Parece condenado a estar tan cerca de la fuente en la que calmar su sed y no poder probar ni gota. Por un momento llega a cruzar por su cabeza la idea de hablarle de sus sentimientos, pero la rechaza, es una locura, si se lo cuenta lo único que conseguirá será perderla también como amiga. Por primera vez en su vida, percibe que los sentimientos imperan sobre la razón, y descubre asimismo que producen más dolor que goce. Tantos años esperando que su corazón latiera más aprisa ante la mera evocación de un nombre femenino y llegado el momento solo siente amargura, estar tan cerca de ella y al mismo tiempo tan lejos. Esboza una sonrisa tristona, amarga, melancólica… Nunca le había ocurrido lo de estar sediento, tener al lado una fuente de la que mana un agua fresca y límpida y no poder beber, nunca le había ocurrido. ¡Y duele, vaya si duele!

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 93. De perdidos, al río