"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 26 de julio de 2019

114. Wait and see


   La mañana del domingo 28 de agosto, a tres días de que se acabe el mes y con ello las vacaciones de millones de españoles, en la Costa de Azahar el día amanece soleado y con un cielo raso como corresponde al pleno estío. Entre los que van a concluir su periplo veraniego se cuenta la cuadrilla de jubilados, que están veraneando en Torrenostra, y que no tienen ninguna prisa en levantarse después de que la noche anterior se acostaran a una hora desusadamente tardía para sus morigeradas costumbres. Al contrario, en Marina d´Or otro de los integrantes de la cuadrilla se ha levantado a primera hora pues tiene mucho tajo por delante. Grandal, mientras se está afeitando, piensa que va a ser un día que puede resultar determinante para cortar el nudo gordiano que mantiene sellado el misterio sobre el autor o autores  que propiciaron el fallecimiento de Curro Salazar. Eso, si sale bien la arriesgada apuesta que va a emprender, pues si resulta fallida el caso Pradera puede pasar al archivo de los casos irresueltos.
   Tras tomarse el desayuno, y dejar preparado el suyo a Chelo que sigue remoloneando en la cama, se guarda en un bolsillo de la veraniega camisa las fotos de Pacheco y Sierra y se dirige a Torrenostra donde ha de recoger a Manolo Ponte que, como el día anterior, le acompañará a Castellón. Ha estado cavilando en dónde abordar a los andaluces. Posiblemente, se dice, lo mejor sea ir al hotel donde se alojan y esperarles en el comedor donde se sirve el desayuno. Piensa que lo más eficaz sería hablar individualmente con cada uno de ellos, pero es algo que no está en su mano. También piensa que, puesto que se trata de individuos cultos, no debe utilizar el ardid de mostrar la falsa placa de comisario de policía, tendrá que ser una entrevista dando la cara y cogiendo al toro por los cuernos como diría un taurino. Por muchas vueltas que le da no acaba de encontrar un plan que le satisfaga. Como está llegando a Torrenostra, deja de cavilar en lo que le aguarda y, aunque no es que se maneje demasiado bien en inglés, exclama:
- Wait and see –y añade en un giro más propio de la fraseología española-, que sea lo que Dios quiera.
   Tras recoger a Ponte, al que ha tenido que sacar de la cama y no le ha dado tiempo ni a desayunar, toman la AP-7 en dirección sur. Durante el trayecto el excomisario le cuenta a su octogenario amigo sus dudas sobre cómo plantear la conversación con Pacheco y Sierra, teniendo en cuenta que se puede dar el caso de que uno o ambos se nieguen en redondo a dialogar con él.
-Se me ocurre que quizá lo mejor sea decirles algo de entrada que les pueda interesar –sugiere Ponte-. Yo les lanzaría una especie de señuelo, algo que les induzca a concederte el beneficio de la duda y a prestarte atención al menos en los primeros cinco minutos. Y dado que en unas horas van a volver a prestar declaración ante la jueza del caso, ese cebo debería estar relacionado con ello. Aunque si te soy sincero, yo no me preocuparía tanto, tú eres hombre de muchos recursos y largas horas de vuelo y a buen seguro que llegado el momento se te ocurrirá alguna idea que les induzca a escucharte.
-Me sobrevaloras, Manolo, horas de vuelo sí tengo, pero recursos ya no tantos. Los años que llevo de jubilado no han pasado en balde y me he oxidado mucho por decirlo de forma piadosa.
-Bueno, Jacinto, como siempre repetía uno de mis compañeros de Iberdrola ante casos así, lo que hay que hacer es esperar y ver qué pasa.
-¡Qué curioso!, eso mismo me he dicho cuando venía a recogerte, wait and see –comenta Grandal y traduce-, esperar y ver.
-Ya sabes que el inglés no es mi fuerte, en mis años mozos la lengua que estudiábamos era el francés y en ella sería attendre et voir –recuerda Ponte.
-Estamos hechos unos políglotas, pero lo digamos como lo digamos la pelota sigue en el tejado de los andaluces; como se nieguen en redondo a hablar o salgan por peteneras habremos hecho el viaje en vano.
-Te veo hoy muy pesimista y es raro porque tú eres de los que suelen ver el vaso medio lleno –matiza Ponte.
-Ya sabes lo que se dice: un pesimista es un optimista bien informado y como solo me faltan un par de piezas para completar el rompecabezas de la muerte de Salazar me entra la desazón de que si no consigo encontrarlas el puzle se va a quedar incompleto. Y eso me hace ser pesimista.
-¿Has pensado en cómo presentarte?
-Le he dado muchas vueltas. Creo que lo menos malo será hacerlo como un investigador contratado por un grupo de empresarios andaluces que están interesados en que el caso Pradera no se desmadre porque indirectamente podría salpicarles.
-¿Por qué un investigador?, ¿no sería mejor decirles que eres un detective? –sugiere Ponte.
-No, los detectives tienen un carné que los acredita como tal y podrían pedírmelo. En cambio lo de investigador es más laxo al no estar regulado ni hacer falta ningún tipo de carné.
-Tengo otra pregunta, ¿y por qué mezclar a empresarios?
-Porque es un mundo al que tanto Pacheco como Sierra son bastante ajenos. El primero se mueve preferentemente en el ámbito funcionarial, en cuanto al segundo, aunque trató con empresarios en los años que dirigió la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, su entorno habitual es el político. Por consiguiente, el mundo empresarial no es algo que conozcan a fondo. Y así mi coartada puede que funcione mejor.
-Y volviendo a la carnaza para que piquen, ¿has pensado en lo que te he dicho? –insiste Ponte.
-Sí. Creo que voy a cebar el anzuelo contándoles que conozco a unos testigos que me han contado hechos que la Guardia Civil del pueblo, que es la que actúa de policía judicial en el caso, desconoce. Puedo retener esa información si ambos colaboran conmigo, si no lo hacen…, pues que se atengan a las consecuencias. Por ejemplo, sé que hay testigos que vieron a los Pacheco, la tarde de autos, bajando de la primera planta del hostal y ahí entra la esposa del ingeniero que no aparece en ningún papel, ni siquiera ha sido llamada a prestar testimonio ante el juzgado. Nadie asegura que estuvieran con Salazar, ¿pero de dónde podían venir sino de la habitación 16? En cuanto a Sierra el cebo será parecido: tengo testigos que vieron su descapotable en las cercanías del hostal. Si su coche estaba allí, él no podía andar muy lejos.
   En cuanto llegan a la capital de La Plana se dirigen al hotel donde se hospedaron ambos andaluces en su comparecencia anterior ante el Juzgado de Instrucción, y donde se hospedan ahora como verificó días antes Grandal. Echan una ojeada al comedor donde está el buffet para el desayuno y no ven a ninguno. Puesto que es allí donde han decidido abordarles, aprovechan la ocasión y se sientan a desayunar. Grandal solo se sirve un café con una nube de leche. A Ponte le da tiempo a servirse un copioso desayuno continental. Está terminando el mismo, cuando Grandal da un leve respingo, acaban de entrar en el salón los tipos que aguarda. Les da tiempo para que se sirvan del aparador lo que les apetezca y que es bastante parco: unas tostadas y café. La pareja desayuna en silencio hasta que uno de ellos dice algo que el otro replica en tono agrio, a lo que sigue un tenso y crispado diálogo pero sin perder las formas. El excomisario aguarda hasta que se produce una pausa en la charla de ambos hombres, momento en el que con paso decidido se acerca a la mesa de los andaluces. Mientras, Ponte dice por lo bajini: que Dios reparta suerte, la frase más castiza y dicha con más fervor en el patio de cuadrillas antes de que los toreros pisen la arena del albero.
-Señores Pacheco y Sierra, buenos días. Me llamo Jacinto Grandal y he de hablar con ustedes antes de que declaren ante el Juzgado de Instrucción número 4. Tranquilos –agrega al ver el respingo que ha dado Pacheco-, no soy periodista, ni policía, ni abogado, solo un investigador privado contratado por un grupo empresarial de su tierra que no quiere que el caso ERE se desmadre más de lo que está. Y para ello es imprescindible que hable con ustedes antes de que depongan ante la Jueza de Instrucción. Se trata de que salgan ustedes del caso Pradera lo más indemnes posibles y yo cuento con información que, en el supuesto de que llegara a manos de la jueza del Valle, les podría en el disparadero de ser acusados de intento de homicidio. Si eso llegara a ocurrir podrían tener la tentación de negociar con la fiscalía una rebaja de la acusación a cambio de información sobre el caso ERE y eso es algo que a mis patrocinadores no les gustaría un pelo.
   La parrafada de Grandal ha dejado a los andaluces tan perplejos como preocupados. En principio no dicen nada, parece que necesitan tiempo para procesar lo que les acaba de soltar el supuesto investigador. Su desconcierto dura poco, el primero que reacciona es Sierra que, con tono duro y voz un tanto crispada, pregunta:
-¿A qué clase de información se refiere?
   Es escuchar la pregunta y Grandal se dice: funcionó el cebo, ahora solo será cuestión de tensar el sedal y cobrarlo poco a poco.
-Llevo investigando el fallecimiento de Curro Salazar desde que se convirtió en el caso Pradera. En mis indagaciones he averiguado algunos hechos que, al menos hasta el día de hoy, no han sido descubiertos por la Guardia Civil de Torreblanca, que es la que actúa como policía judicial del caso. Ya pueden imaginarse que unos guardias de pueblo no están muy preparados en técnicas criminalísticas. Si el caso lo hubiese investigado el grupo de homicidios de cualquier comisaría o la UCO de la Benemérita otro gallo hubiera cantado. Pues bien, de eso es de lo que quiero hablar con ustedes, de que debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda la falta de pericia y experiencia de los guardias de la comandancia local para que ustedes no se dejen muchos pelos en la gatera.
-¿Y todo eso en qué se traduce? –inquiere Pacheco que hasta el momento no ha dicho esa boca es mía.
   Esto va a resultar más fácil de lo que suponía, se dice Grandal. Es hora de comenzar la función. A ver si hay suerte.

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré el episodio 115. El que no se arriesga, no cruza el río