"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Libro II. Episodio 65. El tabaco de La Vera

 

   Julia se ha emocionado al recibir el albornoz que le ha ofrecido su maestra como regalo de Reyes. Para ayudarla a superar el momento, Julio dice en tono bromista:   

   -Que a buen seguro no será el último, lo único es que habrá que cambiar de talla porque igual tienes pensado seguir creciendo, ¿no?

   Lo que consigue Julio es lo contrario de lo que pretendía, la muchacha se pone todavía más colorada y nerviosa. Pilar, para que su alumna se tranquilice, cambia de conversación.

   -Y ese paquetito que has traído, ¿se puede saber qué es?

   -Es mi regalo de Reyes para usted.

   El regalo es un enmarcado mapa mudo de España en el que están señaladas varias  localidades, cada una con un monumento emblemático, enlazadas con una línea que se inicia en Teruel y acaba en Plasencia. El mapa tiene una leyenda a mano: El trayecto de la mejor maestra de España. La muchacha lo explica:   

   -Estos son los lugares en los que creo que ha vivido. No sé si están todos, pero son las localidades que recuerdo.

   Doña Pilar, que se ha emocionado, abraza con ternura a su alumna.

   -Gracias de corazón, Julia. Es el regalo más bonito que me han hecho nunca.

   Julio se despide de las mujeres alegando que ha quedado con sus amigos. En realidad, con quien está citado es con Mariví, que esta tarde libra. Cuando la muchacha también se marcha, Etelvina verbaliza su opinión sobre Julia.

   -Esa cría tiene que madurar, pero si no se tuerce promete ser una mujer espléndida.

   -No se torcerá a poco que pueda. Estoy empeñada en ello –asegura Pilar con tono resuelto, que añade-: Y eso que su madre es de las que no rebuzna porque Dios es misericordioso.

   El nuevo año de 1897 parece transcurrir para Julio Carreño sin mayores contratiempos. El negocio de la droguería lo tiene totalmente dominado, y el del contrabando de medicamentos prosigue sin más problemas que los habituales en esa clase de comercio, como el contratiempo que tienen ahora: los que cobran por mirar a otra parte cuando la gente del Hurón cruza la Raya quieren más dinero por su silencio. En cuanto a su vida amorosa, increíblemente el mañego sigue con sus dos aventuras. Algo realmente inaudito en una población que, aunque su denominación oficial es de ciudad, con sus poco más de ocho mil habitantes no deja de ser más que un pueblo donde cualquier comportamiento que salga de los cauces regulares es rápidamente advertido. Pero ahí sigue, con la pinturera Mariví y la fogosa Isabelina.

   El trabajo de Julio en la tienda se interrumpe cuando llega el buen tiempo y al Bisojo le remite su artritis. Como ha ocurrido en pasados años, debe volver a la venta ambulante. En esta ocasión, durante los tiempos muertos del tránsito entre pueblo y pueblo el joven droguero tiene mucho en qué pensar, pues se le ha despertado un desmedido afán de enriquecerse desde que se metió en el negocio del contrabando. Y una de sus ideas fijas es encontrar otras actividades con las que medrar. De hecho, al negocio de los medicamentos le ha dado un fuerte empujón cuando, aprovechando un corto viaje que hizo a Portugal, estableció contacto con uno de los compradores del Hurón quien a su vez le presentó a un tal Flavio Abreu con intereses en las colonias lusitanas. Abreu le propuso comprar mayores partidas de medicinas que, a su vez, quiere revender en Angola y Mozambique, colonias con las que mantiene relaciones comerciales. El acuerdo ha sido muy fructífero hasta la fecha, aunque un tanto irregular.

   Su empeño en incrementar los negocios se materializa al visitar una de sus comarcas predilectas pues en ella vende mucho, La Vera. A Julio se le ocurre que podría hacer negocio con el tabaco que los campesinos venden de matute, y que es una forma de escapar al rígido control que sobre las cosechas ejerce el gobierno, puesto que la venta del tabaco es un monopolio estatal. Sabe que en Portugal el tabaco se vende a un precio algo más caro que en los estancos españoles. Piensa que, contando con la ayuda del Hurón, podrían vender tabaco a los portugueses a precios más baratos del que lo compran en su país. Puesto que está viajando por el corazón de la comarca con la mayor producción tabaquera de la península, se dice que no pierde nada en establecer contacto con algún campesino que lo cultive, a ver si está dispuesto a venderle unas arrobas de matute. Tanto en Jaraíz como en Jarandilla, no consigue establecer contactos con agricultores que estén dispuestos a vender tabaco de tapadillo. La venta bajo mano está muy perseguida por la Guardia Civil, y los tabaqueros se cuidan muy mucho de negociar con gente que no conocen; de hecho, el mañego ni siquiera ha encontrado alguien que admita que se vende tabaco fuera de los cauces legales. De camino hacia el siguiente pueblo, reflexiona sobre qué debe estar haciendo mal para que nadie quiera venderle, hasta que se da cuenta de algo que habría tenido que pensar antes: debe buscar alguien que le avale. No deja de ser un desconocido por mucho que repita que trabaja para el Bisojo, el droguero de Plasencia, a quien sí conoce mucha gente, pero también podría ser un chivato de las fuerzas represoras del contrabando que intentara congraciarse con ellas o cobrar la recompensa que las autoridades ofrecen a quienes facilitan el nombre de infractores del monopolio. Piensa que ese obstáculo puede arreglarlo pidiendo a un posadero que le conozca o quizá a los alguaciles que publicitan su presencia que confirmen que es alguien de fiar. Hasta que recuerda que el dueño de la posada de Villanueva de la Vera, la siguiente localidad a la que se dirige, y en la que ha pernoctado y comido muchas veces, puede dar fe de que es persona de confianza. El posadero se aviene a presentarle a un cuñado suyo que cultiva tabaco y que hace cuánto puede para eludir al fisco. El tabaquero, un tal Fidel Bejarano, se presta a venderle tabaco, pero con dinero en mano. Al principio, Julio no cierra el trato por la falta de metálico, hasta que se da cuenta de que sí tiene dinero, el que ha de dar al Bisojo como producto de las ventas. Decide coger el efectivo y cuando llegue a Plasencia reponerlo del suyo. Tras cerrar el trato con Bejarano, Julio sale de Villanueva con el carro muy aligerado de artículos de droguería, pero con una buena carga de hoja seca de tabaco que piensa revender en Portugal. Solo será cuestión, de ponerse de acuerdo con el Hurón, que nunca pone mala cara a llevarse a la faltriquera un buen puñado de duros.

  A su vuelta, Julio aprovecha el fin de semana para coger su vieja bicicleta y pedalear hasta Valverde del Fresno para hablar sobre el tabaco de La Vera con el Hurón. Rápidamente se ponen de acuerdo: Julio le enviará el tabaco con los Piñana de Galisteo que han demostrado ser unos arrieros en los que se puede confiar, y el tío Lázaro se encargará de pasar la Raya y venderlo en Portugal. Irán a medias de los beneficios. Julio vuelve a Plasencia sintiendo que su vida como traficante ha dado otro paso que le puede llevar a que un día, quizá no tan lejano, pueda independizarse y montar su propio negocio.

   Cuando a la vuelta, su madre le pregunta a qué ha ido al Valle, Julio duda entre si contarle la verdad o mentirle. Ni siquiera le dijo en su momento lo del contrabando de medicamentos, ¿por qué decirle ahora lo del tabaco? Cree que su madre no aprobará lo que ha hecho. Tras mucho rumiarlo, decide explicarle lo de las medicinas y, ya puestos, también lo del tabaco de La Vera. Comienza hablando en pasado, explicándole que, cuando el tío Elías se negó en redondo a aumentarle el salario, pensó que debía buscar otros medios para incrementar sus ingresos, puesto que de no hacerlo nunca llegaría a tener dinero suficiente para poner montar un negocio por su cuenta. Eso es lo que le indujo al contrabando de los medicamentos. Doña Pilar, que le ha escuchado en atento silencio, cuando termina le pregunta:

   -Si te he entendido bien, te limitas a comprar las medicinas, traerlas a Plasencia, encargar que las acarren hasta Valverde y a partir de ahí es el tío Lázaro quien se responsabiliza de pasar la Raya y venderlas en Portugal, ¿es así?

   -Sí, pero antes de que me condenes por meterme en una actividad de la que siempre estuviste en contra, déjame decirte algo más. Lo de las medicinas es algo más que contrabando duro y puro, también es, de alguna manera, una obra de caridad; sí madre, no te rías, una obra de caridad. Piensa que en Portugal muchos de los medicamentos que allí vendemos no existen y que otros, que sí están en el mercado luso, los vendemos a precios más baratos del que los expenden en sus farmacias. Es decir, que estamos ayudando, si quieres indirectamente, a las clases sociales con menos recursos de Portugal.

   -Por favor, no me tomes el pelo, hijo. Si eso es una obra de caridad, yo soy la Virgen María –afirma Pilar irónicamente.

   -Pues déjame recordarte que no te importó nada regalarle a Julia un albornoz traído de contrabando desde Portugal –El puyazo de su hijo le ha dolido a Pilar, aunque reconoce que se lo ha ganado. Después de una pausa que dura unos minutos, la maestra reitera sus argumentos en contra de lo que está haciendo su hijo, aunque matizándolo.

   -Sabes que siempre me desagradó profundamente que alijaras en la Raya, pero entonces eras poco más que un adolescente y debías encontrar tu sitio en la vida y lo que querías ser de mayor. Cuando Consuelo te convenció de que debías buscarte un trabajo honrado me llevé un alegrón y nunca se lo agradeceré bastante, aunque luego te hiciera la marranada de dejarte por otro. Que ahora vuelvas a las andadas no me hace feliz precisamente, pero… ya eres un hombre y debes tomar tus propias decisiones, por lo que no te lo voy a reprochar. Ah, y otra cosa, el que muevas ese teatrillo que has organizado desde detrás de las bambalinas dice mucho de tu inteligencia y madurez. Y de esta cuestión preferiría que no volviéramos a hablar.

   A madre no le ha gustado un pelo que haya vuelto a las andadas, piensa Julio, ¡pues como se va a poner cuando le cuente lo del tabaco de La Vera!

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que publicaré, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, el episodio 66. Que retorcido que eres, jodio