Rocío
Molina está negociando con Anca para que acepte colarla en la habitación de
Salazar con la finalidad de que éste le pague los dineros que, según la
andaluza, le debe. Ha empezado ofreciéndole cien euros que han sido rechazados
por la rumana, al igual que los doscientos que ha sido su siguiente oferta. “Habrá
que pujar más alto”, se dice Rocío.
-Te podría
dar dosientos sincuenta, es serca de un tersio de lo que ganas en un mes.
-Sigue
siendo una miseria. Tendrás que buscarte a alguien que necesite la pasta más
que yo.
Rocío opta por cambiar de estrategia.
-Vamos a
ver, Anca, ¿por cuánto me ayudarías?
La joven rumana se queda mirando a la
andaluza como calculando cuanto debe valer la necesidad que tiene de hablar con
el magullado huésped y lanza una cifra a voleo.
-No lo haría
por menos de mil euros.
-¡Mil
euros!, pero quilla ¿te has creído que soy un jeque del petróleo? Mil latas por
una gestión de ná, pues no eres tú nadie pidiendo.
-Te podría
rebajar doscientos euros, pero ni una libra más.
-Ochosientos
euros sigue siendo una burrá, mi arma.
-Lo tomas o
lo dejas –Anca no se cree demasiado la historia de Rocío y está hablando sin
dar demasiada importancia a las cifras que maneja.
-Por favor,
Anca, recapasita y hablemos en serio. Que te parese si lo dejamos en tresientos
y nos olvidemos de regateos. Tú no tendrás que haser casi ná, meterme en la habitasión
de Martínes cuando no esté la patrona y ná más. En el caso de que me encontrasen
diría que me había colao por mi cuenta y tú podrías jurar que ni siquiera me
conoses. Tresientos es lo que ganas en dies días de haser camas, servir comidas
y limpiar suelos. Piénsalo.
Lo que está diciendo Rocío ya lo ha pensado
Anca y sabe que es la pura verdad. Con todo, decide repensarse la propuesta de
la andaluza.
-Me lo
pensaré. Y ahora tengo que irme que mi novio se sube a la parra cada vez que me
retraso.
Rocío se vuelve a su hotel pensando en que
si Anca accede a meterla en la habitación de Curro tendrá que salir de allí con
el dinero necesario para volverse a Sevilla y además para pagar lo prometido a
la muchacha. No está demasiado segura de haber hecho un buen trato.
Lo que ha pensado Rocío de hacerse con los
servicios de alguien que le permita acceder fácilmente a la habitación de Salazar,
es parecido a lo que está a punto de ocurrirle al Chato de Trebujena. En
principio, el exboxeador se conforma con que le tengan informado de la
evolución de la salud del exsindicalista. Arriesgándose a ser reconocido, se
acerca a Torrenostra y establece contacto con una de las camareras del hostal
donde se aloja el gaditano. Se presenta como un viejo conocido de Salazar que
no va a visitarle para no molestarle, solo quiere saber cómo anda de sus
dolencias. La empleada, que se llama Nicoleta y también es rumana, le
proporciona una detallada información del estado de Salazar. En un momento de
la charla El Chato pregunta:
-¿Y aparte
del zervizio y de su hijo alguien más ha vizitao al zeñor Martínez?
-No. El
médico ha ordenado que cuantas menos visitas reciba mejor porque tiene que
reposar. La patrona nos ha advertido tajantemente que sin su autorización nadie
más debe subir a la habitación, sin embargo… -Nicoleta acaba de darse cuenta de
que le puede sacar a ese forastero que tiene un acento tan gracioso algo más de
los veinte euros que éste le ha dado- …por cien euros puedo meterle en la
habitación sin que nadie se entere, aunque si le pillan me ha de prometer que
no dirá mi nombre.
-Eso está
hecho, quilla –El Chato se apresura a aceptar la inesperada proposición que puede
servirle para rematar su cometido. De momento, no cierran una fecha hasta que
Nicoleta decida el día que puede ser más propicio para colarle.
Otro de los que está a la espera de la
mejoría de Salazar es Jaime Sierra que por fin ha podido localizar a Alfonso
Pacheco. Quedan en verse para hablar sobre el encargo que ambos tienen respecto
al exsindicalista. Sierra que, como está solo, es quien tiene más tiempo disponible
para pensar es quien plantea una nueva estrategia a Pacheco.
-Creo,
Alfonso, que lo más eficaz y positivo que podríamos hacer es aunar las
propuestas que tenemos para Curro y presentárselas como si fueran una sola. Si
lo piensas, es la solución más lógica, eficiente y barata.
Pacheco no ha tenido tanto tiempo de ocio
como su colega para dedicarlo al problema de Curro. Por una parte, es algo que
no le preocupa demasiado y, por otra, su mujer lleva unos días con unas ganas
locas de juerga. Por eso sus primeras palabras son más bien anodinas.
-¿Tú crees?
-Estoy
convencido. Es la estrategia más lógica porque la propuesta de tu grupo y la
del mío no te diré que sean dos gotas de agua, pero se parecen un montón. Puede
ser la más eficiente porque podemos escoger lo más positivo de cada una y
transformarlas en una nueva oferta que puede ser irresistible. Y como los
costes que se puedan derivar se repartirán entre más personas nos costará menos
guita.
-Visto así
estoy por darte la razón –acepta Pacheco-. Y no me extrañaría que a mi paisano
le pueda resultar atractiva.
-Acabas de
mencionar un factor que puede ser decisivo, la afinidad. Está más claro que el
agua de Sierra Nevada que tú, por el hecho del paisanaje con Curro, y yo porque
le conozco de hace mucho somos los que más chance tenemos de que escuche
nuestra propuesta con simpatía. Lo digo porque a estas alturas supongo que no
tienes ninguna duda de que no somos los únicos que estamos pendientes de la
salud de nuestro amigo. Ya nos consta del señorito cortijero de Espinosa, pero
el pendón de la exnovia y hasta el propio hijo de Curro no están aquí por
casualidad, es muy posible que también ellos lleven una oferta bajo el brazo.
-Por
supuesto que lo había pensado. Incluso no me extrañaría que hubiese algún
proponente más que por el momento desconocemos –aventura Pacheco.
-Pues entre
todos ellos, nosotros somos los mejor posicionados. Al tal Espinosa parece que
Curro no le conocía, a la Rocío no la quiere ver ni en pintura y en cuanto a su
hijo, que podría ser nuestro mayor rival, le tiene tal odio a su padre que dudo
mucho que éste no lo haya notado. Al final, ¿cuáles son las personas en quiénes
más puede confiar? En quien es su paisano y el hombre que impidió que le
siguieran dando leña, o sea Alfonso Pacheco, y en quien, sin ser un amigo
íntimo, conoce desde hace mucho tiempo y se fía de él, es decir, servidor y
picapedrero –remacha Sierra con una media sonrisa.
Ambos colegas sellan con un apretón de manos
su acuerdo, presentarán a Salazar una propuesta conjunta. Sierra se vuelve a
Marina d´Or más contento que unas pascuas y Pacheco regresa a su hotel con una
idea fija: la de no contar ni una palabra de lo acordado a su esposa. “Se puede
poner como una hiena”, se dice.
En el grupo de los viejos, Ballarín, que se
ha marchado a Huesca para celebrar con su familia la onomástica de su mujer, ha
sido reemplazado por un nuevo miembro para la partida de dominó, Pedro Ramo, el
torreblanquí, recriado en Madrid pues
lleva más de medio siglo viviendo en la capital del reino. El primer día Ramo
flojea bastante, se nota que está desentrenado, pero Ponte que es su partenaire
le anima para que no decaiga su moral.
-No te
preocupes, Pedro, acuérdate del adagio: quien ríe el último ríe mejor. Seguro
que mañana les pegamos una paliza.
-Hablando de
palizas, ¿sabéis algo de cómo anda de la suya el pobre Martínez? –pregunta
Grandal.
-Ni idea
–contesta Álvarez.
-¿Os referís
al veraneante que está alojado aquí y al que por poco matan a golpes? –inquiere
Ramo que, ante la respuesta afirmativa de sus compañeros, agrega-. Yo tampoco
sé nada, pero ahí veo a alguien que nos puede poner al día. ¡Fabregat! –llama
Ramo a un joven que está apoyado en un coche como si estuviera esperando a
alguien, al tiempo que le hace señas de que se acerque-. El chico que os voy a
presentar es el novio o la pareja, como dicen los modernos, de la camarera que
limpia la habitación del agredido.
El joven, que parece que ha reconocido a
Ramo, se acerca con desgana.
-Os presento
a Vicentín Fabregat a quien conozco desde que nació, aunque lo que se dice
conocer a quien conozco mejor es a sus padres. Vicentín, estos amigos míos
tienen interés en saber cómo se está recuperando de sus dolencias el señor a
quien pegaron y que se aloja en el hostal.
-Sigue
jodido, aunque lo que tiene no es para tanto porque solo le han fracturado dos
costillas. Hace años a mi padre le fracturó una la coz de un mulo y a los tres
días ya estaba trabajando en el campo. Estos andaluces, y perdón si alguno de
ustedes también lo es, son muy flojos y el tal Martínez parece que no es una
excepción.
-No todas las
fracturas son iguales –matiza Álvarez.
-Por
supuesto, pero Martínez ha encontrado un filón con las suyas, todo el mundo le
lleva en palmas y le miman como si tuviese un cáncer terminal –replica Vicentín
con mordacidad.
“Que poco simpático te cae Martínez, jovenzuelo”
piensa Grandal.
PD.- Hasta
el próximo viernes.