"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 22 de noviembre de 2016

81. Un cocido de tres vuelcos



   Por sus resultados da la impresión de que Federico Carranza, el comisario que dirige la Dirección Adjunta Operativa de la Policía Nacional, es tan operativo como la unidad que dirige. Gracias a su intervención, los inspectores que coordinan el Caso Inca reciben un detallado informe de la UCO  de la Guardia Civil sobre el tiroteo en el Polígono Cobo Calleja. En el mismo se describe que un grupo de etnia gitana, formado por una decena de individuos se personó en uno de los almacenes de la compañía China-Spain Yang Tutsin dedicada preferentemente a la importación de productos chinos. Quien parecía dirigir el grupo de gitanos exigió a gritos que querían ver a Xian Ping, el gerente de la empresa. Al decirles que el señor Ping no estaba preguntaron por Weizhen Yeng que era el segundo. Les contestaron que el señor Yeng no podía recibirles. Los intrusos quisieron entran a la fuerza en las oficinas lo que trataron de impedir los empleados, todos ellos de nacionalidad chica. Comenzaron los empujones y se generalizó una pelea en la que se esgrimieron armas blancas. En la refriega también intervinieron otros cuatro empleados, dos españoles y otros dos de nacionalidad colombiana, que trabajaban como vigilantes de seguridad en la referida compañía. Alguien, hasta el momento no se ha podido determinar quién, sacó una pistola y disparó. Aparecieron más armas de fuego y se generalizó el tiroteo. Resultado del cual hubo cuatro fallecidos: un gitano, dos chinos y un colombiano y además siete heridos, tres de ellos de gravedad. De los interrogatorios posteriores al suceso no se ha podido determinar el motivo por el que el grupo de etnia gitana entró en el almacén de la precitada empresa y por qué atacó a los empleados. Los trabajadores chinos y los vigilantes han declarado que ellos no hicieron más que defenderse. Nota: los vigilantes de seguridad tenían licencia para portar armas de fuego. Las pistolas decomisadas al grupo gitano eran armas ilegales. Y hasta ahí llega el informe.
- Pues mucha literatura, pero no dice nada que no supiéramos ya. Estos membrillos del tricornio se las pintan como ellos solos para hablar mucho y no decir nada – se lamenta Bernal tras la lectura del informe del Departamento de Investigación Criminal III de la UCO.
- La verdad es que este informe no da mucho de sí para lo que necesitamos saber – reconoce Atienza.
- ¿Vosotros creéis que la Guardia Civil sabe más de lo que dice el informe? – pregunta    Blanchard.
- Vete tú a saber – contesta Bernal -, pero podría ser. Porque de lo que nos interesa a nosotros, que es saber los motivos por los que los Corrochanos la liaron con los chinorris no dice ni palabra.
- ¿Y cómo podríamos averiguarlo? – inquiere el francés.
- La única forma es interrogando a los gitanos – responde Bernal -. El problema será que los de verde van a poner muchas trabas alegando que la investigación es suya.
- Os confieso que en toda mi carrera no me había topado con un caso tan complicado como este – se sincera Atienza -. Cada vez que surge una pista nueva terminamos estrellándonos contra un muro infranqueable. Y éste es un nuevo ejemplo de ello. Empiezo a estar hasta los huevos – se desahoga el inspector de Patrimonio usando expresiones pocos usuales en su boca.
   Mientras los policías del Caso Inca se desesperan por el nuevo impasse al que han llegado, Manuel Ponte recibe una inesperada llamada: Curro, hijo mayor del Tío Josefo, le dice que su padre quiere hablar con él. Que le diga que día quedan y donde. A Ponte le coge tan de improviso la llamada que no sabe qué contestar.
- Mira, Curro, dile a tu padre que para mí siempre es una alegría charlar con él. Lo que pasa es que en este momento no se me ocurre donde quedar. Dame tu número de teléfono y en un cuarto de hora te llamo y te lo digo.
- No se moleste, señor Manué. Le llamo yo en un rato – y Curro cuelga.
   Ponte se dice que porqué será que los gitanos siempre se resisten a ser localizados y rara vez, por no decir nunca, dan sus teléfonos. ¿Será una reminiscencia de un pasado no tan lejano en el que eran excluidos y perseguidos? Piensa que quizá fuera una buena idea invitar a comer al Tío Josefo. Pasa al piso de al lado y pregunta a su hija.
- Clarita, ¿dónde podría llevar a mi amigo el Tío Josefo a comer?
- Papá, qué cosas preguntas. Déjame pensar. ¿Qué les debe gustar a los gitanos?... No sé dónde leí que les gustan mucho los garbanzos. Si fuera así, puedes llevarle a un sitio especializado en potajes.
- ¿Conoces alguno? – pregunta el viejo.
- Pues ahora no recuerdo, pero se me acaba de ocurrir que el cocido madrileño también lleva garbanzos. Y de restaurantes especializados en cocido hay muchos. ¿Qué día de la semana es hoy?
- Estamos a nueve de febrero y martes. 
- Pues lo que son las cosas. Los miércoles, en Ponzano, un restaurante de Chamberí que no está lejos de aquí, ponen cocido de los de tres vuelcos y a un precio barato. Creo que es un sitio donde además de comer bien os podéis sentir a gusto.
   Al cabo de una media hora, Curro vuelve a llamar.
- Curro, dile a tu padre que si no tiene inconveniente, mañana podemos comer juntos, que la invitación corre por mi cuenta.
- No es buena idea señor Manué. A mi padre no le gusta comer fuera de casa.
- Dile que pensaba llevarle a una tasca en la que ponen un cocido de chuparse los dedos.
- Bueno, el cosido sí le gusta, casi tanto como la olla podrida. Se lo diré, pero ya le adelanto que dirá que, grasias pero no.
   A los pocos minutos, Curro vuelve a estar al aparato.
- Señor Manué. Mi padre es un saco de sorpresas. Me ha dicho que siendo un cosido, que encantado. Dígame dónde y a qué hora. Y por si no lo sabe, le gusta comer pronto.
- Dile que le espero en el restaurante Ponzano. Está en el número doce de la calle del mismo nombre. Los metros de Canal o Iglesia le dejan muy cerca. En cuanto a la hora que la fije él y me lo dices.
   Ponte llega al restaurante unos minutos antes de las trece treinta, hora convenida, pero el Tío Josefo se le ha adelantado. Tras los saludos de rigor y las consabidas preguntas sobre las respectivas parentelas, Manuel le cuenta al patriarca que el cocido de tres vuelcos que van a comer tiene fama de tener mucha sustancia y poca grasa.
- Como debe ser – afirma el gitano - y servido en puchero de barro. Primero: la sopa del cosido, luego los garbansos, las patatas y las verduras, para terminar con las carnes, preferentemente de gallina que si es vieja hase un buen caldo.
   Y entre vuelco y vuelco de las viandas, van enhebrando conversaciones sin que el Tío Josefo diga una sola palabra de lo que quería contarle a Ponte. Hasta que cuando están rematando el tercer vuelco, el patriarca cambia de tema.
- Señor Manué, la última ves que hablamos me dijo usté que andaba mu preocupao con lo del robo del museo ese porque es el único testigo del mismo. Y también me contó que pudiera ser que los Corrochanos anduvieran de alguna manera metíos en ese safarrancho. Por eso voy a haser algo que es la primera ves que lo hago en mi via, chamullar lo que he oío en una reunión de mi gente. Verá usté. Endespué de darle mil vueltas, desidí ir al funeral por el muchacho de la familia Corrochano que palmó en el rifirrafe del Cobo Calleja. Allí se contaron por lo bajini muchas cosas. No sé si toas siertas, pero hubo una que me dije: Josefo, esto igual le puede ayudar a don Manué pa ver si se aclara lo del robo.
   El patriarca interrumpe su relato para echar un trago de vino, mientras Ponte sigue expectante esperando que prosiga. Tras limpiarse educadamente la boca, el gitano prosigue.
- Lo que se contó, y no le aseguro que sea verdá, es que los Corrochanos estaban que fumaban en pipa contra unos chinos del polígono de Fuenlabrada porque les habían chorisao una carretá de parné. Parese que los sientos de miles de duros que sacaban los Corrochanos de la venta de la droga, los chinos se encargaban de convertirlos en billetes de curso legal; o sea, que como se dise, los lavaban y transformaban en dinero limpio. Esa fue la causa de que se liaran a tiros contra los amarillos. Otra cosa más y termino. Los malajes de los Corrochanos también parese que andan enfrentaos con unos sudacas que son los que les suministran la droga a los que acusan de estar conchabaos con los chinorris. Como verá, un lio de tres pares de cojone. Y no quiero acabar sin desirle algo pa que quede claro como el agua clara: yo le debía favore mu grandes, pero con lo que acabo de contarle hemos saldao cuentas. Estamo en pas. Sigo siendo su amigo, pero cuando quiera saber algo de mi gente, llame usté a otra puerta, la mía la encontrará serrada.
   Y no hubo más. Se despidieron amigablemente, pero a Ponte le quedó un regusto amargo. Tuvo la sensación de que acababa de perder a un amigo.