Otro
problema de pareja, pero de distinta índole al que acaban de protagonizar José
Vicente Gimeno y Pepita Arnau es el que preocupa a Maruja, señora de Blanquer
como a ella le gusta que la llamen. Sigue empeñada en casar a su hijo Rafael antes
de que vuelva a las andadas y preñe a cualquier jovencita, que a lo peor no
tiene un padre tan interesado como el de Esperanza, la muchacha a la que el
cabeza loca de Rafa ha dejado encinta. El problema es que todas las muchachas
casaderas en las que pone los ojos le parecen poca cosa para su hijo. En algún
momento llega a pensar en Lolita. Es una buena chica y tiene el carácter que le
falta a su chico, pero fue ella la que rompió la relación y reiniciar ese
noviazgo sería tragarse un sapo. Si su hijo no era bueno para ella hace unos
años, tampoco lo va a ser ahora. En todas esas cavilaciones anda cuando aparece
su hermana Lidón que ha ido a verla. Mientras charlan en la cocina, Maruja
prepara la cena.
- Cuéntame los últimos rumores, Lidón.
- Poca cosa. El boticario joven, el sobrino
de don José, parece que le tira los tejos a la que iba para nuera tuya, aunque
por lo que cuentan parece que ella no le hace demasiado caso.
- Esa noticia es vieja. Si eso se confirma
será el mejor partido que va a encontrar Lolita. Espero que esta vez no lo eche
todo a rodar – y casi está por decir:
como hizo con mi hijo.
- Lo último con sustancia es la ruptura del
noviazgo de la chica de los Arnau y del secretario de la cooperativa.
- Ya me lo contaste. ¿Has oído algo de si
Camila Tena está esperando otra vez?
- No, pero tampoco me extrañaría. Con lo
beata que es, esa parirá todos los críos que Dios quiera enviarle. Y hablando
de cosas de iglesia, ¿sabes lo que se dice del nuevo cura?
- Que es capaz de encontrar cuartos hasta debajo
de las piedras.
- Además de eso, cuentan que si le da al
coñac a modo. Parece que más de uno le ha visto más que contento.
Hay
algo de la charla con su hermana que a Maruja se le ha quedado enredado en el
caletre, pero no consigue recordar qué. Está poniendo un vaso de leche en la
mesita de noche cuando de pronto encuentra lo que se le quedó en el
subconsciente. Se da una palmada en la frente y exclama:
- ¡La chica de los Arnau!
- ¿Qué chica? – pregunta su marido.
- Me parece, Antonio, que acabo de encontrar
la novia que buscábamos para nuestro hijo.
- ¿Y quién es? – se interesa el marido.
- Lo acabo de decir, la niña de Braulio el
del duro.
- ¿Piensas hablar con el Braulio?
- ¡Quita por Dios!, ese ni pincha ni corta,
en esa casa quien lleva los pantalones es Águeda, al fin y al cabo no deja de
ser una Arbós.
Al
día siguiente Maruja se pone en marcha. Como si se tratara de un general
planificando la estrategia de una acción militar: fija los objetivos, programa
los medios y activa las pertinentes maniobras. La operación: casar a su retoño
con la hija de los Arnau. Como se fía poco de su Rafael, decide que hará las
cosas al modo tradicional: el noviazgo lo cocinarán los padres y se lo darán
hecho a los hijos, éstos siempre podrán negarse, pero si se les presenta
adecuadamente lo más probable es que lo acepten. Tiene que aprovecharse de que
Rafa está viviendo horas bajas y puede estar más predispuesto a decir amén a lo
que ellos propongan. En cuanto a la joven, sabe que tiene fama de caprichosa y
de ser la que ordena y manda en su casa, pero todo será cuestión de
trabajársela bien, porque al fin y al cabo no es más que una chiquilla y, por
lo que sabe, tampoco es una lumbrera. Lo primero que hay que hacer es buscar
una buena casamentera. En cuanto hace el repaso mental de los árboles
genealógicos del matrimonio Arnau-Gasulla, rápidamente encuentra la persona más
idónea para iniciar los primeros contactos exploratorios con la Águeda. Le
pedirá la mediación a Elisa, la mujer de Antonino Arbós, con la que le une una
vieja amistad. Águeda es sobrina de los Arbós y seguro que Elisa tendrá ascendiente
sobre ella. Si no para decir amén a todo lo que le proponga, sí para
escucharla. Y si atienden su propuesta, Maruja intuye que ya tiene mucho
ganado.
Ni
corta ni perezosa, Maruja se presenta en casa de Elisa.
- Que bien estás Elisa. Ya me dirás qué haces
para conservarte así.
- Tú sí que estás bien. Cada día se te ve más
joven.
Tras
unos minutos de charla insustancial, Maruja entra en materia:
- Vengo a pedirte que me hagas un gran favor.
- Si está en mi mano…
- Lo está. Es más, eres de las poquitas
personas en el pueblo que puede lograrlo. ¿Te sigues haciendo mucho con Águeda
la de Braulio?
- Claro. Es sobrina de mi marido y ya sabes
que para los Arbós la familia es siempre lo primero.
- Bueno. Te voy a hablar con el corazón en la
mano. Lo que te voy a pedir no es para mí, es para mi hijo. Y como madre que
eres lo entenderás mejor que nadie.
Maruja le hace a Elisa un resumen edulcorado de los últimos malos tragos
por los que les ha hecho pasar su chico, sin decir una palabra del episodio sobre
la preñez de la Esperanza. Temen que, como les ha salido enamoradizo, se
tropiece con alguna buscavidas que se le abra de piernas, le haga un crío y se
tenga que casar con ella. La única salida que ven para salvar a su hijo de una
boda no deseada es encontrarle una buena chica, a ser posible del pueblo, y de
una familia como Dios manda. Su Rafael, no es por qué sea hijo suyo, pero es
una joya: joven, guapo, con el título de bachiller y además están gestionando
ponerle un negocio, un almacén de materiales de construcción con el que
seguramente ganará sus buenos duros ahora que tantas casas se están
construyendo en el pueblo.
- … y pensamos que Pepita, la hija de Águeda,
es la mejor chica que nuestro Rafael puede encontrar en el pueblo y en toda la
provincia. Las dos familias somos de aquí y nos conocemos de siempre, los
chicos hacen una estupenda pareja y seguro que cuando se traten harán buenas
migas. Y todos estamos al cabo de la calle de que los Arnau tienen muchos
cuartos, pero nosotros, aunque esté mal decirlo, tampoco estamos descalzos. En
ese terreno, los chicos poco tendrán que echarse en cara el uno al otro.
Elisa ha oído rumores sobre las andanzas no muy santas del chico de la
Maruja y que lo que ésta teme que le pueda pasar a su hijo es algo que, según
cuentan las correveidiles bien enteradas, posiblemente ha estado a punto de
sucederle. De todas formas, piensa, lo pasado, pasado está y la tontorrona de
su sobrina no haría mala boda con el chico de los Blanquer. Si consigue que el
arreglo prospere mataría dos pájaros de un tiro: tendría a la Maruja comiéndole
de la mano y a los Arnau-Gasulla agradecidos por llevarles a casa un buen
partido. Resuelve entrar en el juego.
- ¿Qué quieres, que lo hable con Águeda?
- Si me hicieras ese favor siempre te estaré
agradecida. Tú sabes lo que sufrimos las madres cuando un hijo se nos tuerce.
No es que mi Rafael se haya torcido, pero antes de que pueda ocurrir algo
irremediable estamos dispuestos a hacer lo que haga falta. Por eso me he
atrevido a pedirte que intervengas.
- Maruja, hoy por ti, mañana por mí. Nunca se
sabe lo que nos aguarda. Y a lo mejor dentro de un tiempo soy yo la que tengo
que pedirte un favor. Cuenta con mi ayuda. Hablaré con la Águeda.
- Si no te importa, cuando hables insístele
en que la mujer que se case con mi Rafael será toda una señorona. Tendrán su
propia casa y, si falta hace, criada y lo que sea menester.
- Oye, Maruja, y si esto va para delante qué
tenéis pensado ¿un noviazgo largo o corto?
- Lo que le parezca mejor a Águeda, pero si
he de serte sincera preferiría que fuera corto. Unos meses de noviazgo para que
los chicos se conozcan mejor y evitar las habladurías, y a pasar por la
sacristía que como mejor están las parejas son casadas.
- Bueno, pues déjalo de mi mano. No sé si
lograré algo, pero te prometo que haré todo lo posible. De entrada, una cosa si
es segura: Águeda me escuchará, otra cuestión es lo que vaya a decidir. Por
cierto, me decías antes que pensáis montarle al chico un almacén de materiales.
Dame más detalles, ya sabes lo interesados que son esa pareja.
- Te cuento más. Se trata de un almacén de
materiales de construcción. Antonio ha conseguido la concesión de una fábrica
de cementos de Buñol y el chico va a ser el único representante para toda esta
zona de la provincia. Desde aquí hasta Gandía el que necesite cemento de esa
marca, que no me acuerdo como se llama, tendrá que pasar por el almacén de mi
hijo. Mi marido dice que se va a ganar muy bien la vida y que, por tanto, la
que sea su mujer llevará una vida muy regalada. Eso también se lo puedes decir.