"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de mayo de 2015

5.7. Siempre te tomo en serio



   La iniciativa de Vives sobre el posible desvío de la carretera nacional a su paso por el pueblo concita, como no podía ser menos, la atención de los parroquianos del café El Porvenir. Y, como suele ocurrir, cada uno opina en función de sus intereses y simpatías.
- ¿Cómo quedará lo del desvío? – pregunta el ferroviario Ballesta.
- Cualquiera sabe – contesta Sanchís, el boticario -. De momento ha servido para que, por enésima vez, el clan de los Arbós y sus amigos se traben de cuernos con Vives y los suyos.
- ¿Y José Vicente tendrá algo qué decir al respecto? – quiere saber Clavé, el telegrafista.
- Gimeno no es más que un correveidile de los Arbós y solo dirá lo que sus amos le manden que diga – asegura Bonet, el otro ferroviario del grupo.
- Hombre, Celestino, creo que te pasas. José Vicente tiene personalidad más que sobrada para pensar por su cuenta. No necesita a los Arbós ni a nadie para decidir por sí mismo – replica Grau, el joven veterinario.
- Pero volviendo a mi pregunta ¿alguien sabe qué va a pasar, se hará o no el desvío? – insiste Ballesta.
   Unos aseguran que sí, otros que no. Aunque realmente nadie tiene información fidedigna que pueda asegurar una u otra opción. Hasta que toma la palabra Lapuerta, a quien todos respetan, no se sabe bien si es por ser un hombre cabal o porque es el médico de la mayoría de los contertulios, y que hasta ese momento no ha intervenido en la discusión.
- Quizá más importante que la obra en sí es la carga simbólica que hay detrás de ella.
-  ¿Y eso qué significa, don Manuel? – pregunta, curioso, Esteller, el rapabarbas.
- Pues según quien sea la facción que gane la pelea eso marcará, posiblemente, el devenir del pueblo en las próximas décadas.
- Manolo, si no te explicas mejor nos has dejado a todos in albis – puntualiza Grau.
- El desvío es una obra menor que tendrá un mínimo impacto en la red viaria, pero no dejará de formar parte del sistema de carreteras que es soporte fundamental para la economía. Una de las causas más determinantes del secular atraso económico de España son sus pésimas comunicaciones. No tenemos vías fluviales, el transporte aéreo está en mantillas, el ferroviario, además de escaso, quedó destrozado tras la guerra y tardará años en recuperarse, y de las carreteras ¿qué decir?, todos conocemos su lamentable estado; pese a eso, por ellas circula más del ochenta por ciento del transporte terrestre. Cualquier obra, por pequeña y modesta que sea pero que mejore su trazado, sirve para facilitar las comunicaciones y por consiguiente ayuda a la economía y al progreso del país – tras la parrafada, Lapuerta se calla.
   La mayoría de los tertulianos se quedan mirándole esperando que prosiga, pero el médico sigue silencioso. Es Sanchís quien rompe el mutismo:
- Todo lo que has dicho, Manolo, ya lo sabíamos, pero ¿dónde está la carga simbólica de que ganen unos u otros y cómo influirá en el futuro del pueblo?
- Lo que voy a decir no es más que una opinión, que conste. El desvío algo mejorará las comunicaciones locales, lo que a medio y largo plazo ayudará a la economía y, por tanto, al progreso del pueblo. Aquellos que se oponen se supone que es porque aceptan como buena la situación actual. Si ganan los que piden esa reforma, es probable que detrás de esa pequeña obra vengan otras que estimulen el despegue económico y social del municipio. La localidad crecerá y el crecimiento traerá cambios que influirán en la composición social y, de algún modo, en la estructura política. Si quienes vencen son los inmovilistas, se mantendrá el statu quo, el pueblo seguirá igual, nada o muy pocas cosas cambiarán.
- ¿Y usted quién cree que se llevará el gato al agua? – pregunta Esteller tan curioso como siempre.
   Lapuerta, por toda respuesta, esboza una media sonrisa irónica y se encoge de hombros. Si conoce la respuesta, prefiere no darla.
   El grupo que apadrina el desvío decide que sean                                                                          Paco Vives y su amigo Rúas los que visiten al delegado provincial de Obras Públicas. Le exponen sus pretensiones exagerando los problemas que provoca el continuo tránsito de camiones por el centro del pueblo. El delegado les escucha cortésmente, después les comunica que obras como las que solicitan las programan en Madrid y que en la última planificación recibida cree recordar que apenas existen desvíos. 
- ¿Y nos puede decir, señor delegado, si se va a construir alguno en nuestro pueblo?
   El funcionario pide por teléfono interior que le busquen el dato. No, no hay ninguna obra prevista en Senillar.
- ¿Y qué tendríamos que hacer para que construyan el desvío?
- Como les he dicho, las obras se planifican en el Ministerio. No creo que ustedes puedan hacer algo.
- Pero, señor delegado, las molestias las sufre el vecindario. Algo tendrán que decir sus representantes, que en este caso somos nosotros.
- Comprenderán que si en Madrid tuvieran que hacer caso de lo que pide cada pueblo, el Estado no tendría dinero suficiente para atender ni la milésima parte de las peticiones. La planificación la elaboran los órganos centrales que son los únicos que conocen todos los datos y necesidades de la nación y manejan los escasos fondos con que se cuenta.
- Pero como Ayuntamiento, y en representación de los vecinos, podremos pedir…
- Perdonen, caballeros – el delegado comienza a irritarse -, les ruego que no insistan. Si ustedes quieren cursar una solicitud háganlo por los cauces reglamentarios. Y ahora me disculparán, pero tengo una mañana muy ocupada.
   Pese a que el funcionario se ha puesto de pie para despedirles, Vives sigue insistiendo en que algo podrán hacer para pedir la obra. El delegado, decididamente molesto, llama a un conserje para que les acompañe a la salida. El alcalde y su acompañante salen de la delegación no solo frustrados sino también irritados por la poca atención que se les ha prestado.
- Ese tío nos ha tratado como si fuéramos unos patanes. Me dieron ganas de enviarlo a hacer puñetas.
- La verdad es que se portó como si hubiésemos venido a robarle la cartera.
- Este tipo podrá tener muchos estudios, pero lo que es educación no tiene ni gota.
- Y que mal genio tiene el cabrón. Hay que ver como se ha puesto.
- ¿Y ahora, Jaime, qué hacemos?
- La verdad es que no lo sé. Creía que ese fulano nos daría alguna pista sobre lo que podríamos hacer, pero ya le oíste, las obras son competencia del ministerio y de ahí no lo hemos sacado.
   Ambos comisionados regresan al pueblo con las manos vacías y la cabeza caliente. Rúas, de parte de Vives, se encarga de citar a sus partidarios a una reunión que tendrá lugar en el Ayuntamiento para escuchar de viva voz la versión completa de lo tratado en la delegación y tomar las medidas que se crean oportunas. Como otras veces, Borrás le ha chivado a Gimeno la información sobre la reunión y sus motivos. A éste le falta tiempo para contárselo a su consejera áulica, a quien ya no le oculta nada. Ambos reflexionan sobre el próximo paso que deberían dar.
- ¿No crees, Lolita, qué es el momento de lanzar el rumor de que esa gestión ha colocado al pueblo en la cola de las obras públicas?
- Creo que debemos aguardar hasta saber qué acuerdan en la reunión que ha convocado Vives… Espera, se me ocurre algo mejor, en vez de esperar a que muevan ficha, quizá fuera más eficaz inducirles a que tomen el camino más adecuado a nuestros intereses.
- Explícate, bonita.
- Quiero decir que si esperamos a que Vives tome una decisión, luego nosotros trataremos de contrarrestarla, pero en verdad quien seguirá llevando la iniciativa será él. Creo que es mucho mejor darle la vuelta a la tortilla, que seamos nosotros quienes tomemos la delantera y fijemos las reglas de juego.
- Te prometo, y no lo digo de broma, que escuchándote hay veces que pienso que el jefe deberías de ser tú. Tienes materia gris para parar un tren exprés y, encima, la ocultas tras el rostro más atractivo que conozco. Dicho sea con todo el respeto – Gimeno sabe que cuando piropea a Lolita debe de hacerlo con pies de plomo y en tono festivo para eludir la fácil irritabilidad de la joven en ese terreno.
- Eres imposible José Vicente – La joven comienza a no molestarse por las cada vez más frecuentes alusiones a su físico que hace Gimeno, algo impensable unos meses atrás -. Estoy intentando ayudarte y tú, como si fueras un adolescente, piropeándome. A ver si por una vez eres capaz de tomarme en serio.
- Lolita, perdóname, es cierto que a veces disfruto gastándote pequeñas bromas, me encanta ver la carita que pones, pero siempre desde el gran respeto que te tengo. Dicho esto añado que siempre te tomo en serio. Sé que no descubriré la pólvora, pero tampoco soy tan estúpido como para no saber que tengo a mi lado, no solo a una mujer maravillosa, sino a la persona más inteligente que conozco, y a los inteligentes siempre hay que tomarlos en serio digan lo que digan.