Sergio ha estado reflexionando
sobre la última recomendación que le hizo Dimas, cuando le pidió que le
aconsejara sobre cómo actuar mejor en su nuevo puesto de capataz. Llega a la
conclusión de que nunca se ha detenido a analizar cuanto sucede alrededor del mundo del ladrillo. Le
queda claro que lo primero que precisa es información: ¿por qué se edifica en
Senillar ahora y no se hizo antes?, ¿por qué el ritmo de la construcción es tan
acelerado?, ¿por qué los precios de los apartamentos se disparan día tras día?,
¿por qué…? Ahora tiene la oportunidad de encontrar respuestas a sus
interrogantes. El Ayuntamiento patrocina un ciclo de conferencias, bajo el
título de “Senillar, presente y futuro”, que se impartirán los domingos por la
mañana y cuya asistencia es gratuita. Su teórica finalidad es explicar, de
manera sencilla y al alcance de todos, el fenómeno urbanístico en el que está
inmerso el pueblo. El objetivo oculto, al que aspiran las autoridades locales, es
extender entre sus convecinos la idea de que la urbanización de la zona costera
es lo mejor que le ha ocurrido al pueblo. La encubierta finalidad del gobierno
municipal pincha en hueso pues se han equivocado de medio a medio al elegir el
conferenciante.
Pascual Tormo es la
persona menos indicada para conseguir el objetivo al que aspira el
Ayuntamiento. Es un ecologista moderado y contrario al desarrollismo salvaje
que ha invadido su pueblo, pero en estos momentos se debate entre sentimientos
encontrados.
Es consciente de que es uno de los contados senillarenses con capacidad y
prestigio para encabezar un movimiento ciudadano de protesta ante los desmanes
que se están produciendo, pero también sabe que hay muchos intereses creados y
habrá una parte de del pueblo que, al estar involucrada en los mismos, los
defenderá con uñas y dientes. Su propia familia es una de las que está
interesada en el proyecto ya que es propietaria de una finca que los
constructores han intentado comprarles en varias ocasiones. Además, como suele
ocurrir en las pequeñas comunidades, están los lazos de parentesco, su madre es
prima de Javier Blasco, el alcalde. Ninguno de esos argumentos logra calmar su
desasosiego por no adoptar una actitud más valiente en contra del urbanismo
desbocado que se está viviendo.
Un conocido le ha comentado a Sergio que Tormo es un tío brillante y que
tiene gran claridad expositiva. Sergio no lo duda y se inscribe. No sabe si va
a encontrar las respuestas que busca, pero decide asistir a un par de charlas y
en función del resultado optará por continuar o no. Como comienza a conocer
bien las reacciones de Lorena y presume que no entenderá su verdadera
motivación le da otras razones sobre su inscripción.
- Estas majara, ¿a quién se le ocurre ir un domingo a
escuchar no sé qué rollos? Estarías mejor descansando que falta te hace y
echándome un polvo mañanero que siempre sabe a gloria.
- No creas que me apetece ni tanto así, pero
me lo ha sugerido el señor Francisco – prefiere citar a su patrón y no a Dimas
- y no puedo desairarle. Le debo mucho.
- No le debes nada – salta como una tigresa
Lorena -, lo que se dice nada de nada. Lo que te paga te lo ganas y bien
ganado. Lo que tendría que hacer el Francisco es cotizar mejor las horas extras
y no chupar la sangre a pipiolos como tú.
Pascual Tormo, además de impartir lengua española y literatura en el CEU
valenciano, dedica unas horas algunos fines de semana a dictar pequeñas charlas
para elevar el horizonte cultural de sus convecinos. Lo hace de forma
voluntaria y gratuita. Cuando el Ayuntamiento le propuso el tema del ciclo se
sorprendió de que hubiesen pensado en él. Suponía que era de dominio público su
apoyo a los movimientos ecológicos. No sabe si la invitación es porque los integrantes
del gobierno municipal desconocen su faceta de conservacionista o porque buscan
una voz crítica que compense, de alguna manera, el laissez faire, laissez passer de los políticos locales en cuanto
atañe al urbanismo.
Tormo, dejando a un lado sus prejuicios,
decide que explicará a sus escasamente letrados alumnos lo que es el boom
inmobiliario y todo lo que supone para el pueblo, la región y el país, tanto en
sus aspectos positivos como negativos. Como acostumbra, en la primera charla
inicia la exposición lanzando un anzuelo para concitar la atención de sus
oyentes:
- Os propongo un acertijo, a ver si lo
acertáis. ¿Sabéis qué es un prisma rectangular de barro cocido cuyas
dimensiones permiten que se pueda manejar con una sola mano?
Generalmente no hay respuestas a sus preguntas, sin embargo, y ante su
sorpresa, un chico, a quien no conoce e inusitadamente joven en contraste con
sus alumnos habituales, levanta la mano.
- Creo que es la definición del ladrillo.
- En efecto, el ladrillo. De él trata, en
buena medida, el contenido del ciclo. Otra pregunta, ésta mucho más difícil. La
palabra boom, que a muchos os sonará, es de origen inglés, ¿qué traducción
tendría en español?
- Auge, también podría traducirse por
expansión – responde el mismo joven de antes.
Tormo esperaba que nadie supiera lo que significaba el anglicismo, el
que al menos uno de los asistentes lo sepa le hace pensar que la media cultural
del alumnado está creciendo.
- Acertada traducción. Bien, las palabras
sobre las que he preguntado no son más que un mero pretexto introductorio a
nuestro tema: el auge inmobiliario y su impacto en la sociedad civil. Como de
costumbre, podéis interrumpirme en cuanto tengáis una pregunta que formular.
¿Alguna duda?
Ante el silencio del auditorio, Tormo prosigue su explicación:
- Primero, una somera introducción. España
siempre fue un país más bien pobre, con un paro muchos puntos por encima de la
media europea y con escasa capacidad competitiva. A finales de los sesenta, la
economía autárquica… – hace una pausa, piensa
que no debe utilizar vocablos que con toda seguridad no conoce su alumnado, por
ello se apresura a rectificar – o, mejor dicho, la economía del tipo de Juan
Palomo, yo me lo guiso yo me lo como, que había primado durante el franquismo
se fue diluyendo en la medida que el país se fue abriendo al extranjero y el
capital foráneo comenzó a invertir en nuestra nación. Fue con la llegada de la
democracia cuando comenzó a fraguarse lo que ha venido a llamarse el milagro
español, que no es otro que el espectacular crecimiento económico que se está
produciendo. El país, que retraté antes en cuatro brochazos, está cambiando a
ritmo vertiginoso. El dinero fácil, consecuencia del crédito barato, genera un
auténtico derroche consumista. La amplia demanda de todo género de productos
exige una intensa actividad industrial y comercial, lo que provoca una
abundante oferta de puestos de trabajo. Y, sobre todo, el espectacular
crecimiento inmobiliario se ha convertido en el principal motor de la nueva
economía. Ese rosario de causas y efectos convergen en conseguir el logro de
ese llamado milagro…
La
mayoría de los asistentes se aburren, son contados los que entienden todo
cuanto el universitario les está explicando, Sergio es uno de esos pocos.