La mañana del 19 de agosto se registra
gran actividad en la sede del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia
de Castellón. La juez del Valle, que ya solicitó los antecedentes penales de la
única detenida hasta ahora del caso Pradera, le va a tomar declaración. Antes
de ello, a Rocío Molina se le ha reconocido el derecho de asistencia jurídica
gratuita. Lo que se ha hecho automáticamente al comprobar que no cuenta con
recursos e ingresos económicos brutos computados anualmente por todos los
conceptos que no superen dos veces el indicador público de renta de efectos
múltiples, vigente en el momento de efectuar la solicitud al tratarse de
persona no integrada en ninguna unidad familiar. El día anterior, la detenida
recibió la visita de la abogada de oficio que la administración de justicia ha
designado para que la represente. Lo primero que Rocío le ha contado a su
letrada, una mujer joven que hace sus primeras armas en la defensa de oficio, es
que tiene información que puede ser relevante para esclarecer la muerte de
Francisco Salazar, pero que no dirá nada hasta negociar con la fiscalía. La
abogada le indica que de momento no hay beneficios que negociar, pues lo más
probable es que la jueza, tras interrogarla, la deje en libertad, quizá con
cargos aunque también eso es dudoso.
-¿Usted tuvo
algo que ver con el fallecimiento de Salazar? –le pregunta directamente la
letrada.
-Se lo juro
por Nuestra Señora de Palomares, que es la patrona de mi pueblo, que no he
tenío na que ver con la muerte der pobre Curro. ¡Con lo que yo le quería!
-En ese
caso, lo más probable es que la dejen en libertad sin cargos. Por consiguiente,
mi consejo legal es que le cuente a la señora jueza todo lo que sabe.
Rocío se resiste, tiene muy asimilado lo de
los tratos con la fiscalía que tan recurrentes son en las series televisivas americanas.
En algún momento de la entrevista, la andaluza también le cuenta la aventura
del maletín que, según sigue manteniendo, se lo llevaron para ver si dentro se
encontraban los papeles de la Seguridad Social de Curro.
-¿Acaso se
llevaron el maletín violentando a su dueño? –pregunta la letrada.
-Quia, no
señora, si er pobresito Curro no se enteraba de na.
-Si no
existió ningún tipo de violencia o intimidación a la hora de apoderarse de ese
bien ajeno se la podrá acusar de hurto, pero eso supone una pena menor en
función de la cuantía del dinero que había en el maletín.
-Pero señora
abogá, no fue un robo, solo queríamos encontrar los papeles de la Seguridá
Sosiá de mi novio.
-Eso lo
decidirá su señoría, pero si pudiéramos probar lo que afirma podría defenderla
de esa acusación. Porque el hurto exige como requisito la existencia de una
intención especial del autor, lo que técnicamente se conoce como elemento subjetivo
que es el ánimo de lucro. Si usted no buscaba lucrarse con el contenido del
maletín sino encontrar unos documentos la acusación de hurto decaería. Y como
además no llegaron a abrir la valija, dudo que su señoría vaya a acusarla de la
intención de hurto. En cualquier caso, le reitero que lo mejor para usted es
que declare todo lo que me ha contado. Y si la jueza le pregunta por el
maletín, dígale lo de la tarjeta sanitaria. Una cuestión que no me ha quedado
clara y que su señoría le preguntará es el motivo de su desplazamiento desde
Sevilla a Torrenostra.
Rocío duda un poco. No cree que la favorezca
contar que trataba de ayudar a un prófugo por lo que opta por mantener la
inventada historia de los dineros que le adeudaba Curro.
-¿Existe
algún tipo de documento que pruebe la existencia de esa deuda?
-Desgrasiadamente,
no. Ya puede figurarse que entre novios no se firman papeles.
-Si no hay
un documento que pruebe la existencia de esa deuda, pero si puede probarse la
relación que tuvo usted con el fallecido, su señoría le podría otorgar el
beneficio de la duda. Hablaré con el fiscal y quizá podamos conseguir que salga
libre y sin cargos, aunque si la jueza dicta auto de apertura de juicio oral
tendrá que volver a comparecer en el proceso, pero solo como testigo.
-¿Qué es eso
der juisio oral? –inquiere Rocío.
La novata abogada, al ver la ignorancia supina
de su cliente, pretende lucirse:
-Con el auto
de apertura de juicio oral se trata de determinar si las diligencias
instructoras practicadas permiten deducir la existencia de un hecho punible
atribuible a un concreto sujeto. Es decir, de reconocer, en definitiva, el
derecho de acción penal, como derecho al proceso y a la sentencia. El contenido
mínimo y necesario que debe integrar el auto lo constituyen los
pronunciamientos decretando la apertura del juicio oral y la determinación del
órgano competente para el enjuiciamiento.
La andaluza apenas si ha sacado algo en
limpio tras la redundante explicación de la abogada, pero no pregunta más.
Recuerda lo que solía decir Curro: “Con los abogaos cuanto menos se hable
mejor, les preguntas algo y nunca contestan na que puedas entender”.
El interrogatorio de la Molina por la Jueza
de Instrucción es breve. La andaluza, pese al consejo de su abogada, solamente
le cuenta a la juez lo que antes le contó al sargento del puesto local de la
Guardia Civil de Torreblanca. Tras acabar la declaración, la jueza decreta la
puesta en libertad de Rocío, pero con cargos al mantener su condición de
investigada por los supuestos delitos de omisión del deber de socorro, como dispone el
artículo 489 bis del Código Penal, y el de hurto de acuerdo a lo que establece
el artículo 234 del citado Código. Como le explica la abogada a Rocío al salir
del juzgado:
-Queda en libertad
con cargos.
Mientras tanto, el excomisario Grandal
cavila en cómo ayudar al sargento Bellido en el esclarecimiento de la muerte de
Francisco Salazar. Tras detenida reflexión llega a la conclusión de que los
hilos para tirar del ovillo del caso son los testigos que tiene más a mano,
aquellos que residen en el pueblo: la camarera de la habitación 16, su
novio, la patrona y los empleados y clientes del hostal. Su mejor baza es Anca
puesto que es la que más trato tuvo con el fallecido y la gente que iba a verle.
Como no tiene potestad para citarles, le pide al sargento que maniobre para
poder hablar con la rumana, pero sin carácter oficial. Bellido, a través de la
señora Eulalia, consigue que la joven acceda a dialogar con Grandal. El cebo
para convencer a la rumana ha sido contarle que se trata de un antiguo
comisario de policía que sabe mucho más derecho penal que el abogado del
pueblo, y que le puede ayudar en el problema que tiene con la justicia. La
joven acepta la ayuda sin mayores reparos pues conoce a Grandal como uno de los
integrantes de la partida de dominó en la terraza del hostal.
Tal como han quedado, el expolicía recoge a
la camarera al final de la calle Diagonal y se la lleva en su coche a una
cafetería de Alcossebre para evitar las miradas indiscretas y que se disparen
los rumores. Antes de entrar en materia, Grandal le pinta a la muchacha un horizonte
penal preocupante. Trata de que se asuste lo suficiente para que en su
declaración no se deje nada en el tintero. Para ello utiliza la información que
le ha facilitado el sargento: si fuera condenada, aunque fuera por un delito
menor, ello podría repercutir en la situación de su familia que entró en España
con visado de turista y podrían deportarlos a Rumanía. Le pide que le hable de
su relación con Francisco Salazar. La joven le cuenta su trato con quien ella
conocía como Curro Martínez y como desde el primer día empatizaron porque el
andaluz era un hombre simpático cuando se lo proponía y sabía un montón de chistes
y chascarrillos, además de que era de los pocos clientes que daba buenas propinas.
Anca se guarda para sí que llegaron a intimar en un par de ocasiones. Y va
relatando su relación con Curro hasta que llega al día en que le pegaron la
paliza. Ahí es donde hace su primera pregunta Grandal:
-Cuéntame lo
de la paliza con más detalle, por favor.
-Un día, el
nueve de agosto exactamente, alguien vio salir del hostal al señor Martínez,
digo Salazar, acompañado de otro hombre, un desconocido. Se dirigieron a la
zona que hay en la calle de atrás del hostal, donde están las pistas
deportivas, y allí el desconocido, al parecer sin venir a cuento, le propino
una paliza al señor Salazar que le produjo la fractura de dos costillas.
-¿Salazar
dio muestras de que conocía a su agresor?
-No sé si le
conocía, pero dijeron que salieron del hostal hablando amigablemente.
-Esa
agresión nunca fue denunciada. ¿Sabes por qué Salazar no la denunció?
-No, señor
comisario…
Grandal la interrumpe.
-Por favor,
llámame Grandal o Jacinto. Aquí no soy comisario sino un amigo que quiere
ayudarte.
-Lo que
decía señor Grandal, no sé porque no lo denunció. Sí le oí decir que prefería
no meterse en líos con los picoletos. Esa palabra que no conocía solía
repetirla. Luego me enteré que se refiere a la Guardia Civil.
-Bien.
¿Quién fue la persona que hizo huir al agresor?
-Eso sí lo
sé. Un señor muy educado y amable, creo que es ingeniero, del mismo pueblo que
el señor Salazar, de Zahara de los Atunes, en la provincia de Cádiz. Creo que
se llama Alfonso. Vino a ver a su paisano y lo encontró de casualidad cuando le
estaban arreando una somanta de puñetazos y patadas que le dejaron como un santo
cristo. Y al día siguiente, el mismo señor se llevó a Salazar a Castellón para
que los médicos le hicieran una revisión. Fue cuando le confirmaron lo de las
fracturas de costillas.
-¿Sabes
dónde se alojaba el ingeniero?
-En un hotel
de Orpesa, pero no sé exactamente en cual. Ah, se me olvidaba, el señor Alfonso
estaba con su mujer, aunque yo no llegué a conocerla.
Como Grandal se ha dado cuenta de que la
joven comienza no sabe bien si a cansarse o aburrirse decide dar por concluida
esta primera fase de la conversación.
-Gracias,
Anca, eres de gran ayuda. Mañana proseguiremos la charla.
PD.- Hasta
el próximo viernes