"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 23 de febrero de 2018

41. Nunca terminas de conocer a las personas



   La inesperada irrupción de Rocío en la habitación de Curro, mientras Anca le ayuda a quitarse los pantalones, provoca que el exsindicalista reaccione como lo haría alguien pillado infraganti realizando una acción censurable. Se le ha borrado la sonrisa y se ha puesto nervioso.
-Rocío, ¿se puede saber qué haces aquí? –balbucea Curro con gesto enojado.
   Anca, en cambio, con toda naturalidad ha terminado de quitarle los pantalones, los pliega y los guarda en el pequeño armario ropero, luego se encara con la recién llegada.
-Señora, esta es la habitación del señor Martínez. Usted no puede estar aquí. O sea que puerta.
-Curro, miarma, ¿quién es esta descará que se atreve a echarme de la habitasión de mi novio?
-¿De verdad esta momia es su novia, señor Martínez? Creía que tenía mejor gusto –replica Anca insolentemente.
-Si me vuerves a llamar momia por mis muertos que te arranco los ojos, chochito de trementina. ¡Curro, échala!
   El gaditano hace un esfuerzo, se sobrepone al dolor y a los analgésicos que le tienen medio grogui e intenta concertar la paz entre ambas mujeres.
-Rocío, esta joven es la camarera de mi cuarto y me está ayudando a desvestirme –y dirigiéndose a Anca explica-. Rocío fue mi novia cuando estaba en Sevilla, pero ya no. Y ahora no me volváis loco, os lo pido por favor, dejarme solo que tengo que dormir un poco. Ya hablaremos en otro momento –y sin más, acaba de tenderse en la cama y cierra los ojos.
   Rocío y Anca se miran retadoramente, pero acatan el ruego del doliente Curro y abandonan la habitación. Bajan a recepción donde la sevillana pide por la dueña del hostal.
-Me llamo Rosío Molina y soy la novia del señor Salasar…                                      
   La patrona le corta.
-Perdone, pero aquí no tenemos a ningún huésped que se apellide Salasar.
   Ahora la que se queda cortada es Rocío, pero rápida de reflejos se defiende.
-Me refiero ar señor que han dao una palisa. Como le digo, soy su novia y he venio a cuidarle. De ahora en adelante no es nesesario que le hagan la habitasión ni na, ya me encargo yo.
   Anca, que sigue presente, interviene:
-Señora Eulalia, tiene que saber que esta mujer ha entrado sin llamar en la habitación del señor Martínez cuando estaba ayudándole a acostarse. Es verdad que ha dicho que era su novia, como también lo es que el señor Martínez ha dicho que fueron novios en Sevilla, pero que ya no lo son.
   La patrona a quien no le ha gustado ni el desparpajo ni la pinta de la sevillana tira por la calle de en medio.
-Señora, es posible que usted diga la verdad, pero el hecho de que ni siquiera sepa el apellido de quien dice ser su novia, me obliga a dudar de esa relación. En cualquier caso, usted no es huésped del hotel y esta es una casa seria. Si mañana viene, daré orden en recepción de que le informen como está el señor Martínez pero no puede subir a su habitación sin más, es cuanto puedo hacer por usted. Ahora le tengo que pedir que se marche.
-Quiero una habitasión –es la inesperada respuesta de Rocío a la petición de la patrona.
-Lo siento, no tenemos habitaciones libres, está todo ocupado hasta final de temporada.
   Rocío, mordiendo las palabras, contesta en tono retador:
-Vorveré.
   Acabada la reunión con los otros emisarios que han venido para hablar con Curro, Pacheco y Sierra se sientan en un bar. Puesto que son viejos conocidos, y aunque sin ser amigos se llevan bien, ambos se sinceran. Sierra cuenta el motivo de su estancia en la Costa de Azahar y Pacheco hace lo propio. Ambos coinciden en que las propuestas que han planteado a Salazar son bastante parecidas, por eso lo más eficaz sería aunar fuerzas y fusionarlas en una sola. Y puestos en el camino de no ocultar nada, el ingeniero cuenta a Sierra la verdad sobre quien ha sido el agresor de Salazar.
-¿Te acuerdas de el Chato de Trebujena, el que fue campeón de Andalucía de los semipesados?
Pues es quien le ha pegado la paliza a Curro. Y no sé hasta dónde podría haber llegado si no aparezco yo.
-Y tanto que me acuerdo. Cuando comenzaba a apuntarme la barba, me dio la venada del boxeo y estuve una temporada entrenándome con El Bigotes en el Club Boxeo Sevillano, que está en el Barrio de Rochelambert. Allí vi al Chato en bastantes ocasiones aunque ya no se calzaba los guantes. Y hablando del fulano, ¿sabes por qué le zurró a Curro? –pregunta Sierra.
-La verdad es que no tengo ni idea –Pacheco prefiere guardarse parte de lo que sabe-, pero… no me extrañaría que la agresión de ese descerebrado tuviera algo que ver con las declaraciones que puede hacer Curro si le llevan al juzgado de instrucción. Alguien se ha propuesto intimidar a nuestro amigo –sugiere.
-Ese alguien podría ser Juan Antonio Almagro –apunta Sierra, que le cuenta a Pacheco la formación de su grupo y como el exconsejero defendió en todo momento que la mejor táctica para que Salazar no hablara era pegarle una paliza y además amenazarle con que si se iba de la lengua podía terminar con una cadena de ancla en el fondo del Guadalquivir-. Lo que no sé –añade- es que pintan aquí el chico de Curro y la arrabalera de su exnovia.
-Esos dos están aquí para alertar a Curro de que su escondite ha dejado de ser un secreto. Esa es su versión, en realidad a lo que han venido es a pedirle dinero. Al menos, eso es lo que me ha contado mi paisano –explica Pacheco que agrega-. A mí quien me preocupa es el pisaverde del Espinosa, ¿qué impresión te ha causado?
-Más o menos la que a ti, que es un lobo con piel de cordero. Muy fino, muy buenas maneras, con una apariencia impecable, pero tiene más peligro que un morlaco placeado. En cuanto a los hipotéticos negocios que tiene con Curro no me los creo. Te apuesto un fino y tapa de jamón que está aquí por idéntica causa que nosotros, para convencer a Curro de algo relativo al caso ERE –afirma Sierra.
-No has perdido el olfato, Jaime. Me ha contado Curro que le ha ofrecido que huya al extranjero y que su gente le financiará el viaje y la estancia en el país que elija –relata Pacheco.
-¡Ojú!, eso puede suponer un pastón. Lo que significa que quienes están detrás del figurín es gente de mucha tela. ¿Quiénes podrían ser? –se pregunta Sierra.
-A ciencia cierta no lo sé. Nadie de los imputados hasta ahora en el caso tiene tanta guita como para permitirse ese gasto. Ni siquiera aunque se aliaran varios. Lo que me lleva a deducir que solo pueden ser empresarios, gente de negocios que todavía no ha aparecido en la instrucción del caso y que al parecer está dispuesta a no hacerlo –aventura Pacheco.
-¿Sabes qué? Empiezo a compadecer al pobre Curro –se apiada Sierra.
   A todo eso, el Chato de Trebujena está en su hotel dilucidando en si regresar o no a Sevilla. Por un lado, ha cumplido la primera parte del encargo que le dio Juan Antonio Almagro, darle una buena paliza a Salazar; por otro, la inesperada aparición de un desconocido le impidió cumplir con la segunda que era dejarle bien clarito al exsindicalista lo que le podía pasar si se iba de la lengua. Se dice que un encargo hecho a medias es algo propio de un aficionado y él se considera todo un profesional; por tanto, no puede volverse sin cumplir lo encargado al cien por cien. Piensa que ahora acercarse a Curro será más problemático, tendrá que esperar unos días hasta que las aguas hayan vuelto a su cauce.
   En el entretanto, el hijo de Salazar está en la parada del bus que hace el trayecto hasta Torreblanca. Espinosa que ha aparcado su coche cerca de allí piensa al verle que el joven puede ser un buen camino para llevarle hasta el padre. “¿Cómo coño se llama este chico? Ah, sí”. Acaba de recordar su nombre. Se detiene y le llama:
-Francisco José, ¿esperas el bus?, te llevo, ¿dónde vas?
   El primogénito de Curro no se lo piensa y monta en el coche.
-Un buen buga este.
   El ingenuo comentario le sugiere una idea a Espinosa.
-¿Te gustaría pilotarlo? Si tienes tiempo podemos buscar algún tramo de vial que tenga escaso tráfico y te dejo que lo lleves.
   La cara ilusionada del joven vale mil afirmaciones.
    Esa tarde, cuando van a jugar su cotidiana partida de dominó, el cuarteto de jubilados se entera por el camarero que les sirve de lo que le ha ocurrido al señor Martínez por quien se han interesado varias personas que han venido a verle.
-¿Y dices que le han dado una paliza? –pregunta Álvarez con cierto asombro-. Es la primera vez que oigo que ocurre aquí algo semejante. Si esta playa es de lo más tranquilo, una balsa de aceite, vamos.
-Hombre, Luis, gente con mala hostia la hay en todas partes, lo que resulta más raro es que no le robaran nada –comenta Grandal.
-Algo debió hacer o decir –apunta Ballarín-, a uno no le pegan porque sí.
-Pues lo que son las cosas, de todo lo que nos han contado, ¿sabéis que es lo que encuentro más chocante? –Ponte no espera respuesta-. Pues que haya venido gente a interesarse por su estado. Estaba convencido que aquí, salvo la gente del hostal y nosotros, no le conocía nadie. Con razón decía mi santa madre que nunca terminas de conocer a las personas.

PD.- Hasta el próximo viernes