"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 17 de abril de 2015

4.9. Un mejicano en Senillar



   Enrique Guerrero se ha ido del pueblo y su desaparición le sienta a Lolita como una purga. Está desconcertada, el joven se ha ido sin despedirse y nadie sabe adónde ni cuál es el motivo de su marcha. Tras algunas discretas averiguaciones consigue enterarse de que Sanchís ha comentado que su sobrino se ha ido a Madrid a hacer un curso de análisis clínicos, pero lo que le preocupa es que el viejo farmacéutico ha añadido que no sabe cuándo volverá y ha dejado caer: si es que vuelve.
   La joven se deprime porque parece que todo le sale mal: Rafael se echa novia, encima parece que la cosa va en serio, y la persona con la que pretendía darle en la cresta se ha esfumado. Si creyera en conjuros diría que alguien le echó mal de ojo. Días después, semioculta tras la puerta de su tienda ve pasar, camino de misa de doce pues es domingo, a Pepita colgada del brazo de Rafael. Es la primera vez desde hace mucho tiempo que vuelve a ver a Rafa, lo encuentra tan pinturero y elegante como siempre; se le ve contento, parece que el nuevo noviazgo le está sentando bien. No puede resistir la tentación de volver a espiar el retorno de la pareja. Por la noche, en su habitación, con los ojos preñados de lágrimas, repasa viejas fotografías, las que no devolvió a Rafael cuando rompieron. No sabe si cortarlas en pedacitos o quemarlas, tras muchas dudas vuelve a dejarlas en la caja de madera taraceada en que las guarda. Y por si faltaba algo, sigue sin saber nada del sobrino de Sanchís.

   Lo del curso de análisis clínicos de Enrique Guerrero es una verdad a medias: la entidad organizadora, la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Madrid, le llama curso aunque solo dura cuatro semanas. Enrique traba amistad con un grupo de cursillistas que terminan formando una pandilla que dedica más tiempo a divertirse que al aprendizaje de las técnicas analíticas. Hay una compañera, Covadonga, que tiene una farmacia en Avilés, con la que rápidamente congenia. No es una belleza, pero tiene un carácter tranquilo y una sonrisa agradable; es de esas personas que irradian una sensación de paz y serenidad. Terminan emparejándose y el resto de compañeros bromean a su costa.
- Quién te lo iba a decir Covi, qué ibas a encontrar novio en Madrid.
- Como broma, vale, pero nada más. No somos novios ni mucho menos, simplemente, amigos.
- Hija, pero si estáis juntos la mitad del día.
- Como el resto del grupo, guaje.
   El flirteo de Enrique con la asturiana termina cuajando. Todavía sigue acordándose de Lolita, pero Covadonga es una chica maja, simpática y buena conversadora lo que hace que el recuerdo de la joven senillense vaya diluyéndose. Parece que su amigo Grau tenía razón: lo que sentía por la joven, todavía no sabe si era amor, parece que no está resistiendo la distancia.
                                                                        *  
   Carlos Arruza torea en Valencia. El mejicano es uno de los diestros de moda en un verano en el que la segunda guerra mundial ha dado paso en Europa al Plan Marshall. Además de su innegable torería otro hecho que le ha aupado a los primeros puestos del escalafón taurino es que algunos medios han tratado de convertirlo en el antagonista de quien, sin duda alguna, es el número uno en el planeta del toro: el cordobés Manuel Rodríguez “Manolete”.
   Un grupito de aficionados de Senillar, comandados por el más taurino de todo el pueblo, Fermín de Belda, ha ido a verle torear al coso de la calle Játiva. Aunque ese día el matador azteca no cuaja una gran faena, los lugareños, con Fermín al frente, se han desplazado al hotel en el que descansa el torero e insisten en verle para felicitarle. El apoderado trata de quitárselos de en medio con la excusa de que el maestro está cansado y necesita reponerse pues en dos días ha de torear en Alicante y por medio hay un pesado viaje por carretera. La insistencia de los senillenses no tuerce la voluntad del apoderado a quien la negra blusa campesina de Belda ha sido suficiente para catalogarle como el clásico paleto huertano. Tras la negativa, el grupo se refugia en el bar del hotel para tomar unas copas y decidir qué van a hacer. Ante su sorpresa, en un extremo de la barra está el diestro mejicano departiendo con uno de los miembros de su cuadrilla.
- Fermín, ¿ese alto no es Arruza?
   El aludido, uno de los escasos vecinos del pueblo que ha visto repetidas veces al matador, con parsimonia y, sin que parezca importarle interrumpir la charla que mantiene el diestro, le aborda.
- Perdone, usted es Carlos Arruza, ¿verdad?
- El mismo – contesta el torero con su cadencioso acento mejicano.
   El resto del grupo se ha arremolinado en torno al diestro y al bueno de Fermín que está empeñado en invitar al matador a tomar lo que quiera porque, en su opinión, es el torero más grande del mundo desde que faltó Joselito. El peón, con el que departía Arruza, intenta espantar al inesperado moscón, pero al mejicano le hace gracia la verborrea del pueblerino y se deja invitar a un café. Belda tiene la osadía de pedir al diestro que les visite en las fiestas de agosto, lo que sería un honor para todo el pueblo. El mejicano, dada la insistencia de Fermín, solo se compromete a parar un momento en el pueblo pues le coge de mano en su viaje a la ciudad alicantina.
   Al día siguiente el torero pasa por Senillar. Desconoce que a un par de kilómetros antes de llegar al pueblo están apostados unos mozos que, en cuanto ven pasar la rubia del matador, lanzan un cohete cuyo estampido es la señal que espera el gentío. Arruza nunca pudo imaginárselo: en la plaza, engalanada con banderas españolas y mejicanas, está esperándole un enorme gentío y la banda de música tocando el pasodoble que lleva su nombre y hasta las pocas piezas mejicanas que conocen como Adelita y Cielito lindo. La auténtica emoción que percibe en la gente le llega al corazón. Está acostumbrado a los aplausos y vítores de los públicos de los cosos taurinos, pero nunca vio a todo un pueblo, de gente campesina y modesta, tan entregado y con tantas ganas de ofrecerle su cariño y simpatía. Tan es así que, en un gesto espontáneo, pregunta a Andrés Gago, su apoderado, si tiene alguna fecha libre durante la semana de las fiestas de agosto. Al parecer la tiene pues una corrida que tenían apalabrada en el norte ha sido cancelada. Sin dudarlo un momento le indica que reserve ese día: toreará en Senillar, sin cobrar un duro por supuesto

   De la noche a la mañana, los senillenses se vuelven confesos seguidores del diestro azteca que mantiene en los ruedos un apasionante duelo con Manolete, pese a que fuera de los cosos son buenos amigos, y que hace revivir a los aficionados a la fiesta otros enfrentamientos de tiempos pasados como los protagonizados por Joselito y Belmonte o Bienvenida y Ortega. El Califa de Córdoba, como también apodan a Manolete, ya no es el número uno para ellos y hasta un vate local le pone una letra peyorativa al pasodoble del torero cordobés. La breve parada del matador es relatada una y otra vez por las esquinas del pueblo y todo el mundo se hace lenguas como una persona tan famosa como el diestro mejicano, un auténtico coloso del ruedo, ha tenido el detalle de conversar con unos vecinos de tú a tú y hasta de prometerles que volverá. Una inusitada fiebre arrucina se extiende por la población.
   Con el paso de los días la simpatía hacia el torero se convierte en verdadero fervor. Menos elevarlo a los altares todo lo demás es poco. Inmediatamente se constituye una comisión pro-Arruza porque son muchas las cosas que hay que preparar para su venida. En el pueblo jamás ha toreado un matador de la categoría del azteca y eso significa que habrá que mejorar y adecentar la plaza de toros, hecha con los carros de los labradores, que los vecinos construyen en la Plaza Mayor. Además está el problema de las reses, hay que contratar auténticos toros de lidia porque no valen las vaquillas cerriles que se corren en las tientas locales y que han sido toreadas en la mitad de pueblos de la provincia. El tío Fermín de Belda se autonombra presidente de la comisión y Agustín el Pipa es designado vicepresidente, entre ambos se comprometen a tenerlo todo a punto. Todos están de acuerdo en que Fermín es la persona más apropiada para esa tarea. Es taurino, soltero, y tiene tiempo y dinero para dedicarlo a lo que más le gusta. Ahora, en Arruza ha encontrado el leiv motiv de su vida.

   José Vicente Gimeno ha pensado en meterse en la comisión encargada de preparar la actuación del diestro mejicano, puede ser una buena ocasión para hacerse notar, más aún al enterarse de que el alcalde no ha mostrado mayor interés por ello. Lolita, a quien ha pedido su opinión, se lo quita de la cabeza.
- Yo no me metería, José Vicente. No se te conoce como aficionado a los toros, ni siquiera sueles asistir a las capeas que se organizan en las fiestas de agosto. Además, todos los que están en la comisión son viejos amigos que han viajado mil veces juntos para ver algunas de las ferias taurinas más importantes de España. Tú no serías más que una especie de pegote y darías la nota – Casi está en un tris de revelarle el mote que algunas lenguas afiladas le han puesto: Perejil, porque está en todas las salsas, pero se contiene. Una cosa es que no sea santo de su devoción y otra herirle en su orgullo. En lugar de ello su final es otro -. Bueno, esa es mi opinión, ya que me la has pedido, pero conociéndote sé que tienes el suficiente criterio para decidir por tu cuenta. O sea, que tú mismo.