Gaspar Moltó, director general adjunto de Cajaeuropa, informa a Agustín Badenes,
encargado de la entidad en Senillar, que el acuerdo entre la caja y BACHSA es
pleno y que en breve el directorio de la empresa enviará una delegación al
pueblo para comenzar los contactos con las personas que van a ser sus
representantes oficiosos y los muñidores del poder municipal.
- Ni que decir tiene, Agustín, que las personas que elijas para un
cometido tan delicado y trascendente tendrán que ser de la máxima confianza en
todos los órdenes.
- No te preocupes, Gaspar, la gente de la compañía no va a tener ningún
problema. Tengo ya en cartera dos nombres, son personas de prestigio y de peso
en el pueblo y con notable ascendencia en los partidos locales mayoritarios.
Por su mediación, y con una retribución condigna, tendremos controlados todos
los resortes locales de poder.
- Ya que citas las retribuciones, ha de saber que, independientemente de
las primas establecidas por la caja a medida que crezcan y mejoren los balances
de tu oficina, me encargaré personalmente de que recibas un bonus especial en
cuanto comiencen las obras y que la cuantía de las sucesivas primas sea
proporcional al flujo crediticio que se genere.
Badenes agradece efusivamente a
su superior la confianza que deposita en él, así como los bonus prometidos,
aunque se dice para su coleto que para pluses los que generará la trama que ha
puesto en marcha y a la que todavía le falta el estrambote final. En cuanto
llega el pueblo se pone en contacto con Garcés.
- Amador, es imprescindible que esta tarde nos veamos. Nos reuniremos en
el mismo hotel de Benialcaide donde nos juntamos la otra vez, pero en esta
ocasión sólo estaremos los dos. De esta cita ni una palabra a nadie y menos a
José Ramón, ¿entendido?
Badenes conoce bien a Garcés y
no duda que aceptará el trato que le va a proponer. Sabe que estar siempre en
un segundo plano respecto a Arbós ha hecho que germine en él la envidia y un
cierto rencor, puesto que es mucho más inteligente que su socio, pero en cambio
ha de darle la primacía en todo, no en balde es quien pone el dinero. El
bancario se guarda, además, un as en la manga. Cuando ARBOGAR estaba operativa,
descubrió casualmente que Garcés manipulaba la contabilidad, lo que le servía
para detraer beneficios que iban directamente a su bolsillo sin que se enterase
Arbós. El método que utilizaba era bastante chapucero y casi resultaba
milagroso que ni Hacienda ni José Ramón lo hubiesen detectado. De su
descubrimiento no dijo una palabra, quizá sea éste el día en que tenga que
desvelarlo si Garcés no se aviene a razones, aunque no cree que llegue a
ocurrir. Sabe cuáles son las teclas que hay que tocar.
De entrada, Badenes plantea la
charla tocando la fibra de la vanidad de Garcés.
- Amador, después de la reunión de ayer me quedó, no sé cómo decirlo, yo
diría que mal sabor de boca.
- ¿Y por qué?
- Básicamente porque el acuerdo al que llegamos no es justo contigo.
- ¿No es justo? No lo entiendo, Agustín, como no me lo expliques con
bolas de colores…
- Verás. A partir de ahora, vamos a ser tres los socios de ARBOGAR. El
mayoritario, ¿qué trabajo va a llevar a cabo? Prácticamente, ninguno. José
Ramón, como hace siempre, ni va a aparecer por el despacho. En cambio, los dos
minoritarios vamos a ser los que llevemos todo el peso de la empresa. Con una
notable diferencia, que yo, al ser socio en la sombra, tendré que trabajar en
la trastienda, sólo quedarás tú para dar la cara. La situación que acabo de
describir plantea algunos interrogantes. ¿Quién va a ser, permíteme la
expresión, el burro de trabajo?, ¿quién se va a ocupar de que todo funcione con
eficacia y eficiencia?, ¿quién será el que se preocupe y pase malos ratos
cuando algo no salga tan bien como se esperaba? La respuesta es sólo una:
Amador Garcés.
El aludido hace un gesto de asentimiento y da la réplica al bancario:
- Lo que dices es tan cierto como que ahora luce el sol, pero ya estoy
acostumbrado. Siempre me ha tocado bailar con la más fea y supongo que me
seguirá tocando. Son los gajes de haber nacido en una familia humilde y no en
una de los ricachos del pueblo. Aun así estoy contento con mi suerte. He
conseguido un patrimonio como nunca pude soñar y mis hijas podrán hacer algo
con lo que su padre ni siquiera pudo soñar, ir a la universidad. En todo caso,
Agustín, te agradezco sinceramente tus palabras, dicen mucho de la clase de
hombre que eres.
- Quien acaba de demostrar tu calidad como persona eres tú, Amador, pero
el valor de tu papel en el proyecto que vamos a iniciar me sigue pareciendo que
es poco reconocido. Y me acuso de no haberlo previsto antes, de no haber sido
lo suficientemente previsor para haber organizado el acuerdo con otros mimbres.
Te mereces más, mucho más de los derechos que te van a reportar tus acciones en
ARBOGAR.
- Bueno, Agustín, las cosas son como son y no como deberían ser, pero
una vez más te agradezco sinceramente el interés que demuestras y que hace que
esté todavía más en deuda contigo.
Badenes hace un gesto como
rechazando la gratitud que le muestra Garcés y prosigue tocando la tecla del
rencor hacia el que nació en cuna dorada:
- Mira, Amador, al contrario que con Arbós, tú y yo tenemos muchas cosas en común, ambos procedemos
de familias humildes, hemos tenido que luchar duro en la vida y hemos sido
capaces de abrirnos camino. Creo que nos ha llegado la hora de tener nuestra
parte del pastel, la que nos merecemos.
Llegado ese momento, es cuando
el bancario explica a su interlocutor lo que tiene en mente para que ambos, que
son los únicos que van a dar el callo, vean recompensados justamente sus esfuerzos.
En la nueva ARBOGAR crearán tres contabilidades cuya existencia sólo conocerán
ambos. La oficial, la opaca para el fisco y una tercera que servirá para que
parte de los beneficios vaya directamente a sus bolsillos que, al fin y al
cabo, serán los curritos del negocio. Garcés protesta, más para cumplir con las
formas que otra cosa. Al fin, y tras hacerse el digno, acepta el acuerdo que le
propone el bancario.
- Lo que tendrás que explicarme mejor, Agustín, y sé que éste no es el
momento, es como voy a detraer tu participación en las operaciones que llevemos
a cabo sin que dejen rastro, tanto para José Ramón como para los cabrones de
Hacienda.
- De ese asunto no te preocupes. Es cuestión de ingeniería contable que
es mi especialidad. Al fin y a la postre, la contabilidad es como el chicle, se
puede estirar a voluntad.