"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de junio de 2014

4.16. ¿Les saldrá el tiro por la culata?

   Como han planeado los expertos de marketing que trabajan para BACHSA, se ha montado en el pueblo una exposición con el pomposo nombre de “El dorado futuro de Senillar”. Su objetivo es que vecinos y forasteros constaten el espléndido porvenir que le aguarda a la localidad gracias al denodado esfuerzo conjunto de autoridades y empresarios, y a las ingentes inversiones que las empresas constructoras han realizado para convertir el municipio en un referente turístico de primera categoría; en definitiva se trata de vender las excelencias del urbanismo. Su objetivo oculto es que la ciudadanía vaya visualizando cómo será la nueva urbanización de la Marina, edificada, en buena parte, sobre el humedal de los marjales.

   Las paredes del local, que acoge la muestra, están ornadas con fotografías que son un testimonio gráfico de cómo se ha transformado el paisaje del municipio. En cada panel hay dos grandes fotos panorámicas circulares que se contraponen: una recoge cómo estaba el territorio antes de mil novecientos noventa y tres, la otra como está actualmente. O sea, como estaban los campos antes de urbanizarlos y como después. El fotógrafo ha hecho un trabajo de auténtico encaje de bolillos. En las imágenes del antes ha procurado que el objetivo no recoja más que fincas abandonadas, casetas en ruinas, norias oxidadas, regueros desportillados, caminos llenos de abrojos, declinantes huertos de naranjos amarillentos; es una visión de un campo en plena decadencia y del que poco o nada se puede obtener. En las fotografías del después se recogen los mejores perfiles de los nuevos bloques de apartamentos, de las flamantes urbanizaciones, de las hileras de los chalés adosados, hasta de los solares en los que todavía no se ha construido, pero en los que si hay trazadas amplias avenidas, calles perfectamente delineadas con sus farolas, sus señales de tráfico, sus amplias aceras, sus acotaciones para aparcar los vehículos… Es una espléndida muestra  de lo que el urbanismo puede conseguir: transformar unos campos medio abandonados y sin apenas valor en zonas urbanas llenas de vida y riqueza.

   En la sala central es donde está la joya más valiosa de la exposición: una gigantesca y detallada maqueta de la proyectada urbanización de la Marina de Senillar. Las cuatro azafatas, que en turnos partidos, enseñan y explican los pormenores de la muestra dedican más tiempo al prototipo que al resto de cuanto contiene el local.
- Esta será una obra única en España y, posiblemente, en toda Europa. Se construirá en parte del humedal un puerto deportivo interior y a su alrededor se edificará una ciudad residencial de ensueño. Lo más parecido a este proyecto es la Marina de Ampuriabrava, ¿la conocen? Es la de la foto que tenemos enfrente, pero con una gran diferencia: esa marina se construyó en los años setenta y, claro, se ha quedado anticuada, en cambio ésta tendrá todos los adelantos de nuestro tiempo. Será lo más de lo más.
- ¿Lo que está pintado de azul es el agua? – pregunta el curioso.
- Naturalmente, mire, esto será el puerto en el que confluyen todos esos canales por los que podrán navegar los yates y las motoras.
- Y estos barquitos, ¿por qué están ahí, al lado de las casas? – quiere saber una señora que se ha puesto las gafas para no perderse detalle.
- Es que las viviendas, unifamiliares por supuesto, que se edificarán junto a los canales tendrá cada un atracadero para que los dueños puedan amarrar sus motoras o sus veleros. De tal forma que desde la terraza de su casa podrán acceder a las embarcaciones sin necesidad de desplazarse.
- Unos chalés así, con atraques propios, tendrán que costar un ojo de la cara -  comenta la señora de las gafas.
- Sobre precios no le puedo informar porque no sabemos nada, pero seguro que costarán millones.
- Entonces, será una urbanización para millonarios.
- Millonarios, no sé – puntualiza la azafata soltando a continuación el argumentario que le han enseñado -, pero personas con el riñón bien forrado, eso seguro. Y ahí radica una de las mejores virtudes que esta urbanización supondrá para Senillar. Si el pueblo se llena de millonarios y personajes famosos el dinero entrará a raudales en todos los bolsillos. Porque ya se sabe, cien pobres no hacen a un rico, pero un rico puede sacar de la miseria a cien pobres. La urbanización de la Marina asegurará el bienestar de las veinte próximas generaciones de Senillar. No habrá otro pueblo en toda la región, que digo en la región, en toda España en donde correrá el dinero con más facilidad.

   Uno de los visitantes de la muestra es Pascual Tormo que, cortésmente, rechaza las explicaciones de la azafata de turno y se detiene durante largo tiempo en la maqueta de la Marina. Contempla lo que será el puerto y sus múltiples canales y dársenas y, a su vera, las espaciosas viviendas con sus barquitos amarrados en los norays, en segunda línea las filas de chalés adosados y más allá bloques de apartamentos de no demasiada altura. Todo ello salpicado de hoteles, centros comerciales, zonas recreativas…, una maqueta espléndidamente concebida y ejecutada. Junto a él un viejo matrimonio del pueblo también contempla con mirada curiosa el modelo. Al ver a Tormo le saludan:
- ¿Qué tal, Pascual, cómo te va?
- Muy bien, tío Blay y señora. Aquí me tienen, mirando el dorado futuro del pueblo – responde Tormo con evidente sorna.
- Oye, Pascual, y si eso es la Marina, ¿dónde están los marjales?
- Cuando todo eso sea realidad, los marjales habrán desaparecido, será encima de ellos donde van a construir todo lo que hay ahí.
- Pues no será en mi marjal, tengo uno en la Sort de Monet y no pienso venderlo ni por todo el oro del mundo – sentencia concluyente el tío Blay.
- Si este PAI va adelante no podrá retenerlo, le pasará como con la finca del Bordar, lo meterán en el saco de los terrenos a urbanizar, se lo pagarán, posiblemente a buen precio, pero se quedará sin marjal como se quedó sin abuela.
- ¡Pero esto es un sin Dios! – exclama la mujer del tío Blay.
- Ves, Dolores, como tenías que haberme dejado coger la escopeta. Si les hubiera soltado una perdigonada cuando vinieron a por el campo del Bordar, ahora no se atreverían a venir por el marjal. Si ya lo decía mi pobre padre, que en gloría esté, las mujeres no deberíais meteros nunca en los asuntos de los que nos vestimos por los pies. ¡Me cagüen diez!


   Los Blay no son los únicos vecinos que refunfuñan ante la maqueta de la Marina. Otros hacen algo más que refunfuñar, sus comentarios son críticos y acerbos, cuando no completamente contrarios al proyecto que muestra el prototipo. Comentarios, eso sí, dichos a media voz y que no van acompañados de grandes aspavientos. Pese a los tonos comedidos de la gente da la impresión de que son muchos a los que parece no gustarles lo que están viendo. Tormo piensa en lo tortuosa e imprevisible que es la evolución de los sentimientos colectivos. Todo el pueblo sabía, o debía de saber, que estaba aprobado el PAI de la Marina y por tanto la urbanización de buena parte del humedal, pero hasta que no han visto la maqueta, hasta que no han visualizado en qué se van a convertir los viejos marjales no se han dado cuenta de que van a perder un pedazo de la historia viva del pueblo. Quizá las empresas y sus gabinetes de  sondeos de la opinión pública no han valorado debidamente la singular sensibilidad de, al menos, una parte de la población hacia su patrimonio medioambiental. En ese momento es cuando Tormo tiene la intuición de que los proyectos de los constructores quizá pueden torcerse. ¿Les saldrá el tiro por la culata?, se pregunta.