Como han planeado los expertos de marketing
que trabajan para BACHSA, se ha montado en el pueblo una exposición con el
pomposo nombre de “El dorado futuro de Senillar”. Su objetivo es que vecinos y
forasteros constaten el espléndido porvenir que le aguarda a la localidad
gracias al denodado esfuerzo conjunto de autoridades y empresarios, y a las
ingentes inversiones que las empresas constructoras han realizado para
convertir el municipio en un referente turístico de primera categoría; en
definitiva se trata de vender las excelencias del urbanismo. Su objetivo oculto
es que la ciudadanía vaya visualizando cómo será la nueva urbanización de la
Marina, edificada, en buena parte, sobre el humedal de los marjales.
Las paredes del local, que acoge la muestra,
están ornadas con fotografías que son un testimonio gráfico de cómo se ha transformado
el paisaje del municipio. En cada panel hay dos grandes fotos panorámicas
circulares que se contraponen: una recoge cómo estaba el territorio antes de
mil novecientos noventa y tres, la otra como está actualmente. O sea, como
estaban los campos antes de urbanizarlos y como después. El fotógrafo ha hecho
un trabajo de auténtico encaje de bolillos. En las imágenes del antes ha
procurado que el objetivo no recoja más que fincas abandonadas, casetas en
ruinas, norias oxidadas, regueros desportillados, caminos llenos de abrojos, declinantes
huertos de naranjos amarillentos; es una visión de un campo en plena decadencia
y del que poco o nada se puede obtener. En las fotografías del después se
recogen los mejores perfiles de los nuevos bloques de apartamentos, de las
flamantes urbanizaciones, de las hileras de los chalés adosados, hasta de los
solares en los que todavía no se ha construido, pero en los que si hay trazadas
amplias avenidas, calles perfectamente delineadas con sus farolas, sus señales
de tráfico, sus amplias aceras, sus acotaciones para aparcar los vehículos… Es
una espléndida muestra de lo que el
urbanismo puede conseguir: transformar unos campos medio abandonados y sin apenas
valor en zonas urbanas llenas de vida y riqueza.
En la sala central es donde está la joya más
valiosa de la exposición: una gigantesca y detallada maqueta de la proyectada
urbanización de la Marina de Senillar. Las cuatro azafatas, que en turnos
partidos, enseñan y explican los pormenores de la muestra dedican más tiempo al
prototipo que al resto de cuanto contiene el local.
- Esta
será una obra única en España y, posiblemente, en toda Europa. Se construirá en
parte del humedal un puerto deportivo interior y a su alrededor se edificará
una ciudad residencial de ensueño. Lo más parecido a este proyecto es la Marina
de Ampuriabrava, ¿la conocen? Es la de la foto que tenemos enfrente, pero con
una gran diferencia: esa marina se construyó en los años setenta y, claro, se
ha quedado anticuada, en cambio ésta tendrá todos los adelantos de nuestro
tiempo. Será lo más de lo más.
- ¿Lo
que está pintado de azul es el agua? – pregunta el curioso.
-
Naturalmente, mire, esto será el puerto en el que confluyen todos esos canales
por los que podrán navegar los yates y las motoras.
- Y
estos barquitos, ¿por qué están ahí, al lado de las casas? – quiere saber una
señora que se ha puesto las gafas para no perderse detalle.
- Es
que las viviendas, unifamiliares por supuesto, que se edificarán junto a los
canales tendrá cada un atracadero para que los dueños puedan amarrar sus
motoras o sus veleros. De tal forma que desde la terraza de su casa podrán
acceder a las embarcaciones sin necesidad de desplazarse.
- Unos
chalés así, con atraques propios, tendrán que costar un ojo de la cara - comenta la señora de las gafas.
-
Sobre precios no le puedo informar porque no sabemos nada, pero seguro que
costarán millones.
-
Entonces, será una urbanización para millonarios.
-
Millonarios, no sé – puntualiza la azafata soltando a continuación el
argumentario que le han enseñado -, pero personas con el riñón bien forrado,
eso seguro. Y ahí radica una de las mejores virtudes que esta urbanización
supondrá para Senillar. Si el pueblo se llena de millonarios y personajes
famosos el dinero entrará a raudales en todos los bolsillos. Porque ya se sabe,
cien pobres no hacen a un rico, pero un rico puede sacar de la miseria a cien
pobres. La urbanización de la Marina asegurará el bienestar de las veinte
próximas generaciones de Senillar. No habrá otro pueblo en toda la región, que
digo en la región, en toda España en donde correrá el dinero con más facilidad.
Uno de los visitantes de la muestra es
Pascual Tormo que, cortésmente, rechaza las explicaciones de la azafata de
turno y se detiene durante largo tiempo en la maqueta de la Marina. Contempla
lo que será el puerto y sus múltiples canales y dársenas y, a su vera, las
espaciosas viviendas con sus barquitos amarrados en los norays, en segunda
línea las filas de chalés adosados y más allá bloques de apartamentos de no
demasiada altura. Todo ello salpicado de hoteles, centros comerciales, zonas
recreativas…, una maqueta espléndidamente concebida y ejecutada. Junto a él un
viejo matrimonio del pueblo también contempla con mirada curiosa el modelo. Al
ver a Tormo le saludan:
- ¿Qué
tal, Pascual, cómo te va?
- Muy
bien, tío Blay y señora. Aquí me tienen, mirando el dorado futuro del pueblo –
responde Tormo con evidente sorna.
- Oye,
Pascual, y si eso es la Marina, ¿dónde están los marjales?
-
Cuando todo eso sea realidad, los marjales habrán desaparecido, será encima de
ellos donde van a construir todo lo que hay ahí.
- Pues
no será en mi marjal, tengo uno en la Sort de Monet y no pienso venderlo ni por
todo el oro del mundo – sentencia concluyente el tío Blay.
- Si este
PAI va adelante no podrá retenerlo, le pasará como con la finca del Bordar, lo
meterán en el saco de los terrenos a urbanizar, se lo pagarán, posiblemente a
buen precio, pero se quedará sin marjal como se quedó sin abuela.
-
¡Pero esto es un sin Dios! – exclama la mujer del tío Blay.
- Ves,
Dolores, como tenías que haberme dejado coger la escopeta. Si les hubiera
soltado una perdigonada cuando vinieron a por el campo del Bordar, ahora no se
atreverían a venir por el marjal. Si ya lo decía mi pobre padre, que en gloría
esté, las mujeres no deberíais meteros nunca en los asuntos de los que nos
vestimos por los pies. ¡Me cagüen diez!
Los Blay no son los únicos vecinos que
refunfuñan ante la maqueta de la Marina. Otros hacen algo más que refunfuñar,
sus comentarios son críticos y acerbos, cuando no completamente contrarios al proyecto
que muestra el prototipo. Comentarios, eso sí, dichos a media voz y que no van
acompañados de grandes aspavientos. Pese a los tonos comedidos de la gente da
la impresión de que son muchos a los que parece no gustarles lo que están
viendo. Tormo piensa en lo tortuosa e imprevisible que es la evolución de los
sentimientos colectivos. Todo el pueblo sabía, o debía de saber, que estaba
aprobado el PAI de la Marina y por tanto la urbanización de buena parte del
humedal, pero hasta que no han visto la maqueta, hasta que no han visualizado
en qué se van a convertir los viejos marjales no se han dado cuenta de que van
a perder un pedazo de la historia viva del pueblo. Quizá las empresas y sus
gabinetes de sondeos de la opinión
pública no han valorado debidamente la singular sensibilidad de, al menos, una
parte de la población hacia su patrimonio medioambiental. En ese momento es
cuando Tormo tiene la intuición de que los proyectos de los constructores quizá
pueden torcerse. ¿Les saldrá el tiro por la culata?, se pregunta.