"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 23 de agosto de 2016

55. Blanco y en botella



   El martes, veintidós, Grandal y Ponte, llegados el día anterior de su viaje por tierras levantinas, se reúnen con Álvarez y Ballarín para hacer la puesta en común de todo lo que ambas parejas han descubierto en sus desplazamientos. Unos por La Plana y otros por Majadahonda. Indudablemente, la noticia estrella de la reunión es haber descubierto que uno de los sospechosos de manipular las cámaras de seguridad del museo se ha gastado en la adquisición de una plaza de garaje un dinero cuya procedencia es incierta. El dilema que se les plantea al grupo de jubilados que investigan el Caso Inca está en sí contárselo o no a la policía. Las opiniones están divididas, pero ahora se centran en cómo averiguar el origen del dinero pagado por la compra hecha por el sospechoso. En este momento es Ballarín quien argumenta sobre la posible procedencia del dinero:
- Estoy de acuerdo contigo, Jacinto, en que es harto improbable que un tipo que es un asalariado tenga guardadas quince mil leandras en su casa o en la caja fuerte de un banco. Lo más lógico es que las tuviera invertidas en una cuenta a plazo fijo, en un fondo de inversión, en acciones o en cualquier otro activo financiero. Y si así fuera, habría pagado la compra con un talón no con billetes. Lo que nos lleva a deducir que probablemente esos quince mil euros que se ha gastado en la plaza de garaje los tuviera no hace demasiado tiempo.
- Tu razonamiento es impecable, Amadeo – admite Grandal -. Ahora bien, para descartar que esa pasta no la tuviera invertida en cualquier clase de activo bancario tendríamos que conocer los movimientos de las cuentas del tal Adolfo. Y para eso habría que indagar en los bancos con los que trabaja ese fulano.
- Dudo mucho que los bancos nos faciliten una información de ese tipo – apunta Ponte.
- Esa información no se la van a dar a unos jubilados, pero sí a la policía y en el supuesto de que le pusieran pegas, ante un mandamiento judicial los bancos abrirían todos sus archivos – argumenta Grandal.
- Ahora veo a dónde quieres llegar, Jacinto – interviene Ponte -. Has conectado el tema del dinero con el de las tres opciones que planteaste antes. Si te he entendido bien no vamos a tener más salida que informar de lo que hemos descubierto a tus colegas pues ellos sí que pueden investigar los movimientos bancarios del sospechoso.
- Ahí quería llegar. Si no queremos toparnos con un muro que va a ser infranqueable para nosotros, no nos queda otra que informar a los Sacapuntas. Ellos van a llegar a donde nosotros no podemos.
- Uno de mis hijos es subdirector de una importante sucursal de Bankia – informa Álvarez, que ve que por momentos se esfuma la posibilidad de que sean ellos los únicos que sigan investigando al sospechoso -. Podría hablar con él y quizá nos consiguiera los movimientos de las cuentas del Adolfo de marras.
- Ni lo sueñes, Luis – replica Ballarín -. Tu hijo no moverá ni un dedo y no lo hará porque una gestión de esa naturaleza podría costarle el puesto. Mejor que no le digas nada y así evitarás que además de negarse te eche un broncazo.
   No hay mucho más que debatir. El acuerdo al que llegan es que Grandal se reunirá con los Sacapuntas, les contará lo que han descubierto y les rogará que les dejen continuar trabajando en las otras líneas de investigación que siguen abiertas. Por tanto, Adolfo Martínez, el sospechoso de Majadahonda, será investigado por la policía. Todos están de acuerdo en que los posibles errores cometidos con el otro sospechoso del barrio de los Cármenes no deben volver a repetirse.
   Grandal llama a Juan Carlos Atienza y le cuenta que han de reunirse nuevamente. Hay novedades. Deja a su criterio si la reunión debe hacerse con todos los que dirigen la investigación sobre el robo del Tesoro Quimbaya o si va a ser un tête-à-tête. Cuando el excomisario llega al remozado Café Restaurante Lion, muy cerquita de la Plaza Mayor, le están esperando Atienza y el galo Blanchard. Una vez más Bernal, el otro componente del trío, no ha querido validar con su presencia una colaboración que considera espuria.
   El excomisario les cuenta de pe a pa cuanto hicieron Álvarez y Ballarín hasta descubrir la existencia de un dinero cuya procedencia es de dudoso origen. Atienza insiste en saber si en la investigación la pareja de jubilados utilizó métodos indirectos o dio el nombre del sospechoso en cuantos sitios preguntaron. Grandal les da toda clase de garantías de que sus amigos no cometieron esta vez los errores en que incurrieron en el caso de Obdulio Romero. Van aprendiendo.
   Después de un amplio debate, llegan al acuerdo de que Adolfo Martínez será a partir de ahora objetivo de la policía. Los jubilados deberán abstenerse de llevar a cabo ninguna clase de acción referente al mismo. Por el momento, deben centrarse en localizar al patriarca de los García Reyes por si supiera algo del furgón blindado robado.
   Cuando Atienza y Blanchard le cuentan a Bernal el contenido de la conversación mantenida con el excomisario, el policía de la Judicial, aunque a regañadientes, tiene que admitir que el cuarteto de jubilados están descubriendo unas pistas que a ellos se les han pasado por alto. El trío de inspectores inicia una serie de acciones centradas en saber la vida y milagros de Adolfo Martínez desde que le bautizaron hasta el día de la fecha.
   Aunque en el banco en que el sospechoso tiene su cuenta corriente, el BBVA, les pone toda suerte de pegas para informarles sobre los movimientos bancarios de Martínez, ante el amago de que les obligarán a pedir un mandamiento a la juez instructora, la entidad opta por facilitarles los movimientos. En los datos que refleja la cuenta no hay ni un solo apunte que parezca anormal. La columna de los abonos remite únicamente a los sueldos que percibe de su empresa el técnico. En cuanto a los cargos son los usuales en una familia compuesta por los cónyuges y una hija. La rápida gestión por las entidades bancarias próximas donde vive el sospechoso revela que tiene otra cuenta, en este caso se trata de una libreta de ahorro a la vista domiciliada en la sucursal de Caja Duero. La libreta apenas si registra movimientos y tiene un saldo de mil trescientos euros. Pero aquí encuentran un hecho relevante: la esposa del sospechoso alquiló en esa agencia una caja fuerte el ocho de octubre, catorce días antes de que se produjera el robo del tesoro. La caja continúa alquilada y en los dos últimos meses, la señora Martínez ha pedido su apertura en distintas ocasiones. Para abrir la caja la entidad les pide el pertinente mandamiento judicial, petición que los Sacapuntas remiten inmediatamente al juzgado de instrucción.
   La intensificación de la investigación sobre la vida de Adolfo Martínez prosigue descubriendo más datos notables. En un establecimiento de electrodomésticos llamado Zamvas, sito en la Plaza de Colón, lugar cercano a donde vive el sospechoso, les informan que la señora Martínez compró hace menos de dos semanas un frigorífico, una lavadora y un friegaplatos. Un desembolso total cercano a los ocho mil euros. Y una referencia más elocuente: pagó en metálico. Otro dato que descubre la red de seguimiento que la policía ha montado alrededor del sospechoso es que Martínez tiene miedo. De momento, no saben por qué o de quién, pero su comportamiento cotidiano muestra a un hombre que está mirando continuamente a su espalda. Hasta han constatado que antes de subir al coche de su empresa comprueba los bajos del vehículo; lo mismo que hace un individuo que teme que pongan un explosivo en el coche. ¿Por qué un modesto técnico de una empresa de seguridad, que ni siquiera es una de las punteras en su campo, teme que alguien pueda atentar contra su vida? 
   Los componentes del grupo operativo que coordina el Caso Inca van recopilando los datos relativos al sospechoso Adolfo Martínez: compra de una plaza de garaje y de unos electrodomésticos, ambas adquisiciones pagadas con un dinero que ¿de dónde ha salido? Existencia de una caja fuerte alquilada días antes del robo del tesoro, ¿para guardar qué? El sospechoso es un hombre que tiene miedo, ¿de quién o de qué?, ¿por qué va a tener miedo un hombre con un trabajo y una vida tan planas? Las respuestas a estas y otras tantas preguntas de parecido corte, conducen a un solo corolario que, por los datos que se dan, es sumamente claro y lógico y que resume Bernal con una frase tan rotunda como castiza:
- Blanco y en botella.