"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de julio de 2020

Libro II. Episodio 50. La alternativa


   Julio y el Bisojo están conversando sobre la mecánica de la venta ambulante, y como es la segunda vez que este le dice que promete, el mañego se revuelve.

   -¿Y qué prometo, ser el peor vendedor de artículos de droguería que hay en la provincia?

   -De eso na, chico, si negocias como lo has hecho en la compra de la mula te vas a bandear bien. Lo digo yo que algo entiendo de este negociejo –afirma el patrón.

   En la etapa de aprendizaje, el Bisojo explica a Julio los productos que hay en la droguería y que, entre otros muchos, son: artículos de belleza, alimentos especiales, artículos especializados para el hogar, aperos y productos para el campo; a lo que el viejo droguero añade artículos de salud y productos parafarmacéuticos. Julio se asombra ante la multitud y heterogeneidad de los productos que tendrá que vender.

   -Madre, me parece que me he metido en un buen fregado. No puedes imaginarte la cantidad de artículos que vende el Bisojo y lo diferentes que son. Aquello es como un mercadillo de feria.

   -Hijico, dos cosas. Una, que no sigas llamando Bisojo al hombre que te va a dar de comer, acostúmbrate a llamarle señor Elías. Otra, que cuanto más diferentes sean los productos que ofertes más posibilidades tendrás de venderlos, porque en cuestión de gustos no hay nada escrito.

   Otra tarea que aguarda al mañego es aprender a hacerse con el control del carro y la mula. Lo primero que piensa es que tiene que ponerle un nombre al animal. Como la mula está recién esquilada la llama Pelona. Es una mula relativamente joven, torda y de genio vivo. El Bisojo le enseña cómo ha de aparejarla al carro, tipo galera, que tiene una vela semicircular que le protegerá, hasta cierto punto, de la lluvia y el sol. Completa el equipamiento un tosco sistema de frenado sobre las dos ruedas, dos varas de apoyo que mantienen horizontal el carro cuando la mula no está uncida y un farol de aceite como luz piloto para los viajes de noche. Tras explicarle todo ello, el droguero le hace un rudimentario mapa de las primeras poblaciones a visitar en función de su distancia a Plasencia.

  -Perdone, señor Elías –le interrumpe Julio-, pero la distancia no debería ser el único criterio para confeccionar una ruta, será igual de importante la ubicación y el censo de los pueblos. Vamos, digo yo.

   -Por supuesto que hay más criterios, chico. Hay que tener en cuenta el número de habitantes, la situación del pueblo y la época en que es más rentable visitarlos. Por ejemplo: en el Valle del Jerte hay que ir cuando se cobra la cosecha de las cerezas porque es cuando corre más la guita, y en la comarca de La Vera después de la cosecha del tabaco. Otra cosa que debes tener en cuenta son los días de mercado de cada localidad. Y también habrás de tener presente aquellos pueblos que no tienen botica, pues en ellos podrás vender productos medicamentosos que donde hay farmacias no podemos, ya que los boticarios nos denuncian por venta ilegal de medicamentos.

   Julio se vuelve a casa pensando que su nuevo trabajo no va a ser tan fácil como vender bisutería. Son muchas las variantes que ha de tener en cuenta a la hora de confeccionar las rutas de viaje. Cuando lo consulta con su madre, Pilar le sugiere que elabore un cuadro de doble entrada con los nombres de los pueblos en las ordenadas y las diferentes variantes a tener en cuenta en las abscisas, y que le atribuya un valor discrecional a cada variante. Las localidades con mayor valoración serán a las que deberá dar prioridad a la hora de elaborar las rutas. Siguiendo el consejo materno, Julio elabora los primeros itinerarios del norte y del oeste, teniendo en cuenta los valores obtenidos. Le salen: la ruta del Valle de Ambroz, al norte de Plasencia, y la del Valle del Jerte, al nordeste. Hacia el oeste confecciona otras dos, una más al norte que termina en Guijo de Granadilla, y otra al sudoeste que acaba en Coria. En total le salen veintitrés poblaciones a visitar.

   -No sé si son muchos pueblos, madre, ¿qué te parece?

   -Hijo, de esto sé menos que tú, por tanto no tengo opinión, pero te sugiero que tus primeros viajes te los plantees como si fueran un ensayo y luego valoras como te ha ido. Aplica el clásico método de ensayo y error.

   Cuando el Bisojo considera que el aprendiz cuenta con suficientes conocimientos sobre el amplio espectro de la droguería, le llama.

   -Chico, ¿tú sabes qué es dar la alternativa?

   -Sí, señor Elías, cuando doctoran a los novilleros, pasando a ser matadores de toros.

   Equilicuá!, pues te voy a dar la alternativa. Mañana, que es día de mercado en Oliva de Plasencia, vamos a ir allí. Voy a acompañarte para que veas como se debe llevar el negocio.

   Al día siguiente, y tras aparejar la mula, patrón y empleado toman camino a Oliva sobre las seis de la mañana, pues la gente que acude a los mercados es madrugadora. El día está nublado y han de encender el farol que, con su macilenta luz, sirve más para que otros vehículos los identifiquen que para iluminar el polvoriento camino. En cuanto salen de la ciudad, el Bisojo le da las riendas de la mula al mañego.

   -Toda tuya, a ver cómo te manejas.

   Durante el viaje, el droguero le explica a su joven empleado lo que se va a encontrar en el mercado del pueblo y como debe proceder a la venta de los productos. También le cuenta que una premisa básica de los mercadillos, y que es uno de sus reclamos, es que en ellos casi nunca hay precios fijos, lo habitual es el regateo.

   -Para los artículos más solicitaos y necesarios debes mantenerte en el precio fijao, na de regateos ni rebajas. Si alguien te pide medio quilo de sosa o un frasquito de tintura de yodo es porque los necesita, no los rebajes ni un céntimo. Puedes regatear en aquellos artículos que tienen un mayor margen de ganancia y sobre to que no sean imprescindibles, por ejemplo un pintalabios o una crema pa la cara. Has de acordarte cual es el precio de cada producto y como te has hecho una lista, si no lo recuerdas, consúltala. Y hablando de regateo, al no haber precios fijos nunca sabré a cómo has vendido un artículo, por eso en este trabajo la honradez es fundamental. Tu madre tiene fama de ser honrá a carta cabal y me ha asegurao que tú también lo eres, pero quien ha de responder de tu comportamiento eres tú, no tu madre –El Bisojo le sigue contando que otra de las causas de que los mercados al aire libre suelan ser un aceptable negocio es que los gastos generales que tienen los vendedores son menores que los de los comercios tradicionales, ya que no tienen que hacer frente a gastos fijos y considerables como el alquiler de un local. Suelen ser negocios unipersonales o familiares y en muchos puestos lo que se vende consiste en restos de serie, productos con taras o excedentes de fabricación que se han comprado directamente a los fabricantes. Otro motivo que atrae a los compradores es que la mayoría de artículos se venden más baratos que en los comercios tradicionales.

   En algo menos de dos horas se plantan en la localidad, que hoy está concurrida al ser día de mercado. El zoco está instalado al aire libre en la plaza de la iglesia, formado por una treintena de puestos consistentes la mayoría en una manta tendida en el suelo y en la que se apilan los artículos que cada feriante oferta. Hay unos pocos puestos que son tenderetes construidos con unos soportes de madera en forma de aspa sobre los que se coloca un tablero a modo de mostrador. Los productos que se venden son de lo más variado: alimentos de toda clase, ropa, zapatos y alpargatas, productos para el hogar, baratijas, menaje, plantas con cepellón, fertilizantes y hasta hay un puesto con semillas. El Bisojo le enseña cómo se monta el tenderete y como hay que disponer los artículos para que los clientes puedan verlos mejor.

   -Hoy no ha venido el Carapán, vamos a ser los únicos drogueros –señala el Bisojo que se explica-. Es un droguero de Navalmoral de la Mata que a veces se llega hasta aquí. No es que su competencia me haga sombra, pero mejor si no aparece. Otra cosa que se me había olvidao contarte. Pa vender hay que tener la licencia del ayuntamiento y pagar la tasa correspondiente. El precio varía según el pueblo y hasta de un año a otro, depende de la necesidad de cuartos que tenga el municipio. Y si llega el municipal a cobrar, y yo no estoy, dile que vuelva más tarde que ya le pago. ¿Serás capaz de acordarte de todo o te he dao la alternativa antes de hora?

   La mañana transcurre sin demasiadas ventas. La mayoría de compradores miran y revuelven los artículos, pero cuando preguntan el precio todo les parece caro. Cerca de las dos, el Bisojo decide cerrar el tenderete.

   -Chico, te espero en la taberna de enfrente. Dale pienso y agua a la mula. Has de cuidarla como a la niña de tus ojos, sin ella no hay negocio, por eso antes de preocuparte por tu pitanza has de ocuparte de la suya.

   Después de comer, patrón y empleado emprenden el viaje de regreso. El Bisojo le cuenta a Julio que la venta no ha sido gran cosa, pero que tampoco esperaba mucho más.

   -En estos pueblos de pan vivir, las ventas nunca suelen ser muy provechosas, pero a pesar de to hay que mantenerlos en la ruta porque hay varios momentos a lo largo del año que si se gastan los duros. Cuando las fiestas patronales, después de la siega, cuando venden los guarros y durante la feria anual. Si no vienes con alguna regularidad parece que te olvidan y les resulta más cuesta arriba comprarte. Otra cosa, habrás visto que no me canso de dar palique a las clientas. Eso es muy importante, con las mujeres hay que darle a la labia to lo posible. No hay que ser estirao ni parco en el decir pues entonces no vendes ni una escoba. Con los hombres se puede tener menos parloteo, suelen ir al grano.

   Julio, como si fuera una esponja, va absorbiendo cuanto le explica el patrón. Es consciente de que tiene mucho que aprender. Cerrada la noche llegan a Plasencia. Tras dejar a la Pelona en el establo se marcha a casa mientras va pensando: no sé si la alternativa que me ha dado el Bisojo habrá sido antes de tiempo.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 51. Un viaje por el Jerte