"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 31 de enero de 2014

2.46. Un profe al que seducir

   El señor Andrés el Punchent formula una pegunta a su nieto que le descoloca:
- ¿Te gustaría dar clases particulares?
- ¿Clases particulares?, ¿yo?, ¿de qué, a quién, cuándo?
- Hijo, una de las cosas que más me repatea de la gente con estudios es que si les haces una pregunta en vez de contestar te responden con más preguntas. Y tú eres un buen ejemplo. ¡Pues no eres nadie preguntando! – Se ríe el anciano -, pero creo que tengo respuestas para casi todas. Verás, Rosario la Maicalles me ha contado que una de las familias más ricas del pueblo, los Arbós, está buscando un profesor de matemáticas para una de sus hijas, creo que su nombre es Consuelo aunque todos la llaman Chelo, que estudia bachillerato. Parece que la muchacha no es lo que se dice muy buena estudiante y suspendió esa asignatura. Por eso su madre está tratando de encontrar alguien que le enseñe en plan particular.
- Abuelo no soy profesor de matemáticas y además ya tengo trabajo. Puedes creértelo o no, pero después de currar ocho o nueve horas me quedan pocas ganas de hacer algo más que no sea descansar.
- Los fines de semana los tienes libres, podías dedicar parte de ese tiempo a enseñar algo de lo mucho que sabes a esa chiquita. Por un lado ganarías un dinerillo curioso, pero eso es lo de menos, lo mejor es que te serviría para refrescar tus conocimientos. Dado que, por ahora, has dejado los libros puede ser una forma estupenda de que no te oxides demasiado.

   El abuelo Punchent ha terminado convenciendo a su nieto y por medio de la Maicalles hace llegar a los Arbós que Sergio Martín, estudiante de ingeniería, estaría encantado de dar clases de matemáticas a la niña. Cuando Elvira Arbós, en realidad se apellida Hernández pero le gusta que la llamen por el apellido de su marido, se entera de qué familia procede el posible profesor de su hija se coge un enfado monumental con la correveidile que es quien le ha ido con la noticia.
- ¿Otra vez me quieres colocar al hijo de la Punchenta?, ¿pero qué os pasa con ese donnadie?
- Elvira, yo no pretendo colocar al hijo de Lola – la Maicalles se hace la ofendida - . Que recuerde es la primera vez que te hablo de ese chico. Y los Punchent no dieron el primer paso, fui yo quien habló con el señor Andrés. Tendrías que estarme agradecida por haber encontrado el profesor que buscas para tu hija. Te aseguro que es un chico muy formal y juicioso, no es ningún chisgarabís.
   Elvira recapacita, tiene razón la chismosa, quien le habló del hijo de la Punchenta no fue ella sino la alcahueta de Julieta la Rajolera.
- Perdona, Rosario, tienes razón, es que llevo unos días muy suelta de los nervios. A ver, explícame lo de ese chico con detalle.
   Rosario le describe todas las virtudes que, según ella, adornan al nieto de Andrés el Punchent:
- …¿y dónde vas a encontrar en el pueblo uno que estudia para ingeniero?, con la de matemáticas que tiene que saber.
- Y si estudia para ingeniero, ¿qué hace en el pueblo en mitad del curso, cómo no está en Madrid? – la pregunta de Elvira rebosa lógica y suspicacia.
- Porque está de novio con la chica de los Vercher y de momento ha colgado los libros para estar cerca de ella.
   Este último dato es el que al final decide a Elvira a aceptar al chico. Si el chaval está encoñado con la descocada hija de los Vercher no hay peligro de que intente ser algo más que el profesor de matemáticas de su niña.

   Chelo Arbós está peleándose con su madre. No es una escena muy habitual puesto que se llevan razonablemente bien, con quien la primogénita de la casa se lleva a matar es con su padre, pero afortunadamente para ella el carroza, como le llama a sus espaldas, no suele meterse en los asuntos domésticos.
- Mamá, no necesito ningún profesor particular. ¿Qué he suspendido las mates?, ¿y qué? Más de la mitad de la clase cateó y seguro que a ninguno le han puesto un profe en casa. Cómo se enteren los colegas del instituto el cachondeo puede ser fino. Ni lo sueñes, vamos.
- Claro que lo necesitas. Y es culpa tuya. Si no te hubieses emperrado en irte del colegio del Sagrado Corazón y marcharte al instituto seguro que no hubieses suspendido. Como vuelvas a catear otro año tu padre te mata, peor aún ha dicho que te va a meter en un internado, conque tú misma.
- Al fósil del carroza sólo se le ocurren salidas de cuando reinaba Carolo. Y menos mal que lo de la inquisición ya se acabó, que si no me mandaba a la hoguera.
- ¡Chelo, no hables así de tu padre! Piensa que sólo quiere lo mejor para ti.
- Querrá lo mejor, pero como lo disimula.
   A pesar de sus protestas, la amenaza del internado es más que suficiente para que Chelo, aunque a regañadientes, acepte lo del profesor particular.

   En las primeras clases la relación entre el novato docente y la díscola estudiante es fría, distante y poco satisfactoria. Él no sabe muy bien cómo explicar a su ocasional alumna las nociones matemáticas y, en más de una ocasión, se arma un lío. A ella le importan un higo los conceptos, los teoremas y las demostraciones. Sergio ha aprendido con rapidez de sus propios errores pedagógicos y también ha descubierto que una de las cualidades más eficaces para enseñar es la paciencia. A ella se encomienda y termina dando resultado.
- Oye, profe, esto es la tercera vez que me lo explicas. Te repites más que un tartaja. ¿No te aburre ser tan pesadito?, a mí un montón – declara una displicente Chelo.
- Ya sé que te lo había explicado y no, no me aburre. Y te amenazo – lo dice con una sonrisa – que te lo explicaré otras cien veces como sigas haciendo mal los ejercicios que te pongo. Otra cosa en la que también me repito: te he dicho mil veces que no me llames profe, mi nombre es Sergio y así me llaman todos. Si no te gusta mi nombre puedes llamarme Martín que es mi apellido, pero como continúes llamándome profesor me voy a dirigir a ti como señorita Arbós – la sonrisa vuelve a acompañar a sus palabras.
- ¡Ay, no, por Dios, señorita Arbós, no! Cómo lleguen a enterarse mis colegas el cachondeo puede ser de despelote.

   Burla burlando la relación entre profesor y alumna va limando sus aristas y termina siendo francamente buena. Sólo hay una laguna para Chelo, aunque Sergio sólo es poco más de tres años mayor que ella le trata como si fuera una niñata, algo que reconcome a la muchacha. Y decide darle una lección, le va a seducir y le mostrará que de niña nada de nada. No se anda por las ramas y no planea una trama seductora excesivamente sutil, se limita a desabrocharse los suficientes botones de la blusa hasta dejar entrever el sujetador de blonda con efecto balconette que gusta lucir, pese a que su madre le ha prohibido que se lo ponga hasta que sea mayor de edad.
   Sergio se apercibe inmediatamente de lo que pretende la muchacha: ponerle nervioso mostrándole el prometedor valle que discurre entre los dos erectos promontorios que son la mejor prueba de la insultante juventud de su propietaria. Opta por hacerse el sueco ante lo que considera una chiquillada. Como él parece no darse por enterado, Chelo eleva la apuesta, se arrodilla encima de la silla y se inclina sobre la mesa camilla para ver mejor el folio en el que Sergio está trazando un gráfico, pero lo que realmente hace es mostrar una espléndida panorámica de su incitante busto. Momento en el que entra Elvira que de vez en cuando pasa por la salita para echar un vistazo. La escena que ve, aparentemente más tórrida de lo que realmente es, la escandaliza.
- Chelo, siéntate como Dios manda y haz el favor de abrocharte esa blusa inmediatamente.

  Ese día acaba el trayecto de Sergio como profesor particular. Al menos, ha conseguido varios logros. Ganarse la definitiva ojeriza de la señora de Arbós, que poco menos que lo considera un corruptor de menores, constatar que sus conocimientos matemáticos no se han oxidado, convencerse de que la docencia no es lo suyo y ganar unas pesetillas que nunca vienen mal. Hay otro logro que desconoce porque le es ajeno, también se ha ganado la simpatía y el respeto de Chelo Arbós y quizá algo más que la muchacha aún no sabe definir. Una buena cosecha de éxitos para un profesor de fortuna y al que intentaron seducir.