Sergio no ha dicho a
sus padres que está saliendo con Lorena, intuye que no les va a gustar, sobre todo
a su madre que no tiene gran opinión sobre la mayoría de sus paisanas. Le ha
oído comentar, en más de una ocasión, que las senillarenses de adolescentes
sólo piensan en pasárselo bien, de jóvenes con lo único que sueñan es con casarse
y de adultas todo se les va en criar hijos, engordar y abandonarse.
Como Senillar no
deja de ser un villorrio, se cumple una vez más esa ley no escrita pero inexorable
que, en los pueblos pequeños, todo se acaba sabiendo. Pese a que la familia de
los Punchent no es muy extensa, en cuanto la madre de Sergio llega al pueblo a
pasar las vacaciones es una prima suya la que le va con el cuento de con quién
está saliendo su hijo.
- Lola, ayer vi a tu chico muy acarameladito.
- ¿Sí?, ¿y quién era la afortunada?
- La chica de los Vercher. Del padre igual no te acuerdas,
pero seguro que de la madre sí. Hasta es posible que fuerais al mismo tiempo a
la escuela, es María Antonia la Torramans.
- Claro que sí, fuimos compañeras, al menos un par de años,
en la clase de doña Alfonsina. No recordaba que tuviera una hija, aunque
tampoco es tan raro que no lo sepa, debe de hacer un montón de años que no la
he visto. Creo recordar que cuando se casó estuvo algún tiempo viviendo en
Carcaixent.
- Así fue, pero cuando heredó la casa de sus padres volvió
al pueblo. De eso hace ya unos cuantos años.
- ¿Y qué tal es la chiquita?
- Es mona y está hecha toda una mujer.
- Habrá salido a su madre, era bastante guapetona, pero la
chiquilla ¿qué tal es?, me refiero al tipo de vida que lleva, si estudia o
trabaja; en fin, esa clase de cosas, ya sabes.
- Si quieres que te diga la verdad no sé mucho de ella, sólo
puedo decirte que está o estaba de aprendiza de peluquera en un establecimiento
de Albalat, aunque algo me suena de qué si lo dejó. También sé que tiene fama
de ser una descarada, pero eso se puede decir de más de la mitad de las chicas
del pueblo. No puedes ni imaginarte cómo sube la juventud de hoy en día. Y como
te veo interesada, habla con Rosario la Maicalles. Lo que no sepa ella no lo
sabe nadie
Efectivamente, la
Maicalles se conoce al dedillo la vida y milagros de la chica de los Vercher y
se la cuenta a la buena de Lola, sin omitir ni una coma, incluidos su distintos
amoríos. Termina su explicación haciendo algo que nadie le ha pedido, dar su
opinión sobre la moza pero es que la chismosa tiene sus razones para ello:
- … también te digo, Lola, que chicas como la Lorena hay mil
en el pueblo. No es ni peor ni mejor que la mayoría, pero otra cosa también
quiero decirte: no es mujer para tu Sergio. Un chico que va para ingeniero se
merece algo mejor, una muchacha más educada, con más mundo, con más saber
estar; en fin, como mejor formada. Porque un ingeniero supongo que necesita a
su lado una mujer que sepa estar a la altura de la gente de copete con la que,
más pronto que tarde, se codeará. Y desde luego la Lorena de buenas maneras
está en ayunas y de cultura y de todo lo que debe de saber una señora, cero
patatero. No ha estudiado nada, ni siquiera cultura general, sólo lo que haya
podido aprender en la escuela. Tampoco ha salido nunca del pueblo. Por eso digo
que no es mujer para tu hijo. Al menos, ese es mi parecer.
- Más de acuerdo contigo no puedo estar, Rosario. Si esa
chica es como me has contado no es que no valga para mi Sergio, es que no vale
para ningún hijo de buena familia. Menuda pájara está hecha y ¡tan jovencita
cómo es! Razón tienes, hay que ver cómo sube ahora la juventud.
- Tu chico es que ha tenido mala pata al fijarse en la hija
de los Vercher. Con la de buenas mozas que hay en el pueblo y algunas de casas
muy fuertes, con muchas fincas y sus buenos duros en el banco. Ya se podría
haber prendado de alguna de ellas.
- Siempre pasa lo mismo, Rosario, hay ojos que se enamoran
de legañas.
Al llegar a este
punto, tal es la cara de desconsuelo de la pobre Lola que Rosario intenta aguar
el vino de su cruda exposición:
- Aunque también te
digo que yo no me preocuparía demasiado, al fin y al cabo lo más seguro es que
no sea más que uno de esos amoríos de verano que comienzan a principios de
julio y suelen acabar, como muy tarde, a finales de agosto.
Pese a la
predicción de la Maicalles sobre las relaciones veraniegas, Lola queda muy
preocupada. Sabe que su hijo no tiene ninguna experiencia sobre el sexo
femenino, no le ha conocido ninguna novia en plan serio, apenas algunas amigas
esporádicas de la vecindad. Y teme lo peor, se figura cómo se las puede gastar
una jovencita tan resuelta como parece ser la pequeña de los Vercher, contra
cuyas mañas malamente se podrá defender el pardillo de su retoño. Algo tendría
que hacer, ¿pero qué? De entrada, descarta lo de hablar con Sergio, sabe que es
muy sentimental y, si se ha enamoriscado de la muchacha como parece, prohibirle
que la siga viendo podría ser como echar gasolina al fuego. Sopesa lo de
contárselo a su padre. Abuelo y nieto se llevan muy bien y quizá él sería capaz
de persuadir al chico de lo contraproducente de la relación. Al final no lo
hace, su padre está achacoso y no es una buena idea cargarlo con otras
preocupaciones. A quien sí le cuenta sus temores es a su marido, éste trata de
tranquilizarla:
- No te preocupes, mujer. El chico está en la edad de que le
gusten las mujeres, lo contrario sí sería para preocuparse. Y en el pueblo
aparte de ir a la playa hay pocas cosas más con las que pasar el rato. Es lo
más natural del mundo que salga con alguna jovencita, que sea de aquí o de
fuera es lo de menos. Estoy seguro de que esa relación no será más que el
clásico amorío de verano. Y en cuanto se vuelva a Madrid, a los cuatro días se
habrá olvidado de la muchacha. Por
tanto, no le des más vueltas y deja de obsesionarte.
- Sí, pero es que ya has oído que clase de chica es. Una
tunanta de mucho cuidado, con más malas artes que una suripanta. Una chica así,
tan experimentada como parece ser la Lorena esa, es muy capaz de sorber el seso
a nuestro hijo que en lo que atañe a las mujeres está más verde que el perejil.
- Bueno, bueno, en los pueblos se suele exagerar mucho. Tú
me has contado muchas veces que el chismorreo es una de las ocupaciones
favoritas de tus paisanos. Por eso no me extrañaría que de lo que te han
contado más de la mitad no fuera cierto.
- Aunque sólo sea cierto la mitad de lo que me ha referido
la Maicalles es suficiente para preocuparse. Esa chica es más ligera de cascos
que yo que sé y puede malbaratar a nuestro hijo – insiste Lola que, patentemente,
parece muy preocupada.
- Vamos, mujer, no será para tanto. Lo que debes de hacer es
olvidarte del asunto y no darle más vueltas, porque como te obsesiones con ello
lo único que vas a conseguir será amargarte el verano. Además, Sergio está muy
formado, ha madurado mucho desde que va a la universidad, es un chico de
sólidos principios y no va a perder la cabeza fácilmente.
- Ay, Lorenzo, que ingenuo eres y que poco conoces a la
juventud de ahora. Como la desvergonzada esa se le abra de piernas, ya verás a
dónde van a parar los principios de tu hijo ¿o es que has olvidado el dicho de
que tiran más dos tetas que dos carretas? – parece que en lo tocante al
refranero Lola la Punchenta ha salido a su padre.