Por si Grandal tenía alguna duda, el hijo de
Salazar le ha dado la clave de la muerte de su padre: el caso ERE, pues todos
los que visitaban al exsindicalista querían algo de él relacionado con dicho
proceso. Como se acerca la hora del almuerzo, Grandal se despide del joven
sevillano.
-Bueno,
majete, te dejo, tengo que ir a Marina d´Or que igual la parienta se mosquea si
llego tarde.
-Si va a
Marina d´Or, ¿me puede dejar en El Piero?, es que mi tronca curra allí de
camarera y he quedao en ir a verla.
-¿Qué es El
Piero?
-Un restorán
que está al laito de la carretera nasioná yendo hasia Oropesa.
-Bueno, si
no tengo que desviarme…
En el corto trayecto hasta el restorán, el
joven sevillano se explaya en lo bien que se lo está pasando con su nueva amiga
con derecho a roce y lo guay que es.
-Si no le
importa, jefe, métase donde están aparcaos aquellos camiones y así podrá crusar
mejor la carretera que esta nasioná tiene un tráfico que es la leche.
Grandal accede de mala gana a la demanda del
joven, sale de la carretera para luego cruzar la N-340 y para delante de un
restorán que supone que es El Piero.
-Mire, jefe,
la titi que está ar laito de aquella puerta es mi tronca. Le he puesto un
whatsapp y me está esperando. Es un rato molona, sarga un momento que se la
quiero presentar, si no es molestia.
Estos chavales de hoy ni saben cuándo se
ponen pesados, ni se cortan lo más mínimo pidiendo lo que sea, piensa Grandal,
pero “el si no es molestia del chico” le ha ablandado y sale del coche. Ambos
jóvenes, sin cortarse un pelo, se funden en un tórrido e interminable beso que
el expolicía contempla con sonrisa irónica.
-Mira,
churri, te presento ar señor Grandal, que fue un polisía mu importante y que
m´a ayudao a entender to lo que está pasando con la muerte de mi papa.
La muchacha, poco más de dieciocho años,
adelantándose al formal intento de Grandal de darle la mano, le planta dos
besos en las mejillas sin pensárselo.
-Francisco
José me dijo que usté es el que dirige la investigación para descubrir que le
pasó a su padre. Como s´a portao bien con él, yo le voy a pagar con la misma
moneda. Ayer estuvieron aquí dos carrozones enseñando un retrato hecho a mano
de alguien que dijeron que era un guiri, añadiendo que se trataba de un tío grande,
moreno y que hablaba mal el castellano. Nadie supo dar razón de él, tampoco yo,
pero mentí. Sabrá que con los maderos nadie quiere tratos, por eso no dije ni
mu, pero como mi chico me ha contao lo considerao que fue usté con él lo he
repensao y me he dicho que iba a contarle la verdad porque usté no es un madero
como los demás.
La muchacha se calla como si una parrafada
como la que acaba de soltar le haya dejado sin fuerzas. Tras unos segundos de
pausa la joven arranca otra vez.
-El día de la
Virgen de Agosto, como a mediodía, se pasó por aquí una conocida con la que
había currado en un bar de Las Villas de Benicàssim. No es que seamos amigas,
pero nos llevamos bien. A la Elvi le gusta mucho fardar, supongo que por eso se
pasó por aquí para presumir que en una fecha con tanto trabajo su jefe le había
dao fiesta, y se iba a disfrutar el día a la playa de Torrenostra con un amigo
que la había invitao, y que tenía un buga que era lo más de lo más. El amigo
rumboso resultó ser un guiri que no se parecía mucho al del retrato que
enseñaron ayer los carcamales, pero si era moreno, alto y amazacotao como un
campanario. Lo único que no cuadraba con la descripción que dieron los
vejestorios es que hablaba bien el castellano aunque se le notaba que era
extranjero. No sé si es el guiri que Francisco José me ha dicho que andan
buscando, pero se lo cuento por si acaso.
-Gracias…
-Vero, me
llamo Vero, por Verónica.
-Pues otra
vez gracias, Vero. ¿Algo más que quieras contarme?
-No, nada;
bueno sí, pero no creo que sea importante. Me dijo Elvi que al regresar
volverían a pasar, pero no lo hicieron o, al menos, yo no les ví.
-¿Y dónde
podría tener una charla con tu amiga Elvi?
La joven le da el nombre del bar donde curra
la Elvi. Tras despedirse de la pareja, Grandal, prosigue su camino hacia Marina
d´Or. En el corto recorrido hasta la urbanización orpesina no deja de pensar en
lo que acaba de contarle la amiga del joven Salazar y en como el puro azar a
veces juega un rol importante. Un extranjero, con los mismos rasgos que han
dado de él las tres personas que lo vieron en la habitación 16, estuvo comiendo
el día de la Asunción de la Virgen en un restorán de Torrenostra. Ahora tiene
la confirmación de que otro extranjero, ¿o acaso el mismo?, en esa misma fecha
y con idénticos rasgos, estuvo a media mañana en aquel parador de carretera de
camino hacia la misma playa. La única nota discordante es que el guiri del que
le ha hablado Vero se desenvolvía bien en español, pero aun así son muchos los datos
coincidentes y él no cree en las casualidades. Empieza a confirmarse la
sospecha de que está muy cerca de descubrir quién era el extranjero que estuvo
en la habitación donde se estaba muriendo Salazar. ¿Será ese extranjero el tal
Grigol Pakelia que fue multado por la guardia civil de carretera un poco antes
de Valencia en dirección norte? …y Torrenostra está al norte de la ciudad del
Turia. De pronto se acuerda de algo más: según la amiga del joven Salazar, el
guiri que se pasó por el restorán tenía un buga lo más de lo más. ¿Un Audi A7
Sportback puede ser considerado un automóvil de lo más? Posiblemente sí para
los parámetros sobre vehículos de la muchacha. Las piezas van encajando. Se
dice que mañana sin falta tiene que hacerle una visita a la tal Elvi.
Antes de las seis de la tarde, Grandal acude
al Marina d´Or Hotel Gran Duque. Bellido se le ha adelantado. Al igual que en
la anterior cita, el sargento ha venido de paisano. Es cauteloso, no quiere que
alguien le pueda identificar, piensa el expolicía.
-Buenas
tarde, comisario, vaya solina que hace. ¿Qué quiere tomar?
-Hola,
Bellido. Cualquier cosa siempre que esté fresquita, por ejemplo un bourbon con
hielo. ¿Qué novedades tiene de la juez del Valle?
-Las más
destacadas las que le he contado por teléfono. Las referidas a ese clan ruso
que, según diversas fuentes de la policía malagueña, recibió el encargo de
liquidar a Salazar. A lo que hay que añadir la identificación de uno de sus
miembros que fue multado por exceso de velocidad cuando circulaba por
carreteras valencianas en dirección norte y que responde al nombre de Grigol
Pakelia. ¿Será ese el extranjero que los pichones encontraron en la habitación
16?
-Eso mismo
me he preguntado. Y hemos descubierto más pistas que apuntan a que el tal
Pakelia puede ser ese extranjero.
-¿Nuevas
pistas? Cuénteme, comisario –pide el sargento sin ocultar su alegría ante tal
noticia.
-Luego te
cuento, pero primero hemos de ponernos de acuerdo sobre el contenido del
próximo informe que vas a enviar a la juez del Valle. Verás…
Y Grandal le explica al sargento los nuevos
datos que hay sobre tres de los testigos que ya han declarado ante su señoría,
pero que en función de las últimas investigaciones deberían ser citados otra
vez. A Pacheco y a Sierra hay testimonios de que se les vio el día de autos en
Torrenostra, algo que en su primera declaración no contaron. Y también habría
que citar para declarar a la esposa de Pacheco que muy posiblemente le acompañó
en el mencionado día. En cuanto a Espinosa debe volver a declarar para que
explique cuál era el motivo para comprar un raticida en un supermercado de El
Grao en el día de autos.
-… y eso no
es todo. La jueza debería citar a declarar a José Jiménez, no sé su segundo
apellido porque no me he acordado de pedirle a alguno de mis amigos que lo
mirara en internet, y al que llaman habitualmente Pepillo y que es más conocido
por el nombre con que fue conocido en el mundo de las doce cuerdas, el Chato de
Trebujena. Al parecer fue quien le pegó la paliza a Salazar y además también
estuvo en Torrenostra el día de los hechos.
-Eso es un
notición, comisario. ¡Qué grande es usted y que bien hice pidiéndole ayuda!
–exclama el sargento.
-Y ahora vamos
con el extranjero de marras. Hay una testigo muy fiable que ha identificado a
alguien muy parecido al guiri que
encontraron los pichones en la habitación 16 y que estuvo comiendo en un
restorán de Torrenostra el día de autos. Y hace menos de cuatro horas otra
testigo me ha informado que ese mismo día un extranjero, parecido al descrito
por los pichones, se paró en un restorán de carretera cercano a Torreblanca. La
mujer que le acompañaba contó que iban a pasar el día a la playa de Torrenostra.
Mañana pienso ir a ver a esa mujer que trabaja en un bar de Las Villas de Benicàssim.
Si se trataba o no del tal Pakelia está por confirmar, pero todas las pistas
apuntan al mismo blanco.
-¡Qué
barbaridad, comisario, es usted el Sherlock Holmes español –exclama el sargento
sin poder reprimir su entusiasmo.
-No será
tanto, Bellido, no será tanto –comenta Grandal que pese a su falsa modestia le
ha encantado el elogio del sargento.
-Eso y mucho
más, comisario. Ya veo que el hombre que descubrió al asesino del crimen de la
calle Leganitos no se ha oxidado, sigue con el mismo olfato policial de
entonces. ¿Lo último referido al extranjero también lo incluyo en mi informe a
la señora jueza?
-En
principio, no. Espera a que mañana hable con la llamada Elvi que es la mujer que
acompañó al extranjero el día 15 a Torrenostra. Las buenas noticias hay que
darlas de una en una, si las das todas de golpe no se las valora como es
debido. Y si no fuera porque el tiempo que me queda para ayudarte a descubrir a
los autores y/o encubridores de la muerte de Salazar es tan corto, lo que te he
dicho antes que debes informar a la juez todavía lo reduciríamos más, pero el
30, que es cuando me voy, está a la vuelta de la esquina.
El sargento se queda pensando en lo que le
ha dicho el excomisario, que las buenas noticias hay que darlas de una en una,
deberá tenerlo en cuenta en el futuro.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que publicaré, en el capítulo 24, el episodio 100. De joven debió causar estragos