"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 5 de febrero de 2021

Libro II. Episodio 78. ¿Qué me he perdido?

   Julio está al día de la evolución de las ventas del Bisojo y sabe que, si continúan bajando al ritmo que lo están haciendo, su competidor no podrá aguantar mucho más de un año. Es lo que le cuenta a su madre.

   -Como sigan así, es muy posible que en poco tiempo tu ahijada se pueda quedar sin trabajo. Todo el esfuerzo que hiciste para encontrarle un empleo se va a ir al garete. Si te digo la verdad, me da un poco de pena. Eché muchas horas en esa tienda y le tenía apego, y al viejo le tengo que agradecer lo mucho que me enseñó sobre el negocio pese a nuestros desencuentros, pero la realidad es la que es, y al ritmo de pérdidas que lleva tiene los días contados.

   -Yo no enterraría tan alegremente a tu competidor. Julia es una luchadora nata y si algo puede hacerse para que esa tienda renazca, estoy convencida de que es la persona idónea.

   -¿Una salvadora de dieciocho años? –se burla Julio.

   -De diecinueve. Y a propósito, como no lo celebramos en su día voy a organizar una fiesta en casa para festejarlos. Por supuesto, estás invitado.

   -Gracias, madre, ¿pero qué pinto en una fiesta de adolescentes?

   -No tan adolescentes. ¿Cuánto hace que no ves a Julia?

   La jovencita a la que aludía Pilar, tras terminar de poner en orden las cuentas y el inventario de la droguería, tiene una larga conversación con su patrón. Le cuenta el resultado de su trabajo y le plantea que, con los ingresos que la tienda está generando, el negocio no podrá subsistir mucho tiempo. Necesita que le inyecten capital extra y si no cambia la tendencia de las ventas su dueño acabará por descapitalizarse.

   -¿Y qué se puede hacer? –pregunta, preocupado, el Bisojo.

   -Muchas cosas, menos cruzarse de brazos. Respecto a las existencias, lo primero es saldar los géneros que tenemos en exceso. Hay una cifra importante de dinero inmovilizado que no produce nada y que al ritmo actual de ventas se tardará años en amortizar. Tenemos que vender esos productos con ofertas de tres por dos o rebajándolos aunque sea tirando los precios. En cuanto a los productos caducados hemos de ver cómo les podemos sacar algún provecho y si no fuera posible tendremos que tirarlos, están ocupando un espacio que necesitaremos para las nuevas compras. También podríamos publicitar aquellos artículos de los que no había constancia de su existencia. En definitiva, aumentar los ingresos y reducir los gastos. Y llegado aquí, tengo el deber de ser leal con usted, aunque no sea la persona más indicada para lo que voy a proponerle. Una forma de reducir gastos es eliminar empleados, no puede permitirse tener dos. Y como soy la última en llegar, y no tengo experiencia alguna en el mostrador, debería despedirme.

   -¿Pero cómo voy a despedirte, criatura, si hace menos de dos meses que te contraté?

   -Porque no puede permitirse pagarme lo que me paga. Y con las ventas actuales tiene suficiente con Lupe. No crea que no me duele decir esto, porque el empleo que me ha ofrecido es lo más bonito que me ha pasado, pero precisamente por haberse portado tan generosamente conmigo debo ser leal con usted y tengo que decirle la verdad, aunque me duela.

   -Si solo puedo pagar a una empleada despediré a Lupe y me quedaré contigo.

   -No puedo admitirlo, señor Elías, y usted no puede permitirse semejante cambio. No sé vender, no sé cómo tratar a los clientes y no tengo suficiente conocimiento de las existencias como para aconsejar a un cliente sí duda entre dos productos. De quedarse con una debe de ser Lupe, sin dudarlo. Lo que puedo hacer por usted es seguir llevándole las cuentas cobrando la mitad de lo que ahora me paga o menos si fuera necesario.

   El tío Elías no sabe qué pensar. En sus muchos años en el mundo del comercio jamás se había tropezado con una persona como Julia. Que sea tan sincera, desinteresada e inteligente son virtudes difíciles de encontrar en la misma persona, y más con tan pocos años. Por eso, no está dispuesto a que se vaya.

   -No acepto perderte, Julia, de ninguna manera. Voy a seguir contigo y con Lupe. Al menos, mientras pueda aguantar. Lo que tienes que hacer es pensar cómo podemos salir de este embrollo.

   Dos semanas después Julia vuelve a reunirse con el Bisojo. Tiene propuestas que hacerle.

   -Creo que tengo la solución para poder vender rápidamente los productos de los que tenemos un gran surtido y que nos costará años sacárnoslos de encima. Uno de los chicos que estudiaba el bachillerato conmigo es de Zarza la Mayor, que tiene paso fronterizo con Portugal, y que se encuentra a unos cuatro kilómetros del pueblo portugués de Salvaterra do Extremo…

   -Sé dónde está Zarza –la interrumpe el Bisojo.

   -Pues bien, el padre del chico al que aludía tiene una tienda de ultramarinos en Zarza y a veces algún mayorista le lleva mercancía para venderla en Portugal, aprovechando que Zarza cuenta con aduana.

   -¿Me estás hablando de vender de contrabando nuestros productos? –pregunta, receloso, el Bisojo.

   -No, hablo de una operación totalmente legal. Los impuestos aduaneros que se pagan en los pasos fronterizos deberían ser iguales en todos ellos, pero al parecer no es así. No pagas lo mismo en un puesto muy transitado, como el de Fuentes de Oñoro-Vilar Formoso o el de Badajoz-Elvas, que en un puesto de escaso tráfico comercial como es el de Zarza. Las tasas aduaneras son menores, con lo cual exportar una mercancía por Zarza resulta menos gravoso. Podría pensarse que si es así, ¿por qué no se utiliza más? La respuesta es que lo que se gana en tasas se pierde en el transporte hasta puestos distantes y mal comunicados. Pero nosotros tenemos la ventaja de que estamos relativamente cerca. Mi compañero me dice que, por una módica cantidad, su padre podría encargarse de vender nuestros artículos a un comerciante de Salvaterra do Extremo, ya en territorio portugués, con quien mantiene relaciones comerciales. Es posible que nuestro margen de beneficio sea pequeño, pero si hacemos la operación mataremos dos pájaros de un tiro: nos desharemos de unas existencias que habría que saldar o mantenerlas almacenadas durante años, y haremos caja en un momento en que nuestra liquidez corre peligro. ¿Qué le parece?

   -Que lo de matar dos pájaros de un tiro me parece cojonudo.

   En una pequeña ciudad como Plasencia, todo termina siendo de dominio público y más si se trata de un hecho que afecta a un sector profesional concreto. Por eso, Julio ha sido de los primeros en enterarse de la operación que su directo competidor está realizando con la venta de productos a través del paso fronterizo de Zarza-Salvaterra. El mañego supone al principio que ha sido una hábil jugada del que fuera su mentor, hasta que su madre le cuenta la verdad.

   -No ha sido idea del Bisojo, sino de Julia.

   -No es posible. Eso no puede ocurrírsele a una muchacha de diecinueve años. Alguien ha tenido que soplárselo.

   -Hablando de años, te recuerdo que el domingo celebraremos la fiesta del cumpleaños de Julia, aunque sea a toro pasado. Espero que vengas. Y respecto al plan de la venta a Portugal, tienes que saber la verdad –y le explica lo del chico de Zarza que le contó a Julia lo que hacía su padre aprovechando la laxitud del puesto fronterizo.

   -De todas formas, el mero hecho de haber sabido relacionar lo que le contaron de Zarza con el negocio tiene un mérito extraordinario –reconoce Julio.

   -Vale mucho esa muchacha. Ha sido la mejor de todos los alumnos que he tenido. Y ándate con cuidado que terminará haciéndote la competencia –afirma Pilar entre bromas y veras.

   -Bueno, madre, una golondrina no hace verano. Hasta donde yo sé, sus ventas siguen siendo pésimas. Veremos cómo sale del atolladero esa maravillosa alumna tuya.

   Llega el domingo y Julio, que se ha hecho hombre de costumbres, sigue con su rutina habitual de los festivos. Por la mañana desayuna chocolate con churros, va a misa de doce, luego queda para tomar el aperitivo con algunos amigos, con los que después almuerza en el restorán de moda. Por la tarde su plan también es el acostumbrado: echarse la siesta y luego acudir al casino a jugar unas partidas de monte, con dinero por medio. Ahora que nada en la abundancia ha vuelto a retomar su vieja querencia por el juego y cada vez con mayores apuestas. Si pierde, volverá a casa. Si gana, posiblemente termine la jornada en alguna de las casas de lenocinio de las que tan bien surtida está la ciudad. Al despertar de la siesta recuerda algo: su madre da una fiesta por el cumpleaños de su pupila y le ha invitado. Duda en sí acudir, aquello estará lleno de muchachitas con acné y calcetines cortos, se dice. Pero puede más su curiosidad y decide asistir. 

   Cuando Julio llega a la casa, la fiesta está en la fase en que la cumpleañera desenvuelve los regalos que la mayoría de asistentes le han hecho. El mañego maldice por no haberse acordado de que debería haber traído algo. Aprovechando que nadie se ha apercibido aún de su presencia, da media vuelta y se dirige a la Plaza Mayor donde sabe que unos gitanos tienen un puesto de flores. Va a comprar el ramo más aparatoso, cuando se le ocurre algo.

   -Quiero un ramo de diecinueve rosas.

   -¿Blancas, rojas o rosadas?

   -Son para una jovencita de diecinueve años.

   -Entonces, blancas.

   Cuando Julio llega a la casa, la fiesta se ha transformado en baile. Julia está acalorada y con las mejillas encendidas, pues al ser la homenajeada ha bailado sin parar. Cuando Julio le da el ramo que acompaña con una frase galante, más por cortesía que porque lo sienta, los ojos de la joven brillan y una media sonrisa ilumina su rostro dotándolo de un brillo especial. Julio la mira asombrado, como si la viera por primera vez. ¿Qué se ha hecho de aquella chiquilla a la que le dio algunas lecciones de contabilidad? Porque la que tiene delante no es ninguna chiquilla. Es toda una mujer, joven, pero mujer. Y es…, no sabe que calificativo emplear para definirla, pero sí percibe que tiene algo que la hace diferente y… deseable.

   -¿Qué me he perdido? -se pregunta un tanto perplejo.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 79. Matrimonio y mortaja del cielo bajan