"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 25 de agosto de 2015

7.5. O lo solucionas tú o lo hago



   Paco Vives ha empezado a preocuparse al ver que por segundo día consecutivo su hija Amparín ni se ha sentado en la mesa para comer junto a sus padres y hermano ni ha aparecido por el almacén de la familia. Pregunta a su mujer:
- ¿Qué le pasa a la niña?
- ¿Y tú lo preguntas?, pues que le diste un disgusto de muerte por prohibirle ir al baile de los estudiantes con Carlitos Villangómez y lleva casi cuarenta y ocho horas sin probar bocado. Así no puede seguir.
- No te preocupes, ya se le pasará. Esto no es más que la rabieta de una niña malcriada. La culpa es tuya por consentirla demasiado.
- Vaya, ya encontraste a quien echarle la culpa. Desde luego, eres de lo que no hay. ¿Qué importancia puede tener que vaya al dichoso baile con un chico o con otro? Deja que tu hija vaya con quién le apetezca y si quién le gusta es el hijo de esos maestros pues, ¡bendito sea Dios!, que vaya con él.
- Y por qué ha de ir con un mequetrefe que no es nadie y que nunca lo será, ¿se puede saber? Un chiquilicuatro hijo de unos maestros. Y todavía si su familia tuviera dinero o fincas..., pues me he preocupado por informarme y no tienen donde caerse muertos. ¿Eso es lo que quieres para tu hija, que termine casándose con un don nadie? A ti te parecerá bien, pero yo no estoy dispuesto a que la niña no tenga un futuro como el que tenía pensado para ella.
- Paco, estás desbarrando. ¿Quién habló de casamiento? De lo que discutimos es de ir a un baile con un chico que conoce y que le gusta. Y solo tienen dieciséis años. Hasta es posible que estén enamoriscados, pero ¿quién no lo ha estado a esa edad?
- No me vengas con cuentos, Asunción. Se empieza tonteando y no se sabe cómo se puede acabar. Y ya te he explicado que ese zascandil tiene menos futuro que un buscador de caracoles. ¿Ese es el porvenir que pretendes para nuestra hija?
- ¿Y qué futuro quieres para ella? ¿Crees que será más feliz casándose con alguien que tenga dinero, pero al que no quiera? Para ser medianamente dichoso lo verdaderamente importante es querer a la persona con la que te unes o, al menos, que te guste, que te encuentres cómodo con ella. Y por lo que me ha contado estos días, antes no me había hecho ninguna confidencia, a nuestra hija no solo le gusta ese muchacho, está muy enamorada. Y, por lo que dice, él también. Yo también me he preocupado en informarme de él y su familia, no de sus bienes sino de cómo son. Sus padres tienen la reputación de ser, además de los mejores maestros del pueblo, amables, honrados y buena gente. Su hermana mayor, Beatriz, también tiene fama de encantadora, estudiosa y simpática. Y del chaval dicen que es buen estudiante y mejor hijo. Con todo eso, ¿qué importancia puede tener que no tengan fortuna? El dinero no hace la felicidad, pero las buenas cualidades sí. Y además, vuelvo a insistir, no estamos discutiendo con quién vaya a casarse la niña, solo con quién va a ir a un baile. Si lo piensas, marido, sacarás la conclusión de que te has pasado veinte pueblos. No estamos ante un asunto de vida o muerte, algo que sea irreparable. Se trata de la ilusión de una chiquilla de dieciséis años ante su primer baile de postín.
- No solo me jode que nos haya ocultado con quién salía, todavía me encampana más que se haya puesto tan chulita y que no sea capaz de reconocer que ha metido la pata.
- ¿Acaso te ha faltado al respeto?
- Pues... no, pero no hay manera de que se apee del burro.
- Tiene a quién parecerse, al fin y al cabo es hija tuya, pero vayamos al grano: hay que resolver este problema, no estoy dispuesta a soportar esta situación ni un día más. Tienes que hablar con ella. A ti que tan bien se te dan los tratos, seguro que podrás alcanzar algún tipo de acuerdo en el que tú prestigio y tú autoridad queden a salvo y ella pueda ir al baile con ese muchacho. Después ya veremos qué se hace.
- Hombre, lo que me faltaba por ver, que mi mujer me esté dando órdenes sobre lo que tengo que hacer.
- Paco, no me malinterpretes, no te doy ninguna orden, lo que digo es que no podemos seguir así.
- Haz el favor de no replicarme. En mi casa se hace lo que yo diga.
- Esta también es mi casa y siempre he acatado que la tuya sea la última palabra, pero estamos hablando de nuestra hija y no estoy dispuesta a que le amargues la vida por un orgullo mal entendido.
- Asunción, ya me tienes hasta los huevos, no me repliques más o... – y levanta la mano amenazadoramente.
- ¿Qué vas a hacer, pegarme? Te juro por la salud de mis hijos que como me pongas la mano encima me voy al cuartelillo y te denuncio a la Guardia Civil. Igual no servirá para nada, pero del escándalo que se va a montar no te librarás. Siempre habrá algún soplagaitas que dirá lo de sí le ha pegado motivos le habrá dado, pero para otros muchos tu prestigio, del que tanto presumes, quedará por los suelos. El anterior alcalde calentando a su mujer. Pues no se iban a reír de ti tus enemigos con Gimeno y sus amigotes a la cabeza.
- ¡Mujer, eres imposible, no sé qué voy a hacer contigo!
- Yo te diré lo que vas a hacer: aguantarme, como yo te aguanto, y hacerte a la idea de que este problema o lo solucionas tú o lo hago yo.   
   Los problemas de la familia Vives no inquietan a Martín Esteller, el barbero, entre otros motivos porque los desconoce, pero aunque así fuera probablemente le tendrían igualmente sin cuidado porque en lo que está centrado a estas horas de la mañana es en acudir, puntual como un ejecutivo de la City, a la pensión donde vive Alfonso Grau con los útiles propios de su profesión, dispuesto a dejarle la cara tersa cual la de un bebé. Como le avisó Gimeno, el barbero descoloca frecuentemente al joven veterinario con su peculiar léxico, casi tanto como con su inagotable caudal informativo. Esta mañana le vuelve a contar sucedidos sobre el baile de los estudiantes. De tal forma pinta las entretelas de la fiesta y cuenta unas historias, tan divertidas como rocambolescas, que suscita la curiosidad del albéitar.
- ¿De verdad pasan todas esas cosas? – pregunta, un tanto asombrado, Grau.
- Y muchas más. No se lo puede imaginar – El rapabarbas es feliz con un nuevo cliente de esa categoría y saca a relucir toda su panoplia informativa -. Para empezar, el baile es importante porque es el lugar en el que se costata quién es quién en el pueblo. Si no estás es que no eres nadie. Algo así como aparecer en el Nodo. Quien no sale en el Nodo no es nadie en España. Además, hay algo que la gente no comprende y es que realmente hay dos bailes: el que se ve y el que no se ve.
- A ver, Martín, explíquese, que parece usted la Sibila.
   El fígaro está en un tris de preguntar qué quiere decir eso de la Sibila, pero piensa que debe ser alguna palabreja propia de los veterinarios. Mejor continuar con lo suyo ahora que tiene a don Alfonso entregado.
- Verá. El baile, del que la gente lo sabe casi todo, es el que se celebra en el local de la calle Sichar. Bueno, este año tendrá que ser en otro lugar porque ese local lo han vendido. De esa parte del baile es mejor que no le cuente mucho porque lo que le aconsejo es que vaya a verlo, y perdone mi atrevimiento; aunque solo sea para tomarse una copa y luego se va. Pero hay otro baile, el que no se ve, del que la mayoría de la gente no sabe ni papa.
- ¿Y qué pasa con ese baile que no se ve y del que, según usted, casi nadie sabe nada? – pregunta Grau, cada vez más divertido.
- De ese es del que le hablaré mañana cuando venga a afeitarle. ¿A la hora de siempre, don Alfonso?