"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 9 de octubre de 2020

Libro II. Episodio 61. ¿De qué sería el porte?

   Para solucionar el asunto del acarreo de medicinas hasta Valverde del Fresno, el sábado Julio coge su bicicleta y se encamina a Malpartida a hablar con los arrieros que trabajaban para el patrón de su amigo Argimiro. A medida que se va acercando a la población los recuerdos de su estancia allí se le amontonan, pero hay uno que campea sobre todos, Consuelo. No ha conseguido del todo apartar a la chinata de su cabeza. La quiso con locura, y el primer amor se mete muy hondo en las entrañas. Luchando contra sus recuerdos, llega a la villa. De los carreteros a los que busca solo recuerda que se apodan los Bejucos. Al primer paisano que encuentra le pregunta dónde encontrarlos, y cuando llega a su domicilio resulta que no están, han partido a hacer un porte a Coria y no volverán hasta el día siguiente. Opta por esperarles. Se hospeda en una de las posadas del pueblo y, como no tiene nada mejor que hacer, decide ir a ver a Argimiro, igual no es muy buena idea, pero necesita más información sobre los Bejucos. Sabe que Argimiro, que siempre estuvo a su lado, se casó con su novia de toda la vida, Carolina, la mejor amiga de Consuelo. Como desconoce dónde vive el matrimonio va a casa de los padres de Argimiro donde se alojó los meses que vivió en Malpartida. La tía Martirio, la madre de su amigo, le recibe con un aluvión de preguntas.

   -¡Mecagondié, chacho!, pero que cambiao estás, pa mí que has engordao. Paece que hace cuatro días que te fuiste y han pasao tres años largos. ¿Cómo te fue en la mili?, ¿sabes que tu amigo se ha casao?, ¿y tú, te has casao o sigues soltero?, porque ties  edá pa tener una mujer que te caliente la cama. Vamos, digo yo.

   -Sé que se casó su hijo, tía Martirio, y yo continúo soltero por el momento. La que no ha cambiado es usted, sigue tan dicharachera como siempre. Y justo venía, además de a saludarla, a pedirle la nueva dirección de Argimiro y Carolina para felicitarles.

   -¿Te acuerdas de aquel pajar que teníamos en la calle de las Eras?, pues lo arreglaron y les ha quedao una casita sin pretensiones pero bastante apañá. Allí encontrarás a la parejita que ya me ha dao un nieto y otro que está en camino.

     Al llegar a casa de la joven pareja, Julio golpea la aldaba pero sin esperar a que nadie conteste abre la puerta; en el pueblo no hay casas con puertas cerradas, únicamente se echa la llave cuando los dueños se ausentan. Desde el fondo de la casa una voz de mujer grita:

   -Pasa quien seas, estoy en la cocina -Allí encuentra Julio a Carolina que luce una preñez de cinco o seis meses.

   -¡Ahí va, pero mira quién es, na menos que Julio Carreño! –La sorpresa de la embarazada parece genuina y muestra una gran sonrisa. Julio percibe que es bien recibido por lo que sin pensarlo le planta dos besos en las mejillas a Carolina que, sorprendentemente, se pone colorada cual pimiento de La Vera.

   -Dicen que la maternidad embellece a las mujeres y veo que es cierto, estás más guapa que nunca, Carol.
   -No has cambiao na, chacho, sigues sabiendo decir palabritas que le gustan a cualquier mujer. ¿Y cómo tú por aquí?

   -Venía a veros y a felicitaros por la boda y por los críos. ¿Dónde está el otro?

   -Si das un paso más me lo vas a pisar –y Carolina señala un rústico moisés, que efectivamente está al lado de Julio, y del que no se había apercibido-. No hables mu alto que está dormio, aunque como acaba de mamar tie pa rato –Julio piensa que al paso que van los Sánchez -así se apellida Argimiro- acabarán teniendo familia numerosa porque el mamoncillo que está durmiendo no debe llegar a los dos años y a Carolina le quedan unos meses para parir.

   -¿Y Argimiro?

   -Está en la almazara, no va a tardar mucho. Ni puedes imaginarte el alegrón que se va a llevar al verte. Te recordamos muchas veces, más de las que puedes imaginarte. Una pregunta, si no es indiscreción, ¿te has casao?

   -No, sigo soltero y sin compromiso.

   -Pues a más de una que yo me sé no le importaría na que le echaras los tejos.

   -Vaya, Carol, no conocía tu faceta de casamentera, pero gracias, sé apañármelas solo.

   -¿Me lo vas a decir a mí? Cuéntame de tu vida, anda, que me muero de curiosidá.

   Julio le hace un resumen de su estancia en el ejército, aunque episodios como el de la Dolors no los cuenta. Luego le habla de su actual trabajo y de que ahora vive en Plasencia, junto a su madre que da escuela allí. Carolina aprovecha la mención de la ciudad placentina para preguntar algo que le baila en los labios desde el momento que entró Julio en su casa.

   -¿Sabes quién vive también en Plasencia?

   -Supongo que te refieres a Consuelo. La he visto alguna que otra vez, está como tú, tiene una niña y está esperando otro crío.

   -¿Habéis hablao? –pregunta, curiosa, Carolina.

   -No, la primera vez que nos cruzamos me limité a hacerle un gesto de saludo a lo que me contestó con un amago de sonrisa. Preferí no forzar la situación y no le dije nada, tampoco parecía que ella tuviera muchas ganas de charla.

   -Si no lo digo, reviento. Lo que te hizo fue una marraná más grande que un campanario, tan enamorá que decía que estaba y no te guardó la ausencia. Faltó a la palabra que te había dao y eso no lo hace una mujer honrá.

   -Bueno, esperar tres años es mucho tiempo y supongo que se aburría. Aunque mentiría si no te dijera que me dolió mucho. La quería con toda mi alma…, pero eso ya es agua pasada.

   -¿Sabes lo que haría en tu lugar?, pues buscarme una buena moza, que las hay a patás, y olvidarme del pasao, que la mancha de la mora, con otra verde se quita.

   En esas, que aparece el amo de la casa que al ver a Julio se le echa a los brazos y le estrecha fuertemente.

   -¡Coño, Julio, que alegría verte, cuantas veces te hemos recordao! Te veo como más hecho, como más hombre y no es que no lo fueras antes.

   El matrimonio Sánchez y Julio departen un buen rato contándose la de cosas que han pasado en los tres últimos años hasta que Carolina les deja pues tiene que preparar la cena, a la que han invitado a su amigo. Julio aprovecha la ocasión para preguntar a Argimiro sobre si los Bejucos son gente de fiar.

   -Son buenos arrieros y de su negocio saben lo que se traen entre manos, pero… ¿pa qué los necesitas?

   Julio vacila, no sabe si contarle lo de los medicamentos, al fin opta por fiarse del que siempre fue un buen amigo y que por su recibimiento parece que lo sigue siendo. Le explica para qué necesita a los transportistas y que es imprescindible que sean gente honrada porque lo que van a acarrear no dejan de ser productos para ser vendidos al margen de la ley, y podrían tener la tentación de pedir un precio exorbitante por el transporte o de chantajearle de algún modo.

   -Como ves, necesito contar con gente de la que pueda fiarme. Y para ello no debo tener ninguna duda sobre que son hombres de palabra.

   -¡Joder, Julio, siempre fuiste mu listo y veo que lo sigues siendo! Acabarás haciéndote de oro. Y de los Bejucos te diré que son buenos con las caballerías, pero tienen fama de ser un tanto esquinaos. Pa lo que tú necesitas no creo que te sirvan. Mi consejo es que te busques otros.

   -Gracias por la información. Ahora tengo otro problema, ¿dónde encuentro a unos arrieros que, además de avenirse a llevar mercancía de matute, pueda uno fiarse totalmente?

   -Ahí igual te pueo echar una mano. El tío Fadrique, el dueño de la almazara, todas las campañas vende más aceite del que declara haber prensao, y pa acarrearlo contrata a unos arrieros de Galisteo, llamados los Piñana que, según el Fadrique, son honraos a carta cabal y no le hacen ascos a acarrear mercancías de matute. ¿Por qué no hablas con ellos? Puedes decirles que vas de parte del Fadrique, ya hablaré con mi jefe pa que te respalde si preguntan por ti. Ah, y a mí también me conocen, puedes decirles que eres amigo mío.

   La respuesta de Julio no puede ser más concluyente.

   -¿A cuánto está Galisteo de aquí?

   -Calculo que a unos veinte kilómetros dependiendo del camino que cojas.

   -Pues hecho, mañana pondré rumbo a Galisteo. ¿Los Piñana, eh?, cuéntame todo lo que sepas de ellos.

   Argimiro le refiere que son tres hermanos que descienden de una familia de arrieros de toda la vida pues en Galisteo convergen varias carreteras, lo que hace que haya más de una familia que se dedique al transporte. También le facilita los nombres de los hermanos, así como su dirección y le insiste en que son tipos de fiar. Antes de dormirse esa noche, Julio piensa en el negocio en que va a meterse y la de problemas que tendrá que solucionar hasta que todo marche como la seda. Acaba diciéndose: esto no va a ser todo coser y cantar.

   Al día siguiente, Julio toma su bicicleta y emprende camino a Galisteo. Le cuesta casi dos horas llegar, pues algunos tramos de carretera están muy estropeados y tiene que andar sorteando baches y charcos ya que esa noche ha llovido. El pueblo está ubicado en lo alto de una colina y cuenta con la singularidad de que el río Jerte confluye, dividido en dos brazos, con el Alagón del que es afluente. La localidad, a medio camino entre las ciudades de Plasencia y Coria, está atravesada por cuatro carreteras, aunque alguna de ellas sería más propio denominarla camino. Localizar a los Piñana le resulta fácil. Rápidamente empatiza con ellos, sobre todo con el más joven que es más o menos de su edad. Le cuentan que su padre y su abuelo también fueron arrieros por lo que puede decirse que el oficio lo mamaron desde críos.

   -¿Y se puede saber quién le ha dao nuestro nombre?

   -El tío Fadrique de Malpartida, el de la almazara, y uno de sus trabajadores de confianza, Argimiro Sánchez, que es buen amigo mío.

   -Bien recomendao viene, sí señor. Y si no es mucho preguntar, ¿de qué sería el porte?

   Julio les habla sin tapujos del negocio de los fármacos y les cuenta para qué les necesita. El regateo sobre el precio de los portes desde Plasencia a Valverde es casi una mera formalidad, y rápidamente cierran el trato. Quedan emplazados para dentro de unas dos semanas en que recogerán el primer envío.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 62. Operación Ajude o portugueses