"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 20 de diciembre de 2016

89. Debate sobre seis certezas y una duda



   Como habían acordado el día anterior, los cuatro jubilados se reúnen en casa de Grandal para debatir sobre los siete puntos que sintetizan lo que la policía ha descubierto en sus últimas investigaciones sobre el robo del tesoro.
- ¿Habéis estado reflexionando sobre la cuestión? – pregunta el excomisario.
- Reflexionar, sí, otra cosa es que se nos haya ocurrido algo, al menos a mí – confiesa Ponte.
- Vamos a ver que sale. Si no hay opiniones en contra, seré yo quien modere el debate. Comencemos por el primer punto – y Grandal, que ha sacado un panel de corcho que Chelo tiene en la cocina, pincha en él un folio en el que previamente ha escrito: Obdulio Romero y Adolfo Martínez fueron los dos cómplices de los ladrones en el interior del museo, y pregunta: - ¿Alguna idea sobre este punto?
- Idea no, pero si tengo dos preguntas – quien interpela es Ballarín -. La primera es: ¿para qué necesitaban los atracadores a Romero cuándo Martínez era el que tenía que manipular el mecanismo de las cámaras de seguridad?
- Por lo que me han explicado, Romero era el plan B por si fallaba el A que era Martínez; si la maniobra de éste, por lo que fuese, no funcionaba, Romero, que era el que la mañana del robo estaba en la sala de pantallas, sería el encargado de cegar las cámaras de la entrada – explica Grandal.
- Bien. La segunda cuestión: ¿la policía maneja alguna hipótesis de que por qué asesinaron a Romero y a su cuñado?
- Sí – responde Grandal -. Creen que a Romero le debieron pedir lo mismo que a Martínez, que no hiciera alardes con el dinero que le pagaron. Dado que, al parecer, Romero no les hizo caso y empezó a gastar a manos llenas, aunque fuera con la intermediación de su cuñado, decidieron pasaportarlos a ambos antes de que llamasen la atención de la policía y pudieran interrogarles – y al llegar aquí, el excomisario da un giro a su discurso -. Bueno, me parece bien que preguntéis sobre lo que no sabéis, pero os recuerdo que estamos aquí no para preguntar sino para ofrecer ideas sobre los ítems en cuestión.
- Yo si he sacado una deducción de este punto – informa Álvarez -. Si los ladrones les dieron matarile a Romero y a su cuñado, eso quiere decir que alguien les seguía los pasos y que sabían de sus gastos excesivos. Conclusión: alguno o algunos de los ladrones seguían en Madrid o encargaron a otra banda que hiciera la faena de vigilarlos, primero, y liquidarlos, después. Me inclino por la primera opción, es decir que los ladrones están en la ciudad o al menos lo estuvieron hasta el día del asesinato de Romero y su pariente.
- Felicidades, Luis, ya tenemos la primera deducción – y Grandal anota tras el primer ítem: Algún/algunos miembros de la banda estaban en Madrid, al menos hasta el asesinato de Romero y su cuñado. Pregunta: ¿seguirán estándolo? y luego añade:
 - ¿Alguna otra idea? – como nadie responde, escribe en el folio del corcho el segundo ítem: El dinero con el que se pagaba a las agencias que vigilaron a Martínez procedía de una compañía con sede en Panamá, lo que da a entender que los organizadores del robo es gente adinerada.
- ¿Qué habéis pensado sobre este punto?
- Yo opino – dice Ballarín – que si los que mandaron vigilar a Martínez tienen tanta pasta como parece, ¿a santo de qué robar unas joyas que difícilmente se pueden vender? Y si no las han robado para venderlas, entonces ¿para qué?, ¿para guardarlas en su casa y ser ellos los únicos que puedan contemplarlas? Eso no tiene ningún sentido.
- Lo que dice Amadeo – Ponte interviene a su vez – es algo que se cae por su propio peso.
- Aplausos para Amadeo – le felicita Grandal, que vuelve otra vez al folio y anota bajo el segundo ítem: Una organización que tiene su sede en Panamá y que parece disponer de grandes recursos no parece lógico que sea la que haya robado las piezas del tesoro para venderlas. Pregunta: ¿entonces para qué las robaron?
- Yo creo – vuelve a intervenir Ballarín -; es más, estoy convencido de que los ladrones nunca han pensado en venderlas. Las han robado por otro motivo, lo que no se me alcanza es cual.
- ¿Algo más? – pregunta el excomisario -, ¿no? Entonces seguimos – y anota en el folio del corcho el tercero de los ítems: La pista de Panamá más el atracador que amenazó a Ponte el día del robo y el desconocido que captó a Martínez como cómplice sugieren que los organizadores pueden ser de nacionalidad/origen colombiano.
- ¿Quién tiene algo que decir al respecto?
- Me toca a mí – dice Ponte -. Un inciso antes de meterme en harina. Este debate y el tonillo con que nos preguntas, Jacinto, me retrotrae a mis ya lejanos años en la escuela de mi pueblo. Gracias por la inyección de rejuvenecimiento – añade con una sonrisa -. A lo que iba, supongo que en estos casos no hay que creer en las casualidades. Y el hecho de que uno de los atracadores, y con el que todavía sueño, me dijera aquello de a callarse o… y el fulano que sobornó a Martínez hablasen con acento sudamericano induce a pensar que la banda del robo es de Sudamérica o, al menos, cuenta entre sus miembros con gente de aquella parte del mundo. Si a ello se añade la pista de Panamá, pues blanco y en botella. Para no enrollarme más: la banda del robo es de nacionalidad u origen sudamericano o, al menos, lo son algunos de sus miembros. O sea, que organizadores y ejecutores parecen ser sudamericanos.
- Ahora te tocan los aplausos, Manolo – admite Grandal, que añade -. Una pregunta: ¿crees que pueden ser de origen colombiano?
- En eso no me mojo, Jacinto, pero en todo caso estoy convencido de que son latinoamericanos – reitera Ponte.
- De acuerdo – acepta Grandal, que escribe en el folio debajo del tercer ítem: Hay claros indicios de que los que organizaron y ejecutaron el robo es una banda sudamericana o, al menos, lo son algunos de sus miembros. Pregunta: ¿Serán colombianos? Y sin solución de continuidad escribe el cuarto ítem: Las fotografías del museo tomadas durante el tiempo en que las piezas quimbayas estuvieron prestadas inducen a creer que las obras robadas son las originales.
- ¿Quién quiere intervenir?
   En esta ocasión, ninguno de los tres viejos alza la voz. Ante el silencio, es el propio Grandal quien sigue hablando.
- Yo tengo algo que decir al respecto. La cuestión de si las piezas robadas eran las auténticas o meras réplicas generó una línea de investigación en la que los inspectores del caso invirtieron muchas horas. Es más, durante muchas semanas estuvieron convencidos de que eran simples copias. La ambigua postura de la dirección del museo, el rechazo de la jueza de instrucción a dictar un mandamiento para que el museo diese una respuesta definitoria, la aparente apatía del Gobierno sobre la investigación del caso llevó a la policía a sospechar que lo robado eran reproducciones. Además, en los ambientes del mundo del arte, como nos comentó la profesora Martín-Rebollo, corrió el rumor de que no eran piezas originales sino réplicas. Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué el museo, la juez y el Gobierno se mantuvieron, y se mantienen, callados sobre el particular? ¿Qué intereses ocultos hay detrás de esa calculada ambigüedad? ¿Quién o quiénes hicieron correr la especie de que eran copias? ¿Se os ocurre algo al respecto?
- Yo he estado meditando en ello – confiesa Álvarez – y si uno fuera malpensado podría creer que eso no es una casualidad, sino una jugada bien calculada. Si así fuera, tendríamos que buscar el nexo que provoca que la juez, el museo y los gobiernos español y francés jueguen a lo mismo. Si encontráramos ese vínculo tendríamos la mitad de la solución del robo. Por consiguiente, lo que hay que preguntarse es: ¿Qué clase de acuerdo y por qué?
- ¡Cojonudo, Luis! Hoy estás sembrado – le felicita Grandal, que se apresura a escribir debajo del cuarto punto: El hecho de que se haya dado a entender que las piezas robadas eran copias presupone alguna clase de acuerdo entre los gobiernos francés y español -. Bien, esto funciona como un reloj suizo. Vamos a por el quinto ítem – y escribe: Según la confesión de Martínez los ladrones conocían la fecha exacta de la llegada del tesoro a Madrid, pese al secreto con el que se planeó su envío. Lo que es indicio de que tenían contactos en los museos, españoles o franceses, que les facilitaron tal información.
- ¿Qué habéis pensado sobre ello?
   Ballarín mira ostentosamente su reloj, tras lo que toma la palabra:
- Jacinto, son algo más de las ocho y todavía tengo que volver a Boadilla donde me espera mi mujer. Vosotros, continuad si queréis, pero yo tengo que marcharme.
- Perdona, Amadeo. Metidos en faena, se nos ha ido el tiempo de mala manera. Cerramos aquí el debate y, si no tenéis inconveniente, continuaremos mañana aunque sea domingo. ¿Os viene bien a las diez y media?