"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 9 de junio de 2020

Libro I. Episodio 40. Aquí hay de todo, como en botica


   Julio vuelve a estar desubicado, se ha quedado sin nadie con quien compartir sus ratos libres. Ha roto con Dolors y tampoco cuenta con su paisano Agustín. Con los colegas de la Secretaría continua sin empatizar, más allá de salir a almorzar al quiosco de caballería. Le quedan los gemelos Salinas y poco más. Al tener más tiempo libre se dedica más a menudo a la lectura. Aunque el albaceteño Pintado, que es el soldado encargado de la biblioteca de Capitanía, le sigue cayendo gordo, se ha convertido en asiduo asistente a la biblioteca pues es la que tiene más a mano. Un buen día, al salir tras devolver unos libros se tropieza con el morellano Puig del que recuerda que prefiere que le llamen con la versión valenciana de Joaquín.
   -Hombre, Chimo, ¿qué tal te va?
   -Vaya, Julio Carreño Lahoz.
   -Que memorión, te acuerdas hasta de mi segundo apellido.
   -No se trata de memoria, recuerda que trabajo de cartero y tú eres de los que con más regularidad recibes cartas. Y por el tipo de letra deben ser de dos mujeres distintas. Aunque últimamente hay semanas que solo tienes una.
   -Pues sí, son de mi novia y mi madre. ¿Sigues buscando tratados de arquitectura y guías de la ciudad de Palma?
   -De la arquitectura me cansé y además por ahí no va mi futuro, pero del resto de la isla sigo buscando información. Y tú, ¿sigues con lo de la contabilidad?
   -Ahí sigo, pero ahora también busco técnicas de venta.
   -No creo que de eso encuentres nada aquí, pero conozco un sitio donde seguro que encontrarás, en la biblioteca de la Cámara de Comercio.
   -¿Y eso qué es?
   -Es una organización formada por empresarios, comerciantes y dueños de negocios, grandes o chicos, que se unen para que les vayan mejor sus negocios y elevar la productividad.
   -¿Es el organismo que aprueba las leyes que afectan al comercio?
   -No, es una institución privada, no tiene nada que ver con el gobierno. Si quieres, un día quedamos y te llevo a visitarla.
   -Solo tengo libres los domingos.
   -Los domingos la Cámara está cerrada y la biblioteca también…, pero se me ocurre una idea. Al ser cartero salgo a menudo de Capitanía y nadie me controla demasiado. Si quieres puedo buscar libros sobre el asunto de las ventas en la biblioteca de la Cámara, te traigo los que me dejen sacar y cuando los hayas leído, por supuesto antes de que acabe el plazo del préstamo, me los das y los devuelvo.
   -¿Me harías ese favor?
   -Hombre, Carreño, si no nos ayudamos los cuatro gatos que en esta casa frecuentamos la biblioteca, ¿quién nos va a ayudar? Estoy seguro que, si se terciara, tú harías lo mismo por mí.
   Unos días después, Puig se presenta en la Secretaría con un paquete envuelto en papel de periódicos viejos.
   -¿Y Carreño?
   -No está, lo puedes encontrar en el quiosco de caballería.
   -Le dejo este paquete. Le decís que de parte de Puig, el de la estafeta. Que ya me pondré en contacto con él –El morellano echa un vistazo por la ventana que tiene más a mano y no se resiste a hacer un comentario-. Ahora comprendo porque en la casa apodan a vuestra oficina la Pajarera, esto es como un nido de pájaros, no por lo pequeño, sino por lo alto que está.
   En cuanto Julio llega al despacho, encima de su mesa encuentra el paquete que le ha dejado Chimo. Contiene tres libros sobre técnicas de ventas, uno editado en inglés, otro en francés y el tercero en español. El mañego no sabe ni jota de inglés, pero si estudió francés en el bachillerato, aunque su dominio de la lengua de Moliere deja mucho que desear. Al día siguiente, Julio coge el ejemplar en inglés y se va a la estafeta a charlar con su amigo morellano y por extensión valenciano.
   -Chimo, vengo a darte las gracias por los libros y te traigo el de inglés porque de esa lengua no tengo ni repajolera idea. Me quedo con los otros, aunque por lo que he ojeado del español me da la impresión de que está anticuado. En cualquier caso, te vuelvo a dar las gracias y como no sé cómo agradecerte el favor, si no tienes compromiso te invito a merendar el próximo domingo.
   -Hombre, Carreño, ya puedes imaginarte que no te he traído los libros para que me invites. Eso se hace por un amigo y nada más. Eres de los contados de Capitanía con el que se puede hablar de algo más que de titis, de toros y de cuando nos van a licenciar, solo por eso me considero amigo tuyo. Ah, y es una lástima que no sepas inglés porque según el bibliotecario de la Cámara es el mejor manual de los tres. Me ha explicado que lo ha escrito un yanqui y que en Estados Unidos están muy adelantados en técnicas de venta y en algo parecido que llaman márquetin.
   -Entonces tendré que aprender inglés.
   -Yo ya lo estudio, voy por las noches a unas clases organizadas por la Cámara que además son gratis.
   -¿También quieres aprender ventas?
   -¡Que va!, quiero aprender esa lengua porque me he dado cuenta de que en la isla hay muchos extranjeros –Respuesta que más tarde dará que pensar al extremeño.
   Entre bromas y veras discurre la charla. El mañego no recordaba lo extrovertido y ameno que puede llegar a ser el valenciano. Y quedan en que se verán el domingo. Llegada la domenica, como diría un italiano, se juntan ambos peninsulares y van dando un paseo por los alrededores del puerto hasta que se aburren de andar y se sientan en una terraza que está bastante animada. Piden una botella de tinto de la tierra y algo para picar. El camarero que les atiende les propone pinchos, algunos de los cuales les son desconocidos.
   -Hoy tenemos rebanaditas con crema de mejillones, coca de bacalao y coliflor, y creo que quedan croquetas de queso, ah y sardinas a la brasa.
   -A mí me gusta todo lo que ha mencionado menos la coliflor –confiesa Chimo.
   -Entonces, tráiganos una ración de cada menos de coca –encarga Julio.
   La conversación discurre por mil vericuetos hasta que recordando sus infancias terminan hablando de lo que querían ser de niños.
   -Yo lo tenía claro, de niño quería ser contrabandista. Y de mayor tener una cuadra de carros para transportar los alijos que pasara de la Raya –recuerda Julio, y como supone que el valenciano no sabe que es la Raya se lo explica-. En Extremadura llamamos así a la frontera con Portugal.
   -Pues yo quería ser muchas cosas: médico, boticario, maestro, veterinario, juez…, quería tener uno de esos trabajos porque eran los únicos oficios que había en el pueblo que para serlo había que estudiar. A mí es que desde crío me gustó mucho leer y se me daban bien los estudios, pero… -rememora con aire nostálgico Puig sin cerrar la frase.
   -Pero no pudiste estudiar –concluye la frase Julio.
   -De algún modo, si estudié. A los diez años me internaron en el seminario diocesano de Tortosa, que es el obispado al que pertenece Morella. Y allí permanecí hasta que tuve la primera erección. Ocurrirme eso y recordar que los curas no pueden casarse, aunque más de uno tenga sus apaños de extranjis, acabó con mi carrera sacerdotal. Luego, hasta que me tocó la mili, he hecho de todo un poco, he sido agricultor, peón albañil, buscador de setas, camarero y hasta he trabajado en la construcción de carreteras. En fin, en todo lo que se puede trabajar en un pueblo como el mío en el que las oportunidades de encontrar un buen empleo son contadas.
   Y de los recuerdos infantiles pasan a lo que aspiran en el futuro. Julio cuenta cuáles son sus planes: lo primero casarse con su novia de siempre, la que le envía una de las dos cartas semanales, y luego montar algún negocio, poner alguna tienda o establecer un comercio de todavía no sabe qué. Y tampoco tiene claro donde lo establecerá, piensa que quizá en Malpartida, donde vive su novia, o acaso en Plasencia que es la ciudad más importante de la comarca. Por eso está interesado en aprender todo lo posible sobre ventas. El dueño de la bisutería en la que trabaja le ha aconsejado que si se convierte en un buen vendedor podrá vender lo que sea y, por tanto, tener el negocio que quiera o pueda montar.
   -¡Eso sí que es suerte, tío, tener alguien que te dé consejos tan provechosos! –comenta Puig.
   -Vente una tarde a la tienda y te presento al dueño. A lo mejor puede darte algún consejo que te pueda servir –le ofrece el mañego, que de pronto recuerda algo sobre su patrono que no ha contado al morellano-. Ah, no sé si te lo había dicho, el amo de la tienda es brigada y trabaja en Capitanía. Igual lo conoces, el brigada Carbonero.
   -Claro que le conozco. Trabaja en la segunda bis de Estado Mayor, que está en vuestra misma ala pero al final de la zona sur. Ya me parecía a mí que era un tipo con caletre. Y volviendo al futuro te diré que te envidio, Carreño. Te envidio porque tienes muy claro a lo que aspiras cuando acabe esta puta mili. No es mi caso, todavía no tengo decidido qué voy a hacer. Aunque cada vez que pienso en el futuro barrunto que a lo mejor me quedo en Mallorca.
   -¿Quedarte aquí?, ¿y qué se te ha perdido en esta tierra?, ¿te has echado una polaca de novia o algo por el estilo?
   -No, no tengo novia y la pregunta que me hago es la contraria: ¿qué se me ha perdido en mi pueblo? Mi padre murió, mi madre se ha arrejuntado con uno que trabaja de peón caminero y viven en una caseta de Fomento al principio del puerto de Torre Miró. No tengo hermanos ni una novia que me espere. ¿Y tú sabes el frío que puede llegar a hacer en Morella y las nevadas que caen en invierno?, ten en cuenta que está a casi mil metros de altitud. En cambio aquí, las oportunidades de encontrar un buen empleo son muchas, la ciudad es muy cosmopolita y las playas y calas son tan numerosas como preciosas. Además, hace un tiempo primaveral la mayor parte del año.
   -¿Pero te vas a quedar aquí en medio de esta panda de polacos que hablan una lengua que ni Dios entiende?
   La mueca que hace Puig es suficientemente expresiva para que Carreño perciba que su comentario ha incomodado al morellano y su respuesta lo confirma.
   -Para empezar, no son polacos, son mallorquines, y para terminar aquí hay de todo, como en botica.

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
41. ¿Turistas?, ¿y eso qué diablos es?