El paquete para gourmets de doña Pilar,
destinado a que su hijo pueda festejar las fiestas que se avecinan, le ha
llegado a Julio antes de Navidad por los pelos. Lo ha recibido el 23, gracias a
que el servicio estatal de correos ha conocido importantes mejoras en los
últimos tiempos que han agilizado mucho la rapidez y seguridad en el reparto
postal. A Julio el envío de su madre le ha hecho enorme ilusión, no solo por su
rico contenido sino porque ayudará a que la comida postnavideña, que van a
preparar las chicas de Inca, sea más variada y posiblemente más sabrosa, al
menos en los entrantes. En contrapartida, el envío de su madre ha puesto de
relieve la ausencia de algún regalo o detalle navideño por parte de su novia. A
ello se añade que las cartas de Consuelo comienzan a ser más cortas y, sobre
todo, más previsibles, sus contenidos cada vez se parecen más. Le cuenta cómo
van los asuntos de la economía familiar, ¡cómo si ello le importara!, algún
suceso ocurrido en el pueblo o alguna charla mantenida con sus amigas, pero las
confidencias amorosas, el hablar de sus sentimientos, las expresiones cariñosas
son más escasas. Es solo una corazonada, pero a Julio le da el pálpito que el
cariño de Consuelo se está enfriando, por decirlo de alguna manera. ¿Habrá
conocido a otro?, se pregunta, ¿estará saliendo con alguien?... No puede ser,
piensa, alguien me lo habría dicho, quizá Argimiro; no, él casi no sabe
escribir. Quizá Carolina…, pero es más amiga de Consuelo que mía… Los temores,
las dudas y unos incipientes celos, no sabe muy bien de qué o de quién,
atormentan al mañego. Intenta desechar los negros pensamientos y como antídoto
opta por hacerle a Consuelo lo que ella no ha hecho: enviarle un regalo
navideño. ¿Y qué le podría regalar?, se pregunta. De entrada, desecha mandarle
productos gastronómicos, ni Consuelo los necesita ni sabe que podría enviarle.
Otra cuestión es que ya no podrá ser un regalo para Navidad porque esta habrá
pasado cuando su novia pueda recibirlo, tendrá que ser para el nuevo año o
quizá mejor para Reyes. Durante varios días ha estado dándole vueltas al
posible regalo y no se le ocurre nada, por lo que decide pedir consejo a la
dependienta de la tienda con la que tiene mayor confianza.
- Mercè, querría enviarle algún detalle a mi
novia para Reyes, pero no se me ocurre nada, ¿qué me aconsejas regalarle?
-¿Qué edad tiene tu novia?
-Cumplirá veinte en febrero.
-Hay mil cosas para regalar a una al.lota de diecinueve años. Puedes
comprarle un collar, una pulsera, un broche, algo de vestir, unos zapatos, un
perfume…, pero antes de pensar en qué regalarle hay otra cuestión: ¿cuánto
piensas o cuánto puedes gastarte?
-No mucho, los guripas siempre estamos a
verlas venir.
-Si no puedes gastar mucho la solución la
tienes aquí. Cómprale algo de la tienda, hay cosas muy monas en bisutería con
las que impresionar a tu novia, y con lo bien que le caes al jefe seguro que te
hace un buen descuento.
-Gracias, Mercè, no se me había ocurrido.
¿Me ayudas a elegir?
Después de mucho rebuscar, y con la impagable
ayuda de su compañera, Julio ha elegido un fino broche de bisutería cuyo motivo
principal es una eme entrelazada con una ce. Está convencido de que a Consuelo
le encantará pues sabrá leer mejor que nadie el mensaje implícito que contiene
el prendedor. Y como Mercè había supuesto, Carbonero le hace un generoso
descuento.
El día de Navidad discurre de forma muy
diferente para los enamorados. Consuelo lo pasa en la casa familiar y rodeada por
su madre y hermanos y también por tíos y primos. Es una vieja costumbre de los
Manzano juntarse en Navidad, día en que suelen comer gallina en pepitoria
cocinada por la tía María. De postre, los consabidos turrones y dulces regados
con sidra asturiana, y luego la gente joven canta villancicos ante un rústico
belén. Julio no tiene madre ni hermanos ni otros parientes con los que
juntarse, ha debido conformarse con reunirse con algunos compañeros de
Capitanía con los que a mediodía ha ido al cuartel de caballería a zamparse la
comida extraordinaria que suele prepararse ese día, y que no deja de ser más
que un rancho corriente al que se le ha añadido algunos mariscos y se ha
servido vino, café y licores. Luego se han ido a una tasca del puerto y la
mayoría ha cogido una buena pítima a base de mezclar diferentes clases de
bebidas y acabar viendo el culo de las botellas.
La mañana del 26, el mañego se levanta con
resaca. En el primer bar que encuentra abierto se toma un café doble, varios
vasos de agua y pide un plato de panceta con huevos. Remedios que le recomendó un
camarada de juergas cuando alijaba en la
Raya. Los caseros antídotos contra el
alcohol parecen funcionar y hacia las doce se encuentra en un aceptable estado
para reunirse con Agustín y las dos jóvenes que deben estar preparando la comida
del día de San Esteban, que para ellos será la comida navideña. La llegada de
Julio a la bajera, que servirá como eventual comedor, es celebrada con
alborozo, pues ya impresionó a las mallorquinas cuando unos días antes les
entregó parte del paquete que le había enviado su madre.
-Bon Nadal
–le saluda Roser dándole un tímido beso en la mejilla.
-Bon Nadal
–le desea Dolors que le da otro beso no tan tímido.
-Paisano, no sé si sabes que Bon Nadal es feliz Navidad en polaco –le
traduce Agustín -. Seguro que lo que van a preparar estas reales hembras va a
estar como pa echar regüeldos, pero sin ánimo de hacer de menos a naide lo que
te envío tu señora madre es lo mejor de lo mejor. Y, chacho, lo reconozco, hasta
me he emocionao pues el salchichón, el morcón y sobre to el jamón de mi pueblo
me han hecho recordar nuestra bendita tierra.
-Aunque sea a toro pasado, felices navidades
a todos y perdonadme por si no estoy muy lúcido, pero todavía no se me he pasado
del todo la resaca. Ayer estuve con los compañeros de Capitanía y cogimos una
buena cogorza, y eso que no fui de los que más le dio a la botella, pero aun
así todavía tengo el estómago revuelto –se justifica Julio.
-No te preocupes, que lo que estamos
cocinando te lo sentará -asegura Roser-. Dolors, tú que eres la mestra de la cuina cuéntale al
extremeño lo que vamos a comer pa que vaya chupándose los dedos.
Dolors explica que el menú navideño constará
de unos entrantes en los que serán fundamentales los embutidos que mandó doña
Pilar. Después, una sopa rellena, seguida de un fiambre de gallina con tiras de
huevo, y luego unos escaldums de pavo
y lechona. Y como postres: turrones, almendras, higos secos y barquillos. Y
remata su explicación contando que la sopa lleva una pasta llamada colzets, carne picada mitad
ternera-mitad cerdo, un par de huevos y para salpimentarla hierbas aromáticas y
un poquito de nuez moscada. Julio, que por primera vez ha oído hablar de esa
nuez, se interesa por la especia.
-Oye, Dolors, y la nuez moscada, ¿qué clase
de nuez es?
-Es la semilla de un árbol que se cría en
países de mucho calor. Se utiliza para aliñar sopas, salsas, croquetas y plats al forn. Aquí la trajeron unos holandeses y mi señora la usa a veces
pues da muy buen sabor. Ya verás lo que estamos preparando, seguro que te
gustará. ¿A qué nunca has comido platos así? –pregunta Dolors, muy ufana por
sus habilidades gastronómicas. El mañego reconoce que en verdad nunca probó
ninguno de los platos que las jóvenes están preparando y admite que, por lo que
está viendo, la cocina mallorquina es mucho más sofisticada que la extremeña y
utiliza unos ingredientes y condimentos de los que jamás había oído hablar.
Los sabrosos y contundentes platos,
acompañados de un tinto de Binissalem que entra sin sentirlo y la malvasía de
Mallorca que han catado en los postres terminan por dejarlos medio piripis, tanto
que acaban bailando al son de las coplas que, a voz en grito, entonan ambas
muchachas. Julio, al sentir el calor del sinuoso cuerpo de Dolors, se arrima a
ella más de lo que los buenos modales aconsejan y, ante su asombro, la inquera
no lo rechaza. En algún momento del baile le asalta la idea de ir más lejos,
pero a pesar de que su lucidez es más que dudosa por efecto del alcohol no
lleva adelante su propósito. En ningún momento de la velada, Dolors se ha
insinuado o ha coqueteado con él más allá de las expresiones cariñosas y de los
roces ocasionales originados por el vino y la propia fiesta que termina con
ambas jóvenes cantando a dúo, y no lo hacen nada mal, un villancico en su
lengua natal: Allà dalt de la muntanya,
un àngel als pastors diu: Hola, hola, eixiu, eixiu! Lantararà, rarararará!
Hola, hola, eixiu eixiu, què Jesús és nat i és viu!, y del que Julio solo
es capaz de traducir allá arriba en la montaña.
Ha pasado la Navidad y Consuelo Manzano
encara el nuevo año de 1890 con la esperanza de que sea mejor que el anterior.
El placentino Luis sigue terne en su proyecto de convencerla de que es el mejor
partido posible, por supuesto infinitamente mejor que el mañego. La chinata
comienza a tener dudas sobre si enamorarse de Julio fue un arranque salido del
hondón donde anidan los sentimientos más profundos o, en buena parte, se debió
a darle en la cresta a su madre por pretender manipularla con la serie de
pretendientes que le ha ido buscando.
En Palma, Julio Carreño bastante tiene con
combatir la soledad en días tan señalados. La comilona y posterior fiesta del
día de San Esteban fue fantástica y reconoce que se lo pasó muy bien. Quizá el
vino y los licores, que tan generosamente libaron, fueron la causa de que todos
estuvieran especialmente alegres y simpáticos. La palma se la llevó Dolors que,
pese a su fama de arisca, no pudo estar más cariñosa. Al mañego, volver a tener
una real hembra entre sus brazos le hizo despertar su hombría y en algún
momento de la velada estuvo tentado de insinuarse a la joven mallorquina a ver
hasta donde le dejaba llegar. No pasó del pensamiento a la acción, pero… se
quedó con las ganas de decir algo más que Bon
Nadal. Quizá lo intente sí se repite la velada.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
33. Un
singular artilugio