"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 11 de octubre de 2016

69. ¿Por qué calla el Gobierno?



   La segunda sesión de la tormenta comienza donde lo dejaron el día anterior. La profesora Martín-Rebollo anota en el folio del mural: ¿Se trata de una banda bien organizada o es un hatajo de chapuceros? Quien primero responde es Atienza:
- A ese interrogante le podríamos aplicar los mismos adjetivos que ayer formuló Michel: por la planificación del golpe parece que estamos ante un grupo bien organizado, pero el fallo de no haber entrado en la red apunta a que son unos incompetentes. ¿Cómo se casa eso?, ¿cómo pueden ser al mismo tiempo tan profesionales y tan chapuceros? Una actuación tan contradictoria es realmente inexplicable.
- Estoy pensando en una derivada – interviene Bernal -. Podría ser que los autores intelectuales del golpe sí supieran que se trataban de copias, pero no se lo hubieran dicho a los que ejecutaron el atraco.
- Es una posibilidad, pero ¿y por qué? - se pregunta Martín-Rebollo y añade -. Los que idearon el asalto, ¿para qué necesitaban robar unas piezas que eran meras réplicas?
- Seguimos en lo de inexplicable y contradictorio – resume Grandal.
- ¿Alguna aportación más? – inquiere la moderadora que, ante el silencio a su pregunta, prosigue – Bien. Otra pregunta de este apartado es: ¿alguien que organiza un atraco de esta naturaleza no cuenta entre su personal hackers que barran en la red cuanto se haya publicado sobre el objeto del robo?
- Para mí – opina Blanchard – la respuesta a ese interrogante es contundentemente afirmativa. No hay ni una sola banda en el campo de los robos de arte de gran entidad que no cuente con uno o varios superespecialistas en informática. Los que planearon el atraco sabían que lo que robaban eran copias y no piezas originales. Ahora bien, volvemos a la misma y desconcertante pregunta ¿y aun así porque llevaron adelante el atraco?
- Si no hay más comentarios – habla la moderadora – la siguiente pregunta es: ¿el hecho de no haber utilizado internet no podría echar por tierra la tesis de que éste es un robo por encargo?
- No, necesariamente – opina Blanchard que se está mostrando muy activo -. Los que planearon el atraco y que, teóricamente, deberían ser los receptores de las piezas robadas, eran conocedores de lo que se llevaban: réplicas y no piezas originales. Aunque yo sigo opinando que éste es un vol personnalisé – define echando mano de su lengua paterna.
   La moderadora mira al resto de integrantes del grupo. No hay nadie que quiera añadir algo más.
- Bien, pues hasta aquí el debate no ha sido demasiado fructífero. Lo resumo. A) El presunto error de los ladrones de no haber entrado en la red es algo inexplicable y contradictorio. B) Ese error induce a pensar que hay algo que no cuadra, pero que no sabemos qué es. C) Creemos que los organizadores del robo sabían que estaban robando copias, pero desconocemos porque siguieron adelante. D) Seguimos creyendo que se trata de un robo por encargo. Como veis, las incógnitas son más numerosas que las certezas. No queda más remedio que proseguir, aunque dada la hora que es, opino que lo mejor sería hacer una pausa para almorzar.
   Atienza informa a sus compañeros de debate que van a comer en un restaurante cercano y se excusa de antemano puesto que se trata de una modesta tasca de barrio, pero con una aceptable cocina de mercado. En la comida, el ambiente es distendido y hasta se ríen algunos chistes que cuenta Bernal. María Victoria se las ha ingeniado para sentarse a la vera de Grandal y aprovechando un momento en que la conversación ha decaído le dice en voz baja:
- Jacinto, me gustaría que un día me contaras con detalle como resolviste el caso de la calle Leganitos.  
- Lo haré encantado – responde Grandal -, aunque ya te adelanto que tuvo que ver más la suerte que mis habilidades detectivescas.
- La prensa no decía eso, sino que la resolución del asesinato fue obra de tu intuición. Mejor dicho, recuerdo que hablaban de tu olfato policíaco.
- Si recuerdas eso también recordarás una viñeta de Diario 16 en que me caricaturizaban como un podenco que va siguiendo un rastro. Y como supongo que tendrás una agenda muy apretada, luego te doy mi teléfono y cuando quieras me llamas. Yo, como todo jubilado que se precie, la tengo prácticamente vacía.
   Después del almuerzo, el grupo vuelve a la Brigada. La moderadora escribe en el portapapeles mural una de las preguntas que enunció en la presentación: ¿Los ladrones sabrán a estas alturas que lo que robaron eran simples réplicas? Bernal es quien primero habla:
- No tenemos datos para contestar con un sí o un no tajante a ese interrogante, pero sí los tenemos para afirmar que es probable que sigan sin saberlo. Razones hay varias, pero creo que esta es suficiente: si supieran que lo que tienen en su poder no son más que copias, ¿por qué asesinaron a Obdulio Romero y a su cuñado? y ¿por qué, al parecer, siguen vigilando a Adolfo Martínez?
- Si no recuerdo mal, Eusebio, esta mañana hemos aceptado que los autores intelectuales del robo sí saben que lo que tienen son réplicas – rebate Blanchard, al que le sigue gustando buscarle las coquillas al inspector de la Judicial -. Y por otra parte, no es lógico que los seguimientos de los cómplices que residen aquí los hagan los ejecutores del robo por su cuenta y riesgo. Algo así no es propio de la mano de obra, sino de los que pagan sus salarios.
- ¿Y por qué afirmas tan rotundamente que aquí solo residen los empleados del museo considerados cómplices?, ¿por qué no puede estar en el país toda o parte de la banda?, ¿acaso tienes datos que los demás desconocemos? – replica un irritado Bernal a quien el francés le cae peor cada día.
- Caballeros, por favor, - María Victoria intenta atajar la discusión sobre la nueva incógnita que ha introducido el galo -. No nos dispersemos, hemos de volver a la pregunta que está en el portapapeples.
   Con el propósito de ayudar a María Victoria a reconducir el debate, Grandal interviene:
- Creo que la pregunta de si los ladrones sabrán a estas alturas que lo que robaron eran simples réplicas es un tanto superflua. Que los atracadores ya sepan o no que lo que afanaron eran copias dudo que nos pueda llevar a deducir algún dato que nos sea útil – comenta Grandal.
- Estoy en buena medida de acuerdo con Jacinto – aduce María Victoria -. Por lo que propongo que, si no hay opiniones contrarias, la incluyamos en el apartado de preguntas a considerar posteriormente. ¿Estáis de acuerdo?
   Nadie dice nada, por lo que Martín-Rebollo continúa con el siguiente interrogante. Escribe: ¿Qué podría pasar si los atracadores se enteraran de que su botín no vale nada o, para ser más precisos, vale lo que valga el oro de las réplicas? Es Bernal el primero en intervenir: 
- Una pregunta que comienza con qué podría pasar no está muy bien formulada que digamos. Poder, podría pasar de todo. Por tanto, cualquier respuesta podría ser válida. Y si nos adentramos en el mundo de las hipótesis podríamos llegar a reconstruir el caso con datos hipotéticos y eso, ¿dónde nos llevaría? A todas partes y a ninguna. Este interrogante o debe reformularse de manera más lúcida o debe parar al cubo de la basura.
   Los otros miembros del grupo se quedan un tanto perplejos ante la innecesaria agresividad de Bernal con la moderadora y también molestos ante la visible incomodidad de María Victoria con la falta de tacto de Bernal. Atienza interviene para que el ambiente grupal no se deteriore.
- Propongo que esta pregunta, remodelada o en su formulación actual, pase al grupo de la segunda ronda.
   Todos, Bernal incluido, aceptan la propuesta de Atienza. La moderadora retoma la palabra:
- Ahora, entramos en el segundo apartado de la presentación basado en el hecho de que las autoridades españolas están ocultando a la opinión pública que las piezas robadas no son las originales. El primer interrogante que se desprende es: ¿Cuáles pueden ser los motivos que llevan al Gobierno a no hacer pública la noticia de que las piezas robadas no son las originales?
   El inspector de Patrimonio es quien contesta:
- Este interrogante podría tener múltiples respuestas. Hay una que corre en el ámbito museístico y que afirma que es el fruto de un pacto reservado entre los gobiernos de España y Colombia. El ejecutivo colombiano, en un momento en que sus negociaciones de paz con las FARC están en su punto álgido, no quiere que la opinión pública del país se distraiga, entre comillas, en otros asuntos. Insisto que es algo no confirmado.
- Quizá otro motivo sea que en este momento tenemos un Gobierno en funciones y eso limita su capacidad de ejercer los poderes propios del ejecutivo – arguye Blanchard.
- Es posible, pero hay que recordar que el robo del tesoro fue el veintidós de octubre del pasado año y en esa fecha el Gobierno estaba en la plenitud de su capacidad ejecutiva. – replica Grandal.
   El debate vuelve a embarullarse sobre los posibles motivos de porque el Gobierno calla. Visto lo cual, la moderadora resuelve que lo mejor es cerrar la sesión y que, quizá tras consultar la almohada, el día de mañana tengan las ideas más claras.