"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de febrero de 2023

Libro III, Episodio. 184. ¿Por qué no os vais a Madrid?

   La propuesta del tío Luis de irse a vivir a Madrid deja a Julia sin palabras pues le parece una solución descabellada, sin embargo le pregunta:

   -¿Y de qué vamos a vivir en Madrid?, en una ciudad en la que no conocemos a nadie, salvo a usted. Aquí hemos vivido siempre, aquí han nacido nuestros hijos, aquí tenemos nuestro modo de vida, aquí puedo ir a la compra sin llevar dinero porque todo el mundo sabe quién soy, aquí están nuestros amigos… -y vuelve a preguntarse-, ¿y qué haríamos en una ciudad en la que seríamos unos desconocidos, en la que no tenemos amigos, en la que la vida debe de ser mucho más cara que en Plasencia, y de qué íbamos a vivir?... Perdone, tío, pero esa idea me parece que no tiene ni pies ni cabeza.

   -Sobrina, no te obceques. Voy a contestar a alguna de tus preguntas. ¿De qué vais a vivir? Del trabajo de la familia… –Luis hace una pausa y especifica-: A  Álvaro ya no lo cuento, pero de los once e incluyo a Paca, cinco podéis trabajar, y si necesario fuera podrían ser seis, con lo que el problema de la subsistencia está resuelto. Y que los chicos hayan nacido aquí tampoco es problema; es más, pregúntales si prefieren seguir viviendo aquí o en Madrid, verás que sorpresa te vas a llevar.

   Antes de terminar la conversación, Luis da un giro inesperado a la misma pues pregunta a Julia por el tercero de sus hijos.

   -Por cierto, Julián el año que viene será quinto, ¿verdad?

   -Sí, tío. Cumplirá veinte años. Espero que tenga fortuna en el sorteo. Se me abren las carnes solo de pensar que se me lo lleven a África o le toquen las Baleares, como le pasó a su padre. Dios quiera que le envíen a un sitio cercano.

   -Para encontrar la suerte hay que buscarla. Y en este caso hay una forma sencilla de ir donde quiera, solo tiene que sentar plaza de voluntario.

   -¿Y si lo hiciera no tendría que ir a África ni a las islas?

   -Iría a la plaza en la que se alistase, incluso podría elegir arma, la contrapartida sería que tendría que firmar por tres años, pero eso es prácticamente lo que tendrá de mili si va por su quinta. Si queréis, yo puedo mover algún hilo y podría hacer la mili en Cáceres o Badajoz, aunque por muchas razones sería preferible que sentara plaza en Madrid. Allí tengo más mano y le buscaría un buen enchufe, de manera que después de los tres meses de campamento sería destinado a una unidad en que haría la mili hasta mediodía y tendría las tardes libres. Podría estudiar o sacarse algún título de los que no precisan ser bachiller, o podría trabajar. Y apenas si os costaría dinero, pues el rancho y el catre lo tendrá asegurado. Así no deberéis de estar pendientes del albur del sorteo. Pensadlo, pero pronto, la solicitud de voluntario tendría que hacerla antes del 31 de diciembre.

   Julia sale frustrada de la conversación con su tío Luis, aunque no tenía muchas esperanzas de que se rascara el bolsillo. Con todo, le está agradecida pues le ha dado tres pistas que desconocía: la posibilidad de pedir a su madre el anticipo de su legítima, la peregrina idea de irse a vivir a Madrid y como eliminar el peligro de que Julián sea destinado a África. Julia, con la decisión que la caracteriza, no espera a que vuelva de viaje su marido; al día siguiente coge el autobús y se planta en su pueblo natal. Se lleva con ella a sus dos hijos más chicos con la esperanza de que a lo mejor su madre se ablanda al ver a sus nietos. La encuentra muy envejecida, pero la cabeza la sigue teniendo lúcida. Julia deja que su madre lleve a los niños al patio trasero de la casa donde tiene gallinas, conejos y dos pavos, cuyo macho cuando abre el vistoso abanico de su cola causa la admiración de los pequeños.

   Después del almuerzo, cuando los niños descabezan una ligera siesta, Julia le cuenta a su madre el problemón que tienen y le pide si le puede adelantar su herencia. No le pide dinero prestado porque sabe que, con su madre, eso es perder el tiempo.

   -No me extraña nada lo que me cuentas. Desde que pretendió a tu hermana siempre me produjo la impresión de que el que ahora es tu marido no tenía los pies en el suelo. Ha pretendido abarcar más de lo que podía y el resultao ha sido el que ha sido. Al menos, te ha hecho una montoná de críos y eso hay que agradecérselo. Lo de la legítima sí que no va a poder ser y de un cuarto de la herencia ni lo sueñes. Tengo pensao mejorar a tu hermano Andrés, al fin y al cabo es quien se ha quedao en el pueblo y el que lleva to el negocio de las fincas y los ganaos…, pero en cualquier caso no pienso hacer testamento hasta que me vea en las últimas -Julia está en un tris de dar por terminada la conversación cuando su madre hace una pregunta que no esperaba-. ¿Y que cantidá necesitarías pa pagar los intereses del préstamo de la Bronchales?

   Cuando Julia le da la cifra, Soledad menea la cabeza y vuelve a preguntar.

   -¿Y cuándo lo podríais devolver?

   -Calculo que a mediados de enero.

   Y ante el asombro de Julia, su madre dice que les va a dejar el dinero, en el bien entendido de que antes de que acabe el mes de enero del nuevo año se lo tienen que devolver. Todavía añade que no es necesario que le paguen intereses y dando por acabada la conversación se marcha a despertar a sus nietos.

   Julia se vuelve a Plasencia más contenta que si le hubiese tocado la lotería. Bien apretado entre el sujetador y su pecho izquierdo lleva enrollados los billetes que le ha prestado su madre. Jamás pensó que se aviniera tan fácilmente a dejarle el dinero. Debe haberse ablandado con el paso de los años, se dice. Durante el corto trayecto hasta Plasencia, piensa que no pueden seguir así, han llegado a un extremo en que parece que estén trabajando para la Bronchales. Y de rondón se cuela en sus reflexiones la sugerencia del tío Luis: ¿por qué no os vais a vivir a Madrid?

    Cuando dos días después regresa su marido, Julia puede darle la noticia, tan grata como inesperada, de que ha pagado a Adelina el plazo de los intereses. Tras dejar que Julio se desfogue celebrando el venturoso desenlace, le plantea lo que considera el mayor problema que siguen teniendo.

   -De esta hemos salido, pero no sabemos lo que pasará cuando venza el siguiente plazo. He hecho números, y no sé si te has dado cuenta, pero últimamente estamos trabajando para la dichosa Adelina. No podemos seguir así, nos está desangrando. Hay que acabar de pagarle la deuda o no saldremos del pozo en que nos hemos metido.

   -Claro que me he dado cuenta, cariño. Pienso en ello las veinticuatro horas. Y estoy totalmente de acuerdo: o saldamos la deuda o esto continuará siendo un malvivir, pero por mucho que me estrujo las meninges, no se me ocurre el modo de saldarla. ¡Maldita sea la hora en que se me ocurrió meterme en lo de las minas y maldita sea cuando pensé que Adelina nos ayudaría a salir del bache! Soy un estúpido, Julia. Tengo que pedirte perdón porque nunca debí permitir que los hechos llegasen a donde han llegado.

   Los lagrimones que le resbalan a su marido por las ásperas mejillas, impresionan a Julia. Hacía muchos años, desde el día que murió doña Pilar, que no le veía llorar. Le coge entre sus brazos y le besa con la ternura que solo puede tener una madre o una mujer enamorada. Pasado el emotivo momento, le cuenta el diálogo que mantuvo con el tío Luis.

   -Pues habrá que agradecer al tío que te diera la idea de la legítima, pues has conseguido que tu madre abriera el bolsillo. ¡Para que luego hablen mal de las suegras! En cuanto a lo de que Julián se vaya a la mili de voluntario le veo más puntos positivos que negativos, pero tendremos que hablarlo con el chico a ver qué opina. Lo que es un puro disparate es lo de irse a vivir a Madrid. Aquí tenemos nuestra vida, el cocido y nuestros hijos que, como buenos placentinos, nunca querrán irse.

   Julia no osa llevar la contraria a su marido, pues tampoco tiene una idea clara de si irse a la capital no será un forma de no afrontar los problemas y acabar creando otro mayor o, por el contrario, podría ser la solución al rompecabezas en que se ha convertido la vida de los Carreño. Con todo, no deja de darle vueltas a lo último que dijo el tío Luis sobre los chicos: pregúntales si prefieren seguir viviendo aquí o en Madrid, verás que sorpresa te vas a llevar. ¿Será posible que sus hijos prefieran vivir en la capital? Descubre que no tiene respuesta pues ese es un tema que nunca se ha comentado en la familia. Y llega a una conclusión elemental: solo lo sabrá preguntándoselo, aunque bien pensado quizá no sea oportuno plantear la pregunta de manera general. Hará una prueba: lo comentará con Pilar, es la más madura e inteligente de todos y según cual sea su respuesta procederá con el resto.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 185. Un patrón sin ética

viernes, 17 de febrero de 2023

Libro III. Episodio 183. Los consejos del tío Luis

   Julio siente la curiosidad de saber el papel que juega el Rey respecto a la dictadura de Primo de Rivera. Su admirado doctor Lavilla le ofrece la respuesta.

   -Toda la combinación de los factores que antes he citado generan que el Rey comience a considerar que tal vez la Corona corre riesgos si sigue atada a la figura del Dictador, de ahí su actual desapego con Primo.

   La explicación del médico resulta ser profética. Ante la progresiva pérdida de apoyos sociales y políticos y ante el crecimiento de los sectores que se oponen a su régimen, Primo de Rivera pretende reforzar su posición ante la Corona y busca el apoyo directo del Ejército, pero la respuesta de los capitanes generales resulta tibia por lo que empieza a pensar en su dimisión.

   Mientras en España se agravan los problemas políticos y económicos que afectan a cientos de miles de familias, entre ellas a los Carreño, lo único que ocasionalmente hace olvidar las preocupaciones de ésta es la llegada de las primeras postales del primogénito embarcado en el Juan Sebastián de Elcano. Las primeras noticias llegan de las Canarias donde a fines de septiembre el buque fondeó en el puerto de Las Palmas. Días después partieron para Santa Cruz de Tenerife, visitando el valle de la Orotava y la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. De las islas, Álvaro solo da pinceladas aisladas: que fueron recibidos por una multitud, que los canarios hablan el castellano más cadencioso que ha oído y que se quedó con ganas de ascender al Teide. Las siguientes postales tardan mucho en recibirlas y llevan el matasello de la brasileña ciudad de Recife.

   En tanto, los estertores del crac del 29 llegan a la ciudad. Las ventas caen en picado y los apuros económicos de los Carreño parecen alcanzar un punto de no retorno. Julio ha pasado un mal rato, pues los gorilas de Adelina la usurera han ido a recordarle que ha pasado el plazo bimestral del pago de intereses y le han dado cuarenta y ocho horas para cumplir. El droguero sabe por experiencia que los enviados de la Bronchales no hablan por hablar y, agobiado, piensa a quien recurrir para que le deje el dinero que necesita. Un préstamo para hacer frente a otro préstamo, hasta ese extremo he llegado, se dice. Cada vez le quedan menos clavos a los que agarrarse. Inesperadamente, el día anterior llega a la ciudad el tío Luis Manzano que, aunque ha vendido casi todo el patrimonio que tenía su difunta esposa en Plasencia, todavía le quedan un par de fincas por vender. A Julio se le ocurre pedirle el dinero al tío de su esposa, del que sabe que está forrado, pero que también es muy cicatero. Lo habla con Julia, a ver qué opina.

   -Hoy han venido los emisarios, por llamarles de alguna manera, de Adelina a recordarme que no hemos pagado el último plazo de los intereses y me han dado dos días para cumplir. Como está aquí tu tío, y aunque sé que no te gusta, he pensado que podías pedirle que nos prestara el dinero. En diciembre podríamos devolvérselo.

   -Tú sabes lo tacaño que es el tío. No presta dinero ni a sus hijos, ¿y crees que se lo va a dejar a una sobrina? –pregunta, irónicamente, Julia.

   -Te recuerdo que siempre dice que eres su sobrina favorita y además es tu padrino de pila. Y no es dinero lo que le falta, tú siempre me has contado que está forrado.

   Tras una larga discusión, Julio acaba convenciendo a su esposa de que no ve otra salida. Julia acepta. Para facilitarle la gestión, Julio le sugiere lo que puede hacer.

   -Mañana salgo de viaje a Herrera del Duque. Invita a comer al tío y que Paca haga uno de esos guisos caseros que tanto le gustan. En la sobremesa, cuando ya esté bien cebado, le planteas el problema y le cuentas que es nuestra última esperanza. Y como en la campaña navideña las ventas suelen repuntar, a finales de año podremos devolverle el anticipo. Solo será cuestión de dos o tres meses.

   Julia, tal y como le ha sugerido su marido, lleva a cabo la encomienda y como preveía su tío habla, habla y habla, pero no dice nada de prestarles la guita. Lo primero que pregunta es cómo han llegado a una situación tan desesperada. Julia le explica como los negocios se han ido enredando, que los gastos se han ido disparando por el firme deseo de que todos los hijos estudien y, al final, una inversión fracasada como la de la Bergwerk  Spanisch les llevó a pedir un préstamo a una usurera local que, con sus intereses desorbitados, les tiene acogotados.

   -¿Y cómo se le ocurrió al cabeza de chorlito de tu marido invertir tanto dinero en un negocio como el minero del que no sabe nada?

   -Fue cosa de los dos, tío –Julia quiere compartir las cargas-. Y tiene razón, no sabemos nada, pero todos a quienes preguntamos nos aseguraron que era un negocio tan bueno como seguro.

   -No sé si sois tontos, ingenuos o qué, pero lo vuestro es para mirárselo.

   Después de regañarla y repetirle una y otra vez que no se puede andar por el mundo siendo tan cándido, el tío Luis no suelta ni un céntimo, pero le da tres consejos: uno que abre un portillo a la esperanza, otro que siembra un mar de dudas y un tercero que podría dar resultado . El consejo que destapa la posibilidad de que su apuro puede tener solución es cuando el jurídico formula una pregunta que Julia hace tiempo que desechó.

   -¿Y por qué no le pides el dinero a mi cuñada?

   -¿Su cuñada, a cuál se refiere? –pregunta Julia bastante desconcertada.

   -¿A qué cuñada me voy a referir?, a tu señora madre. Con la de fincas y ganados que le dejó tu padre y lo que heredó de su segundo marido la buena de Soledad tiene el riñón bien cubierto. Dejarte un par de miles para ella no supondrá ningún problema.

   -Madre se ha hecho dura y egoísta a medida que ha ido envejeciendo. Mi hermana Luisa tuvo un apuro de dinero hace unos años, acudió a ella y no le prestó ni un real. Tuvimos que ayudarla nosotros.

   -Entonces, pídele tu herencia por adelantado.

   -¿Eso es posible? –Julia desconoce tal posibilidad.

   El tío Luis saca a relucir su formación de abogado.

   -Heredar una propiedad en vida es legalmente posible mediante un procedimiento denominado anticipo de la legítima o herencia anticipada. Dicho acto debe ejecutarse por escritura pública, con indicación individual del bien o bienes, y detallando el valor individualizado de los mismos.

   -Explíquemelo mejor para que lo entienda, tío. Ya sabe que no sé de leyes.

   -Te vas a ver a tu madre, le explicas lo que me has contado y que necesitáis un anticipo para cumplir con la prestamista. Si no te lo da, entonces le pides que te anticipe tu legítima. Es decir, la parte que te corresponderá de la herencia cuando ella fallezca. Que te adelante el dinero antes de escriturar, porque eso lleva su tiempo. Como sois cuatro hermanos te deberá corresponder, aproximadamente, entre un veinte y un veinticinco por ciento del patrimonio familiar, y eso supone un montón de miles de duros. Todos vuestros apuros resueltos de un plumazo.

   -¿Y cree que, con lo agarrada que es, accederá a ello?

   -Mañana mismo, coge el autobús, te plantas en Malpartida y se lo preguntas. Y así saldrás de dudas –resume, tajante, el jurista.

   Y el consejo que acabará sembrando un mar de dudas se produce cuándo, antes de terminar la dilatada charla, el tío Luis deja caer, como el que no quiere la cosa, otra idea.

   -Puesto que el roto en vuestra economía lo ha causado el hecho de que estáis empeñados en que toda vuestra camada acabe siendo universitaria, creo que habéis cometido un error de principio. En lugar de enviar a vuestros hijos a una ciudad con universidad y gastaros la hijuela en pensiones y demás dispendios, tendríais que hacerlo al revés. Ser vosotros, y me refiero a ti y a ese botarate de marido tuyo, los que os fuerais a la ciudad y vuestros hijos que os siguieran. No se puede avanzar si se ponen los carros delante de los bueyes.

   La explicación deja perpleja a Julia. No ha entendido de la misa la mitad.

   -Tío, por favor, hoy debo estar espesa porque no acabo de entenderle.

   -Te lo explicaré con bolas de colores. Para que me entiendas bien, vayamos hijo a hijo. Álvaro, gracias a que por una jodida vez me hicisteis caso, tiene la vida resuelta. Ya es alférez de fragata y tiene un sueldo, aunque mientras no termine los estudios es la Escuela la que se queda la mayoría de lo que gana, pero como digo ya no representa ningún problema; es más, a partir del año que viene podrá comenzar a ayudaros. Pilar, en cuanto se lo proponga, encontrará trabajo, bien en una farmacia o en un laboratorio. Y al igual que Álvaro podrá aportar dinero al fondo familiar. Julián, como se sacó el carné de conducir, con las escasez de chóferes que hay encontrará empleo en cuanto termine la mili. Otro apoyo más a la causa. Jesús, por lo que me contaste, quiere opositar a vista de aduanas y debería ir a Madrid para preparar la oposición, este es el primer factor problemático. Concha…

   -Perdone, tío, después de Jesús va Eloísa.

   -Ah, sí, Eloísa, la que está estudiando Magisterio, ¿verdad? En cuanto acabe querrá opositar al Cuerpo de Maestros y tendrá que ir a una ciudad a preparar la oposición. Otro factor problemático. Concha…, por cierto, ¿qué coño hace esa niña?, le he perdido la pista.

   -No le gusta estudiar. Me ayuda en las tareas de la casa.

   -Entonces Concha no sé si es un problema o parte de la solución porque alguien debe atender la casa. Los tres restantes: Andrés, Ángela y Froilán también son parte del problema. Querréis que estudien, lo que supondrá más gastos. Ergo, si para vosotros lo primordial es que todos los hijos puedan estudiar y estáis invirtiendo en ellos el dinero que tenéis y hasta el que debéis, entonces ¿por qué, la familia al completo, no os vais a vivir a Madrid? Allí podrán estudiar todos por la décima parte de lo que terminaréis gastando en mantenerles fuera de casa.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 184. ¿Por qué no os vais a Madrid?

viernes, 10 de febrero de 2023

Libro III. Episodio 182. El crac del 29

   Antes de embarcar en el Juan Sebastián de Elcano, Álvaro se despide de su familia en el muelle, pero antes ha de responder a la última pregunta que le dirige el pequeño Froilán.

   -Tato, ¿por qué llevas en la manga ese redondelito?

   -Porque soy alférez de fragata. Y el redondelito se llama coca.

   El niño no sabe qué es un alférez, pero como ve que los marineros que pasan al lado del grupo familiar le hacen a su hermano el saludo reglamentario piensa que su tato debe de mandar mucho. Como también sucedió la pasada vez, se acerca al grupo familiar Santiago Andrade que le recuerda a Pilar que, puesto que sigue considerándola su madrina de singladura, le volverá a remitir postales contándole sus impresiones de la travesía así como de las ciudades en las que fondeen. Pilar, que sabe por su hermano que le hace tilín al gallego, coquetea con Andrade prometiéndole que leerá encantada sus postales y que las guardará junto a las del pasado año. El silbato del contramaestre pone en alerta a los guardiamarinas. Se acaban las despedidas y todos se apresuran a subir al buque para ocupar los puestos que tienen asignados en la operación de partida. Se recoge la pasarela, se sueltan las amarras y dos transbordadores empujan al Elcano para ponerlo aproado a la bocana. El buque, con todo el velamen recogido y acompañado por decenas de pequeñas embarcaciones que hacen sonar las sirenas, va cruzando el fondeadero hasta más allá de la bocana. Un destructor y un torpedero le acompañarán hasta el límite de las aguas territoriales españolas. En el muelle, los Carreño dicen adiós a su hijo y hermano.

   Al día siguiente, Pilar vuelve a la farmacia Guerrero y sufre la primera reprimenda del boticario titular.

   -Bien hallada, doña Pilar –le dice, sarcástico, Cristóbal-. ¿Se puede saber dónde has estado los dos últimos días? –Y sin darle tiempo a contestarle, prosigue-. Este no es un trabajo en el que puedes desaparecer cuando te apetezca. Los clientes merecen un respeto y el farmacéutico tiene el deber de estar al pie del cañón todos los días, sin faltar ni uno. ¿Se puede saber por qué no has venido?

   Pilar, a quien no le ha gustado ni pizca que Cristóbal la riña de malos modos, le explica el motivo de su ausencia y que, debido a la premura con la que tuvieron que partir a Cádiz a despedir a su hermano, no tuvo tiempo de decírselo, aunque reconoce que podría haberle llamado por teléfono o haberle enviado una nota. Al oír la explicación, el boticario aminora su irritación.

   -Ves, ese es un motivo más que justificado para faltar, de todos modos que sea la última vez que ocurre. Cuando tengas que faltar por el motivo que sea te pido que previamente me lo hagas saber. Porque lo que me ha molestado no es que hayas faltado, sino que me hayas dejado mal ante los empleados, pues cuando me preguntaron que por qué no habías venido no supe qué decirles. Y el jefe debe tener siempre una respuesta que ofrecer a sus subordinados. ¿Aclarado?, pues hala, ponte la bata y a despachar.

   Acostumbrada como está a atender a los clientes en las tiendas de la familia, Pilar se hace rápidamente a la diaria rutina de la farmacia. Echa mano de su saber estar, su aplomo y su intuición para saber cómo tratar a los clientes, la mayoría de los cuales son gente de escasas letras por lo que lo primero que aprende es que debe explicarles las recetas puesto que la mayoría de médicos, de una caligrafía endiablada, las expenden sin dar ninguna explicación. También les aconseja cuándo y cómo tomar los medicamentos e incluso donde guardarlos. Entre los clientes abundan los viejos con los que muestra una paciencia poco habitual en un dependiente; les da toda clase de explicaciones, les conforta con palabras alentadoras y una sonrisa de complicidad. Como los productos farmacéuticos son necesarios, los mancebos y hasta el propio Cristóbal no se toman molestia alguna en ser amables y atentos con los clientes, por eso el talante que muestra Pilar todavía resalta más. Pronto se corre la voz de que en la farmacia Guerrero hay una nueva boticaria que es la amabilidad personificada y que te lo explica todo de pe a pa, por lo que comienza a haber gente que al preguntarles los otros mancebos qué quieren su respuesta es:

   -Nada, gracias. Esperaré a doña Pilar.

   Algo de tan poca importancia despierta los celos de Cristóbal ya que hasta el presente no le había ocurrido que alguien prefiriera que le atendiera una novata antes que él. En cambio, los empleados están encantados pues la popularidad de Pilar de rechazo origina que tengan menos trabajo. Y aunque al principio recibieron a la novata con el natural recelo, enseguida comprendieron que Pilar era un ave de paso y no suponía ningún peligro para sus puestos. A ello se suma que la joven farmacéutica se los ha ganado por su sencillez y carencia de sentido de clase, y así se lo ha hecho saber.

   -Cuando esté delante Cristóbal tendréis que hablarme de usted y llamarme doña Pilar, como él quiere, pero cuando estemos solos, por favor, tuteadme y llamadme Pilar a secas. No soporto los ringorrangos.

   A medida que han ido pasando las semanas y viendo que Pilar va afianzándose en su cometido, Cristóbal va dejando la farmacia en manos de la joven cuando se ausenta. Al parecer, el boticario ha heredado algunas de las aficiones de su difunto padre y es muy dado a las partidas de cartas, las tertulias y a otros ratos de ocio menos honorables. En la farmacia trabajan Graciano, el empleado más veterano y dos chicas jóvenes y de buen parecer pues el titular opina que una cara bonita vende más que una anodina. De esas caras bonitas, un día Pilar descubre que Cristóbal abusa de ellas; al menos de una, pues una tarde que estaba trasteando en la rebotica oyó unos jadeos en un pequeño cuarto al final de la estancia. Le picó la curiosidad y abrió un poco la puerta, topándose con la procaz escena de que una de las mancebas, Fina de nombre, estaba haciéndole una felatio al boticario. La chica, arrodillada y de espaldas a la puerta, y el bigardo con los ojos cerrados y jadeando, no se dieron cuenta de que la puerta se había entreabierto. Inmediatamente, y procurando no hacer ruido, Pilar se retiró. Unos minutos después aparecieron en la sala Cristóbal, con cara satisfecha, y Fina con rostro avergonzado. Pilar se dio cuenta de que Graciano miró al patrón meneando la cabeza, como si mentalmente le estuviera reconviniendo. La recién licenciada sabe que no es infrecuente que los patronos abusen de sus empleados, pero hasta ahora no lo había visto con sus propios ojos. La situación le pareció repulsiva y le sirvió para calibrar la falta de ética profesional de su mentor.

   En casa de los Carreño, los padres han aceptado como buena la declaración de Jesús de querer opositar a vista de aduanas, así se lo han hecho saber, pero han puesto una condición.

   -Hijo, a mamá y a mí nos parece bien que quieras ser aduanero. Te apoyaremos en todo lo que esté en nuestras manos, pero hay un problema. En estos momentos, y como ya os contamos, no andamos muy boyantes de dinero, por lo que enviarte a Madrid para que prepares la oposición es algo que por ahora está fuera de nuestro alcance. Lo que sí podemos hacer es que pidas el temario, que por supuesto te lo pagaremos, y vas estudiando en casa hasta que podamos resolver los apuros que estamos pasando y estemos en condiciones de mandarte a la capital. De todas maneras, hasta el año que viene no cumplirás los dieciocho, edad imprescindible para acceder a funcionario del Estado.

   A Jesús le desagrada la noticia por lo que pueda suponer que tardará más en ir a Madrid ciudad de la que guarda un grato recuerdo del año que pasó en el piso de la calle don Quijote, ya que disfrutó de una libertad como no había conocido hasta entonces, y encima podía ir al estadio Metropolitano a ver los partidos del Atlético de Madrid, club del que se hizo fan siguiendo la estela de su hermano Álvaro. Como buen Carreño sabe que antes que nada es la familia, y si sus padres dicen que ahora no pueden no hay más que hablar.

   El 24 de octubre se produce un suceso –que pasará a la historia como el crac del 29 o el martes negro- que, dado que ocurre en la bolsa de Wall Street y que afecta especialmente a los valores cotizados, no parece que vaya a repercutir en la economía española, un país básicamente agrario y con un pobre nivel de transacciones financieras. Pero el mundo se va globalizando y las repercusiones que hunden la economía estadounidense también terminan dañando a la española. El primer efecto de la crisis es la depreciación de la peseta, pasa de un cambio de 5,85 por dólar en 1928 a 7,25 en diciembre de1929. Los problemas endémicos de la economía española se agravan: un altísimo nivel de paro, endeudamiento familiar, cierre de empresas y elevado déficit del Estado son algunas de las consecuencias del derrumbe de Wall Street. Todo ello agravado por la falta de una cobertura social que proteja a los desempleados y una inestabilidad política que corroe a la Dictablanda de Primo de Rivera.

   En la tertulia del casino, a la que ahora Julio asiste cada vez menos, analizan las posibles causas del desmoronamiento del régimen dictatorial de Primo que en principio contó con la anuencia real. El droguero, que hoy si asiste a la tertulia, está interesado en conocer porqué la dictadura comienza a perder los soportes que la auparon y para ello se impone preguntar.

   -Doctor Lavilla, usted que sabe tanto, ¿por qué se está yendo a pique la dictadura de Primo?

  -Son varias las causas que están provocando que los sectores sociales y políticos que inicialmente habían prestado su apoyo a Primo se lo estén retirando. En primer lugar los nacionalismos periféricos porque la Dictadura está incumpliendo lo prometido sobre la descentralización. Las organizaciones empresariales están descontentas por las injerencias de la UGT en sus empresas. Los sectores intelectuales y universitarios van abandonando su benévola expectativa, desengañado por su regeneracionismo conservador. Y los diversos grupos sociales y políticos liberales, que ven cómo la Dictadura pretende perpetuarse en el poder, porque está incumpliendo su promesa de ser un régimen temporal.

   -¿Y el Rey qué papel juega en esa pérdida de confianza? –quiere saber Julio.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 183. Los consejos del tío Luis